Encaramado en una colina, el pueblo y su sucesión de fachadas encaladas baja hasta encontrarse con las lomas por las que se extienden mares de olivos. En el laberinto del centro de la localidad gaditana de Olvera los carteles de “Se vende” hablan inglés. El “For sale” resulta ubicuo. Una transformación ha comenzado a obrarse en sus calles empinadas. Los “guiris” que huyen de los guetos de la costa han puesto sus ojos y bolsillos en el municipio que una vez fue frontera entre los reinos cristiano y musulmán.
“Es un pueblo hermoso que todavía es muy español y tradicional. La mayoría de nuestros clientes no quiere los bares y los pubs ingleses de la costa y esas cosas por el estilo. Quieren estar en la España auténtica y eso es Olvera”, señala a El Independiente Zoë Males, propietaria de una de las inmobiliarias que copa el mercado local. El fenómeno no se limita al término de Olvera. “Tenemos propiedades en el radio de una hora de aquí, en las provincias de Sevilla, Cádiz y Málaga”, precisa.
La mayoría de nuestros clientes no quiere los bares y los pubs ingleses de la costa
ZOË MALES, AGENTE INMOBILIARIA
Los extranjeros que tratan de reeditar la experiencia del británico Gerald Brenan en un pueblo de las Alpujarras optan, en su mayoría, por los cascos históricos, barrios de difícil acceso que han sufrido un inexorable despoblamiento. Al triángulo de Olvera con las dos provincias limítrofes se suman los barrios céntricos de Salobreña o Almuñécar, en la costa tropical granadina, con la misma intrincada geografía.
Cascos históricos despoblados
“La población local vende sus casas porque quiere marcharse a otras zonas del pueblo o fuera”, reconoce John Lewis, un afable jubilado estadounidense que cambió Brooklyn por Olvera. Canjeó los rascacielos de la Gran Manzana por los pueblos blancos de la sierra de Cádiz. Lewis y su esposa han construido su hogar en el centro de la villa. “En realidad, son hasta cuatro casas que hemos ido comprando”, relata. Uno de los accesos de la vivienda abre a una plaza adoquinada cerca de los principales monumentos del pueblo.
Lewis, catedrático de medicina de la universidad estatal de Nueva York, presume de que en el patio que vertebra su residencia se grabaron algunos fotogramas de “La Sabina”, una película de José Luis Borau interpretada, entre otros, por Ángela Molina. El filme narra el periplo de un intelectual inglés por la serranía andaluza encargado de investigar la desaparición un siglo antes de un compatriota. “Buscamos en otras localidades hasta que dimos con esta casa”, comenta.
"El miedo que tengo es que se convierta en el barrio de los guiris"
JOHN LEWIS, vecino estadounidense de Olvera
“Tenemos aún vecinos españoles, pero hay muchas casas de los alrededores que necesitan reforma. El miedo que yo tengo es que éste se convierta en el barrio de los guiris”, murmura. La ruta que lleva hasta sus aposentos está jalonada de casas vacías que han colgado el rótulo de la inmobiliaria local. “Hay cada vez más negocio. De hecho, hemos tenido que contratar a alguien más porque los clientes están creciendo”, confirma Males.
Olvera, con una población que supera ligeramente los 8.000 habitantes, cuenta con 273 extranjeros censados. El 36,6 por ciento de los forasteros procede de Reino Unido, según datos del Instituto de Estadística de Andalucía. “Es un fenómeno que empezó con la llegada de británicos durante la crisis del ladrillo. Hoy existe una colonia inglesa importante”, indica a este diario Francisco Párraga, alcalde de Olvera.
Herencias familiares que acaban en manos extranjeras
El movimiento se nutre de un parque de viviendas que ha ido quedando vacío. “En muchos, son familias en las que han desaparecido los padres. Muchos prefirieron construir en las zonas nuevas del pueblo porque el centro resulta más complicado para el aparcamiento y el acceso. En los barrios del ensanche se localizan los principales servicios. Todo eso explica que aquí y en otros municipios como Setenil, Arcos de la Frontera o Zahara se registre un despoblamiento paulatino de los centros históricos y con un volumen importante de casas cerradas”, desliza el regidor.
El deterioro del casco histórico es un problema porque se trata de la seña de identidad del pueblo. Revitalizarlo es una de nuestras batallas
FRANCISCO PÁRRAGA, ALCALDE DE OLVERA
Debra Thornton halló su paraíso andaluz en el casco antiguo de Olvera. “Está arriba en la montaña. Es un lugar maravilloso. Las vistas son increíbles. Desde mi terraza puedo ver tres provincias”, narra. Thornton, de 57 años, divide su tiempo entre el norte de Inglaterra, donde dirige una carpintería, y el sur de España. “Buscamos mucho antes de encontrar esto. Nos interesaba el sur de España, donde ocurrió la historia. Nos enamoró Olvera y la imagen del castillo y la iglesia cercana. No hay una instantánea mejor y eso que hemos viajado mucho”.
