Por estos lares las tapas se regalan. En Sevilla, en cambio, cualquier bocado se paga aparte, salvo si el estómago se conforma con los altramuces de rigor, apodados “chochitos”. En la capital del sur, sus habitantes exhiben un característico gracejo. En Granada reina “la malafollá”, descrita como la cualidad inmaterial e inherente a todo granadino, una suerte de “mezcla de apatía, desgana y lo contrario de la simpatía”. Ritmos y costumbres distintas que desde la ciudad de la Alhambra algunos esgrimen para consumar el golpe del “Granadexit” y caminar, al fin, solos.
“Esto nunca fue Andalucía ni siquiera la mal llamada Andalucía oriental. Pasamos de un Estado centralizado a otro en el que solo importa Sevilla”, relata en conversación con El Independiente Cesar Girón, presidente de “Juntos por Granada”, una plataforma establecida en 2017 que prepara ahora su conversión en partido político. La mutación de esta iniciativa ciudadana, nacida para evitar la pérdida del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, con sede en Granada, muestra las costuras que el proceso autonómico andaluz, concluido en 1982, ha causado en provincias como la granadina.
“Nuestro objetivo es lo que hemos bautizado como ‘Granadexit’. No se trata de una salida ni de una quiebra del territorio. Es simplemente la no aceptación del statu quo al que ha sido relegada Granada durante estos últimos cuarenta años”, replica Girón, letrado de la Junta de Andalucía y ex dirigente del PSOE. “Durante 44 años fui militante socialista. En 1989 presenté la primera moción en una asamblea local pidiendo que se cumpliera la promesa inicial de que habría dos Andalucías y que ir juntos a la autonomía era simplemente una cuestión coyuntural. Pero esa idea no se puede defender dentro del PSOE”, admite.
Falta de oportunidades y marginación
Huérfanos hasta ahora de representación política, quienes reivindican hoy la constitución de la Región de Granada -la que, de fructificar y con permiso de León, sería la decimoctava comunidad autonómica de España- se organizan en torno a pequeñas asociaciones. Como la de Jóvenes Granadinistas, encargada de recordar el pasado para tratar de soltar amarras con Sevilla. “Granada es un territorio histórico que tiene derecho a constituirse como autonomía y que a día de hoy no está ejerciendo”, arguye a este diario José Ángel Castro, un joven estudiante de ciencias políticas de la universidad nazarí.
Una de sus misiones, en la que mayor éxito ha cosechado hasta la fecha, consiste en ajustar cuentas con los libros de textos. “Hemos puesto tres denuncias a la Junta por manipular libros de textos en perjuicio de Granada. Circulan manuales que aseguran que el reino de Granada no existía en 1530 y sí una Andalucía de ocho provincias”, apunta Castro. La primera reclamación ha asestado su primer jaque mate al obligar a la editorial a retirar la obra bajo escrutinio. A la desmemoria que, alegan, ha provocado la España de las autonomías se suma la sensación de abandono y ausencia de oportunidades.
Con una tasa de desempleo que supera el 23 por ciento, la provincia granadina es uno de los farolillos rojos del paro a nivel nacional. Según un reciente informe del Banco de España, figura entre las diez provincias más castigadas por la crisis provocada por el coronavirus, con una caída interanual del PIB superior al 12 por ciento. “La mayor aspiración de muchos estudiantes que salen de determinadas carreras, a pesar de tener una universidad que es una gran fábrica de jóvenes bien formados, es quedarse en Granada como cajero del Mercadona. Con todo el respeto del mundo, creo que nadie estudia cuatro años de carrera para acabar de cajero en el Mercadona”, apostilla Castro.
LA ESPAÑA CENTRÍFUGA
Los defensores de la desconexión con el Palacio de San Telmo apuestan por recuperar el renglón perdido del regionalismo granadino. “Es un movimiento de finales del siglo XIX que incluso llegó a tener representación durante la República”, explica Juan Jiménez, portavoz de la Asociación por la Región de Granada. “El actual es un encaje artificial que se produce coyunturalmente porque hay una derrota de la corriente que quería establecer en el sur de España dos áreas bien definidas. En junio de 1936 se debatió y se concluyó que de ninguna manera Granada podía unirse a Sevilla, un territorio con el que históricamente no tenía nada que ver”, rememora.
