La detención de Carles Puigdemont en Italia introduce un elemento no necesariamente sorprendente, pero sí inesperado, en la agenda catalana de Pedro Sánchez, sostenida sobre dos pilares; la mesa de diálogo y la negociación de los Presupuestos Generales del Estado. La detención encendió las luces de alarma en Moncloa. El jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, coordinó la respuesta al objeto de que no hubiera discordancias. También mantuvieron contactos los equipos de Moncloa con los del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, canceló el viernes por la mañana una visita que tenía prevista a la Feria del Libro pretextando el mal tiempo atmosférico a cuenta de la DANA para seguir los acontecimientos.
Pero para DANA, la noticia proveniente de Cerdeña (Italia). Lo cierto es que Moncloa tardó en reaccionar y no fue hasta la madrugada que usó su cuenta de Telegram para expresar su respeto por las decisiones judiciales y reiterar que el ex presidente de la Generalitat "debe someterse a la acción de la justicia exactamente igual que cualquier otro ciudadano". Fue el mismo mensaje que trasladó Sánchez en una declaración sin preguntas desde La Palma donde anunció, entre otras cosas, la declaración de zona catastrófica para la isla, de modo que los afectados por la erupción volcánica de Cumbre Vieja puedan, al menos sobre el papel, recibir ayudas lo más rápido posible.
La detención vuelve a poner en foco en el prófugo y se "come" las medidas del Gobierno
Lo cierto es que en Moncloa lamentaban que este anuncio "tan importante" haya quedado orillado por la detención del prófugo independentista. El del próximo martes 28 será un Consejo de Ministros muy potente, pues incluye también la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), "y lo de Puigdemont se lo comerá todo". Sí ha habido, desde el primer momento, llamadas a la prudencia a la espera de ver cómo transcurrían los acontecimientos. De momento, el juez italiano le ha dejado en libertad y le cita a declarar el 4 de octubre.
Pero por mucho que se desee relativizar la noticia, su detención le vuelve a colocar en el foco informativo, que había perdido, y dado argumentos para cuestionar de nuevo a la Justicia española. Si se le extraditara, la agenda catalana podría saltar por los aires. Si la cosa queda en nada y vuelve a Waterloo, será un nuevo golpe para los tribunales españoles. El Ejecutivo intenta poner la venda antes de la herida. Recuerdan fuentes gubernamentales que "no sería la primera vez que niegan su extradición. Simplemente las jurisdicciones son diferentes y parece que no existe en Italia el delito de sedición. Vamos a esperar".
¿Y qué pasaría si regresa a España? "Pues ese escenario está previsto y contemplado y debe ser puesto a disposición de la Justicia", recuerdan.
En principio la mesa Gobierno-Generalitat no parece correr mucho peligro. De hecho, Sánchez volvió a apelar al diálogo bilateral para encauzar las relaciones con el independentismo catalán, mientras que, por su parte, ERC aboga por "blindar" ese foro. Bien es cierto que ambos interlocutores confiaban en que la formación de Carles Puigdemont cediera a sus pretensiones iniciales de intento de boicoteo y se sumara en la siguiente reunión, aspiración que se aleja, tanto si, finalmente, el ex president es puesto en libertad sin ninguna cautelar como devuelto a España para ser juzgado por el Supremo, sobre todo en el segundo caso.
Moncloa justifica que Pere Aragonès suba el tono de la crítica
Pero al margen de los accidentes de recorrido, la mesa puede subsistir porque no sólo es un empeño de socialistas y republicanos, sino también porque al carecer de agenda, de orden del día, de calendario y hasta de plazo de finalización, de momento no compromete ni a unos ni a otros. Los equipos de Sánchez y de Aragonès hablaron tras conocer la noticia, aunque entienden que el president ha tenido que subir el tono de su discurso y reiterar su petición de amnistía y referéndum de autodeterminación, así como exigir que se retire la euroorden. Los medios consultados insisten que "ya dijimos que la mesa de diálogo no era ni para hoy ni para mañana. Nos vamos a encontrar muchas cosas de estas, muchos acontecimientos" que califican de "bruscos".
Según el Gobierno, ERC "estaba buscando una pista de aterrizaje y se la hemos puesto. Han entado en pista y no quieren perder el avión", afirman de manera harto gráfica. No les falta razón. También el líder de ERC, Oriol Junqueras, ha abogado por la continuidad de lo que Moncloa llama mesa de diálogo y los independentistas mesa de negociación, que podría sonar igual, pero no es lo mismo.
"Dramatización y gesticulación"
"Habrá mucha dramatización y gesticulación. También por parte de Aragonès. No le queda otra, pero damos todo ello por asumido", señalan fuentes gubernamentales. Moncloa cree, como los republicanos independentistas, que son los Presupuestos Generales del Estado los que pueden verse más afectados. De momento no ha habido una negociación de fondo más allá de algunas conversaciones prospectivas sobre un proyecto que no existe porque para eso se tienen que poner antes de acuerdo los socios de Gobierno, esto es, PSOE y Unidas Podemos.
Los socialistas acariciaban la idea de atraer también a Junts. Aceptaron su propuesta de uso de la lenguas cooficiales en todos los actos parlamentarios del Senado y estaban dispuestos a ceder también en su exigencia de una nueva Ley Audiovisual que comprometa partidas concretas para el doblaje en catalán, petición que también hacen los republicanos. La posibilidad de que los cuatro diputados capitaneados por Miriam Nogueras apoyen las cuentas del año que viene resulta cada vez más lejana.
A Moncloa le queda la mayoría de la investidura, pero ERC tampoco se siente cómoda con la actitud de los socialistas que consideran hecho el apoyo de los de Oriol Junqueras. Afirman en el entorno de Gabriel Rufián que "vemos al PSOE muy tranquilo y tenemos posiciones muy alejadas" en leyes como la de vivienda, la audiovisual o la de universidades. Pero esa es una batalla que Moncloa quiere desligar de las andanzas de Puigdemont. "Son vías distintas, carpetas separadas", dicen.
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