Con cinco jefes en los últimos cuatro años y un modelo en revisión a expensas de la CUP, el cuerpo de Mossos d'Esquadra se ha convertido en la última víctima del procés independentista. El consejero Joan Ignasi Elena anunció este lunes el cese del mayor José Luis Trapero como jefe de los Mossos. Cerraba así, en principio, un periodo de inestabilidad que abrió el cese del propio Trapero en 2017 y que ha visto como se sucedían al frente del cuerpo los comisarios Ferran López, Miquel Esquíus, Eduard Sallent y de nuevo Trapero, para concluir ahora con Josep Maria Estela.

Cuatro años en los que Trapero ejemplifica en persona el ascenso a los cielos y la caída posterior de los mossos en el imaginario del independentismo catalán. Su salida era esperada por la falta de confianza de la actual cúpula de Interior, aseguran desde los sindicatos de mossos. Pero planea la sospecha de que servirá también para allanar los cambios que se avecinan en el cuerpo impuestos por los pactos de ERC con la CUP.

Inestabilidad inédita

"Estamos pendientes de la revisión del modelo que marcará la CUP, y se han ahorrado un probable golpe sobre la mesa de Trapero" apuntan desde Fepol. En términos similares se expresan desde Uspac. Unos y otros critican además la inestabilidad en la dirección del cuerpo.

"Seis consellers en siete años, o cinco jefes de los mossos en cuatro años es un problema para la institución, ningún otro cuerpo policial ha estado sometido a una inestabilidad así" señala Imma Vidues, de SAP. Tampoco les parece creíble el argumento del relevo generacional al que ha aludido Joan Ignasi Elena para sustituir a Trapero por Josep Maria Estela, de la misma generación que el mayor

Trapero seguirá de momento en el cuerpo, con responsabilidades por determinar. Un encaje incómodo teniendo en cuenta que su condición de mayor de los Mossos le sitúa jerárquicamente por encima de su sustituto, que contará como número dos con otro ex jefe de la policía autonómica, el comisario Eduard Sallent.

Auge y caída del héroe del independentismo

En abril de 2017 el entonces comisario jefe de los Mossos tocaba el cielo con su nombramiento como mayor del cuerpo. Un cargo de nueva creación hecho a medida, con el que el gobierno de Carles Puigdemont pretendía blindar a Trapero ante la inminente celebración del referéndum ilegal de independencia. Eran los tiempos en los que Trapero compartía paellas con Puigdemont en casa de la periodista Pilar Rahola, en Cadaqués.

Los atentados de Barcelona y Cambrils lo catapultaron ante la opinión pública catalana gracias a la actuación de los mossos, que abatieron a todos los terroristas en el plazo de días. Unos días en los que Trapero protagonizó un enfrentamiento casi personal con El Periódico que dio alas a la teoría de la conspiración del CNI para facilitar un atentado a las puertas del referéndum.

Fue el momento en que los independentistas lucían camisetas con su imagen estampada y la frase "Bueno, pues molt bé, pues adiós" con la que despidió a un corresponsal extranjero que le afeó empezar la primera comparecencia sobre los atentados en catalán. La actuación de los mossos durante la jornada del 1-O no hizo más que agigantar esa imagen.

Plan para detener a Puigdemont

Destituido como jefe de los mossos con la aplicación del 155, cae a los infiernos independentistas durante el juicio ante la Audiencia Nacional. Fue entonces cuando desveló que había advertido a Puigdemont de que había un riesgo serio de cargas policiales y enfrentamientos para pedirle que suspendiera el referéndum. Y lo que es más grave, cuando explica que tenía un plan para arrestar a todo el Govern.

Una afirmación que Oriol Junqueras no le perdonó nunca. Tampoco el director general de la Policía, Pere Ferrer, que seguía muy ligado al entonces consejero de Interior, Quim Forn. Ferrer es, de hecho, la única figura que ha sobrevivido a la inestabilidad de estos años en la cúpula de Interior. Ha seguido en el cargo con Forn, Miquel Buch, Miquel Sàmper y ahora Elena. Y no conservaba ninguna sintonía con Trapero, aseguran fuentes de Interior.

Cuando el consejero Miquel Sámper lo restituyó como jefe de los mossos, el 11 de noviembre de 2020, ERC alabó la decisión y la calificó de “un acto de justicia y reparación” hacia el uniformado. Pero de puertas adentro el mayor de los mossos tenía detractores en lo más alto del partido republicano. Empezando por el mismísimo Junqueras, que según algunas fuentes nunca perdonó el plan de Trapero para detener al Govern.

Cuando la Consejería de Interior pasó a manos de ERC, tras las últimas elecciones autonómicas, muchos pronosticaron la caída de Trapero. Y no pocos asociaron también a esa caída la salida de su ex mano derecha, Ferran López, que lo había sustituido tras el 155 y la pasada primavera dejó el cuerpo para asumir la dirección de seguridad del F. C. Barcelona.

Las medallas de la discordia

El pasado verano, apenas un mes después de ser ratificado por el nuevo Govern, Trapero volvía al centro de la polémica por un viaje a Madrid en el que según La Razón visitó no solo a la Casa Real sino también al Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional. La cúpula de Interior no ocultó su enfado por no haber sido informada de unos encuentros que, finalmente, se acabaron desmintiendo desde el cuerpo de Mossos.

La entrega de las medallas de los Mossos, en octubre, volvió a ser polémica, por la decisión de Trapero de condecorar a todo el equipo jurídico que participó en su defensa ante la Audiencia Nacional. Un ejemplo de nepotismo que muchos atribuyeron a una pronta salida del cuerpo.

El mayor de los mossos entregó las medallas a su abogada, Olga Tubau, y a otros diez colaboradores que compartieron con él las sesiones en San Fernando de Henares. Entre ellos, la jefa de la asesoría jurídica de la policía catalana, Mari Pau Martí; la exportavoz del cuerpo y ahora portavoz del Govern, Patricia Plaja, y Ferran López.

Joan Ignasi Elena se esforzó este lunes por desvincular sustitución de una pérdida de confianza he insistió en la necesidad de "dar voz y responsabilidades a nueva generación, esta nueva etapa requiere nuevos liderazgos en el conjunto de la organización". Una nueva etapa que tiene como horizonte el 2030, cuando se completará la ampliación del cuerpo a 22.000 agentes.

Su sustituto, el comisario Estela, fue más explícito al señalar que "queremos desterrar la primera persona del singular, tomar decisiones en equipo y no de forma individualizada". En otras palabras, se acabaron los personalismos y el reinado de Trapero.