Recientemente, el Partido Comunista de España (PCE) ha festejado el primer centenario de vida con numerosos actos desarrollados en la sede central de Madrid y a lo largo de todos sus comités territoriales. Fundado el 14 de noviembre de 1921, la conmemoración de estos cien años de historia comunista se produce en un momento político sin precedentes para la formación, que desde su relegalización el 6 de abril de 1977 , ha tenido que adaptarse ideológicamente para convivir dentro del sistema capitalista.
Por primera vez en la etapa democrática, el PCE cuenta con representación en el Gobierno de coalición establecido entre el PSOE y Unidas Podemos -también el primero pluricolor-. Es el caso de Alberto Garzón al cargo de la cartera de Consumo y de Yolanda Díaz al frente de la vicepresidencia segunda y del Ministerio de Trabajo y Economía Social. Una presencia institucional que se complementa con la Secretaría de Estado de Agenda 2030 que dirige el propio secretario general comunista Enrique Santiago, dos eurodiputados, diez parlamentarios regionales, más de 600 concejalías y 27 alcaldías, siendo el regidor de Zamora el único en capital de provincia.
Para el PCE, el único antecedente gubernamental a escala nacional es el experimentado en el último Ejecutivo de la Segunda República. Concretamente en el Gobierno del socialista Largo Caballero instaurado el 4 de septiembre de 1936, un mes y medio después del inicio de la Guerra Civil. En él, dos líderes comunistas asumieron responsabilidades ministeriales: Jesús Hernández en Instrucción Pública y Bellas Artes, y Vicente Uribe en Agricultura y Obras Públicas. En ese convulso contexto, el partido no tenía ni dos décadas de vida, pero vivía su máximo esplendor. Una fuerza que germinó por la influencia exterior de la Internacional Comunista y por la fusión de dos escisiones del PSOE: la Federación de Juventudes Socialistas y el Partido Comunista Obrero Español (PCOE).
El PCE, pese a integrar el Gobierno actual, cuenta con una influencia electoral mínima y unos datos de afiliación bastante modestos, los peores de las últimas cuatro décadas. Una tendencia que viene dándose desde principios de siglo. El máximo histórico de la entidad en el Congreso lo logró Santiago Carrillo con 23 escaños y de manera autónoma en 1979, pero, a partir de ahí, la fórmula del ‘voto útil’ encumbró al socialismo de Felipe González y hundió la corriente comunista en las Cortes.
La debacle electoral llevó al PCE a emprender un régimen de alianzas y de cierta disolución o encubrimiento de la identidad para garantizar su supervivencia y su margen de actuación en la política moderna. Primero, en 1986, incrustándose en el movimiento político y social Izquierda Unida (IU), donde, sin embargo, preservó la mayor parte del protagonismo. Hasta la fecha, todos los coordinadores federales de la fuerza izquierdista han pertenecido a las filas comunistas: Julio Anguita, Gerardo Iglesias, Francisco de Frutos, Gaspar Llamazares, Cayo Lara y los propios Garzón y Santiago. Pero el recurso de la disolución ha seguido yendo a mayores con la ruptura del bipartidismo y la irrupción de Podemos, quedando arrinconadas la hoz y el martillo bajo un grueso manto de capas organizativas confluyentes.
Poniendo el foco en el respaldo de la militancia, al PCE sólo le queda el 4,29% de la tasa de afiliación que ostentaba en la Transición, después de años de lucha contra la dictadura en la clandestinidad. En 1977 contaba con unos 233.000 socios. Los dos años siguientes, la cifra descendió a 170.000 afiliados; y, en 1982, por el descalabro electoral y la marcha de Carrillo de la dirección a consecuencia del felipismo, la militancia no pasaba de 83.000. Hoy, las personas con carné comunista rondan los 10.000, una cifra ínfima en comparación con los 300.000 afiliados que llegaron a registrar las filas de José Diaz Ramos en 1936.
El PCE, que lleva emprendiendo una constante reformulación de la acción política en democracia, ha encontrado en Díaz el próximo reclamo electoralista para seguir en el candelero. Ella, que se ha forjado durante años en el partido y en el sindicalismo de Comisiones Obreras (CC.OO.), ha surgido como un mirlo blanco eclipsando a todos los liderazgos presentes en su espacio de actuación. De ahí que hasta el propio líder comunista Santiago haya reivindicado su "compromiso total" con la vicepresidenta esta semana, tras los primeros movimientos de Díaz en Valencia, para alcanzar “la máxima unidad de la izquierda y sumar a quien no está”. ¿Eso quiere decir que el PCE ha renunciado definitivamente a su independencia?
Situación de las siglas
Desde el Partido Comunista trasladan a El Independiente que poder, “al fin”, gestionar desde el Gobierno es el resultado de un trabajo bien hecho a escala política, pero, especialmente de la militancia: “La actuación del partido ha sido vanguardia, la más relevante de la historia reciente de España; un esfuerzo considerable de numerosos camaradas que, incluso dieron la vida, para alcanzar la libertad y los derechos sociales”.
