Un pincho de tortilla, un tanto cruda y con calabacín, por 8,5 euros. Un plato de paella con coliflor por 14 euros. Es el peculiar menú que ofrece el pabellón español de ExpoDubái2020, un espacio rodeado de polémica que vende la “inteligencia para la vida” en salas oscuras y anodinas, donde faltan luz e imágenes, y a través de la proyección de un corto mudo y críptico, “con un pie en la ciencia ficción”, firmado por Nacho Vigalondo.
Por sus confines no ha pasado, de momento, el residente español más ilustre en Emiratos Árabes Unidos, el rey emérito Rey Juan Carlos I. “No ha venido. Que nosotros sepamos”, reconoce a El Independiente José Andrés Torres Mora, histórico del PSOE, ex diputado y quien fuera jefe de gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero. Hoy preside Acción Cultural, el organismo público responsable del pabellón y que tiene como propósito “impulsar y promocionar la cultura y el patrimonio de España, dentro y fuera de sus fronteras”.
La incómoda presencia de Juan Carlos, acogido por la familia real del emirato de Abu Dabi desde agosto de 2020, podría explicar la orfandad del pabellón. El ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, ha sido el primer alto cargo español en visitar esta semana el espacio, cinco semanas después de su apertura y en el marco de la participación de España como invitado de honor en la feria del libro del emirato vecino de Sharjah. “A partir de ahora vendrán presidentes de comunidades autonómicas. La Casa Real no nos ha dicho nada todavía. Esperamos que el presidente del Gobierno nos visite el 2 de febrero”, avanza Torres Mora.
La aún no confirmada visita de Felipe VI y Letizia podría añadir más ruido, si cabe, al retiro dorado de Juan Carlos como huésped de la familia real Bin Zayed de Abu Dabi si para entonces el emérito no ha emprendido el ansiado viaje de regreso. Evitada su visita por políticos y mandatarios españoles, el pabellón ha recibido más de 200.000 visitantes de su inauguración, según cifras de sus responsables. Representa apenas el 10 por ciento de todos los visitantes a la Expo. “Estamos recibiendo reacciones de que es uno de los pabellones que merece la pena visitar. Hemos tenido visitas de mandatarios locales, incluido el príncipe heredero de Dubái”, señala a este diario Carmen Bueno, comisaria del pabellón. No obstante, el pabellón con más éxito de la Expo, el saudí, supera el medio millón de visitas.
Sombras de plagio
“Se hizo el pabellón sabiendo que había que ofrecer diferentes niveles de lectura, una muy dirigida al público general y su visita rápida y otra para públicos especializados, con contenido de lo que nuestras empresas están haciendo en materia de innovación. Estamos muy contentos”, desliza Bueno. Lo más llamativo del pabellón es su fachada, formada por una sucesión de conos de tonos amarillentos y anaranjados que, como sostiene Torres Mora, “se ve y se identifica desde todas partes de la Expo”. Pero ni siquiera el diseño, a cargo del estudio Amman-Cánovas-Maruri, ha estado exento de controversia.
La sospecha del plagio sobrevuela la instalación. “Lo que ha sucedido con el pabellón de España es uno de los principales chascarrillos entre los arquitectos de la Expo. Tiene un enorme parecido con el pabellón de Austria. ¿De quién fue la idea?”, dice a este diario con sorna un profesional que exige anonimato. La única certeza es que el espacio austríaco -que presenta esa misma estructura de conos, en su caso, blancos- fue lanzado primero.
En sus 5.800 metros cuadrados, España alberga una exhibición inicial sobre el legado árabe en España, con un tablero de ajedrez gigante como bienvenida. El itinerario continúa con “Dinamo”, una pieza audiovisual suspendida del techo que ocupa el centro de una sala por la que se desciende hacia la proyección. La bajada recuerda a la pendiente de la rampa helicoidal del museo Guggenheim de Nueva York. La apariencia de la obra, compuesta de tres pantallas entrelazadas y firmada por Studio Daniel Canogar, va variando en virtud de la interacción del visitante en las barandillas de la rampa.
Ciencia ficción para vender España
La instalación conduce al visitante hacia el teatro, donde se proyecta “Luna de agosto”, una película ocho minutos que lleva la firma de Nacho Vigalondo. La pieza es completamente muda, sin subtítulos. “El filme es una tarjeta de presentación de España ante los visitantes de Expo de Dubái 2020”, dicen desde el pabellón. Resulta probable que los espectadores se queden también sin palabras al verla. Por la pantalla desfilan jóvenes de botellón en una verbena en Torrelaguna (Madrid), unos actores en el Teatro Romano de Mérida o un camarero en un tablao flamenco en Madrid. “La película es una forma de enseñar España que se sale del publirreportaje. Es contar una historia sin palabras porque es un público de muchas lenguas y que es muy inspiradora”, arguye Torres Mora.
