Pablo Casado se subió hace semanas a una montaña rusa. Viaja en primera fila, pero no por eso ve mejor los loopings que se suceden sin descanso en su trayecto. Han pasado cuatro meses desde que el presidente del Partido Popular anunciase a bombo y platillo los detalles de su mimada convención nacional, 120 días en que la sombra de algún dirigente autonómico con ínfulas nacionales ha vietsido lo suficientemente alargada como para desviar los focos de la alternativa "real" y "urgente" a Pedro Sánchez. Pero este domingo, el jefe de la oposición quiere dejar de serlo y salir de la simbólica plaza de toros de Valencia a hombros, ratificado por los suyos como líder indiscutible del PP y presentado como próximo candidato a La Moncloa. En las montañas rusas, el final suele coincidir con el principio. Y Pablo Casado quiere dar otra vuelta, pero esta vez para intentar quedarse en la cima.
Desde el primer minuto, el presidente del PP prometió "relanzar" su proyecto para el partido con la celebración de una convención que partía de tres ejes: la escucha de la sociedad civil; la batalla de las ideas; y la construcción de una alternativa al Gobierno "radical" de Pedro Sánchez. En los pasillos de Génova se referían al cónclave como un evento "que se recordará mucho tiempo". Pero esa euforia se vio momentáneamente reemplazada por la desazón interna que provocó el choque por el control del PP de Madrid tan sólo unos días antes del arranque de la convención. De nuevo, el nombre de Isabel Díaz Ayuso ocupaba más portadas que el de Pablo Casado. Al menos en apariencia, no era precisamente un buen comienzo. En el objetivo de Casado de llegar a la Moncloa, la unidad interna cotiza demasiado alto.
Nadie en el partido, ni siquiera los colaboradores más cercanos del presidente, duda de que ella será quien acapare los focos este sábado. Será la primera vez que Casado y Ayuso se vean desde que comenzó una guerra interna a la que aún le quedan meses de batalla. De hecho, en el equipo de la presidenta madrileña aseguraban que la relación entre ambos se ha enfriado por el conflicto de intereses que implica el control orgánico del partido en Madrid. "Todo el mundo estará pendiente de lo que diga, de cómo la aplaudan, de si tose o de si se toca el pelo", comenta un alto cargo del partido.
Con todo, y como tampoco puede ser de otro modo, el optimismo desborda las filas populares. Este sábado tendrá lugar la última gran exhibición de cierre de filas en torno a Pablo Casado, y se celebrarán sendas mesas de debate con los presidentes autonómicos, regionales y provinciales, en que cada cual dará a su modo su "respaldo total" al líder del PP en su camino hacia Moncloa. Y, según su entorno, también lo hará Isabel Díaz Ayuso. El presidente del PP clausurará el cónclave en la mítica plaza de toros de Valencia con viento de cola: durante la semana, ha recibido desde el espaldarazo de Mariano Rajoy hasta los consejos de José María Aznar; ha sido encumbrado por diferentes referentes internacionales, aunque la polémica por la invitación de personalidades como Nicolas Sarkozy -condenado por corrupción sólo 24 horas después de su cita con Casado- llegó a empañar el congreso. Casado cuenta también con el impulso de las encuestas, que siguen ratificando al PP como fuerza hegemónica no sólo del centroderecha, sino del conjunto del espectro político.
El PP se ve fortalecido tras una convención "de primer nivel" que ha desembarcado en Santiago, Cartagena, Madrid, Sevilla y Valladolid. Pero Pablo Casado llega al final del evento más importante de su trayectoria política desde que fue elegido presidente del PP en 2018 con luces, pero también con muchas sombras y, sobre todo, con algunas tareas pendientes.
Cierre de filas
Cierre de filas y de heridas. Es uno de los grandes hitos que se desprenden de una convención itinerante que arrancó con el partido revuelto. Aún con matices en el discurso, salvo Isabel Díaz Ayuso todos los barones autonómicos del PP han respaldado a Pablo Casado como figura en la que confiar la presidencia del Gobierno de España. Con el apoyo explícito en sus respectivos territorios de Alfonso Fernández Mañueco, Alberto Núñez Feijóo, Fernando López Miras y Juanma Moreno Bonilla, el líder del PP apuntala su liderazgo frente a las voces internas que no hace demasiado miraban con recelo la idoneidad de Casado para llevar al partido hacia una nueva victoria electoral. Los cuatro presidentes autonómicos estarán presentes este sábado en Valencia, por lo que a Isabel Díaz Ayuso le quedaba poco margen de maniobra para ausentarse de la convención.
