Perdió el escaño por Toledo en las elecciones generales de 2019 cuando militaba en Cs. Hasta el momento, ejercía de portavoz parlamentario en el Congreso de los Diputados, y, tras el descalabro político abandonó el partido. Siguió los pasos de su presidente Albert Rivera, porque, sin él, la política ya no tenía "ningún sentido". Ahora, casi tres años después y dedicado a la abogacía y al periodismo opinativo, Juan Carlos Girauta (1961, Barcelona) ve el servicio público de la misma manera que antes de ejercerlo, pero con los ojos de quien ha presenciado los tejemanejes y "la lógica interna". La diferencia: considera que es más libre.
Eso también lo ha podido plasmar sobre el papel, más allá de las columnas regulares que escribe para el diario ABC. Girauta acaba de publicar el ensayo Sentimentales, ofendidos, mediocres y agresivos (Sekotia). Una crítica y llamada de atención sobre la hegemonia cultural de la izquierda posmarxista sustentada por las tesis de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Y que, a su entender, está poniendo en jaque las bases de la democracia liberal.
La obra, aunque pretende llegar a todos los públicos, busca potenciar una "una vía de razonamiento" entre los más jóvenes, quienes para Girauta, son lo bastante "flexibles" para reconocer "actuaciones erróneas". "Un adulto es más complicado que rectifique o reconozca que ha seguido un planteamiento equivocado", explica por teléfono a El Independiente desde Toledo, donde reside habitualmente. El texto, además, cuestiona el sentimentalismo que la izquierda habría trasladado a todos los ámbitos sociales, así como la censura de opiniones fuera de lo políticamente correcto, que incluso "se consideran como violencia". Aunque Girauta prefiere no utilizar el término "corrección" e insistir en los parámetros culturales radicales.
Pregunta.- ¿La solución a la hegemonía es la batalla cultural que propone Ayuso?
Respuesta.- No hay duda. Ella hace bien porque no muerde el anzuelo y no se acompleja. Los avergüenza y los pone frente a sus contradicciones. Estamos obligados a combatir un discurso que coacciona, que apela al sentimentalismo e impide la discrepancia. Ya son una amenaza para la democracia liberal, la libertad de expresión o la igualdad ante la ley que ha sido sustituida por la equidad. La guerra cultural es muy amplia, no hay solo una vía. Pero es la única manera de arrebatar a otro la hegemonía. Y la izquierda la ha impuesto en el indigenismo, en el colectivo trans o en el catastrofismo climático. Hay que hacerse fuerte en ámbitos parciales dentro de la cultura: lo audiovisual, periodístico o educativo.
P.- ¿Crees que el futuro del PP está más orientado hacia el camino de Ayuso o hacia el que propone Feijóo?
R.- No tengo claro cuál es el segundo. Feijóo puede ser un segundo Rajoy y olvidarse de estas cuestiones (culturales), lo que le condena a que solo se le vote cuando la izquierda ha conseguido el racionamiento y mandar al carajo todo en materia económica. O puede dar cabida a la guerra cultural, que la permita. Si bajo el parámetro cultural se convierte en un aglutinante de los conservadores, los liberales y los que se mueven por el relato, como yo, puede ser viable. Más cuando España entrará en recesión con toda seguridad el año que viene, y de nuevo se va a volver a votar a la derecha no por los méritos, sino por los deméritos de la izquierda.
P.- ¿Feijóo será presidente?
R.- Estoy completamente seguro, pero con el apoyo de Vox. Sacar mayoría absoluta, a diferencia de Andalucía, es muy difícil en España. Y Feijóo es el que se va a comer los ajustes de Europa, no Sánchez. Y los sindicatos saldrán a la calle, no como ahora, y presentarán como ilegítimo todo lo que se haga. Y si en ese momento el PP no solo da cabida a tecnócratas sino a la guerra cultural, se podrá plantar cara a eso. La izquierda actual no es la respetable de hace años, es infantiloide, sentimental y sin categoría intelectual ninguna.
La izquierda actual no es la respetable de hace años: es infantiloide, sentimental y sin categoría intelectual"
P.- El PSOE impulsará con EH Bildu la Ley de Memoria Democrática, un objetivo en memoria histórica marcado desde la etapa de Zapatero. ¿Cómo la valora?
R.- Es una normativa ilegítima y, probablemente, ilegal. Cruza tantas líneas, poniendo en manos de los ex etarras la construcción del relato sobre el Franquismo o los primeros años de la democracia. Y es un ejemplo de que la hegemonía de la izquierda va en una dirección contraria hacia la democracia liberal. Con ella, van a deslegitimar las bases de la Constitución y la reconciliación. Es un disparate. ¿Suárez no era demócrata? ¿Felipe González? No existiría el PSOE sin él y sin Guerra. Y ya no es solo que se conviertan en decisores políticos los que mataron a las víctimas, es que sus familias los ven diciendo lo que se puede y no se puede recordar. Es intolerable y la sociedad no lo va a aceptar. El PP tiene que derogar eso en cuanto pueda.
