Abandona el escaño, todas las responsabilidades dentro del PP y la política activa. Pablo Casado ha cerrado su etapa de gestión dentro del partido y se ha despedido de la plana mayor popular. Sin críticas y con un tono cordial, aunque marcando posiciones y dejando constancia, a su juicio, de la buena actuación durante los últimos cuatro años; en su mandato.
Son muchas las muestras de unidad que ha presenciado el auditorio del Palacio de Congresos de Sevilla, repleto de afiliados populares y de proclamas cargadas de entusiasmo y focalizadas hacia el futuro. El ambiente desde primera hora del viernes, en la sesión inaugural de las dos que comprende el cónclave del PP, ha sido activo. Entre bambalinas, y por las zonas comunes del complejo andaluz, algunos han repetido hasta la saciedad la importancia de lo que este fin de semana acontece en la capital de Andalucía. "Reinicio", "comienzo" o "nuevo camino" son algunos de los términos empleados por los compromisarios de menor y mayor rango.
También sobre el escenario. Desde Baleares a Asturias; desde Cataluña a Castilla-La Mancha. A mediodía los presidentes del PP que no gestionan sus respectivas comunidades, destapaban el marco de la adhesión. Marga Prohens, Paco Núñez, Carlos Iturgaiz, Alejandro Fernández, Ana Beltrán, Carlos Mazón, Jorge Azcón, Juan José Imbroda, María José Sáenz de Buruaga, José Ignacio Ceniceros, Manuel Domínguez, Teresa Mallada o José Antonio Monago, que integrará la nueva dirección, reivindicaban el nuevo sentir de la formación con lemas sonoros como "es nuestro momento", "estamos más unidos que nunca" y "somos la alternativa al socialismo". No dejaban de resonar en el interior del auditorio.
El sentimiento y la exaltación de reconciliación ha sido continuo y persistente, desde cargos municipales a nacionales. Y ese principio, es lo que hace distar con creces este congreso del PP con su edición anterior, la decimonovena. Precisamente, por esta razón, y aun con pesar, Alberto Núñez Feijóo se ha atrevido a dar el paso y a coger el tren a Madrid.
El sentimiento de reconciliación ha sido continuo y persistente, desde el municipalismo a lo nacional
De la triada de candidaturas, al unísono gallego
El temor a que el vacío de poder diera lugar a una guerra sucia entre 'hermanos' dentro del PP, hizo que el gallego contuviese en 2018 el impulso de presentarse a las primeras primarias del partido en toda su historia. El peso de las candidaturas anunciadas era demasiado contundente. Dos perfiles clásicos: María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría. Fieles a Mariano Rajoy que ante su marcha reivindicaron la posición por méritos. Una, secretaria general; la otra, también 'segunda' del presidente, pero en el Ejecutivo.
Ante esa bicefalia surgió Casado, como referente de la regeneración que demandaba el partido tras una salida traumática del gobierno y tras largos años con la mochila de la corrupción a cuestas. Casado ganó -con el sustento de los respaldos de Cospedal-, pero el partido siguió fragmentado en dos. Y el presidente, en lugar de unificar, apartó a toda la vieja guardia marianista.
La nueva edificación en Génova nació fallida y la pluralidad de voces, en cuanto a planteamiento estratégico, fue diezmando la candidatura a dirigir el país. Un problema que intensificó diversos aspectos externos como el auge de nuevos partidos, el nacionalpopulismo y una crisis global del conservadurismo tradicional.
Que sólo haya una opción presentada para liderar el próximo camino del PP ha facilitado esta transición. Esa, concretamente, fue una de las demandas de Feijóo a Casado el día que éste le invitó a postularse: nadie en frente. Y, ello, ha facilitado esa coordinación a la hora de fijar un objetivo, el de rencauzar el proyecto inaugurado en los noventa.
Sin sangre
Casado ha querido sellar su periodo en la presidencia con discreción. Dejó la bancada de las Cortes desde el primer momento y se enclaustró en su despacho de la séptima planta de Génova. A pesar de la resistencia ejercida al comienzo de la crisis de febrero, algo que concibió como "agridulce" e inexplicable, Casado ha preferido borrarse de cualquier intercambio de golpes y mostrar "gratitud". Despedirse de los que antaño lo auparon a la presidencia de la misma forma: yéndose en un "congreso democrático".
La expectación de periodistas y representantes populares este viernes, estaba fijada la dirigente de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, así como en el resto de mandatarios regionales del PP que tocan poder. Juanma Moreno, Fernando López Miras, Jesús Vivas, Alfonso Fernández Mañueco y el propio Feijóo, en una 'mesa' de breves ponencias, se han centrado en resaltar su gestión a título individual. Sin más miramientos.
Ayuso, por el contrario, ha tensado ligeramente la cuerda dejando dos recados. El primero es que el cónclave sevillano es "la respuesta a una crisis que nunca debió de existir". El segundo, directamente a Feijóo, instándole a generar un plan ganador: "no estamos aquí para ganar un congreso, sino para ganar elecciones".
Compitiendo en decibelios
Casado ha superado el trámite más escabroso de su mandato, su salida. Aunque el clima generalizado ha sido el de la cordialidad, la comparativa de efusividad y aplausos experimentada ha sido el mejor termómetro para comprobar la estima al abulense dentro del PP.
Ni él ni Ayuso han acudido al grueso del evento, pero la entrada al auditorio ha servido para comprobar el apoyo unísono de las bancadas a la líder madrileña, un sonido abrupto que ha dejado en modesto el recibimiento de Casado, acompañado en todo el recorrido de descenso hacia la primera fila.
El nuevo PP echa a andar este domingo con mucho trabajo por hacer y también con multitud de dudas a sólo un año para que se inicie la carrera electoral de las generales. Lo que está claro es que, el dilema que a Casado se le presentó en Castilla y León, de dar paso a Vox, y que conllevó su negativa, y, en parte su salida, difícilmente lo sorteará Feijóo a nivel nacional.
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