Uno de esos militantes es Juan Ramón Crespo. Ocupa el puesto de coordinador regional de IU en Castilla-La Mancha y es uno de los asesores de Enrique Santiago en la Secretaría de Estado para la Agenda 2030 dependiente del Ministerio de Derechos Sociales. Para él, “ni mucho menos” el PCE está diluido o ha renunciado a las siglas en las últimas décadas: “Sencillamente hemos hecho un gesto de generosidad desistiendo de los intereses propios y cediendo la representación electoral a IU para buscar espacios de unidad popular”. La construcción de un bloque político amplio, indica, “siempre ha sido la máxima del PCE”, algo que “hicimos en la Segunda República, lo llevamos haciendo con IU treinta años y lo seguiremos haciendo junto a Unidas Podemos”.
El desarrollo de esta estrategia pactista, indica Crespo, ha permitido a ministros comunistas gestionar por primera vez, lo que es “motivo de orgullo” y “una oportunidad” para “demostrar el saber hacer dentro de las instituciones”. En nuestro país, lamenta, “la imagen del comunismo está muy denostada”, pero hay muchas personas “que sin saberlo se podrían calificar” como tales: ansían “una sociedad más justa e igualitaria, que distribuya la riqueza, con servicios públicos que lleguen a todo el mundo y donde se respeten los derechos humanos de acuerdo a la carta de Naciones Unidas”.
La línea de actuación política expresada por el dirigente manchego también la comparte Guzmán Ahumada. Es coordinador provincial de IU en Málaga y el principal representante del PCE en el Parlamento de Andalucía, donde es portavoz adjunto del grupo de Unidas Podemos. Ahumada resta importancia y normaliza el descenso de la militancia, “algo generalizado” entre los homólogos comunistas en Europa. El ejemplo más reciente es Die Linke (La Izquierda) en Alemania, que de una legislatura a otra ha perdido la mitad de sus escaños en el Bundestag.
No renunciamos a nuestras siglas, solo hemos hecho un gesto de generosidad para buscar espacios de unidad"
Juan Ramón Crespo, Coordinador de IU-CLM
“El logo y la bandera de la hoz y el martillo forma parte de nuestra identidad y las llevamos con orgullo”, pero “lo importante”, señala Ahumada, “son los objetivos comunes”. Como resultado a esa estrategia “la agenda comunista, fundamental para paliar la crisis del coronavirus, no está pasando desapercibida”, añade.
Para el diputado andaluz, el éxito de Díaz en la política nacional supone la demostración de que “sabemos dar la talla allí donde la sociedad nos sitúa” y que el programa comunista “considerado por muchos como utópico, se puede llevar a cabo”. Por ello, y ante la plataforma personalista que la vicepresidenta plantea, Ahumada aboga por la unidad y por que “ese ensanche, que es positivo, supere a todos”.
El efecto Yolanda
La apuesta del PCE por la unidad en torno a la imagen de la vicepresidenta para los próximos comicios locales, regionales y nacionales, es otro reflejo de que la política moderna cada vez es más personalista en detrimento de las organizaciones. El espectáculo y las emociones, ligadas a la permanente presencia mediática, empieza a importar más que las propuestas y la ideología; y el PCE lo sabe. Ocurrió con la reelección de Pedro Sánchez en la Secretaría General socialista frente a la cúpula del partido; está pasando con la pugna de Isabel Díaz Ayuso y la dirección popular. Por ello, la agrupación, para seguir con el beneplácito y la ligazón a Díaz, asume cualquier estrategia. Aunque suponga una mayor disolución de la nomenclatura.
José Luis Dader es Catedrático de Periodismo e imparte Marketing político, Mediatización y Ciberpolítica en el máster de Comunicación Política que ofrece la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Explica que la figura de la ministra de Trabajo puede suponer un aglutinante que amplíe ese espacio de la izquierda más allá del PSOE y le dé rédito electoral.
El relato de Díaz, construido en torno al eje laboral, puede no ser suficiente"
José Luis Dader, catedrático de la UCM
“El problema” para el PCE y el resto de socios “es que estas confluencias individualistas son muy frágiles” y, “salvo que conquisten y se mantengan en el poder”, señala Dader, “es difícil” que perduren en el tiempo. Este hecho, el de la reinvención, es una constante en la izquierda plural: IU, Unidad Popular, Unidos Podemos, Unidas Podemos…
Por otro lado, el catedrático incide en que “los líderes respaldados por un movimiento amalgama pueden aspirar a cierto éxito municipal o de pequeño territorio como han hecho Manuela Carmena en Madrid o Ada Colau en Barcelona, pero es complicado que logren músculo en el ámbito nacional por la complejidad” del sistema electoral. “En ese sentido”, sin una fuerza consolidada, “es más fácil ganar unas elecciones presidenciales de distrito único”, como hizo Emmanuel Macron en Francia, añade.
Con todo, Dader aprecia que “los mapas electorales” cada vez sufren más cambios bruscos, y, en próximos escenarios competitivos, “el relato de la ministra, construido en torno al eje laboral, puede no ser suficiente” frente a una agenda temática completamente distinta. Eso, en definitiva, puede estrechar más el margen de actuación de partidos como el PCE de cara al futuro.
