No es ningún secreto que Unidas Podemos, como marca electoral, está ya periclitada casi por completo. Su historia, la de la formación morada, no es especialmente original ni diferente de la de otros movimientos sociales o partidos de nuevo cuño surgidos al calor del descontento social y el pesimismo global que nos dejó - ¡maldita herencia! - la brutal crisis financiera que devastó a las clases medias entre los años 2008 y 2012. Una aparición en escena espectacular, inspiradora e ilusionante, un primer gran éxito en las elecciones europeas de 2014, que supusieron su bautismo electoral y que incluso a sus líderes dejó con la boca abierta al obtener cinco eurodiputados, fue dando paso a un discurrir político muy intenso, casi frenético, pero en que Pablo Iglesias y los suyos quemaron etapas muy deprisa… ¡tal vez demasiado!. No fue sencillo el tránsito de la protesta callejera a la moqueta parlamentaria y menos aún su incrustación en el ejecutivo, con apenas un lustro de vida. Las disensiones internas, el lógico desgaste que supone la acción de gobierno y el desgaste de quienes fueron sus fundadores y líderes emblemáticos, empezando por el propio Iglesias, se han ido encargando de que convocatoria tras convocatoria, elección tras elección, aquellos ‘mágicos’ 71 diputados en el Congreso se hayan ido reduciendo a apenas la mitad. La retirada de Pablo Iglesias, tras su fracaso del 4-M en Madrid ante Isabel Díaz-Ayuso, supuso la puntilla para una marca que en los últimos meses ha ido perdiendo afiliados y poder territorial.
Es ley de vida, también cómo no de la vida política, que siempre que un proyecto, una idea, un partido o un líder ven su ocaso y entran en declive, su espacio sea ocupado inmediatamente por otro -u otra- nuevo o más joven, moderno, ilusionante y con las ganas y el tirón suficiente para ocupar ese espacio. A rey muerto, en este caso, reina puesta. Y si, desde su advenimiento a la primera línea del gabinete, la ministra de Trabajo y hoy vicepresidenta segunda del Gobierno Yolanda Díaz se ha revelado como una excelente gestora y una líder fascinantemente carismática, en los últimos meses, su estrella no ha parado de adquirir brillo hasta el punto de haber llegado ya a superar al propio Pedro Sánchez como líder más valorada y mejor puntuada por la ciudadanía. Nadie mejor que ella para recomponer los pedazos de los restos del naufragio electoral de Unidas Podemos y construir y liderar una nueva alternativa, una nueva marca, que pueda dar la batalla al mismísimo partido socialista y llegar a disputarle incluso esa abultada bolsa del voto progresista, deseoso de identificarse con una nueva izquierda moderna y con experiencia de gestión que sustituya el rancio comunismo -en algunos aspectos- de muchos líderes de Podemos.
Todo proyecto político con vocación hegemónica necesita de una puesta en escena a lo grande. Será el próximo sábado, 13 de noviembre, en el Teatro Olympia de Valencia, cuando la nueva fuerza política, movimiento o plataforma, cuyo nombre es el secreto aún mejor guardado, sea presentada en sociedad. Arropando a la indiscutible líder, Yolanda Díaz, estarán la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, la vicepresidenta de la Generalitat valenciana, Mònica Oltra, y la líder de ‘Mas Madrid’, Mónica García. Salvo esta última, todas ellas unen a su indiscutible tirón mediático y su carisma personal y político algo nuclear: experiencia de gestión. A diferencia de aquellos líderes de las acampadas de Sol, que venían de la sociedad civil y de la universidad, Díaz, Colau y Oltra tienen responsabilidades de gobierno en sus respectivos territorios, manejan importantes partidas de dinero público y se han fajado ya en varias convocatorias electorales. Por lo que a la líder de ‘Mas Madrid’ se refiere, aunque no forma parte de ejecutivo alguno y su experiencia pública es relativamente reciente, apenas cinco años desde que pasó de la medicina a la política, cuenta con un aval que no es en absoluto menor: es la única que consiguió salvar los muebles en la última convocatoria del pasado 4 de mayo en la que el resto de la izquierda madrileña naufragó ante una ‘intratable’ (electoralmente, se entiende), hasta el punto de que consiguió dar el ‘sorpasso’, no solo a Unidas Podemos sino al PSM, fracasos ambos que condujeron, tanto a Pablo Iglesias como a Ángel Gabilondo, directamente, fuera del terreno de juego de la vida pública.
Completa, como quinta miembro de este ‘dream team’ de mujeres de éxito Fátima Hammed Hossain, cabeza visible del Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía de Ceuta y primera mujer musulmana en su parlamento. Tiene por tanto una importante responsabilidad en una plaza lo suficientemente emblemática para la izquierda por el azote migratorio y los tremendos problemas sociales que en ella se viven como para que la menos conocida de las cinco tenga también, por derecho propio, un espacio relevante en este ‘repóker’ de Damas.
