Comenzaron a la misma hora pero a 67 kilómetros de distancia. Lo hicieron con la misma estructura; testimonios de víctimas, emisión de un documental e intervención a modo de cierre de la máxima autoridad. En uno, el lehendakari Urkullu, en el otro, el ministro del Interior Grande Marlaska. Ambos conmemoraban el mismo aniversario, el de los diez años desde el final de la violencia terrorista de ETA. En Bilbao, en el Instituto de la Memoria ‘Gogora’, del Gobierno vasco, lo hizo el lehendakari y en el Centro Memorial de Victimas del Terrorismo del Gobierno central, en Vitoria, el ministro del Interior. En lo esencial, los mensajes coinciden: condena absoluta del pasado violento, necesidad de reconocer y reparar a las víctimas y necesidad de abordar cimientos sólidos para un futuro sin repetición.
En este aniversario no se ha escenificado la unidad. La sucesión de actos convocados a lo largo de la semana permiten identificar matices, diferencias, subrayados y prioridades distintas en cada institución, en cada formaciones política. Cada uno lo ha celebrado con su acto, con ‘sus víctimas’, con sus matices y reivindicaciones y dotando a no de escenificaciones ‘solemnes’ a los eventos. Incluso hay quien ha hecho de la ausencia de actos propios, de su perfil bajo en un aniversario así su mensaje.
Si durante los años de violencia la unidad de instituciones y formaciones políticas se logró consolidar con acuerdos como los Pactos de Ajuria Enea o el Pacto Antiterrorista, -si bien atravesaron por periodos de gran debilidad y fractura-, en este tiempo de paz que ahora se conmemora no ha sido posible promover un gran evento que aúne a todas las sensibilidades, a todas las instituciones. En esta semana de celebraciones, el goteo de eventos ha revelado que aún hoy el diagnóstico del pasado, la construcción de la convivencia, del relato, de la memoria, suscita caminos que no siempre se encuentran.
Actos por separado
El acto institucional presidido por el ministro Marlaska puso el foco en las víctimas, en su reconocimiento y reparación. En el encabezado por el lehendakari también se reivindicó su reparación y reconocimiento como referentes morales. En Vitoria no hubo exigencia al entorno de Otegi para renegar y reparar el impacto de su pasado, en el de Bilbao, sí. En Vitoria Marlaska y el Centro Memoria quisieron subrayar el papel del Gobierno central en la “capitulación” de ETA. También recordar uno de sus últimos gestos, reflejado en el documental ‘Hierro Yermo’, de Mayte Carrasco, en el que las que se muestran escenas de la destrucción y posterior fundición de las armas incautadas a ETA. El documental proyectado por el Ejecutivo vasco ponía el foco en el futuro, en la convivencia y en las futuras generaciones.
Entre los partidos, el PNV, el principal partido en Euskadi, ha optado por evitar darle relevancia. La formación de Andoni Ortuzar no ha organizado ni un solo acto de partido. Asegura que era suficiente sumarse a los actos institucionales liderados por el Gobierno vasco. La participación de los jeltzales se ha limitado a manifestaciones en redes sociales y a través de comunicados de su presidente. Manifiestos en los que uno de los ejes centrales ha sido el reproche a la izquierda abertzale por sus pasos insuficientes en el camino de la repulsa de su pasado y de reparación del daño causado.
Aquel anuncio del final de las acciones criminales de ETA no se produjo bajo un Gobierno del PNV sino del PSE. Y los socialistas no han desaprovechado la ocasión para recordarlo, remarcarlo y proclamarse como principales hacedores de aquel logro. Lo han hecho en sus intervenciones públicas, tanto en Euskadi como en Madrid, tanto en boca del entonces presidente del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, como del actual inquilino de la Moncloa, Pedro Sánchez. El socialismo vasco escenificó su papel en un solemne acto en Gerika, ante el Árbol que simboliza los fueros. Idoia Mendia, Patxi Lopez y Zapatero insistieron en recordar que fueron los socialistas los principales artífices del final vivido el 20 de octubre de 2011.
Apoyo de Podemos, rechazo del PP
También de solemnidad, impostada, revistió la izquierda abertzale el final de la violencia que estos días se conmemora. Ante el Palacio de Aiete, donde hace una década se escenificó la hoja de ruta que ETA había planificado para su final, el líder de EH Bildu reconoció el “dolor” provocado a las víctimas. Llegó incluso a comprometerse a repararlos “en la medida de nuestras posibilidades”, pero sin detallar cómo.
Esa misma tarde, Otegi reconocía que su prioridad en realidad era otra: los presos y su salida de la cárcel. También que para ello no dudaría en apoyar los presupuestos de Sánchez si contribuía así a sacar a los “200 que tenemos dentro de las cárceles”.
En el resto del arco político vasco, Elkarrekin Podemos ha apostado por ver luz y un paso relevante en las palabras de Otegi afirmando que “nunca debió haberse producido”. Junto lo contrario de lo que hizo el PP, quien no dudó en reprobar con dureza la intervención de la izquierda abertzale.
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