Karima Ziali tomó hace unos días sus redes por asalto para romper un tabú. No quería permanecer muda. De haberlo hecho entre los muros de su país, le habría costado dos décadas de cárcel, tal vez incluso el repudio de los suyos. Karima es marroquí y llegó a España con 3 años. Hoy tiene 35. Poco después de que el Gobierno español quebrara décadas de consenso sobre el contencioso del Sáhara Occidental, la joven declaró públicamente su adhesión a la independencia de los saharauis.
"Pocas veces me he posicionado políticamente. Pero en esta ocasión no puedo evitarlo. Soy española de origen marroquí y me resulta imposible verme representada directa e indirectamente bajo una monarquía que sigue moviéndose en la línea de la brutalidad consensuada con el Estado español desde hace más de cuarenta años. Si amo mi libertad, también amo la de los demás", manifestó Karima en una publicación en Facebook e Instagram.
Un grito cargado de valor, contra las líneas rojas de la monarquía marroquí y los silencios familiares, que han secundado otras camaradas marroquíes que habitan en España. Dos semanas después del giro español en el Sáhara, en mitad de la soledad parlamentaria con la que PSOE ha pagado lo que muchos califican de "traición", El Independiente reúne el testimonio de tres jóvenes marroquíes, todas mujeres, que aceptan enterrar su mutismo y hablar públicamente a favor del pueblo saharaui.
Rompiendo un tabú
"En Marruecos es una cuestión completamente tabú, de la que no se suele hablar. Me decidí a decirlo porque quería darle visibilidad a un tema que no se trata entre los marroquíes, ni dentro ni fuera del país", esboza Karima, afincada en Granada. Es la única de las tres que acepta aparecer con nombre y apellidos, exhibiendo su rostro, sin miedo a las represalias o las consecuencias de la ubicua vigilancia marroquí. "Nací en Marruecos pero crecí en Cataluña. He estudiado Filosofía y Antropología. Entendía que sí merecía la pena tomar una postura", murmura.
Me decidí a decirlo porque quería darle visibilidad a un tema que no se trata entre los marroquíes, ni dentro ni fuera del país
Karima Ziali, 35 años
Karima resume sin medias tintas su posición, clara y directa: "Este tema incumbe principalmente a los saharauis, que son los protagonistas de sus vidas y de toda esta historia, pero los jóvenes marroquíes también tenemos algo que decir. Debemos abrir un diálogo que, por desgracia, no se está produciendo", lamenta.
La marroquinidad de la ex colonia española es uno de los pilares sagrados que el régimen alauí ha mantenido desde la "Marcha Verde", la invasión marroquí emprendida en noviembre de 1975, aprovechando la agonía del dictador Francisco Franco. Entonces 300.000 civiles marroquíes, parapetados entre unidades militares armadas, irrumpieron en un territorio que sigue pendiente de descolonización.
Es una auténtica barbaridad lo que Marruecos hace con el pueblo saharaui. Por más que yo sea marroquí no me voy a esconder ni defender lo que hace mi país porque me parecen actos atroces
NUR, 29 AÑOS
La población saharaui quedó dividida entre el interior y los campamentos de refugiados establecidos en la inhóspita hamada argelina, en las proximidades de Tindouf. Rabat ha torpedeado la celebración del referéndum de autodeterminación bajo auspicios de la ONU y en 2007 presentó un plan de autonomía al que se ha adherido ahora con entusiasmo el Ejecutivo de Pedro Sánchez.
"Es una auténtica barbaridad lo que están haciendo con el pueblo saharaui. Por más que yo sea de Marruecos no me voy a esconder ni defender lo que hace mi país porque me parecen actos atroces", replica Nur, el nombre ficticio de otra de las jóvenes que desafía con valentía y en público la narrativa oficial de su tierra de origen. Nur vive en el sur de España desde hace 23 años. Tiene 29 primaveras. Aún litiga para conseguir la nacionalidad española. Su situación resulta especialmente sensible. "Sé que me estoy arriesgando mucho porque, además, tengo el pasaporte marroquí caducado. Pero no pienso callarme", advierte.
