Después de lanzar un globo sonda tras los comicios de Andalucía para tantear el clima electoral, Ciudadanos ha hecho oficial su intención de convertirse en otra cosa. En una nueva marca o plataforma que consiga retornar a la formación al estadio electoral previo al 10-N de 2019, que certificó el inicio de su declive. Algo que desde las filas populares atribuyen a la "ansiedad" o las "prisas" de Albert Rivera por dejar de lado la función inicial de partido bisagra y querer superar a los conservadores para convertirse en alternativa a Pedro Sánchez y el PSOE. Más reprochable para sus votantes, entienden desde el PP, cuando tuvieron en la mano la investidura del actual presidente del Gobierno, una vicepresidencia asegurada para Rivera y 180 escaños que asegurarían una legislatura estable.
Cs pecó en sus pretensiones porque vio la oportunidad de escalar un peldaño más y desplazar a los populares en solo cinco años de vida nacional, tras dar el salto desde Cataluña. Y se priorizó ese fin a la línea marcada desde un inicio desde Ventas: sostener al bipartidismo y condicionar sus políticas. Ahora, con 47 escaños menos que en abril de 2019 y un profundo proceso de renovación por delante, las prioridades son otras. El fondo que transmite el tono de los dirigentes de Cs es el de haber comprendido que no debe intentarse confrontar con los grandes grupos, si no asegurarse un espacio firme dentro del tablero electoral en el que afianzarse.
Fuentes de la Ejecutiva de Cs, en palabras a El Independiente, identifican el 'voto útil' como uno de las principales afecciones que les ha encaminado hacia el extraparlamentarismo. "Al final de una campaña electoral, la gente acaba priorizando el 'voto útil" al bipartidismo. "Es un voto superútil, a los que te roban", añaden, reivindicando la función intrínseca de partido regenerador. Sin embargo, atribuyen que esta tendencia, que está volviendo a recuperarse tras la entrada parlamentaria de los nuevos partidos, también ha afectado a Unidas Podemos. De igual manera, a Vox, que al que sitúan en su techo electoral y a punto de iniciar un deshinche a costa del PP, tras las elecciones andaluzas.
Arrimadas apuesta por concentrar la actuación del partido a unas pocas 'banderas' y centrarse en nichos electorales concretos
Al margen del cometido de minimizar las fugas de afines por ese voto seguro, Cs aspira con su nueva marca a convertirse en un 'partido nicho'. Este tipo de estructuras de representación se caracterizan por rehuir de la división clásica de la política por izquierdas o derechas o por limitar los asuntos que plantean a unas cuantas 'banderas' o ideas. Han comprendido que, frente a las aspiraciones del pasado que priorizó la anterior dirección, no pueden competir directamente con populares y socialistas; y que están abocados a conformarse con un porcentaje de voto estable que estiman en torno al diez porciento. "Queremos condicionar las políticas del bipartidismo y dar estabilidad al país", afirman las mismas fuentes.
Esa limitación de 'luchas' también afectaría a a los sectores sociales a los que el partido querría influir. Nos costará llegar "a los jubilados", reconocen en el partido, que prevén concentrar su mensaje a perfiles más jóvenes y que no busquen políticas de constante estabilidad. "Muchos españoles quieren tener un proyecto valiente y sensato. Tienen el derecho a votar a un partido así y nosotros el deber histórico de hacerlo posible", indicó Inés Arrimadas este lunes, al anunciar la refundación.
La cúpula se desentenderá del proceso
Según ha podido saber El Independiente, tanto Arrimadas como su portavoz parlamentario y vicesecretario general, Edmundo Bal, así como el resto de los altos cargos de la Ejecutiva nacional -que engloba el comité permanente y el comité ejecutivo, no influirán en el proceso de refundación. Fuentes del partido indican que la dirección de Cs prefiere dejar en manos del equipo destinado a ese cometido todo el protagonismo. Principalmente, en las primeras etapas de desarrollo del proyecto, en el que se escuchará a la militancia y los diferentes "inputs" de la sociedad civil. Explican que, de no hacerlo, el plan sería "mentira".
Cs cree que si impone un plan y no atienden a la militancia, el proceso de refundación sería mentira
El equipo destinado a la renovación de la marca lo pilotará el diputado por Málaga Guillermo Díaz que, conforme vayan explorándose cuestiones, irá trasladando cualquier información a los medios. El puente con la cúpula será la vicealcaldesa de Madrid Begoña Villacís. Desde la formación la señalan como la persona más idónea para coordinar la refundación, dado que ésta girará en torno al municipalismo y ella, según explican en Cs, es la principal representante del mismo por su cargo en el Ayuntamiento de la capital.
El PP no ve las aspiraciones de Feijóo en peligro
En las filas populares, el hasta ahora principal competidor por la derecha del espacio liberal y moderado que han querido copar las siglas naranjas, no temen al partido que resulte de la refundación de Cs. Principalmente, porque desde las baronías territoriales, que serán, junto a las localidades, las primeras en pugnar con el nuevo proyecto, no creen que tengan "ningún recorrido electoral".
Lo mismo opinan parlamentarios consultados por este medio, que entienden al PP, exclusivamente, como "la casa común del centroderecha". Con la renovación, explican, "nos van a influir muy poco". Señalan a lo ocurrido en Andalucía, donde "se ha constatado que hay una ola a favor del PP de nuevo". Más allá de las percepciones de partido, argumentan que es necesario contar con una estructura territorial para resistir a nivel nacional, y la situación económica, añaden, no es nada favorecedora. El retroceso en Castilla y León, de la vicepresidencia al Grupo Mixto con un escaño, y la pérdida de todos los representantes en Andalucía, costará a Cs en torno a los dos millones y medio de euros.
Macron, el espejo de Arrimadas
En la etapa de Rivera, con el auge de la propuesta 'atrapalotodo' de Emmanuel Macron, La República en Marcha (LREM), su llegada al Palacio del Elíseo como máximo mandatario de la república, Francia era un referente. El problema es que desde allí, integrantes del movimiento moderado, no entendían la disposición de Cs a "aceptar trabajar con Vox". Una referencia hecha por, entre otros, la pasividad de las coaliciones entabladas con el PP como la de Andalucía en 2018. Allí Vox fue socio externo de Juanma Moreno Bonilla y Juan Marín.
El tono de Arrimadas respecto a Vox a cambiado en los últimos meses, rechazando cualquier entendimiento con la marca de Santiago Abascal y solo buscando vías de consenso con el PP. Y eso, ha quedado patente en las relaciones que mantiene el partido dentro del Grupo europeo Renovar Europa. También, en los encuentros que la presidenta de Cs mantuvo en Bruselas con el propio Macron y otros mandatarios liberales.
El problema del planteamiento de Arrimadas y Cs es que el sistema político francés ha avanzado hacia un tripartidismo con alto grado de crispación. Roto el dominio de conservadores y socialistas, en mínimos históricos, Macron y LREM han acaparado un amplio espacio moderado que en España aún controlan PSOE y PP con un sólido, aunque menor, respaldo electoral. En el Congreso de los Diputados, Vox, a diferencia de Marine Le Pen, aún no puede competir con el espacio de centroderecha y parece estar alcanzando sus máximos. Y Unidas Podemos, al contrario que Jean-Luc Mélenchon, líder de la Francia Insumisa, se ha desinflado.
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