La dictadura sepultó cualquier reivindicación y la recuperación de la democracia no sirvió para resucitar la demanda de ir por separado. “Esa tradición regionalista se quebró cuando se inició el Estado autonómico. Manuel Clavero Arévalo impuso férreamente la idea que tenían en Sevilla y en su universidad, donde había pervivido ese andalucismo que rescata a la figura de Blas Infante, un auténtico desconocido”, evoca Jiménez. “Aquella apuesta supuso pasar por encima de la UCD granadina que era abiertamente regionalista y que ya había diseñado una bandera propia”.
Ahora los aires de otros territorios insatisfechos con su encaje territorial bajan también por el laberinto de callejones del Albaicín. La formación política en ciernes, que podría recuperar la denominación de un partido registrado en la década de 1980 que jamás llegó a presentarse a unos comicios, prepara su comparecencia en las próximas elecciones autonómicas, entre rumores de adelanto, y en las locales de 2023. “Nuestra intención es presentarnos a todo. Llevamos ya años advirtiendo de que se iba a producir una revisión constitucional y del modelo territorial. A la vista está que esto no aguanta mucho más”, esboza Girón, el rostro de visible del grupo de intelectuales, abogados o empresarios que se halla tras la aventura.
Un proceso constitucional
En sus filas milita Pilar Bensusan, catedrática de derecho de la universidad nazarí. “Salir de Andalucía sería un proceso absolutamente constitucional previsto en la Carta Magna a partir de los artículos 143 y 144. Son artículos abiertos, que no se agotan con su ejercicio y habilitan a determinados territorios que puedan en un determinado momento y con una determinada circunstancia constituirse en comunidad autónoma. El 144 se refiere a territorios uniprovinciales y el 143 a regiones históricas que abarcan más de una provincia”, detalla Bensusan en conversación con este diario.
El apoyo a la región se nutre del ninguneo y el abandono por parte de la Junta de Andalucía
pilar bensusan, catedrática de derecho de la universidad de granada
“Tenemos ambas opciones a nuestro alcance, acceder a una autonomía uniprovincial o junto a todos los territorios del reino de Granada, un reino histórico que aparece en el escudo de España”, agrega la catedrática. Sobre el papel la región granadina abarcaría las cuatro provincias de la Andalucía oriental: Granada, Málaga, Jaén y Almería. Una composición complicada hoy por la experiencia autonómica o la pujanza económica de la capital de la Costa del Sol. “Los regionalistas no tenemos inconveniente en hablar del melón de la capital. No tendríamos ningún problema en que Málaga fuese la capital porque tiene una enorme potencia económica, frenada en estos momentos por Sevilla”, replica Castro. No está en su voluntad, dicen, obligar a ninguna otra provincia a enfilar la misma intrincada ruta.
Un debate, en cualquier caso, aún remoto. La realidad es hoy menos entusiasta. “Para llegar a eso tiene que haber una representación política en los distintos territorios. Es un proceso que comporta que se apruebe por las diputaciones provinciales. En esta fase está ya León, a través de las mociones que se están presentando. Nosotros estamos más atrasados en esto porque tendría que tener una representación política para poder llegar a este momento”, confirma Bensusan. "Lo evidente es que se construyó una comunidad autónoma falsa con un padre de la patria falso, saltándose a la torera toda realidad histórica", dispara.
El enigma del respaldo social
El primer escollo es conocer en las urnas el respaldo real de una opción rupturista con el orden establecido. “El apoyo sociológico es importante. Se nutre de la sensación de ninguneo, abandono y postergación por parte de la Junta de Andalucía. Hemos ido cada vez a peor. Somos una de las provincias más pobres de España. Hay un centralismo sevillano que hace que las instituciones que se dejaron aquí se hayan ido trasladando a Sevilla de tal manera que nos queda muy poco, todo sin peso institucional”, denuncia.
La voracidad de la ciudad hispalense es uno de los ejes narrativos que comparten los nuevos regionalistas granadinos. El origen de todos los males. “Aquí no nos sentimos andaluces. La gente de Granada se siente de Granada. Hay una o dos generaciones que se han educado en esto del Blas Infante, de la bandera blanca y verde, el Betis campeón y la Cruzcampo, pero eso no es Granada. Es lo que se llama un proceso de aculturización al que nos han intentado someter pero no han conseguido nada. Ni con el Canal Sur dando la matraca a diario, con radio o televisión, han conseguido eliminar el sentimiento granadino”, se jacta Girón.
