Pertenecen a la misma generación, la que nació cuando el PNV se dividía, ETA nacía y la Transición y el final de Franco aún quedaba lejos. Tiempos en los que militar como nacionalista vasco estaba prohibido y la vida abertzale se vivía en la clandestinidad y la complicidad secreta de la familia. Siguieron caminos muy distintos. Sólo les unían sus aspiraciones por recuperar la ‘patria vasca’ que consideraron arrebatada por la dictadura. Uno, Arnaldo Otegi, lo hizo en el lado más extremo, el de ETA y su mundo, hasta llegar a militar en ella y cumplir muchos años de cárcel. Urkullu y Ortuzar al calor del PNV, el partido del que salieron los jóvenes militantes que poco después fundaron la banda terrorista. El líder de la izquierda abertzale es el mayor, de 1958. El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, el más joven, de 1962. Un año antes, nació el lehendakari Urkullu. Ahora, casi seis décadas más tarde ocupan puesto de responsabilidad política, pero lo hacen por caminos distintos y cada vez más alejados.
La fractura entre el PNV y EH Bildu es vieja pero ha vuelto a agradarse este verano. Siempre ha estado ahí, más profunda, más estrecha, pero presente. Jeltzales y radicales se han ayudado contra el enemigo común, ‘Madrid’ y se han odiado en la pugna interna en Euskadi. Los dos han aspirado a gobernar el País Vasco y por el momento tan sólo los de Ortuzar pueden decir que han ocupado Ajuria Enea. Lo han hecho casi de modo ininterrumpido en democracia –salvo el periodo 2009 a 2012-. En ese tiempo la izquierda abertzale no ha dejado de enarbolar la bandera de alternativa a la ‘derecha nacionalista’. Y ahí continúa.
Durante años los de Otegi optaron por situar la confrontación en las instituciones como su principal argumento. Lo hicieron despreciándolas, ignorándolas en ocasiones o utilizándolas como altavoz para sus proclamas. Y siempre, como trampolín para recordar que ellos no son el PNV y que los pasos hacia una Euskadi independiente y de izquierdas sólo ellos los garantizan. Las fotos de grandes acuerdos en Euskadi con los de Otegi presentes escasean, más aún en los últimos años. Recientemente han sido más las instantáneas de pactos con Sánchez y Chivite que con Urkullu.
El presidente del PNV, Andoni Ortuzar volvió a reprochar ayer a EH Bildu que continúe con tics del pasado, rehén de la mochila de su trayectoria más oscura y de la que no se desprende. Le acusó de vivir aún “en sus propios fantasmas” y de hacer política únicamente confrontando con el Gobierno del PNV y con los dirigentes jeltzales. Sólo es un reproche más desde Sabin Etxea a una izqueirda abertzale que tampoco ha dejado de calentar la relación y el enfrentamiento durante el verano. El cruce de acusaciones en las últimas semanas ha llevado a un escenario en víspera del inicio del curso político de profunda crispación entre ambos extremos del nacionalismo vasco, entre ambos socios del Gobierno de Pedro Sánchez.
El PNV, la 'obsesión' de Bildu
Las brasas de la discordia siempre han estado ahí, en realidad casi desde el origen, cuando una escisión de jóvenes militantes del PNV se convertiría en el germen de lo que llegaría a ser el MLNV, con su brazo armado, ETA y el político, Herri Batasuna. Son dos modos de entender Euskadi, dos vías de alcanzar la patria y dos maneras de relacionarse con España. Así han convivido todos estos años ambas sensibilidades.
Otegi y Urkullu no se parecen apenas en nada. En la edad se acercan, en la ideología… tan sólo en su sueño de una Euskadi independiente. Uno a la izquierda extrema y el otro en la derecha cristiana. Uno partidario de la lucha, incluso habiéndola ejercido en su modo más extremo, y en el enfrentamiento, si fuera necesario, a los poderes del Estado y el otro defensor de políticas de consenso, de diálogos y maneras suaves. Entre ellos no hay sintonía y parece difícil que vaya a haberla.
Desde que Otegi salió de la cárcel en junio de 2016 apenas se han visto “dos o tres veces”, según el propio dirigente de EH Bildu. Otegi no ve en Urkullu a un líder sino más bien a un dirigente que proclama “sermones” y reprimendas y que carece de soluciones para los problemas más urgentes. El lehendakari ve en el líder de EH Bildu a un hombre anclado en un discurso del pasado e incapaz de reconocer el dolor que provocó y defendió como líder y portavoz de la izquierda abertzale.
El coronavirus les ha vuelto a enfrentar. En el PNV hace tiempo que aseguran que la nueva obsesión de EH Bildu ya no es la Guardia Civil o el Ministerio del Interior sino el PNV de Ortuzar y el Gobierno de Urkullu. La izquierda abertzale no ha dejado de cuestionar la gestión de la crisis que ha hecho el lehendakari. Lo hizo al inicio, lo reiteró con su convocatoria de elecciones el 12 de julio del año pasado, lo ha subrayado con las restricciones… y lo ha agravado con el cuestionamiento permanente del papel de la Ertzaintza.
Cruce de reproches
En julio y agosto los incidentes durante desalojos de botellones ilegales llevados a cabo por la Policía vasca han terminado en muchos vascos con detenciones, lanzamientos de botellas y graves altercados. Unos hechos que han llevado a Sabin Etxea a situar la sombra de la sospecha sobre el impulso de estos incidentes y la falta de condena de los mismos en el mundo afín a Bildu o, cuando menos, su aprovechamiento. Otegi llegó a calificar de “miserables” las palabras del lehendakari en el que insinuaba que detrás de los mismos podría estar la izquierda abertzale dentro de su campaña de acosos a la Ertzaintza.
En este tiempo también se han producido agresiones a militantes del PP. En ambos casos, el PNV ha reprochado a Otegi la falta de contundencia en su condena. Reprobación sí, pero negativa, por ejemplo, a suscribir declaraciones de condena institucional. En este clima la crispación entre ambos llegó al punto de que el consejero de Seguridad, Josu Erkoreka afirmó que la actitud de Otegi ante la violencia se puede explicar por su trayectoria, “no sólo ha estado justificándola” sino que “ha contribuido a generarla”, aseguró. Los actos de bienvenida a los presos de ETA y su defensa por parte de la izquierda abertzale han vuelto a enfrentar a PNV y Bildu. La cuestión no es nueva pero este verano ha vuelto a resurgir con fuerza
La herida más reciente se produjo al final de la pasada legislatura y aún supura. El principio de acuerdo que meses antes habían suscrito fijando las bases del futuro nuevo estatus vasco saltó por los aires cuando los expertos designados por los partidos presentaron sus propuestas de texto articulado. El acuerdo de bases PNV-Bildu fue calificado de “histórico” por Otegi. La realidad, sin embargo, es que el PNV finalmente optó por acercarse al PSE y a Podemos para presentar su borrador y dejar de lado a Bildu. La izquierda abertzale no cree en la necesidad de alcanzar la transversalidad entre las sensibilidades vascas y ni el respeto a la legalidad como requisitos imprescindibles. El PNV, sí. Ahora, ambas propuestas –junto a la elaborada por el PP- volverán a salir del cajón para abordar un debate para actualizar el Estatuto de Gernika y el “encaje” de Euskadi en el Estado que se antoja un nuevo foco de confrontación entre ambos polos del nacionalismo vasco.
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