Yolanda Díaz se acercó a los periodistas y, sin elevar el tono, fiel a su estilo mesurado, apeló a cuidar la coalición y medir el impacto de las palabras de los socios. Aludía a la desautorización que había hecho Pedro Sánchez ese mismo día, lunes 10, de las palabras de Alberto Garzón sobre las macrogranjas en una entrevista en The Guardian, una desautorización que enervó el ánimo de los morados.
Viniendo de la vicepresidenta segunda, ministra de Trabajo y cabeza de delegación morada en el Gobierno se trataba de un rapapolvo en toda regla. Incluso así lo interpretaron los más “pablistas” de Podemos, los que creen en la efectividad de la bronca pública, en la exposición de las heridas, en la presión mediática para arrancar concesiones del socio de coalición, tesis que se va imponiendo, hasta el punto de encargar a Pablo Iglesias que asumiera un papel activo en la parte dura de la réplica, sin complejos y a saco.
En Podemos creen que la situación generada tiene que ver con los "marcos de la derecha"
En Unidas Podemos creen que la situación generada con esta polémica no es nueva y tiene mucho que ver con lo que definen como "marcos de la derecha" esto es, la aceptación del discurso del adversario. "Uno de los problemas del día a día que la coalición suele acarrear es la gestión comunicativa de los marcos de bulos y de distorsión informativa de los medios de la derecha y de PP y de Vox", narran fuentes moradas recordando que eso mismo pasó, por ejemplo, cuando Pablo Iglesias recordó la posición de Naciones Unidas respecto al referéndum del Sáhara y parte de la prensa y de los compañeros del Consejo de Ministros se le echaron encima.
La enésima crisis de la coalición gubernamental venía precedida de la del pasado mes de noviembre a cuenta de la reforma laboral. Entonces ya hubo un cambio de registro significativo cuando se hicieron públicas las discrepancias internas y se lanzaron mutuas advertencias. Díaz y Unidas Podemos pusieron pie en pared para no dejarse arrebatar el pacto con los agentes sociales, que obligó a Sánchez a un encaje de bolillos para no desautorizar a su vicepresidenta primera, Nadia Calviño.
La ministra de Defensa, Margarita Robles, puso voz al sentir de buena parte de sus compañeros socialistas de Gobierno cuando criticó, en mitad de esa polémica, que “las proyecciones personales no son aceptables cuando se forma parte del Gobierno”, un misil lanzado con toda intención contra Díaz, la futura candidata a la presidencia por una nueva plataforma política aún por definir.
Silencio en el Consejo de Ministros
Desde entonces el ambiente comenzó a estar muy envenenado en el Consejo de Ministros, aunque en el mismo se soslayen las cuestiones más polémicas. De hecho, el martes 11 no se debatió sobre las palabras de Garzón ni sobre la calidad de la carne que produce España. Nadie quiso hablar del tema aunque se trató de un enorme elefante sobrevolando la sala del Consejo.
El escenario electoral que ha abierto Castilla y León, con una dimensión nacional indudable, no ha ayudado a atemperar los ánimos internos. Sin embargo, es evidente el giro que ha dado el PSOE en los últimos días para rebajar la tensión con su socio de Ejecutivo y pasar página de una polémica que les desgasta con un claro triunfador: Unidas Podemos.
A la sucesión de críticas a Garzón con nombres propios, esto es de Pedro Sánchez, Luis Planas, Isabel Rodríguez, Javier Lambán o Emiliano García-Page, se ha sucedido un llamamiento a recuperar la senda de la normalidad.
"La sangre no llegará al río", dicen en el PSOE
"La sangre no llegará al río", dicen por su parte fuentes gubernamentales socialistas, asumiendo que al ministro de Unidas Podemos sólo lo puede quitar Yolanda Díaz y, ni siquiera, porque ella también está sometida, al menos hasta que construya su propio proyecto, "a equilibrios internos dentro de Unidas Podemos", admiten los morados.
A principios de semana se transmitía desde Moncloa la necesidad de "hacer pedagogía" para no dañar a un importante sector productivo de nuestro país además de exportador, pero la batalla del relato y de la opinión pública parece perdida para el PSOE y esa es la sensación que se extiende como una mancha de aceite.
Los "charcos" de Garzón
El Independiente adelantaba cómo Díaz recriminó a Sánchez la falta de apoyo a Garzón. En el PSOE replican con la "imprudencia" de un ministro que, sin apenas competencias, "tensa las relaciones internas en cuanto abre la boca", sea por la carne- chuletón incluido- por la huelga de juguetes en plena campaña navideña, por la prohibición de los anuncios de galletas, por decir que el sector turístico es "de poco valor añadido" o por acusar al Rey de "maniobrar contra el Gobierno" cuando se le impidió acudir a la entrega de despachos de los nuevos jueces en Barcelona en 2020.
Lo cierto es que los ministros socialistas calcularon mal porque si bien Garzón es el eslabón más débil de la presencia de Unidas Podemos en el Gobierno, el respaldo recibido por los suyos, con Díaz a la cabeza, le ha afianzado. Si la pretensión era abrir una brecha entre los morados para debilitar su posición y dejarles tocados, ahora se baten en retirada, al menos hasta la próxima.
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