Repuntar es complicado
Resulta paradójico que el PCE haya tocado poder en uno de los periodos más adversos para el desarrollo de su programa ideológico: un ínfimo respaldo en la calle y enfrente de un sistema económico completamente opuesto. Y más, cuando, siendo aproximadamente un 11,5% de la cuota dentro del grupo parlamentario de Unidas Podemos, tiene el mismo protagonismo ministerial que su socio: dos carteras, frente a las de Igualdad y Derechos Sociales ostentadas –siendo Manuel Castells de Universidades independiente- por los ‘morados’.
Sólo el 2% de los votantes españoles se definen como comunistas"
José Pablo Ferrándiz, sociólogo y politólogo
Explica José Pablo Ferrándiz, director de la consultora Elemental Research, que si el PCE ha accedido a posiciones de gestión pública sin respetar la ley de coalición de Gamson -representación en función del porcentaje electoral que se aporta-, tiene que ver más con “cuestiones de negociación interna” de la confluencia o la mediaticidad de políticos, que con una “explicación politológica, demoscópica o sociológica”. Porque, después de la ‘absorción’ de IU por Podemos, “era necesario que Garzón tuviese un ministerio”.
La razón de ser de los partidos políticos es la de controlar el poder para desarrollar un determinado programa y, aunque el PCE haya decidido entregarse a la vía coalicionista por conveniencia, su principal objetivo, como el de cualquier otra agrupación del tablero, es la de la plena autonomía electoral. Sin embargo, al menos a medio plazo, eso es algo imposible.
Desde su perspectiva como consultor político y sociológico, Ferrándiz señala tres factores por los que el PCE tiene complicado repuntar hacia un protagonismo similar al vivido durante el franquismo o al de los primeros años de la democracia. En primer lugar, el nuevo proyecto político de Díaz, aunque reivindica su procedencia y pertenencia -más holgada que Garzón- a la órbita comunista, “está basado en la transversalidad, y darle más peso al PCE restaría esa capacidad” de aglutinar a distintas capas sociales.
El segundo aspecto a tener en cuenta, es la ideologización de la sociedad. Las ideologías han perdido peso en el mundo moderno y son más plásticas; la gente ve a los políticos como bienes de consumo que desechan cuando encuentran otro –candidato o proyecto- mejor. El director de Elemental Research, lo ejemplifica aludiendo al ejercicio de elaboración de las encuestas, concretamente al apartado de la escala ideológica, que se mide, generalmente, en un rango de afinidad del cero al diez: “Si se acude a las encuestas, los que se declaran con la etiqueta ‘comunista’ son el 2% de la población. Entre los votantes de Unidas Podemos, ese porcentaje, por la cuota de IU, ronda el 10%”; pero entre los electores ‘morados’ “predominan las definiciones ‘progresista’ e, incluso, ‘socialista’”, explica Ferrándiz.
El proyecto de Díaz busca la transversalidad y darle peso al PCE restaría la capacidad de aglutinar"
José Pablo Ferrándiz, sociólogo y politólogo
Las corrientes históricas como el PCE “son muy ideológicas” y “siempre tiene un núcleo duro” de militancia que “jamás abandona el partido”. Pero ese núcleo va mermando; y envejece sin captar la atención de las nuevas generaciones, apunta el sociólogo. Le está y les seguirá pasando a otros partidos tradicionales de relevancia como al PP y al PSOE, cuyo nicho electoral predominante es el de los jubilados: el 31,3% del respaldo popular y el 39,1% del socialista en las últimas elecciones de 2019 tenían más de 65 años, según el CIS.
A la falta de renovación ‘natural’ de la militancia, se une “la declive institucional de los sindicatos”, que afecta considerablemente al comunismo español. “Gran parte de su poder y relevancia social tenía que ver con órganos como CC.OO.”. Y, a menos que los ciudadanos vuelvan a percibirlos “con cierta utilidad”, algo que, “desde el punto de vista de las encuestas, hoy no es así”, el PCE no tendrá la importancia que tuvo a principios de la Transición, indica Ferrándiz.
Por último, y como tercer elemento, el experto demoscópico incide en la competitividad: “La unión es la única forma en la que la izquierda plural puede pugnar electoralmente”. En el caso del PCE es una realidad, pero, también, le ocurre a Podemos, que con “una base electoral ya sólida –que oscila entre el 11 y el 14%-”, no tiene autonomía y requiere de otros mecanismos para disputar elecciones. A ello se une el amplio abanico de corrientes políticas que están despuntando, “como pueden ser el feminismo o el ecologismo”, y en las que el votante afín o simpatizante con el comunismo puede sentirse cómodo.
A día de hoy, para Ferrándiz es “difícil que el PCE presente un proyecto diferenciado y se desarrolle en solitario”. Para ello, debería existir una coyuntura muy determinada “que afecte a las condiciones de trabajo”, pero “con el sistema económico actual” es complicado que los trabajadores tengan una planificación común, sentencia.
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