En "La Laguna" los carteles electorales de Isabel Díaz Ayuso, carcomidos por los rayos del sol, conviven con una carta a base de patatas revolconas y ternera, los manjares locales. El restaurante ocupa una esquina de la avenida Madrid de Sotillo de la Adrada, el pueblo abulense del que procede la familia paterna de la presidenta. En el establecimiento, propiedad del tío de Isabel, se profesa fe ciega en Díaz Ayuso una semana después de que estallara la guerra total en el seno del PP a propósito del contrato de su hermano Tomás y el supuesto espionaje de una empresa del consistorio madrileño.
“¡Éste va fuera!”, exclama un cliente en el salón interior de "La Laguna" cuando a las tres de la tarde el telediario abre con la imagen de Pablo Casado, cada vez más cuestionado por los suyos. “Dentro de poco te van a faltar mesas”, comenta otro comensal dirigiéndose a Miguel Alfonso, el mesonero que arrienda el local a Francisco Díaz, el tío de la presidenta de la Comunidad de Madrid que merodea mudo por el negocio. “No queremos más. Que vivimos bien con lo que tenemos”, replica Miguel.
“Éste es el bar de la familia y estamos a muerte con ella”, asevera el empresario, por si hubiera dudas. Entre comandas y menús del día, los presentes escuchan las últimas declaraciones de la política, una completa desconocida cuando Casado la eligió para encabezar la candidatura popular en las elecciones de 2019. “La situación es insostenible”, desliza Díaz Ayuso en uno de los cortes del informativo. En las mesas de "La Laguna" la trifulca que ha abierto en canal el PP, sumido en la peor crisis desde su fundación, se vive como una contienda propia.
“Es que hay que ayudar a la familia”, admite Matilde Aldonza, una pensionista que, con una copa de vino tinto, tapea en la terraza del Café París, situado frente al restaurante que se reivindica como templo del “ayusismo” en Sotillo de la Adrada, un municipio de 4.721 habitantes encajado en el Valle del Tiétar, con el trasfondo de la Sierra de Gredos y a tan solo 90 kilómetros de Madrid. Matilde -emparentada con un familiar de Leonardo, el padre de Isabel fallecido en 2014- llama “sobrina” a la presidenta madrileña. “El padre de Isabel era primo hermano de mi marido. A Isabel la vi nacer. Hemos estado unidos toda la vida. Si mi marido, que murió el año pasado, llega a ver todo esto, le hubiera dado un infarto”, detalla.
Por “esto” Aldonza se refiere a la controversia que surgió la semana pasada, cuando se filtró el presunto espionaje encargado por la Empresa Municipal de la Vivienda de Madrid a propósito del contrato adjudicado en abril de 2020 a Priviet Sportive S.L. a través de Tomás Díaz Ayuso, hermano de la presidenta madrileña. La Comunidad desembolsó entonces, en plena primera ola de la pandemia, 1.512.000 euros por 250.000 mascarillas FFP2 y FFP3, a razón de 6,05 por unidad. Según la dirección nacional del PP, Tomás cobró una comisión de 286.000 euros. Su hermana asegura, en cambio, que recibió 55.850 euros en concepto de honorarios por haber servido de intermediario en una licitación tramitada por la vía de urgencia, sin pasar por concurso público.
El pueblo que sirvió de nexo
Sotillo es protagonista involuntario de la riña fratricida que, en palabras de Isabel, “ha hundido” al PP. En la localidad abulense, rodeada de bosques, los Díaz Ayuso trabaron amistad hace décadas con la familia de Daniel Alcázar Barranco, el dueño de Priviet Sportive SL, una empresa dedicada a la fabricación de artículos textiles y la explotación agrícola, forestal y ganadera. “Los padres de Daniel se dedicaban al tema textil de toda la vida. Son como los Díaz Ayuso. De los que pasan por aquí y te invitan a un vino. No hay nada en ellos que pueda generar desconfianza”, relata Fernando Alfonso, un vecino que reside cerca del chalet que la familia de Díaz Ayuso aún posee en el pueblo.
Lo que haya hecho su hermano no es culpa de Isabel"
MATILDE ALDONZA, VECINA
En la parroquia sotillana hay pocas dudas sobre “la ejemplaridad” con la que durante días han especulado en Génova 13, la sede del PP. “Es una familia buenísima. Ella viene a veces a la casa familiar con piscina que tiene por esa calle”, indica Amparo Fernández, una octogenaria que a primera hora de la tarde, desafiando al sopor de la sobremesa, cruza por el hogar del pensionista. “La han traicionado por mala idea y porque mandaba más que ellos”, deja escapar. “Lo que haya hecho su hermano no es culpa de Isabel”, comenta quien, como los habitantes interrogados, exonera a la presidenta regional de cualquier delito. “Es que es una familia muy honrada. ¡Y su padre bien guapo que era! Yo votaría por Isabel cincuenta millones de veces”, dice antes de reanudar su paso lento.