Las 'dos almas' del PP también se vieron las caras esta semana. Juntos pero no revueltos, José María Aznar y Mariano Rajoy participaron en sendos coloquios, el primero en Sevilla y el segundo en Santiago. Ambos cerraron filas con Pablo Casado como próximo presidente del Gobierno porque "no hay dos sin tres", y sentaron las bases del que a su juicio será un programa 'ganador'. Ambos pusieron el acento en la ejecución de una profunda agenda reformista, incluidas las pensiones, pero se distanciaron en otras cuestiones: si Rajoy se enfocó en la lucha contra el populismo, Aznar hizo hincapié en la necesidad de dar la batalla cultural sin complejos.
Como guinda del pastel, Esperanza Aguirre hizo su aparición estelar el pasado miércoles, cuando el partido había desembarcado en Madrid. La presencia de la ex presidenta madrileña generó sorpresa, sobre todo porque hacía pocos días de su rebelión contra Pablo Casado y los "niñatos" de Génova en El Mundo. Según dijo ella misma, su asistencia al evento tenía como único interés "apoyar" a Casado, y se sentó junto a él el resto de la jornada. Pese a los recelos iniciales, la noticia fue recibida de buen grado en Génova por lo que implicaba: cerrar la herida, al menos en apariencia, de la batalla por Madrid. "Su presencia es muy importante para nosotros", suscribían.
El fin de Cs y las encuestas a favor
Otra meta primordial del encuentro del PP pasaba por "ensanchar" la base electoral del partido "a izquierda y a derecha", un objetivo que se consiguió a medias por la ausencia de líderes socialdemócratas en el amplio plantel de invitados a la convención. Pero Pablo Casado leerá su discurso este domingo en Valencia con la sensación de haber firmado la defunción definitiva de Ciudadanos. Pese a que se especuló con su presencia, Albert Rivera no ha estado finalmente presente en el cónclave del PP, pero sí se invitó al ex portavoz de Cs, Juan Carlos Girauta; o al Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, que hace unos años hacía campaña con Rivera y Arrimadas. Las palabras que pronunció éste último se perciben en el PP como ejemplo representativo de lo que ocurre con los votantes que apostaron por la papeleta naranja en las anteriores elecciones. "Tengo que hacer una confesión. Yo he votado hasta ahora por el partido liberal, pero ha dejado de existir (...). Entonces, voy a dar mi voto al PP", manifestó.
Aún con Ciudadanos fuera de juego, a Casado le quedan aún amenazas por resolver. Vox sigue en movimiento, Sánchez se lanza a recuperar el terreno perdido con su congreso federal del próximo fin de semana -que también tendrá Valencia como escenario- y los institutos demoscópicos empiezan a mirar de reojo el crecimiento del perfil político y electoral de Yolanda Díaz. Con todo, el PP finalizará su gran convención con buen ritmo en los sondeos, que siguen situando al partido de Pablo Casado como fuerza hegemónica del país, una circunstancia que logró tras el empuje del 'efecto Ayuso' y de las elecciones del 4-M y que no se producía desde 2018.
Sin embargo, las batallas internas y el pulso Ayuso-Almeida han frenado en las últimas semanas las perspectivas electorales del PP, tal y como analizó El Independiente y confirmó el presidente de GAD3, Narciso Michavila. "Las batallas internas son una estrategia perdedora", advertía. "Si la pelea termina en enfrentamiento total, se hundirán. Si logran reconciliarse, les catapultará" añadía. Al margen de recopilar las conclusiones de la convención itinerante y de presentar un incipiente programa de Gobierno, Casado reivindicará la cohesión del partido como clave del éxito del PP en las urnas. La demoscopia dirá si lo consigue o si se queda en el intento.
El difícil equilibrio PP-Vox
Es uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta Pablo Casado en la etapa política que se abre tras la convención de Valencia. Con la progresiva desaparición de Ciudadanos, su futuro está irremediablemente ligado al de Santiago Abascal si algún día quiere presidir un Consejo de Ministros. Y esa alianza, si se produce, amenaza con partir al PP por la mitad. La convención también ha servido para evidenciar las profundas diferencias internas en cuanto a la idoneidad de pactar con Vox para llegar al Gobierno. Alberto Núñez Feijóo y Mariano Rajoy han sido los dirigentes que con más claridad se han pronunciado en contra de que el PP caiga en las "trampas" de Vox porque "nunca hemos sido xenófobos, reaccionarios o insolidarios".
La premisa oficial es la de no levantar un cordón sanitario a Vox como exige la izquierda y sugirió Feijóo, pero sí tratar de "desactivar" su fortaleza en las urnas presentando al PP como un partido serio, gestor y, sobre todo, con "experiencia de Gobierno". Sin embargo, tras decenas de seminarios y la participación de medio millar de colaboradores, Casado no ha encontrado una conclusión clara sobre cómo llegar al equilibrio entre el amor -interesado, eso sí- y el odio a Vox, pero podrá ensayar cualquiera de las dos fórmulas en Andalucía, donde se atisbará a efectos prácticos con cuál de los dos modelos de partido decide ir Casado a las generales: si con los del discurso sin complejos o con los de la moderación por bandera.
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