Aquel cumpleaños Beatriz aún no lo ha olvidado. La noche comenzó inquieta. Sabía que al día siguiente viviría una jornada muy especial, que se haría algo más mayor. Jamás pensó que tanto ni tan rápido. Mamá ya lo había preparado casi todo. La tarta, la que debía soplar para subir el escalón de lo cinco añitos, esperaba en el frigorífico. Sería su primer ‘cumple’ en Zaragoza tras haberse desplazado la familia desde Navarra.
También el padre de Lucía se llevó a los suyos a la capital aragonesa por motivos de trabajo, de destino. Esa noche ella dormía apenas unos pabellones más lejos que Beatriz, en el número 17. Al día siguiente no le esperaban velas ni tirones de oreja, los once años los había cumplido hacía meses. Sin embargo, como Beatriz, desde las 6.10 de la mañana de aquel 11 de diciembre de 1987, sentiría que había vuelto a nacer.
La onda expansiva lo cambió todo en un instante, en un estruendo. Las vidas de las pequeñas Beatriz y Lucía, las de sus familias y las de otras muchas. En once hogares del cuartel cinco niñas no volverían a despertar y seis adultos morirían bajo los escombros. El coche bomba que ETA acababa de hacer estallar ante la Casa Cuartel de Zaragoza destruyó una buena parte del complejo y sembró de muerte y heridos, más de 200, aquella mañana de diciembre.
Aún no lo sabían pero quienes sobrevivieron volverían a cruzarse con uno de los autores de aquella masacre. Lo harían 34 años más tarde y casi una década después de que ETA hubiera abandonado las armas. A finales de este verano el nombre de Henri Parot regresó a sus vidas, a sus habitaciones, a sus pesadillas. El anuncio de una carrera solidaria para denunciar los 31 años en prisión que acumula y una jornada para reivindicar el final de su condena ‘perpetua’ resucitaba el pasado. El de las once víctimas de la Casa Cuartel de Zaragoza y el de las otras 28 por cuyos asesinatos Parot cumple hoy condena.
Instituciones y partidos intentaron que los tribunales prohibieran el acto, pero ni la Audiencia Nacional ni el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco vieron motivos para hacerlo, para predecir que en la carrera solidaria se humillaría a las víctimas o enaltecería el terrorismo que Parot practicó. A medida que la polémica crecía, los organizadores reforzaron sus mensajes de que no se trataría de ningún homenaje, de que nadie pretendía alabar la figura de ‘Unai’ sino denunciar la política penitenciaria que se le aplica y que consideran ilegal. Ayer, Sare optó por suspender la marcha para no “contribuir a la confrontación” y sustituirla por un llamamiento a concentrarse este mediodía en todas las plazas del País Vasco contra la política carcelaria.
"Soy hija de picoleto"
La lista de crímenes por los que está en prisión es muy larga. La componen 26 sentencias y condenas por algo más 4.800 años de cárcel. No fue hasta el 2 de abril de 1990 cuando fue detenido. Fue arrestado cuando se disponía a alargar su historial de dolor. Conducía un vehículo repleto de explosivos en Sevilla que pensaba colocar ante la Jefatura de Policía.
Ni siquiera entonces terminó su militancia activa en ETA. Su particular currículum terrorista incluye dar nombre a una doctrina a la que se denominó ‘doctrina Parot’. La fijó el Supremo en 2006 y establecía que los beneficios penitenciarios se deberían aplicar sobre cada una de las penas y no sobre el límite máximo de estancia en prisión, 30 años. Siete años más tarde, la justicia Europea anuló la ‘doctrina’, lo que permitió la excarcelación de 63 presos de ETA.
Parot nació en Argel, en el Argel francés. En enero próximo cumplirá 64 años. La razón por la que ha rebasado los 30 años de cumplimiento máximo hay que buscarla en 2001. Para entonces Parot sumaba ya más de una década de cárcel y ETA continuaba matando. En una carta escrita desde prisión y que le fue incautada alentaba a la dirección a continuar con sus acciones armadas. En ella incluso fijaba posibles objetivos contra los que atentar: la Audiencia Nacional, el Banco de España, el Ministerio del Interior… Aquel hecho le supuso una nueva condena por integración en organización terrorista. La Audiencia Nacional le impuso un castigo de 11 años más de prisión, que son los que explican que aún continúe en la cárcel.
A Lucía esta semana el asma le ha vuelto a aflorar con intensidad. En su momento los médicos le dijeron que era por el estrés postraumático. Ha habido años que le ha provocado hasta 50 ingresos hospitalarios. Estos son días intensos, jornadas en las que los recuerdos se mezclan con la indignación. Lucía tiene ya 45 años. Es madre y sigue igual de orgullosa de “ser hija de picoleto”.