Desde el consistorio calculan que existen alrededor de 300 viviendas clausuradas en el centro, esqueletos que acumulan polvo y ruina. “Su deterioro es un problema porque se trata de la seña de identidad del pueblo. Una de nuestras batallas más importantes es la revitalización del centro. En el ayuntamiento estamos tratando de recuperar casas para transformarlas en alojamientos turísticos o viviendas de protección oficial”, subraya Párraga. “Tenemos abiertos bastantes expedientes de ruina sobre casas de las que nadie quiere hacerse cargo. Hay pocos compradores interesados salvo los extranjeros que vienen aquí con la idea romántica de vivir en un pueblo y que, además, les gusta conservarlas tal y como son. Es algo que valoramos”.
En las entrañas de una de las viviendas de Lewis aparecieron restos de unas vasijas de cerámica que el estadounidense exhibe, con orgullo, en el salón, como los restos de un naufragio. “Me preocupa el futuro. Necesitamos ayuda para fomentar algún tipo de negocios que puedan hacer los jóvenes. Da mucha pena. Hay muchos jóvenes que no saben lo que hacer. Y los que van a la universidad lo más probable es que tengan que marcharse. Es la historia eterna de Andalucía”, dice, implicado en el devenir del enclave, con un español pulido por los años vividos en el sur.
"Durante el confinamiento, estaba sentada en mi casa de Reino Unido y me dije: ‘¿Qué hago aquí si no es el sitio donde quiero estar?’"
LYNDA SEAL, nueva vecina británica de Olvera
Fenómeno al alza desde la pandemia
“Es que muchos viven de manera permanente aquí y no se han producido guetos. Suelen convivir con los vecinos”, expone el alcalde. Lynda Seal, una británica de 72 años, es una de las últimas incorporaciones al censo. “Durante el confinamiento, estaba sentada en mi casa de Reino Unido y me dije: ‘¿Qué hago aquí si no es el sitio donde quiero estar?’ Así que decidí iniciar el proceso de residencia y cambiar mi carné de conducir. Vendí mi casa en Inglaterra y desde febrero Olvera es mi hogar”.
Seal, diseñadora retirada, conoció el pueblo por los anuncios de venta de propiedades publicados en una revista. “Pensé: parece uno de los lugares más bellos que he visto. Mi única experiencia previa había sido la Costa del Sol y Ronda. Hice un viaje hasta aquí y caí enamorada, hasta hoy. Me gusta incluso más cada vez que vuelvo”, replica. “Estoy aprendiendo español, pero me gusta el hecho de que es un pueblo muy español con una comunidad muy internacional. Hay gente de países escandinavos, Holanda, Nueva Zelanda, Australia o Canadá”.
La ubicación también favorece esa fiebre por instalarse en sus confines. “No ocurre en todas las zonas de Andalucía. La de Olvera está muy bien conectada. Tienes cuatro aeropuertos a hora y media, el de Málaga, Sevilla, Jerez y Gibraltar”, apunta Males, que lleva 18 años ofreciendo el “sueño andaluz” a compatriotas y clientes de otras latitudes. “Los precios van desde los 50.000 euros por una casa de una o dos habitaciones con una pequeña terraza hasta los 150.000 euros o más por algo de mayores proporciones”.
Por primera vez tenemos clientes que compran casas tras verlas por Youtube
zoë males, agente inmobiliara
La mayoría de los clientes tienen entre 40 y 60 años. “O están jubilados o medio jubilados o son nómadas digitales, gente que puede teletrabajar, así como artistas o músicos que pueden vivir en zonas diferentes y solo necesitan un acceso rápido al aeropuerto”, asevera Males. Son los nuevos vecinos de una Andalucía interior que lleva décadas sumando emigrantes. A principios de la década de 1970 llegó a registrar 11.500 habitantes. “No es un pueblo vaciado, pero sí que desde hace 30 años hemos padecido una pérdida paulatina de población”, reseña Párraga.
Los últimos avatares, marcados por la propagación del coronavirus y las restricciones, han multiplicado la demanda y agudizado el ingenio. “Por primera vez tenemos clientes que compran casas tras verlas por Youtube. Le grabamos un vídeo y ellos, tras hacerse con un poder notarial, adquieren la propiedad”, arguye Males.
Thornton aspira a establecer su residencia permanente entre las cuestas de Olvera. “Aún me quedan unos años, pero es mi intención”, confiesa. Seal ha convertido su retiro gaditano en la base de sus viajes cercanos. “Hay lugares increíbles a un paso”, balbucea. Ambas parecen confirmar el refrán que, con los ecos de su pasado fronterizo y el deambular de fugitivos y criminales, establece que “Olvera ni por la vera, pero todo el que se viene se queda”.
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