Bastión del centro-derecha
Un voto que, de momento, no está a su alcance. Sotillo se halla en un extremo de la provincia de Ávila, a un tiro de piedra de Madrid pero fuera de su circunscripción electoral. Desde la llegada de la democracia, la plaza ha votado religiosamente al centro-derecha. Entre 1979 y 1995 a UCD y, desde entonces, al PP. En las municipales de hace tres años, los adláteres de los hoy enfrentados Casado y Díaz Ayuso arrasaron con el 57,23 por ciento de los sufragios. El PP consiguió 7 ediles frente a los 2 del PSOE y al concejal de Izquierda Unida y Vox respectivamente. En los comicios autonómicos, celebrados hace tan solo una semana, el PP revalidó victoria con el 40 por ciento de los apoyos frente al 16 por ciento de Vox. La abstención rozó el 50 por ciento.
Otros hacen mucha más corrupción y aquí no pasa nada. Los del PP son los tontos de turno. Siempre pagan los platos rotos"
GREGORIO CUERVA, vecino
Ocho días después de la cita con las urnas, el panorama asoma más sombrío, menos triunfante. “A Casado le veo muy flojito. Tiene a mucha gente en contra”, comenta Gregorio Cuerva mientras apura los últimos sorbos de una cerveza al sol generoso del lunes. “Yo siempre he votado al PP pero, de aquí en adelante, otro gallo cantará si es que aguantamos hasta las próximas elecciones y no nos vamos antes para el otro barrio”, bromea. Ni siquiera una decisión judicial adversa le haría cambiar de opinión. “La justicia depende de cómo la mires. Para mí no es neutral. Otros hacen mucha más corrupción y aquí no pasa nada. Los del PP son los tontos de turno. Siempre pagan los platos rotos”, despotrica.
Gregorio no oculta que en las pasadas generales optó por Vox. Quebró una fidelidad de décadas, por primera y última vez. “Partimos el voto en casa. Mi mujer apoyó al PP y yo le di el voto a Vox. En las autonómicas me quedé con el PP porque creo que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, confiesa. No obstante, el jubilado ejercita cierta prudencia, a la espera de los derroteros que depare el futuro próximo. “No sé. Luego todo te sale rana. Esto de apoyar… hasta que las cosas no estén claras”.
"La futura presidenta del Gobierno"
En uno de los parques donde la chiquillería se congrega a media tarde, Silvia Manzano, una de las madres, repite la biografía de Díaz Ayuso que sigue como un mantra en las callejuelas y las fachadas de piedra de Sotillo. “Es una mujer que tiene sus ideas muy claras, con mucha valentía y que lo está sacando todo a la luz y está dando la cara. Tiene un par de narices, vamos”, apunta entre risas.
Su compañera de mesa, Laura Martín, suena más escéptica. “Ya da igual el partido. La corrupción se toma como algo normal cuando no debería ser así. Te da por pensar que está mal, pero hay que esperar a lo que diga la justicia”, murmura. “Yo no la votaría pero no me desagrada”, contesta. “A mí si me gusta”, agrega Silvia.
Una elección que Miguel Ángel Fernández, otro cliente de La Laguna, no dudaría si Díaz Ayuso, en contra de lo que lleva asegurando desde hace días, barruntara el salto a la política nacional. “La futura presidenta del Gobierno. Casado y García Egea han levantado mierda contra una señora que tiene Madrid arriba, que estaba muerta; ha apoyado la hostelería y ha abierto un hospital. ¿Quién hace eso?”, opina.
Yo la votaría encantada. No sé a quién puede caer mal con lo maja que es"
MARINA KOSENJO, VECINA
Matilde, que presume de lazos familiares, la ve de “presidenta del PP y luego del Gobierno”. “En este país de fascistas no quieren a una mujer. Y se ha montado todo este lío porque saben que mi sobrina les da mil vueltas a todos ellos juntos. Y eso no puede ser. La apoyo a ella y a Tomás al cien por cien. Casado y García Egea, a la puta (sic) calle”, balbucea. A unos metros, Marina Kosenko, una ucraniana afincada en Sotillo desde hace más de dos décadas, pasea a Coco y Leo, dos dóciles chihuahuas. “Yo la votaría encantada. No sé a quién puede caer mal con lo maja que es. Isabel es muy buena chica, una protectora de los animales”.
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