"¿Cómo pueden hacerle un héroe?"
Aunque la rabia está más presente estos días, asegura que lo lleva bien, que es fuerte pero que eso no resta que vea humillante que se salga en apoyo de alguien que ha asesinado a 39 personas: “Me da igual si es para pedir que no se le aplique una cadena perpetua ‘encubierta’ o decir que es muy bueno en la cárcel. ¿Qué clase de sociedad nos estamos convirtiendo?, ¿Cómo podemos hacer de ese tío, que no se ha arrepentido, un héroe?”.
Los recuerdos han vuelto de golpe. No olvida cómo tras el atentado, cuando su padre y sus compañeros días después aún custodiaban los escombros de la Casa Cuartel, procuraba bajarse una parada antes a la vuelta del cole: “Me gustaba acompañar a mi padre, aunque mi madre me regañara. Recuerdo que me sentaba entre escombros y hacía los deberes apoyada en una piedra”. Aquella niña creció y lo hizo con el estruendo de la bomba como eco permanente. Desde entonces, no ha dejado de exprimir cada día: “Soy alguien que nunca ahorrará, que vive mucho el momento, en todos los aspectos. No dejo nada para mañana, no sé qué pasará. Creo que no he estrenado nada al día siguiente salvo mi vestido de novia”, recuerda.
Beatriz revive todos los años aquel despertar el día de su cumpleaños. Afirma que lo suele hacer sobresaltada y casi a la misma hora que estalló aquel coche maldito. Su infancia también estuvo marcada por el atentado. Nada de amigos en casa, nada de desvelar quién era su padre y la precaución y alerta como norma vital: “Mi padre transportaba presos y solíamos decir que era ‘transportista de chorizos’…”. Aún no se explica cómo alguien puede salir en apoyo a Parot, “un hombre por el que 39 personas están enterradas”.
Luis tenía apenas 18 años y acababa de graduarse como guardia civil. Lo suyo era tradición familia; su abuelo, su padre, su hermano… La noche del 17 de mayo de 1987 dormía para dar el relevo a primera hora de la mañana. El sábado amaneció con un estruendo que dañó paredes y ventanas de la Dirección General de la Guardia Civil de Madrid. Los cristales de su habitación cayeron en la litera superior, que se encontraba vacía, “eso me salvó”. Menos fortuna tuvo la familia que a esa hora regresaba de una celebración familiar y cuyo vehículo se topó de lleno con la bomba que ETA había colocado. Carmen Pascual falleció y varios de sus familiares resultaron heridos. El ‘comando Argala’, al que pertenecía Parot, fue el autor de aquel atentado.
Ansiedad y sufrimiento
Luis no se ha quitado el miedo desde entonces, “aún hoy cuando activo el contacto del coche…”. Requirió apoyo psicológico. Sólo un año más tarde ETA volvió a atentar en el mismo lugar. “No entiendo lo que van a hacer en Mondragón. No debería salir nunca de la cárcel, pero al menos, que cumpla lo que establece la ley, el tiempo que le corresponda”.
Folguera pertenece hoy a la AVT, la asociación de víctimas del terrorismo que hoy ha organizado actos de apoyo a las víctimas provocadas por Parot con homenajes en Madrid, San Sebastián, Zaragoza y Granada. “Son 39 muertos, más de 200 heridos, 86 huérfanos. Es una pena ver cómo el Gobierno les da prebendas, le acercan a Parot a León, cuando sus víctimas sólo pueden hacer kilómetros para ver las tumbas de sus seres queridos a llevarles flores. Es muy triste·.
Una de las psicólogas de la AVT, Arantza Soriano, reconoce que actos como los que hoy estaban programados en Arrasate siguen generando una gran zozobra en muchas víctimas, incluso tres décadas después de haber ocurrido el atentado. “les ha afectado mucho. Hemos pedido a algunos familiares que se pronuncien y vemos que muchas aún, tantos años después, siguen sin estar preparadas, que recordar todo lo que sufrieron es hace sentir muy mal”.
Soriano apunta que el sentimiento que más se repite es el de resignación y falta de justicia. “Muchas sienten que la Justicia no les ampara y que incluso la sociedad no lo hace en algo tan evidente como es condenar la violencia. Es muy duro sentir que el sufrimiento padecido no ha merecido la pena”. Asegura que la máxima de que el tiempo todo lo cura no es aplicable para este tipo de casos, que las víctimas de acciones terroristas continúan en muchos casos con un gran sufrimiento pese al paso de los años, “son muchos los casos que siguen presentando sintomatología activa, muchos asociados al estrés postraumático, a la ansiedad y depresión tanto tiempo después”.
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