El pasado 10 de julio, sábado para más señas, el presidente del Gobierno llevó a cabo una profunda remodelación de su Gobierno. Era un cambio esperado, pero muy poca gente sabía que iba a ser tan profundo. Sólo unos pocos conocían los detalles de la crisis, una crisis de la que aún no hay una versión oficial que explique, por ejemplo, por qué dos figuras aparentemente incuestionables hasta entonces, como Iván Redondo o José Luis Ábalos, engrosaron la lista de defenestrados.
Curiosamente, las dos están encadenadas. Seguramente, sin la salida del ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE no se hubiera producido la del todopoderoso jefe de Gabinete del presidente. Pero, antes de llegar a ese punto, hay que detenerse un momento en lo que pasó en los días previos a ese 10 de julio y, especialmente, en la tarde noche del día 6, en el que se produjo una cena en el restaurante La Trainera (desvelada por Pilar Gómez en El Confidencial) entre Redondo, José Miguel Contreras (productor, periodista y uno de los fundadores de La Sexta) y Miguel Barroso (consejero de Prisa y ex secretario de Estado de Comunicación en el Gobierno de Rodríguez Zapatero).
La cena se produjo a instancias de Contreras. En principio, no estaba previsto que asistiera Barroso, pero aquel invitó a su amigo esa misma tarde porque éste conocía mucho mejor que él al jefe de Gabinete del presidente.
Contreras, con buenos contactos en Moncloa, sabía que había un lío tremendo montado en torno a la crisis que se iba a producir casi de forma inmediata. Le había llegado que Redondo estaba enfadado con el presidente del Gobierno y quería conocer de primera mano su versión.
Los hechos, contrastados por diversas fuentes, apuntan a un cambio súbito de opinión de Pedro Sánchez sobre el alcance de la remodelación que pensaba llevar a cabo. Quince días antes de la citada cena Redondo daba por hecho que el presidente le iba a nombrar ministro de la Presidencia, algo que él le había demandado para acoplar mejor las responsabilidades que poco a poco había ido asumiendo con un cargo acorde con sus elevadas funciones. El todavía jefe de Gabinete del presidente había hecho llegar a su equipo que los cambios que se avecinaban en el Ejecutivo iban a llevar consigo una mayor implicación por su parte en las tareas de Gobierno.
Fuentes del entorno de Moncloa creen que Redondo no ha asimilado su salida del Gobierno y ahora culpa a Sánchez de entorpecer su carrera en el sector privado. Atribuyen la filtración de la cena con Barroso y Contreras a una venganza personal
Redondo llevaba unos meses preocupado por la guerra soterrada que le había declarado el aparato del partido y una parte del Gobierno. La gota que colmó el vaso fue que nadie le comunicara la moción de censura en Murcia que tuvo lugar en el mes de marzo. Era una prueba desconfianza que llevó a Redondo a plantearle al presidente la posibilidad de dimitir. Sánchez se negó a aceptar su salida y le pidió que aguantara. La crisis de Gobierno que se cocinaba en julio era, por tanto, la oportunidad de consolidarse como un pilar del Gobierno siempre al lado del presidente.
A mediados de junio Redondo se sentía seguro. En alguna reunión privada aseguró que su compromiso con Sánchez era llegar hasta el final de la legislatura. Días antes se había producido su comparecencia en el Congreso en la que dijo aquello de tirarse por un barranco. Nada hacía pensar en su salida.
Una de las personas que sí figuraban en las quinielas como candidata a abandonar el Gobierno era la vicepresidenta primera Carmen Calvo. Se sentía débil, el Covid la había afectado de manera especial; había sido un foco de conflicto con la facción de Unidas Podemos en temas relacionados con la mujer, y no había cumplido a satisfacción, según Moncloa, con las tareas de coordinación que se supone que lleva implícitas su cargo.
Lo que Sánchez no preveía era que iba a tener que prescindir de Ábalos. Aunque de forma poco concreta, algunas fuentes apuntan a que el presidente recibió en aquellos días información sensible de su ministro, luego desvelada en parte por The Objetive. Se trata, en resumen, de comportamientos personales poco ejemplares, datos que le hizo llegar el propio PSOE.
