La celebración en Madrid durante los próximos 29 y 30 de junio de la Cumbre de la OTAN en la que estará sobre la mesa nada menos que la llave para la resolución de la guerra abierta desde hace más de tres meses entre Rusia y Ucrania va a marcar el futuro del mapa geopolítico de cara a los próximos años. En clave interna de política española, de su éxito va a depender que el gobierno que preside Pedro Sánchez recobre oxígeno tras el traspié electoral del pasado 19-J.
Creo que así será, a pesar de las ya tradicionales críticas de los ‘patrioteros’ habituales y de algunos de los entornos más radicales de la extrema izquierda, cada vez más incómoda con un gobierno con pleno sentido de Estado y que, como no podía ser de otra manera, no comparte su voluntad rupturista.
Un poco de historia
La OTAN nace en 1949, seis meses antes de que lo hiciera el Pacto de Varsovia en 1955, y durante cuatro décadas fue uno de los dos pilares en los que se sustentó el círculo vicioso de la Guerra Fría. Tras la caída del Muro de Berlín y del llamado Telón de Acero, fueron muchos los que comenzaron a plantearse, de forma cada vez más ruidosa, su sentido y su existencia.
El debate solía residenciarse en el sector más antiimperialista de la izquierda y nada proclive a transigir con la suave posición socialdemócrata que acabó por aceptar, no sólo la existencia de organizaciones como la OTAN, sino el propio capitalismo de mercado. En los últimos años, con la eclosión de los populismos de extrema derecha, el más ruidoso abanderado en pro de su desaparición fue el expresidente estadounidense, Donald Trump. El sátrapa no se recataba en sostener que los Estados Unidos eran los principales financiadores de una organización en la cual sus máximos beneficiarios -los países de la Europa occidental- se implicaban poco o nada, no sólo en cuanto a esfuerzo militar sino en cuanto a su financiación. Trump siempre exigió que estos destinaran un mínimo de un 2 por ciento de su PIB, con resultado desigual.
La sociedad norteamericana, dividida… también en esto
El debate persiste en aquel país y mantiene divididos a la minoría republicana: desde los ‘trumpistas’ más irredentos, que siguen abogando por posiciones abiertamente aislacionistas, hasta los que mantienen que el compromiso debe seguir siendo hoy más firme que nunca, con una guerra entre Rusia y Ucrania que se prevé larga y hacia la que parte de la sociedad norteamericana, lamentablemente, es cada vez más indiferente. Es el estallido de ese conflicto bélico -el más grave tras la Segunda Guerra Mundial- a raíz de la invasión rusa de un país soberano desde 1991, lo que confiere a esta cumbre una dimensión histórica y un carácter especial que la hace única.
El propio Donald Trump ha declarado ya -desde su privilegiada mansión de Mar-a-Lago-, que mientras muchos padres de familia de su país no alcanzan los recursos suficientes para adquirir ‘leche fórmula’, su sucesor en la Casa Blanca destina ingentes recursos en ayuda a Ucrania.
Debería recordar el iluminado, siempre tan generoso con Vladimir Putin, que su primer impeachment, en enero de 2020, le llegó precisamente por este motivo: por su intento de chantaje al presidente Volodimir Zelenski para que le ayudara a encontrar, o a fabricar, pruebas que implicaran al hijo de Joe Biden en una oscura trama de cobro de comisiones de una gasista ucraniana.
Los españoles, mucho más maduros
En torno a esta cuestión, como respecto a otras, la sociedad española tiene felizmente las ideas mucho más claras. La invasión ordenada por Putin es el principal problema para los españoles, además del elevado precio de la gasolina, el gasóleo y la electricidad, como es natural. Más de ocho de cada diez españoles, en concreto un 83 por ciento, apoyan que nuestro país siga perteneciendo a la estructura militar de la Alianza y crece el número de los que opinan que Rusia es la principal amenaza que afrontamos y que esta organización es la vía de protección más eficaz contra ella. Los datos provienen de un barómetro especial elaborado por el prestigioso Real Instituto Elcano sobre la guerra en Ucrania y sobre esta cumbre de la OTAN. El dato supera al del pasado mes de febrero, el último anterior al conflicto, que se situaba en un 80 por ciento y ampliamente al de febrero de 2018, cuando este porcentaje se situaba en un 78 por ciento.