Contra Alá, el rey y el Sáhara marroquí
Su posicionamiento en el conflicto saharaui, radicalmente contrario al del monarca y el establishment político del país vecino, no es la única enmienda que Nur lanza a quienes reinan y gobiernan al otro lado del estrecho. "Llevo cinco o seis años sin visitar Marruecos y no tengo intención de ir. Soy lesbiana y apóstata del islam. Denuncio todo lo que está haciendo Marruecos con los saharauis porque me parece sencillamente horrible, denigrante e inhumano. Lo diré en público durante toda mi vida hasta que me silencien".
La biografía de Nur es un completo órdago a la triada que sustenta el orden en Rabat: Dios, el rey y el Sáhara marroquí. Un golpe certero al andamiaje que mantienen en pie décadas de propaganda, mentiras y desinformación masiva. Layla, la tercera joven en liza, también suscribe los dardos. "Soy feminista y muchas de mis compañeras son saharauis. Mi posición la he mamado directamente del contacto con ellas. No hay manera ética de posicionarse del lado de Marruecos, por muy marroquí que se sea", responde.
"Sé de las consecuencias. Para decir lo que digo, he renunciado a volver a pisar mi tierra", comenta Layla, quien también exige anonimato. "Posicionarse políticamente con el Sáhara Occidental son 20 años de cárcel en Marruecos por traición", escribió en La voz de la infiel, su cuenta en Instagram. "No en balde las cárceles de Marruecos están llenas de saharauis, periodistas y activistas marroquíes; tenemos a compatriotas exiliados; el Hirak del Rif [las protestas que estallaron en el norte del país en 2016], de mi pueblo paterno, se saldó con tantas víctimas por reclamar comida, libros y sanidad", arguyó. "De bravura y ética vamos sobrados, no tengáis duda".
Lo más ético sería darles a los saharauis el referéndum que piden. No hay manera ética de posicionarse del lado de Marruecos, por muy marroquí que se sea
LAYLA, 29 AÑOS
"La oveja negra"
En su mensaje, Layla no dejó títere con cabeza. Fue implacable: "Un gobierno que asesina, ahoga y maltrata a su propio pueblo es capaz de lo inimaginable con uno ajeno. He visto vídeos, violaciones a mujeres, fotografías, testimonios que no me dejan dormir". "Las tierras para quienes las habitan y estiman. Las tierras para sus pueblos. ¡Viva el Sáhara libre!", gritó. "Lo más ético sería darles el referéndum que piden", reivindica durante la conversación.
Layla desembarcó en España con apenas cuatro años. Hoy tiene 29. "Soy apóstata del Islam. Es un dato muy importante porque el hecho de serlo me da también fuerzas para posicionarme en el conflicto saharaui, porque al final me tienen fichada en las redes. Si no puedo volver, ¿qué mas me da?", dice en tono desafiante. Su opinión no es compartida en el seno familiar. "La mía es una familia pro régimen marroquí", avisa.
Es una población muy empobrecida, en un contexto todavía bastante rural, y existe mucho analfabetismo
Karima Ziali, 35 años
"Tampoco soy monárquica. Me considero republicana. Ya ves que yo soy la oveja negra. Por eso digo que no vuelvo a pisar Marruecos", recalca entre risas. No rehúye la pregunta sobre Mohamed VI: "Bueno, creo que entre semejantes compadrean. Si compadreas con Estados Unidos e Israel, no deja de ser un genocida más y lo único que es tiene más mano izquierda que su padre".
Las palabras de Karima suenan más comedidas. "Cualquier marroquí medio sería incapaz de definirlo como un dictador. Es decir, el rey está ahí porque la gente también necesita que esté. Si quieres definirlo como un dictador, la sociedad necesita entonces que haya un dictador", aduce. "Es una población muy empobrecida, en un contexto todavía bastante rural, y existe mucho analfabetismo. Ha ido mejorando en los últimos años, pero la percepción sigue siendo la de un monarca que todavía tiene en sus manos todos los poderes. Debería soltarlos para caminar hacia una democracia", opina.
En el reino de las mordazas
Sus declaraciones, rupturistas, jamás se han escuchado en los confines de Mohamed VI, donde reina la censura y la represión. Según el índice de Reporteros sin Fronteras, Rabat ocupa la posición 135 de los 180 países. La organización cita entre sus mordazas el continuo hostigamiento judicial a los periodistas que desafían las extensas y densas líneas rojas. Karima admite que, al igual que las dos compañeras que han accedido a hablar con este diario, son "una isla".
