"Por supuesto". Así respondió Pedro Sánchez este jueves a los periodistas ante el interrogante de si apoya a su ministra de Defensa, Margarita Robles. Lo dijo subiéndose a su coche oficial tras acudir al Congreso para participar en una ajustada votación, la del decreto del plan nacional de respuesta, que le obligó a quedarse en tierra y no volar a Moldavia y Polonia como tenía previsto.
La pregunta no era baladí. Desde que el diario estadounidense The New Yorker se hizo eco en sus páginas de la existencia de un espionaje masivo a los líderes del procés independentista y sus entornos -cuestión de la que ya se tuvo las primeras noticias hace dos años- todas las sospechas se centraron en la actuación del CNI y en la que es su máxima responsable: la ministra de Defensa. Y ella tampoco ha contribuido, le reprochan, a rebajar la tensión para no comprometer más la estabilidad del Gobierno.
No son pocos los que la tienen en su punto de mira desde hace años, empezando por los socios de coalición y siguiendo por los soberanistas. El caso Pegasus -que da nombre a la tecnología con la que presuntamente se contaminaron los terminales telefónicos- con ser un asunto grave, sirve de argumento para arremeter contra la figura que mejor representa en el Gobierno eso que se llama "sentido de Estado" y defensa del pacto constitucional.
No son pocos los que la tienen en su punto de mira desde hace años
No dejó de resultar casi entrañable cómo muchos ministros socialistas salieron públicamente esta semana en su defensa, incluso aquellos con los que tiene una indisimulada enemistad como es el caso del titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el de Seguridad Social, José Luis Escrivá, alabaron las explicaciones que Robles proporcionó el pasado miércoles durante una dura sesión de control al Gobierno.
Asaetada por cuatro preguntas -tres de ellas de partidos independentistas- sobre el espionaje a los líderes del procés, no sólo dio carta de naturaleza a la posible existencia de escuchas por parte del CNI, sino que no ahorró en insinuaciones dirigidas hacia el soberanismo. “¿Qué tiene que hacer un Estado, un Gobierno, cuando alguien vulnera la Constitución, cuando alguien declara la independencia, corta las vías públicas, cuando realiza desórdenes públicos, cuando alguien está teniendo relaciones con dirigentes políticos de un país que está invadiendo Ucrania?”, le contrapreguntó a la portavoz de la CUP, Mireia Vehí.
Pero no paró ahí, porque tras defender la legalidad de las actuaciones de los servicios de inteligencia del país, insinuó que "no lo pueden decir todos" y muchos "igual tendrán que callarse cuando salga todo".
A partir de ese momento se cercenó definitivamente la posibilidad de que ERC viera otra opción que no fuera rechazar el decreto anti-crisis mientras el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, pedía su cabeza, aunque, eso sí, primero se aseguraban que el plan de respuesta saliera adelante con el apoyo de Bildu.
¿Pero en qué medida corre peligro la continuidad de la ministra de Defensa? A decir de fuentes de Moncloa "no rodarán cabezas y menos la suya", al tiempo que apelan a la "memoria histórica" del papel jugado por la ex magistrada al lado de Pedro Sánchez. "Sanchista" de primera hora, el hoy presidente del Gobierno la nombró portavoz del Grupo Parlamentario "cuando nadie la quería" por no dejar de ser un cuerpo extraño, sin carnet de partido. Eran los tiempos en que Sánchez logró doblar el pulso al aparato de Ferraz al ganar las segundas primarias tras ser despojado de sus galones en Ferraz y abandonar el escaño.
"No rodarán cabezas y menos la suya", afirman en Moncloa
El hoy presidente "no era diputado lo que le impedía presidir el Grupo Parlamentario. Pero puso ahí a Margarita, la misma que votó en contra de la investidura de Mariano Rajoy en 2016. Eran ella, Adriana Lastra y Rafael Simancas los que sostenían el proyecto de Sánchez en el Congreso", aducen.
Pero no sería la primera vez que un jefe del Ejecutivo convierte en lastre lo que antes fueron apoyos y aparta a aquellos que le encumbraron. Que se lo digan a José Luis Ábalos, un ejemplo de cómo se puede pasar de ser todo a no tener nada. Pero los mismos medios monclovitas replican que "una cosa es prescindir de alguien por decisión propia, como hizo en julio del año pasado com la crisis de Gobierno, y otra ceder a las presiones de la oposición cuando exigen cabezas".
En definitiva, lejos de estar en zona de peligro, parece blindada. Y todo ello a pesar de conducirse con una enorme libertad, inmune a los argumentarios de Ferraz, a estrategias preconcebidas y erigida en bestia negra de Podemos, podio que comparte con la vicepresidenta primera, Nadia Calviño.
Podemos admite preferir que Robles continúe en el Gobierno
Precisamente, desde las filas moradas, donde se ha incrementado la presión contra ella tanto a cuenta del caso Pegasus como al envío de armas a Ucrania, admiten que, realmente, la presencia de la ex juez en los Consejos de Ministros les permite marcar distancias y perfil propio para diferenciarse del PSOE. "No queremos que la cese Sánchez", confiesan a pesar de los mensajes públicos en sentido contrario de destacados dirigentes de Podemos, incluida una ministra, como son Ione Belarra, Pablo Iglesias o Pablo Echenique. Por su parte, Robles no tiene ningún inconveniente en confrontar con los socios de Gobierno. Todos contentos.
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