¡Qué poca costumbre y qué deficiente manejo persiste en España acerca de todo cuanto implica un gobierno de coalición!"
Es curioso no obstante que sigan percibiéndose diferencias en función de la ideología de los encuestados: más de un 90 por ciento de apoyo entre los que se consideran de centro o de derechas frente a un 66 por ciento de aquellos que se sitúan a la izquierda del espectro ideológico. Esta es a la realidad a la que responden las propias diferencias de sensibilidades en el seno del Ejecutivo; se ha criticado profusamente el hecho de que varios ministros de Podemos hayan reconocido ya su intención de manifestarse contra la celebración de esta cumbre. ¡Qué poca costumbre y qué deficiente manejo persiste en España acerca de todo cuanto implica un gobierno de coalición! Como italiano, créanme, sé de lo que hablo.
La ‘patrioteros’ habituales y sus destructivas proclamas
Frente a los discursos catastrofistas de los de siempre, que ‘denuncian’ la movilización de 9.000 efectivos policiales, del ejército y de cazas que vigilarán los cielos para velar por la seguridad de esta cumbre arguyendo una nueva oleada migratoria en Melilla -como si una cosa tuviera que ver con la otra- se impone la realidad y la cordura. España, esa nación a la que en su ‘patriotismo de hojalata’ tanto dicen adorar, será durante estos días, lo es ya en las jornadas previas, el escaparate del mundo.
Nuestro país está obligado a dar el ‘do de pecho’ para que todo salga a la perfección. Las amenazas son múltiples y no siempre se encuentran bien definidas: desde un posible o hipotético ciberataque contra los centros neurálgicos del Estado o contra el propio desarrollo del evento, hasta la posibilidad de un atentado terrorista yihadista o la acción aislada de algún grupo antisistema, de los que la policía sospecha que llevan varias semanas ya anidando en la capital de España para sabotear la cumbre. Estoy seguro de que las Fuerzas de Seguridad del Estado y el propio Ejército, con los máximos responsables de Interior y Defensa a la cabeza, sabrán mantener las riendas de este difícil desafío al nivel que se espera de ellos, que es el más elevado.
Si el gobierno está a la altura de las circunstancias, no tengo dudas de que Pedro Sánchez saldrá muy reforzado tras el tropezón electoral andaluz
Serán unos días en los que los ciudadanos de la capital de España tendrán que asumir algunos sacrificios de orden cotidiano, sobre todo en orden a sus desplazamientos o a sus obligaciones laborales, pero merecerá la pena. El ejecutivo, junto con la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital e España, trabajan en una adecuada sintonía y coordinación para que las incomodidades sean las menores posibles.
¿Saldrán reforzados Sánchez y su gobierno? Todo parece apuntar a ello
Si el gobierno está a la altura de las circunstancias, y creo que así será, no tengo dudas de que Pedro Sánchez saldrá muy reforzado tras el tropezón electoral andaluz. Soy consciente de que hay muchos que están deseando que ocurra algún contratiempo, aún a costa de poner en peligro los intereses y la seguridad de España, pero no va a ser así. España y el mundo se juegan demasiado en estos tiempos geopolíticamente tan turbulentos como para que cuatro iluminados populistas o antisistema se permitan tirar por la borda un futuro que, aunque incierto, debe presentarse prometedor -y por tanto seguro- para dejar a las nuevas generaciones una sociedad y un planeta mejor y más próspero del que quienes les precedemos habíamos encontrado.
La celebración en Madrid durante los próximos 29 y 30 de junio de la Cumbre de la OTAN en la que estará sobre la mesa nada menos que la llave para la resolución de la guerra abierta desde hace más de tres meses entre Rusia y Ucrania va a marcar el futuro del mapa geopolítico de cara a los próximos años. En clave interna de política española, de su éxito va a depender que el gobierno que preside Pedro Sánchez recobre oxígeno tras el traspié electoral del pasado 19-J.
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