Un grupo de mujeres valientes y exitosas que marcarán el comienzo de un nuevo proyecto, no etiquetado por el momento con ningún nombre y que quizás mejor no lo tenga pro el momento. Vivimos en épocas de demasiado etiquetas y polarizaciones variadas y este proyecto me parece interesante justamente por ser trasversal dentro de un enfoque claramente de izquierda y totalmente progresista. Mujeres al poder y liderazgo femenino por encima de siglas y ‘tatuajes ideológicos’.
Es evidente que este nuevo proyecto parece totalmente continuista del de Unidas Podemos, sin embargo me pregunto qué pensarán Joan Baldoví e Iñigo Errejón. ¿Lo verán como continuista o con recelo?
Si alguna pega puede ponérsele a este nuevo actor del mapa político español, que estoy seguro de que ha llegado para quedarse y entrará pisando con fuerza desde que empiece a operar en la vida pública es el hándicap de algunas ausencias notables: ni Irene Montero ni Ione Belarra están invitadas a este acto ni tampoco, obviamente, a formar parte de este nuevo espacio político. Es lógico puesto que la presencia de Mónica García y su ‘Mas Madrid’, escisión por la fuerza de Podemos, como se recordará, en un pasado no tan lejano, hacen inviable esa concurrencia. Una pena. Los ‘egos’ en política, de los que no se libran las mujeres, son en cierta medida necesarios -como aditamento necesario que debe distinguir al líder del resto- pero siempre administrados en dosis adecuadas y controladas para que en ningún momento puedan suponer una amenaza real para el éxito del proyecto.
¿Sabrá Yolanda Díaz gestionar los egos de este proyecto y de paso el suyo? Personalmente creo que podrá conseguirlo siempre y cuando ella y las demás tengan muy claro sus metas y objetivos y no se dejen cegar por cortoplazismos peligrosos y competencias internas efímeras.
¿Quién dijo que la izquierda está acabada tras la pandemia? Una socialdemocracia fuerte con el necesario concurso de una fuerza de ribetes comunistas (sí, he dicho comunistas) de nuevo cuño y adaptados a este nuevo tiempo que nos ha tocado vivir tras la pandemia es completamente imprescindible en el papel de actor principal que dibuje
una nueva sociedad, la sociedad ‘post-Covid’, más justa, más igualitaria, en la que nadie se quede atrás y en la que los extremismos y neopopulismos de corte fascista tengan un dique de contención, firme y contundente, en la defensa de los derechos humanos, de los derechos civiles y de las libertades democráticas.
Queda ver como este nuevo proyecto puede encajar en los equilibrios del gobierno. ¿Cómo cambiarán las relaciones internas entre las ministras socialistas y las de Unidas Podemos? ¿Cómo reaccionará la máquina mediática después de este paso?. Seguirá su idilio con la Ministra Díaz o comenzará a morder con críticas y recelo esta nueva ‘aventura’. ¿Verá Ferraz este proyecto como un peligro tremendo o posible aliado? Todas preguntas a las cuales iremos dando respuestas día a día.
¡Bienvenido sea tu nuevo proyecto Yolanda!
No es ningún secreto que Unidas Podemos, como marca electoral, está ya periclitada casi por completo. Su historia, la de la formación morada, no es especialmente original ni diferente de la de otros movimientos sociales o partidos de nuevo cuño surgidos al calor del descontento social y el pesimismo global que nos dejó - ¡maldita herencia! - la brutal crisis financiera que devastó a las clases medias entre los años 2008 y 2012. Una aparición en escena espectacular, inspiradora e ilusionante, un primer gran éxito en las elecciones europeas de 2014, que supusieron su bautismo electoral y que incluso a sus líderes dejó con la boca abierta al obtener cinco eurodiputados, fue dando paso a un discurrir político muy intenso, casi frenético, pero en que Pablo Iglesias y los suyos quemaron etapas muy deprisa… ¡tal vez demasiado!. No fue sencillo el tránsito de la protesta callejera a la moqueta parlamentaria y menos aún su incrustación en el ejecutivo, con apenas un lustro de vida. Las disensiones internas, el lógico desgaste que supone la acción de gobierno y el desgaste de quienes fueron sus fundadores y líderes emblemáticos, empezando por el propio Iglesias, se han ido encargando de que convocatoria tras convocatoria, elección tras elección, aquellos ‘mágicos’ 71 diputados en el Congreso se hayan ido reduciendo a apenas la mitad. La retirada de Pablo Iglesias, tras su fracaso del 4-M en Madrid ante Isabel Díaz-Ayuso, supuso la puntilla para una marca que en los últimos meses ha ido perdiendo afiliados y poder territorial.
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