Si hay algo a lo que aspira Santiago Abascal a medio plazo, aprovechando el momento tensionado que vive la coalición de gobierno entre PSOE y Unidas Podemos, es conseguir expandir su nicho de votantes más allá del bloque de centroderecha. Para ello, ha presentado recientemente la Agenda España: un paquete de medidas combativas con la Agenda 2030 que tiene propósito de gobierno. Y que, además, muestran una intención de desbordamiento electoral hacia la izquierda para lograr cierta transversalidad.
El documento, que añade soflamas cotidianas relacionadas con el derecho a la vida, las fronteras o la oposición a las leyes de violencia de género, muestra una mayor presencia de contenidos de carácter social. Lo que deja a entrever una aproximación hacia posturas más proteccionistas que pretenden aglutinar la intención de voto de distintos sectores ideológicos bajo una única idea: el bienestar de los españoles frente a la injerencia exterior y los enemigos internos.
Lo reflejan propuestas como el blindaje de la producción nacional ante la “normativa asfixiante” a la que están sujetas las empresas españolas y la imposición de aranceles a productos extranjeros que perjudiquen la competitividad de las empresas españolas. Esto, busca fomentar el empleo y combatir la robotización. Asimismo, Vox aboga por la revisión de los tratados de comercio internacionales.
También lo sugiere la mención a la vivienda y a la “protección social de los españoles”, uno de los temas recientes más polémicos. Para ello, aunque enlazan el asunto con el de la ocupación, añaden medidas como liberar suelo y construir vivienda social en propiedad y en alquiler. A ello, se une la concesión prioritaria de ayudas sociales a nacionales en riesgo de exclusión; y uno de los temas estrella de la izquierda española estos años: el combate de la proliferación de las casas de apuestas.
Siguiendo su línea de reducción de impuestos, la escalada de precios de la luz ha tomado un lugar central en este texto programático, porque afecta a todos los bolsillos. Proponen acabar con todos los impuestos que incorpora la factura energética establecidos durante los gobiernos previos.
Este intento populista para lograr la transversalidad ideológica, que ya lo utilizó Podemos bajo la dicotomía arriba y abajo -las élites frente al pueblo damnificado-, sí ha calado en Francia bajo dominio de la Reagrupación Nacional -antiguo Frente Nacional- de Marine Le Pen.
El homólogo galo de Vox ha sabido capitalizar -con excepciones y en distintos grados- el apoyo de capas sociales muy plurales, tanto poder adquisitivo, credo, edad, nivel educativo o ámbito geográfico. Un respaldo que va desde sectores de extrema derecha muy ligados a los valores del partido desde su fundación, a obreros y trabajadores desencantados con un centroizquierda bajo mínimos desde 2017.
Vox ya venía dando pistas de este viraje táctico hacia el proteccionismo desde el año pasado. Durante el Estado de Alarma, matizó su postura hacia el Ingreso Mínimo Vital, pasando de denominarlo como ‘paguita’ y medida empobrecedora, a promoverlo bajo una adaptación de partido distante a la versión del Gobierno.
Seguidamente, enmarcados en el programa ‘Protejamos España’ y con las negociaciones de los fondos europeos de recuperación en el foco, los de Abascal intensificaron las arengas soberanistas desligándose, en parte, del discurso económico neoliberal que les caracteriza; rechazando ayudas sujetas a hipotecas futuras con Bruselas. Una de las principales bazas del populismo de izquierdas emergente tras la crisis de 2008.
Steven Forti (Trento, Italia, 1981), profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), acaba de publicar el libro ‘Extrema derecha 2.0: Qué es y cómo combatirla’, en el que incide en los mecanismos que ésta utiliza para moverse dentro de la democracia. Respecto a la ‘Agenda España’, Forti explica a El Independiente que no contempla una futura ‘lepenización’ de Vox, porque aún “sus dirigentes tienen un background político claramente ultraliberal” que difícilmente cala en el votante tradicional de izquierdas.
Vox es muy neoliberal y se aleja del chovinismo de Le Pen
STEVEN FORTI
Le Pen o Fratelli d’ Italia –importante aliado de Abascal- comparten ese “paradigma neoliberal” pero, añade, “proceden de una derecha radical con una tradición muy atenta en cuestiones sociales, del denominado posfascismo social”.
A pesar de ello, y atendiendo al tacticismo y el cortoplacismo patente en esa ultraderecha que adjetiva “2.0” por tratarse de postulados contemporáneos adaptados, no descarta del todo un giro ideológico brusco de Vox. “Será difícil” y, en todo caso, “un ensayo prueba-error” para ver la respuesta que tienen, señala. “Un globo sonda como el lanzado en la campaña de abril de 2019 sobre facilitar el tema de las armas”. Vox, al toparse con rechazo social a ese planteamiento lo abandonó. "Si no, lo hubiera cabalgado mucho”, sentencia.
La vía de Visegrado
La ‘lepenización’ de Vox sumaría otro vaivén ideológico a los ya experimentados desde que vio la luz en 2014. De ser un PP ligeramente más conservador con Alejo Vidal-Quadras a imitar la vía de Donald Trump en 2016 aprovechando el tirón del candidato en la carrera a la Casa Blanca; para, posteriormente, incorporar los postulados del populismo de derecha del Este de Europa. Especialmente de la Fidesz húngara y los polacos de Ley y Justicia, muy focalizados en la idea de un Estado centralizado y fuerte.
Para Forti, el componente “Reagan 2.0” en la formación le aleja considerablemente de la defensa de un chovinismo como predica la Reagrupación Nacional. Pero sí ve factible y más natural la mimetización en lo social -sumado a la defensa de los valores tradicionales- con Viktor Orbán. Como Vox, remarca, la Fidesz “es muy neoliberal”, pero lo compagina con una agenda destinada a “fidelizar apoyos en determinados grupos sociales como los pensionistas o las madres”.
Todo, enmarcado contra la inmigración: a los primeros, en términos económicos, amedrentándoles con que el trabajador extranjero no contribuirá para pagar su jubilación; a las segundas, incentivándolas a tener hijos a cambio de ayudas para mantener la homogeneidad étnica y los roles de género. Pero, no obstante, sin lograr esa transversalidad ideológica que Le Pen sí ha conseguido.
“Sí es cierto que en las pasadas elecciones catalanas, por primera vez y de manera limitada, Vox ha penetrado en los barrios obreros”, pero tiene trampa, según Forti, porque votantes tradicionalmente de izquierdas “han empezado a quedarse en casa y eso ha dado peso al voto de la clase trabajadora de derechas que vive en ellos”. Además, el problema de la identidad nacional hace que, de darse esa apertura hacia la izquierda, se limite a la España rural y mediterránea, concluye.
Lo que está claro es que “Vox, y la ola identitaria, han venido para quedarse” afirma el historiador italiano, que apunta como alentadores la desigualdad, la inmigración y a la polarización social que la modernización o los derechos LGTBI provocan. Independientemente del camino ideológico y electoral que tomen, todo será por la supervivencia política.
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