En diciembre la convocatoria de las elecciones anticipadas coincidió con la publicación de unas estadísticas que desnudaban el talón de Aquiles de Castilla y León: la comunidad autónoma, una de las regiones más extensas de Europa, pierde población sin tregua. Sus números actuales marcan mínimos en el último medio siglo, desde que existe serie histórica del Instituto Nacional de Estadística.
En este decalustro Castilla y León ha perdido 278.000 habitantes. Un retroceso dramático. Como si las ciudades de Salamanca y León se hubieran quedado vacías en tal lapso de tiempo. La región se ha dejado el 10 por ciento de su población cuando en el resto de España crecía un 40 por ciento de media, con otras regiones superando el 100 por ciento. La despoblación ha sido uno de los ejes de la campaña electoral, impulsado por la irrupción de las demandas de las plataformas de la España Vaciada que, tras años de activismo, se proponen ahora alcanzar el Parlamento autonómico para abordar la sangría.
La azarosa demografía ha sido una de las protagonistas del inicio de este nuevo ciclo electoral, más allá de siglas e ideologías. “Los procesos demográficos devuelven una realidad cambiante en el conjunto de la comunidad autónoma. Hay una sangría de población constante. Cualquier tipo de política que se intente plantear en Castilla y León va a estar afectada por esta realidad sociodemográfica, por quienes viven y quienes están en la región y cuántos serán de aquí a unos años”, reconoce a El Independiente Miguel Vicente, profesor de sociología de la Universidad de Valladolid.
La despoblación, a debate
Las cifras son tozudas. En los confines de Castilla y León, el número de fallecimientos duplica al de nacimientos. Uno de cada cuatro habitantes de la comunidad son pensionistas, según datos de la Seguridad Social. A la despoblación se suma, indica Vicente, “un proceso de concentración poblacional en ciudades de tamaño medio-bajo si se compara con el resto del país, que absorben población significativamente del entorno rural”. La región concentra el 27 por ciento de todos los municipios del país, pero son más pequeños que la media y ninguna ciudad alcanza los 500.000 habitantes.
“Es una comunidad muy sui géneris. De entre las diez provincias más despobladas de España, cuatro son de Castilla y León: Soria, Palencia, Zamora y Ávila”, apunta el sociólogo Ignacio Urquizu, que ejerce además como alcalde de Alcañiz (Teruel), otra de las geografías de la España Vaciada. Unas características que se trasladan a su comportamiento electoral. “Es más conservadora y rural que la media y eso la hace distinta a la hora de elaborar análisis”, advierte.
Desentrañar el censo arroja luz sobre estas particularidades. Más del 34 por ciento de la población castellanoleonesa reside en municipios de menos de 5.000 habitantes frente al 12 por ciento en el resto del país. Los votantes de entre 18 y 44 años suponen un 39,3 por ciento a nivel nacional frente al 32 por ciento en la comunidad autónoma que celebra sus elecciones este domingo. “Generalmente, cuando la población está más envejecida, suele haber más participación, pero también más conservadora”, desliza Urquizu. La composición demográfica complica la tarea de esbozar la imagen general. “Las encuestas están teniendo más difícil ahora reflejar esas pequeñas poblaciones y acceder a gente con menos uso de las tecnologías”.
Voto más estático
“El rural es un voto más estático. Hasta ahora no estaba sometido a los mismos movimientos pendulares que hemos visto en los últimos ocho años en el conjunto del Estado. Los partidos emergentes irrumpían con bastante fuerza en los espacios urbanos”, subraya Vicente. En Castilla y León el bipartidismo resiste con más fuerza que en el resto del país. Los sondeos otorgan a la suma de PSOE y PP cifras superiores al 60 por ciento de los sufragios, cuando la media nacional apenas supera el 50 por ciento.
“Castilla y León viene de un escenario prácticamente bipartidista radical. Si pensamos en los comicios de 2011 o 2007 era un bipartidismo con la presencia puntual de los leonesistas. Es un fenómeno que han intentado agrietar algunos partidos, pero que no han conseguido subvertirlo totalmente”, arguye Vicente. “Ahora, de hecho, parece que hay un repliegue hacia esos dos partidos mayoritarios”, agrega.
Si hace dos años fue Ciudadanos el que quebró esa tendencia, ahora las siglas a las que las encuestas otorgan esa condición es Vox. Desde su lema de campaña, “Siembra”, la formación de Santiago Abascal ha tratado de dirigirse al voto más rural, en competencia con el PP. “La incógnita es ver si Vox puede robarle parte del voto conservador en el territorio rural al PP, que tradicionalmente lo tenía bastante controlado. Siempre ha existido bastante fidelidad”, reconoce el profesor de la Universidad de Valladolid. “Es difícil acceder y captar votos en estos territorios porque la implantación de los partidos acaba remitiendo a individuos”.
Tierra de bipartidismo
“Lo que se puede prever es que la fidelidad al bloque ideológico conservador-progresista se mantenga y que dentro pueda haber flujos internos, que acabarán determinando el resultado”, pronostica Vicente. El comportamiento electoral hasta ahora dibuja un saldo favorable a la derecha. En las últimas elecciones generales, los votantes de la comunidad entregaron el 40,6 por ciento de los sufragios a la izquierda mientras la derecha concentraba el 56 por ciento de los apoyos.
“Es muy probable que PP y Vox obtengan mayoría absoluta. Hay pocas encuestas que no se la den”, recalca Urquizu, expectante por el efecto de la recta final de la campaña en los resultados de este domingo. “El PP empezó la campaña cerca de la mayoría absoluta y da la sensación de que la acaban pidiendo la hora”, comenta. La demoscopia apunta a que el adelanto les servirá para cambiar de socio: de Ciudadanos a Vox. “Vox tendrá un tamaño parecido al que gozaba hasta ahora Ciudadanos”.
De la configuración final de las fuerzas en liza dependerá la batalla por los restos en cada circunscripción, un envite que puede resultar agónico. “Eso va a resultar clave. Estamos ante un escenario muy fragmentado, con un mínimo de ocho partidos en las Cortes. Cada escaño cuenta y todos los votos van a ser determinantes”, sostiene Urquizu. Los últimos nueve procuradores, a razón de uno por provincia, podrían decantar la balanza. Y podrían permitir la irrupción de los recién llegados. “Ya sucedió en 2019. El ajuste va al milímetro en algunas de las circunscripciones. A mayor fragmentación en la oferta de partidos políticos, mayor incertidumbre en esos últimos elementos”, detalla Vicente. “La única certeza es que va a estar muy ajustado en varias de las de las circunscripciones provinciales”, concluye.
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