La película te enseña cómo vivimos los españoles o qué aspecto tenemos
JOSÉ TORRES MORA, DIRECTOR DE ACCIÓN CULTURAL ESPAÑOLA
El contenido audiovisual del pabellón fue adjudicado por 495.000 euros a The Others TV, radicada en Barcelona, en una licitación en la que participaron tan solo cuatro empresas. “La película te enseña cómo vivimos los españoles o qué aspecto tenemos. Queremos resaltar el tema de la inteligencia colectiva, cómo si todos nos unimos y buscamos un cierto trabajo en armonía podemos afrontar crisis que hemos generado como la del clima. En la película se ve un cambio muy grande que provoca el ser humano y los seres humanos van buscando una forma de recuperar la armonía con el mundo”, reseña Torres Mora.
Una vez superada la alegoría audiovisual a propósito de un supuesto fenómeno cósmico inesperado -el sol sale en medio de la noche-, el peregrino se adentra en “El bosque de la inteligencia”, un nivel soterrado compuesto de árboles fabricados con un material especial capaz de absorber el CO2 que exhibe aportaciones españolas innovadoras en el campo de la sostenibilidad. Destaca sobre los demás un prototipo de hyperloop, el sistema de transporte por tubos a través del que se puede viajar sin resistencia al aire o a la fricción. El expuesto es un modelo creado por la compañía Zeleros, afincada en Valencia.
Penumbras en el país de la luz
La oscuridad inunda por completo “El bosque de la inteligencia”. Un país que presume de tener una luz única en el mundo, motor de la energía solar y clave en su idiosincrasia y su estilo de vida, ofrece en el que es el núcleo de su exhibición un espacio sombrío en el que el visitante va a ciegas y donde faltan imágenes y vídeos. “La muerte de un pabellón está marcada por grandes cantidades de texto, porque la gente va de un pabellón a otro y no tiene tiempo de pararse, y las pantallas y las experiencias individuales, porque retrasan la exhibición y provocan que el público pierda el mensaje”, explica a este diario un arquitecto. Y ambos fenómenos se producen, por desgracia, en el pabellón español.
Es un buen pabellón. Dado los presupuestos que manejamos se ha sacado un magnífico rendimiento
MIQUEL ICETA, MINISTRO DE CULTURA Y DEPORTE
Las autoridades españolas, no obstante, se muestran satisfechas con un espacio que asoma un tanto deslavazado desde el contenido de su entrada hasta el de la exhibición del sótano. “La capacidad que han tenido de condensar tantas cosas, desde la herencia cultural con el mundo árabe a la innovación o las políticas de sostenibilidad. Dan una panorámica de lo que desde España estamos aportando a la innovación y de lo que queremos seguir haciendo y de nuestra llamada a la cooperación entre naciones”, replica Miquel Iceta, ministro de Cultura y Deporte.
“Es un buen pabellón. Dado los presupuestos que manejamos se ha sacado un magnífico rendimiento y hay que felicitar a acción cultural española por la labor que ha hecho y a toda la gente que trabaja en el pabellón por darle vida”, insiste el político catalán. El asunto presupuestario obligó a realizar cambios en la fachada y modificar ciertos materiales. Su destino, concluida la Expo a finales del próximo marzo, resulta aún una incógnita. “Tenemos programada la demolición, pero una opción es que el pabellón se mantenga. Va a depender de muchos factores”, recalca Torres Mora.
Menú con alcohol y jamón
El trayecto por el pabellón desembarca en la zona de restauración, diseminada en dos espacios. Uno de los establecimientos ofrece alcohol con las restricciones impuestas por las autoridades locales. Con precios, también, al nivel desorbitado de Emiratos: un vaso de vino tinto a 45 dirhams (10,5 euros). La estrella del bar del pabellón español es el jamón serrano, precisamente la oferta más haram (prohibido) del menú.
Hemos acertado. Pero hay que reconocer que existe una parte de azar
JOSÉ TORRES MORA, DIRECTOR DE ACCIÓN CULTURAL ESPAÑOLA
“Tanto ha gustado que nos quedamos sin existencias. Esta semana, por fin, hemos recibido otra vez mercancía. Espero que nos dure”, explica un empleado. El bocadillo de jamón o unas pálidas croquetas de cecina se venden por más de 12 euros. Por encima de los 10 euros también es posible degustar un plato de ensaladilla rusa o unas patatas bravas. El desayuno a base de churros con chocolate excede los 8 euros.
“Hemos acertado”, señala Torres Mora, feliz con el alcance del pabellón. “Pero hay que reconocer que existe también una parte de azar y de que las cosas te vayan bien. Y eso te obliga a ser humilde. Hemos hecho un pabellón que está funcionando. En todo eso hay un punto de fortuna”, concluye el socialista.
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