Los autobuses y los coches con los primeros turistas del verano en las Rías Baixas cruzan la carretera despreocupados. Hay quien lo hace a pie y con perro, protagonistas de una agradable caminata vespertina. En un punto kilométrico, la avenida jalonada de viviendas adosadas experimenta un revuelo insólito: decenas de cámaras y reporteros montan guardia a la entrada de una callejuela tapizada por la vegetación.
Es la vivienda de Pedro Campos, el presidente del Real Club Náutico de Sanxenxo y uno de los amigos más cercanos e incondicionales de Juan Carlos I. Campos, el anfitrión en su más de dos décadas de vinculación al municipio pontevedrés, es también ahora, tras 654 días de travesía por el desierto, quien vuelve a acoger al Rey emérito, de 84 años. "Se quedará en mi casa", confirma él mismo en declaraciones a El Independiente. Lo hace con ocasión de la disputa del Trofeo InterRías del Circuito Copa España 2022 de clase 6mR por la ría de Pontevedra. Es el mismo inmueble que fue testigo de la última noche del Rey en España, antes de partir hacia su "autoexilio" en agosto de 2020.
Campos se ha implicado personalmente en la operación que ha devuelto a España a Juan Carlos I, al menos fugazmente. Por tiempo de tres días, una vez que la fiscalía ha archivado las investigaciones. El patrón del "Bribón", que compartió regatas y asumió su dirección ante la ausencia del monarca, se ha desplazado personalmente al aeropuerto de Vigo, a unos 40 minutos en coche de Sanxenxo, para recibir al padre de Felipe VI a pie de pista. El avión privado, un jet intercontinental Gulfstream G450, ha aterrizado hacia las 19.13 horas de este jueves tras más de 6.000 kilómetros de travesía y ocho horas de vuelo desde tierras emiratíes.
Circo mediático
Los primeros curiosos desfilan por el lugar precisamente, cuando pasadas las 19.00 horas, llegan las noticias del aterrizaje. Es entonces cuando un admirador del monarca, que rehúsa proporcionar su nombre, anuda una bandera de España a una de las verjas colocadas por la policía en los accesos de la vivienda. "Estaba en Sanxenxo por casualidad y me he enterado del lugar al que viene a dormir el Rey. Le echaba de menos. Es el mejor Rey que ha tenido España, el que trajo la democracia a nuestro país", glosa el forofo, parapetado bajo una mascarilla con la enseña patria. "Nadie discute que es un momento de cierto interés", agrega.
Le echaba de menos. Es el mejor Rey que ha tenido España
La vivienda, emplazada en la parroquia de Nanín, está compuesta de dos plantas y dispone de vistas sobre la ría de Pontevedra. Se halla en primera línea de una pequeña playa pública a la que se accede desde algunas callejuelas cercanas. El inmueble, por cuyas verjas a primera hora de la tarde se escucha el ruido de los últimos preparativos, goza de una rápida conexión por carretera con las instalaciones del puerto deportivo de Sanxenxo. Un remanso de paz y privacidad, no muy lejos del centro de la localidad.
En Sanxenxo, donde los habitantes le recuerdan con afecto, no son todo muestras de afectos. A las puertas de la vivienda que durante tres días albergará al monarca, se escucha algún eco de detractores. "¡Viva la República!", grita un copiloto desde la ventanilla de una furgoneta blanca cuando el vehículo cruza el kilómetro cero de la expectación. A media tarde apenas hay vecinos. Son unas decenas cuando el Volvo gris en el que viaja el emérito asoma por el horizonte. El grueso lo forman siempre los cámaras y los reporteros que aguardan al Rey. "No me gusta esto. En cuanto llegue, esto será un lío de seguridad, radares y policías", maldice otro vecino.
La incógnita del Rey
El Rey nos ha dicho dos cosas: que está en buena forma física y nos alegra mucho porque ha perdido peso
"La gran incógnita", admite Campos, será si Juan Carlos I participará en la regata como espectador o a bordo del "Bribón 500". "No sabemos lo que sucederá. Él nos ha dicho dos cosas: que está en buena forma física y nos alegra mucho porque ha perdido peso. Se ha preparado bien y ha tenido tiempo, pero también es cierto que lleva tres años sin navegar y eso se nota mucho. Eso ya lo vivimos cuando estuvo cinco o seis años sin navegar por los problemas de cadera y rodilla. Y cuando volvió a navegar, le costó. Es la gran incógnita", señala Campos.
"Dependerá mucho del viento. Si el viernes hay mucho, seguro que no saldrá y, si hay poco el sábado, lo hará entonces. Va a depender de cómo amanezcamos mañana [por este viernes]", desliza, consciente de la barahúnda que anida a las puertas de su residencia, donde se concentra el circo mediático. Fuentes del club náutico confirman a este diario que más de un centenar de medios se ha acreditado para la regata, una cifra sin parangón si se compara con citas anteriores. "Han preguntado de la CNN y de medios alemanes", apuntan con sorpresa.
"¡Para no enterarse! Las televisiones no hablan de otra cosa. De ésta Sanxenxo se hace aún más popular de lo que ya era", exclama Josefa, una vecina del municipio que es de las primeras curiosas en sumarse a la caravana de paparazzis. "Me he venido desde el pueblo caminando con mi marido. ¡Hoy encima comí cocido y ahora tengo una sed!", balbucea. Mariluz, que tiene su vivienda frente a la callejuela que conduce a la de Campos, ha acudido en su auxilio. "Al menos esta vecina me ha dado un vaso de agua", agradece Josefa.
Mariluz, entretanto, se asoma al portón de su casa, en compañía de dos de sus nietos. "Yo le conozco en persona. Comió en mi restaurante en varias ocasiones", dice con evidente orgullo. Minutos después, uno de los pequeños -guiado tal vez por los vítores de "Viva el Rey" que lanzan los presentes- exclama "¡Que viva Felipe!" mientras muerde el mástil de una banderilla de España. Y el desliz despierta las sonrisas de los arremolinados.
Monárquicos confesos
Entre ellos, figura Manuel López, teniente coronel de los Reales Tercios de España, una asociación fundada en 1942 por el padre de Juan Carlos, Juan de Borbón, que trata de "mantener vivo el ideal monárquico" y se declara "monárquico confeso". "Vinimos aquí como apoyo a nuestro Rey independientemente de los problemas que pueda haber tenido. Para nosotros, ha sido el mejor", explica arropado por otros dos camaradas, que -como él- peinan canas.
Precedido de vehículos de la Guardia Civil que se han ido desperdigando por los alrededores, el todoterreno en el que viaja Juan Carlos asoma por la avenida una hora después de tomar tierra en el aeropuerto de Vigo. Las enseñas de España que portan algunos de los curiosos se agitan entre alabanzas al recién retornado. El coche en el que viaje el emérito reduce la velocidad para internarse en el callejón.
Las enseñas de España que portan algunos de los curiosos se agitan entre alabanzas al recién retornado
Juan Carlos ocupa el lugar del copiloto. Al volante, Campos. En la parte trasera les acompañan Cristina Franze, y la hija mayor del emérito, la infanta Elena. Al se preguntado por cómo se encuentra, las manos del monarca dibujan un "ok" conectando el pulgar y el índice formando un círculo. Padre e hija sonríen y saludan con la mano. Son milésimas de segundo que saben a poco a los parroquianos apostados en las inmediaciones. "¡Tanto para esto!", se queja uno. Mariluz lo tiene claro: "He sido vecina del Rey en otras ocasiones anteriores y estoy encantada. Yo misma le daría hospedaje en mi casa si se diera el caso".
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