La batalla abierta entre Génova e Isabel Díaz Ayuso, ha situado en un punto crítico al PP. Si el dilema de pactar o no con Vox un gobierno de coalición en Castilla y León ya había abierto fisuras después de los comicios autonómicos, la sucesión de reproches entre la dirección nacional y la presidencia de la Comunidad de Madrid -ahora de manera pública- ha sido la gota que ha colmado el vaso. Un hecho que puede conllevar la salida de Pablo Casado de la presidencia.
Este sábado, y al ver cuestionado su liderazgo, Casado claudicaba ante Díaz Ayuso, retiraba el expediente informativo y daba por buenas las explicaciones trasladadas por la presidenta regional de Madrid sobre el cobro de su hermano por la operación de compra de mascarillas. Ésta, queda ahora exclusivamente en manos de la justicia, que decidirá si obró ilegalmente o no; y de cuyo dictamen, dependerá el futuro político de la dirigente autonómica. En cambio, el líder del PP, así como su 'segundo' y secretario general Teodoro García Egea, han quedado altamente expuestos y en el punto de mira por reprochar a Díaz Ayuso su falta de ejemplaridad y luego recular. Eso, sumando al supuesto espionaje al entorno de la madrileña ordenado por los mismos.
Puesta en duda la autoridad de Casado y, ante la previsibilidad de que la disputa continúe en el tiempo a pesar del retroceso de beligerancia del presidente, son numerosos los barones territoriales, lo secretarios generales regionales y los presidentes provinciales los que están exigiendo el adelanto del XX Congreso Nacional para solventar la crisis en el seno del partido; y de inmediato. Está fijado para el mes de julio, fecha en la que se cumplen los cuatro años de margen establecido entre uno y otro. En anterior, el de 2018, Casado resultó ganador frente a Soraya Sáenz de Santamaría en la pugna por suceder a Mariano Rajoy.
Es probable que Casado, en la reunión del Comité de Dirección convocada para este lunes, dé el mandato para iniciar los trámites para que tenga lugar ese cónclave. Para ello, deberá fijar un encuentro de la Junta Directiva Nacional -compuesta por 300 miembros: el Comité Ejecutivo Nacional, los presidentes autonómicos y los diputados, senadores y eurodiputados, entre otros- que inicie el procedimiento. Pero, de no ser así, y de enrocarse en el cargo hasta verano, al presidente del PP se le puede presentar un problema: que a esas voces críticas, progresivamente, se vayan adhiriendo otras más que acaben por forzar la maquinaria.
Si Casado no da su brazo a torcer, los díscolos con mantener este clima de fragmentación dentro de la formación comenzarán a moverse y a recoger firmas para que se cumplan los estatutos y para avanzar hacia el establecimiento de un congreso ajeno al de julio y con carácter extraordinario. Es necesaria la ratificación de al menos dos terceras partes de los integrantes de esa Junta Directiva Nacional, que de momento no parece muy probable por mantenerse fiel, en su mayoría, al actual mandatario. Pero es algo que podría ir alterándose durante las próximas semanas, cuando el debate vaya tornando no a la polarización Casado-Ayuso, sino a la necesidad de terminar con este largo enfrentamiento y fortalecerse para pugnar con Vox el control de bloque de centroderecha. Algo que ahora parece difícil.
Los estatutos señalan que los Congresos extraordinarios pueden realizarse en situaciones de urgencia como el que ahora atañe al PP, y podría llevarse a cabo en 30 días desde su solicitud. Pero si por cualquier motivo no triunfa esta opción, el propio reglamento de los populares contempla, en su artículo 35, una herramienta alternativa que deja abierta una posible interpretación al respecto. "En los supuestos de dimisión, fallecimiento o incapacidad del Presidente Nacional, la Junta Directiva Nacional [...] designará al candidato cuando no pudiera celebrarse un Congreso Extraordinario", dice la norma que rige al partido. De esas tres posibilidades manifestadas en el artículo, el devenir de los acontecimientos y la inacción puede situar a Casado en el ámbito de la 'incapacidad'. No física ni mental, pero sí para ejercer el cargo para los afiliados.
Ello, algo que ya se está barajando, acabaría con la marcha forzada del actual líder del PP y su sustitución a dedo, al menos temporalmente hasta una nueva celebración de primarias, de quererse. De producirse esto, el gallego Alberto Núñez Feijoo es quien mejor posicionado está para ello. Precisamente, él es uno de los líderes que ha pedido la celebración de un congreso de inmediato para cortar la "hemorragia" que se está produciendo. Su candidatura ya sonó para sustituir a Rajoy, pero, finalmente, renunció indicando que su sitio estaba en la Xunta. Eso, casualmente, animó al propio Casado a dar el paso y enfrentarse a Sáenz de Santamaría y la exsecretaria general María Dolores de Cospedal.
Sánchez, el precedente
Existe un precedente no muy lejano a esta posible expulsión del presidente del PP. Concretamente, en el brazo opuesto del bipartidismo. En otoño de 2016, tras dos elecciones generales, el PSOE de Pedro Sánchez se enfrenta al dilema de negociar un gobierno de coalición con Unidas Podemos y los partidos nacionalistas, abstenerse a la investidura de Rajoy o abocar a España a unos terceros comicios. Sánchez prefiere la primera opción y el no es no al PP, pero a él se opone el grueso del comité federal socialista, que es quien ratifica los pactos, y los barones territoriales.
Para forzar a Sánchez a abandonar la secretaría general, 17 miembros de la ejecutiva dimitieron, lo que conllevó, según fijaban los estatutos, a la convocatoria de un Congreso extraordinario y la pérdida de legitimidad del dirigente. En ese cónclave, Sánchez perdió el respaldo de la mayor parte de las autoridades del partido, y no tuvo más remedio que dimitir pese a su intención de querer continuar.
Esta es otra posibilidad. Aunque no lo explican los estatutos, del mismo modo que ocurrió en el PSOE, una dimisión en masa del Comité Ejecutivo Nacional, dejaría a Casado desautorizado, sin apoyos y obligaría a emprender un debate orgánico urgente y extraordinario. El foco está puesto ahora en el propio presidente popular y en si optará por mantener la fidelidad a la norma, escuchar las demandas y arriesgarse a caer en el próximo congreso, o mantenerse firme, y esperar a que eso pase en julio o de manera precipitada y por la fuerza.
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