El 19-J puede marcar un antes y un después en el devenir político del país. Las elecciones andaluzas constituyen un buen termómetro para medir la salud de las distintas formaciones políticas y condenar a aquellas a las que persiguen los peores augurios. Precisamente, uno de los partidos que se juega nada menos que su supervivencia es Ciudadanos, caminando al borde del precipicio electoral. La candidatura de Juan Marín puede pasar del todo a la nada. De la vicepresidencia de la Junta de Andalucía al riesgo de ser extraparlamentario.
En este escenario, los populares trabajan con la hipótesis de que un descalabro de las siglas naranjas en Andalucía terminará con la carera política de Inés Arrimadas, de la que dicen "no llega a las próximas generales si su partido también desaparece" en la Comunidad presidida por el popular Juan Manuel Moreno como lo hizo en el territorio de Isabel Díaz Ayuso.
Con respiración asistida en Castilla y León, donde salvó un escaño, el de Francisco Igea, el panorama territorial para el partido que fundara Albert Ribera es desolador y Andalucía puede terminar de poner la puntilla a Arrimadas. Todo ello sin contar con que las elecciones locales y autonómicas del cuarto domingo de mayo de 2023 llevan visos de convertirse en un suplicio para ella y su equipo, si es que llegan para entonces, tanto por la dificultad para elaborar listas como para asimilar unos resultados más que desfavorables.
Andalucía puede terminar de poner la puntilla a Arrimadas
Aún así insisten en concurrir con sus propias siglas descartando la posibilidad de incorporarse a las candidaturas del PP como independientes. Esgrimen en Ciudadanos el argumento de que si no se presentan con sus listas en territorios como Madrid capital o Comunidad Valenciana "tenemos que cerrar el partido". Otra cosa es que sea el electorado el que ponga punto y final a la andadura de Arrimadas, heredera de una formación en caída libre.
Efectivamente, los populares trabajan con la hipótesis de que la líder de Ciudadanos no será candidata en 2023. Pero no sólo es una percepción acorde a la deriva electoral del partido que llegó a quedarse a tan solo nueve diputados de distancia del PP.
Al hecho de que no pocos dirigentes territoriales del PP han hablado con ella para analizar formas de una unión por absorción, que ella rechaza de plano, cada vez son más numerosas las deserciones en las filas naranjas que llaman a la puerta de los populares buscando un lugar al sol. Ciudadanos se está descapitalizando progresivamente conforme bajan las expectativas electorales.
El partido lleva más de dos años en un proceso de implosión. Y lo que queda. La reciente dimisión en bloque de la junta directiva de Ciudadanos de la ciudad de Córdoba, por enfrentamientos con su secretario de Organización, es una buena muestra del estado de descomposición de los naranjas. Pero antes ya abandonaron el que fuera vicepresidente tercero de la cámara autonómica, Sergio Romero y Fran Carrillo, diputado por Córdoba que compitió en primarias contra Juan Marín.
Aún así, Arrimadas confía en que sus siglas aguanten en Andalucía. Una reforma de la ley electoral autonómica promovida en su tiempo por el PSOE-A rebajó el porcentaje mínimo exigible para tener representación en el Parlamento del Hospital de las Cinco Llagas del 5 al 3 por ciento. De esa forma se aseguraba el socialismo que Izquierda Unida siempre obtuviera escaños por si debía apoyarse en ellos para gobernar.
Ese es el clavo ardiendo al que se aferra la líder de Ciudadanos, aunque en no pocas provincias andaluzas el límite lo marca el 6 o 7 por ciento de voto para arañar algún escaño. Son las provincias que menos escaños reparten, como Huelva o Jaén. Cuantos más asientos, más proporcional resulta el reparto, por lo que los naranjas centran todas sus esperanzas en Sevilla, Málaga y Cádiz.
El hecho es que sin Andalucía, primero, y sin el ayuntamiento de Madrid, después -cita a la que ya acudiría Ciudadanos tocada de muerte- sólo quedaría firmar el acta de defunción política de Arrimadas.
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