"Da la sensación de que en el tema saharaui, los marroquíes reculamos y lo dejamos todo en las manos de los políticos. Como sociedad, también tenemos algo que decir", indica. Y, como prueba, todas las adhesiones que ha recibido estos días por las redes sociales proceden de la península. "Son españoles o de herencia saharaui. Abiertamente marroquíes, de momento ninguno", confirma.
Quizás sea un gesto que pueda hacer que cada uno en su fuero interno empiece a cuestionarse por qué los marroquíes no estamos hablando de esto
Karima Ziali, 35 años
Karima mantiene cierta esperanza de que "su grano de arena" contribuya a un cambio, como las dunas que mudan de ubicación y se desplazan por la inmensidad del desierto. "Quizás sea un gesto que pueda hacer que cada uno en su fuero interno empiece a cuestionarse por qué los marroquíes no estamos hablando de esto", murmura. Le inquieta el mutismo que, puertas hacia dentro, envuelve al futuro de la ex colonia; la presencia omnipresente y medieval del monarca; y la losa de la religión. "Están entrelazadas y tejidas a la tradición y resulta difícil cuestionarlas o simplemente abrir una reflexión sobre su papel", precisa.
"Sobre la religión, hay que encontrar una esfera privada donde cada uno de forma íntima encuentre su lugar para practicarla. No creo que el credo en las esferas pública o política sea viable si queremos dirigirnos hacia la democracia", receta. "Y sobre el rey la verdad es que al inicio de su reinado parecía que las cosas iban a cambiar mucho, pero en los últimos años se han producidos varios retrocesos".
Somos las valientes, las que sentimos más la opresión
LAYLA, 29 AÑOS
La suerte de club que el giro de España ha provocado en las últimas semanas está integrado exclusivamente por mujeres marroquíes residentes en España. No hay rastro de varones. "Somos las valientes, las que sentimos más la opresión. Me imagino que tiene también que ver con que las saharauis son muy feministas y muy activas en la luchas por sus derechos", subraya Layla. "Los hombres no están. No encuentro otra explicación que no sea la hipocresía. Son los primeros en alzar la bandera del islam y los primeros en romper sus mandamientos", dispara.
"Un país con ganas de liberarse"
Romper los moldes, salirse del redil, tiene su precio. "He perdido a los dos únicos marroquíes que me quedaban en las redes. Toleraban mi discurso ateo y feminista pero no han soportado mi posición en el Sáhara", precisa la joven.
Las respuestas adversas también se acumulan en el caso de Karima y Nur. "Con mi familia nunca ha habido un reacción muy positiva en este tema. Y no soy la única", responde Karima. "Les llamo toques de atención, pero son amenazas. Estoy curada de espanto. Mi familia en Marruecos celebra las violaciones contra los saharauis. Hace un año puse la bandera saharaui en WhatsApp y no sabes la que me cayó en el grupo familiar", rememora.
"Me dijeron que la quitara inmediatamente porque había puesto una enseña de asesinos. Consideran que poseen la verdad absoluta. En Marruecos tienen tan metido esto en la cabeza que nadie es capaz de hablar y debe haber miles de personas que opinen como yo. Pero si hasta a mí me cuesta trabajo hablar desde aquí...", añade.
Las tres voces combativas describen un país que debe aún enfrentarse a sus fantasmas y un régimen que -admiten- tiene sed de expandirse y emplea el chantaje como arma. "El Sáhara tiene una historia propia y no fue marroquí", alegan.
Tampoco esconden que la agresiva de Rabat es una zancadilla para la integración de los 800.000 marroquíes establecidos en nuestro país. "No ayudan a mejorar las relaciones cotidianas", señala Karima. "A España le interesaría mejorar sus lazos con Mauritania o Argelia y no sucumbir al chantaje marroquí", sugiere Layla.
Karima, Nur y Layla apuestan por seguir enraizadas en España, con la mirada puesta más al sur. "Marruecos es un país con ganas de liberarse, pero con mucho miedo todavía a la democracia y a superar los muros que impone la religión. Los jóvenes sí quieren vivir de una manera más libre, pero el miedo es todavía palpable, incluso entre las personas que buscan ese cambio social", concluye Karima.
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