Ha sido un proceso de aculturización, pero ni con el Canal Sur dando la matraca a diario han conseguido eliminar el sentimiento granadino
CÉSAR GIRÓN, PRESIDENTE DE JUNTOS POR GRANADA
Un discurso que a pie juntillas repite el resto de los entrevistados. “Hay que ser consciente de la realidad. No quiero llamarlo adoctrinamiento pero sí ha existido un discurso que ha roto con la tradición. Históricamente hasta el 1980 Granada formaba una estructura administrativa, cultural, universitaria e religiosa distinta a Sevilla. Jamás tuvimos una relación de dependencia con Sevilla”, comenta Jiménez. “Hemos tenido una cultura bien diferenciada, con nuestras propias escuelas de pintura, danza e incluso de flamenco. Existe una serie de palos que no tiene nada que ver con la del oeste. Ahora, las cosas pueden haber cambiado por el bombardeo continuo de varios instrumentos, entre otros, el Canal Sur. Se ha producido, de algún modo, una absorción”, matiza.
Rechazo de la política tradicional
En la ciudad de Lorca y Falla, los partidos nacionales han renunciado al caladero de quienes aspiran a mudar de comunidad y vivir un futuro distinto. “Son los auténticos detractores, pero no sabemos por qué. En León existen formaciones nacionales que se han posicionado a favor de la autonomía. Las comunidades autónomas españolas se crearon de manera arbitraria por intereses personales, porque lo que buscaron es un equilibrio de poderes y fuerzas políticas. Se intentó conformar unas regiones que favorecieron el equilibrio político, algo que es auténticamente un desastre. Cuarenta años después, se ha demostrado que hay territorios que no se sienten integrados”, alega Bensusan.
En la lista de agravios que alimentan las tesis del “Granadexit” figura, entre otros temas, el eterno contencioso ferroviario. El AVE llegó a Granada en junio de 2019, tras años de retrasos y con 27 años de diferencia con la capital andaluza. Durante años, mientras avanzaban las obras, las conexiones permanecieron suspendidas y un servicio de autobús hacía la ruta hasta la estación de Antequera. “Sevilla tiene un nivel de desarrollo que Granada no podrá alcanzar ni en 20 años”, murmura Bensusan. “Granada ha estado años aislada por tren y nadie movió un dedo. Me hubiera gustado ver si eso mismo hubiera ocurrido en Sevilla. La Junta habría ido a Madrid a quemar directamente La Moncloa”, bromea Castro.
Granada ha estado años aislada por tren y nadie movió un dedo. Si hubiera sido en Sevilla, la Junta habría ido a Madrid a quemar directamente La Moncloa
José Ángel Castro, presidente de jóvenes granadinistas
La histórica alternancia al frente del gobierno autonómico no ha modificado el sentimiento de orfandad. “En épocas de crisis se nota aún más el abandono de las provincias orientales, que salen muy mal paradas cuando se mira, por ejemplo, el gasto en obra pública”, lamenta el universitario. Para la catedrática, la reclamación no “supone ninguna herejía”. “Hay quien lo compara con el separatismo o el independentismo. No tiene nada que ver. Somos españoles y solo queremos nuestra propia comunidad autónoma”, responde. “¿Por qué Murcia tiene mayores derechos históricos que Granada cuando Granada ha sido un reino independiente durante siglos? Lo que tenemos ahora no nos ha reportado más que pobreza”.
En los confines del que fuera el último reino musulmán de la península, una “bocaná” y una “folletá” son sinónimos de tontería y un “chavea” la mejor manera de llamar a un niño. Donde “pollas” (sic) es un vocablo universal, siempre en boca de todos, y existen palabras míticas que van cayendo en desuso como la “arsina”, el autobús, o el “chavico”, la denominación local del ochavo, una moneda de diez céntimos de peseta. En la tierra del “la vin compae” (“la virgen compadre) y los enjambres sísmicos, algo se mueve, también en política. “A medio plazo depende de lo que seamos capaces de lograr en las urnas, pero nuestra reivindicación es jurídicamente posible y políticamente viable. Está claro que no queremos estar donde estamos”, concluye Girón.
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