La situación daba un giro insospechado. Calvo no sólo era vicepresidenta del Gobierno, sino secretaria de Igualdad del PSOE y un peso pesado de su Ejecutiva. Ábalos era, de hecho, el número dos del partido. Si a la salida de ambos se sumaba la ascensión a Presidencia de Redondo -que no es miembro del PSOE-, en el partido ese movimiento no se iba a entender. El Congreso del PSOE estaba convocado para el mes de octubre y Sánchez no podía afrontar esa cita con un cisma generado por la preminencia de su asesor, lo que daba a su mandato un carácter excesivamente personalista. Las voces a su alrededor eran cada día más unánimes: "El puesto de Calvo lo tiene que ocupar alguien del partido". Fue entonces cuando el presidente optó por el secretario general de Presidencia, Félix Bolaños.
Es en ese contexto fue en el que se produce la cena en La Trainera.
Contreras no acudió con un emisario del presidente para tranquilizar a Redondo, señalan fuentes próximas al periodista, sino más bien para obtener información. Un enredo que luego le ha salido caro.
La cena comenzó en buen tono. No olvidemos que los tres se conocían y que Barroso y el jefe de Gabinete se llevaban bien. Redondo insistió en que si el presidente no le hacía ministro, él se iría del Gobierno. Argumentó su aspiración de varias formas: dijo que tenía que estar aforado porque la derecha en este país lo judicializa todo; también habló de su preocupación por los temas de seguridad; de su situación personal, 40 años, "me ha llegado la hora de involucrarme en política", dijo, y, sobre todo, insistió mucho en esto, que "Pedro y yo somos un tándem", un equipo.
Fue Barroso quien le previno de que eso era echarle un pulso al presidente, pulsos que siempre se suelen perder.
"Me estáis amenazando", Redondo subió el tono. "No digas chorradas", llegó a decirle el consejero de Prisa. En fin, la cena no acabó bien. De hecho, Barroso le llamó al día siguiente para calmar los ánimos.
El propio Contreras publicó en ElDiario.es un artículo el 15 de julio, cinco días después de la salida de Redondo del Gobierno, en el que afirma: "Al no conseguir dar el salto a la política activa en primera línea, ha preferido abandonar y reinventar su carrera profesional en la empresa privada. Ofertas no le van a faltar".
Posteriormente, Contreras desayunó con Redondo en un restaurante de la Gran Vía. Y los tres comieron juntos el día en que se grabó la entrevista para La Sexta con Jordi Évole (que se emitió el 3 de octubre). En buen tono.
Sin embargo, fue en esa entrevista y también en el libro de Toni Bolaño (Moncloa: Ivan Redondo. La política o el arte de lo que no se ve), que se publicó poco después, en la que el ex jefe de Gabinete del presidente hizo mención a una cena celebrada días antes de la crisis de Gobierno en la que, supuestamente, dos amigos le intentaron convencer para que no dimitiera y aceptara ser ministro.
La cena y sus protagonistas era un tema conocido por un selecto grupo de personas. Pero El Confidencial lo ha convertido en un tema relevante, porque da a entender que "los migueles", como se conoce en el mundo periodístico a Contreras y Barroso, se habrían convertido en un poder en la sombra, una especie de trujamanes que conspiran a la sombra del presidente.
Redondo nunca entendió por qué el presidente, la persona con la había hecho la travesía del desierto, el hombre al que se había dedicado en cuerpo y alma, le había dejado en la estacada. Y ahora piensa que Moncloa está haciendo todo lo posible para cerrarle puertas en las grandes empresas del Ibex.
Lo que hemos visto hasta el momento por sus artículos en La Vanguardia es que la política le sigue encandilando. Ha convertido a Yolanda Díaz en una especie de mito para la izquierda, alguien capaz de llegar a la presidencia del Gobierno... Se supone que derrotando a su antiguo jefe.
Las fuentes niegan que Redondo trabaje para la ministra de Trabajo, pero reconocen que le gustaría ser el spin doctor que la encaminase hasta La Moncloa.
Las relaciones con Moncloa, no sólo con el presidente, sino con su actual equipo, empezando por su sustituto, Oscar López, están rotas. Es más, algunos de los inquilinos del palacio presidencial dicen en privado que "a Iván se le ha ido la olla".
Las fuente creen que la información de El Confidencial no es más que el primer paso de una venganza que el asesor ha ido madurando en los últimos meses.
Cuando Contreras le preguntó directamente qué perseguía al hacer pública una cena privada, Redondo le contestó: "La verdad mediática está en los detalles. Sacar una cena concreta, en un lugar concreto, es mi jugada para dar credibilidad a mi relato. Con eso basta. ¡Jaque mate!".
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