P.- Y como jurista, ¿la cuestión del Poder Judicial?
R.- España viene incurriendo en ese vicio y la Comisión Europea ya ha advertido que el gobierno de los jueces los tienen que elegir los jueces. Hay que reconocer que Pablo Casado no quiso pactar repartiéndose los puestos de los vocales. La izquierda, en cambio, quiere controlar a los jueces. Hasta tal punto lo quiere que cuando un juez se atreve a investigar a uno de ellos, tíos que tienen cargos gubernamentales montan campañas de desprestigio contra jueces independientes, que lo son. Esto demuestra su talante. Y ante la resistencia del PP a seguir con el reparto, el Gobierno lo ha desbloqueado por las bravas. Imponiendo. Eso también se tiene que derogar porque hace daño a la credibilidad democrática.
P.- Usted militó en Cs durante seis años y ocupó varios cargos en el partido. ¿Cree que la refundación iniciada por Arrimadas puede reflotar la marca?
R.- No creo que se pueda, pero no quiero opinar sobre eso porque tengo al frente de la refundación a un gran amigo como Guillermo Diaz. La amistad es lo primero. Creo que Guillermo es un hombre extraordinario y podría hacer un milagro.
Cs ha cometido errores en las campañas, aproximándose a Sánchez y pactando las mociones de censura contra el PP en Moncloa
P.- Hace unos meses, antes de anunciarse la renovación, apuntaba a mayo de 2023 como final político de Cs, en las municipales y autonómicas.
R.- Insisto, creo que ya no existe. La actual Ejecutiva Permanente es parte de la que estaba presente con mi salida y la de Albert, y no han asumido la bajada de 56 a diez escaños en el Congreso de los Diputados como suyo. Ésta también es responsable de una bajada de 36 a seis parlamentarios en Cataluña; en Madrid. Es responsable de la moción de censura en Murcia, de la caída a cero en Andalucía y de pasar de doce a un representantes en Castilla y León. Hombre, ante esto cualquiera ve que este partido ya no existe.
Al votante tradicional de Cs, el PP y Vox le dan lo que quería: reformismo y antinacionalismo
P.- ¿Y Albert Rivera piensa lo mismo?
R.- Eso hay que preguntárselo a él. No puedo hablar en nombre de otro.
P.- ¿Qué errores ha cometido Cs desde que Arrimadas ocupó la presidencia?
R.- Hay algunos errores en las campañas electorales. También me lo pueden reprochar a mí cuando estaba en el partido, pero ganábamos. Salimos de la nada, hicimos un milagro y nos defenestraron pensando (los votantes) que nos enviaban un mensaje. Nosotros solo lo recibimos una vez y nos marchamos. Hay gente que tenemos la suficiente dignidad de recibir los achaques una sola vez.
Ahora, yo devolví mi carnet en el momento en el que ellos apoyan el estado de alarma, porque, como abogado, sé perfectamente que era inconstitucional. Y así se ha dicho. ¿Por qué lo hicieron cuando tienen a un jurista extraordinario como Edmundo Bal? Otro error fue cambiar la dinámica con Sánchez y aproximarse a él. Y luego, otras cosas que están fuera de toda la lógica: como es pactar las mociones de censura a tus socios del PP. En Murcia pasó lo que pasó. Pierdes toda la dignidad y te vas al garete. Y encima en Madrid te ven la jugada y adelantan elecciones. Y te quedas en la nada. El ser tan astuto y meterte en estas conspiraciones para tener un par de presidencias autonómicas, no tiene premio, sino castigo.
P.- ¿Complica más esa refundación la presencia de Feijóo en el tablero electoral?
R.- Sí. Al votante tradicional de Cs, a la inmensa mayoría, las marcas PP y Vox le dan lo que quería. Los populares le dan un reformismo donde cabe el liberalismo y las siglas de Vox le dan un enfrentamiento a cara de perro con los nacionalistas. Es algo que nos inventamos nosotros, no existía. Ahora lo hace Abascal. Aquel que no perdona un nacionalismo y recuerda todos los días que son unos supremacistas y unos golpistas y dicen las cosas claras a la cara, sale reforzado.
P.- También está desarrollando una 'refundación' de la izquierda a la izquierda del PSOE Yolanda Díaz con Sumar. ¿Ve factible reorganizar ese espacio?
R.- Esta es otra vía de los posmarxistas, aunque en ese espacio Errejón es el que más sabe. Yolanda se vio de vicepresidenta por casualidades de la vida y se lo ha creído un poco. Y le parece que puede ser presidenta del Gobierno. El atractivo que ella considera tener entre una parte del electorado socialista no es falso, y cada cual es muy libre de intentarlo. Tiene mi respeto. Pero que se prepare porque el PSOE tiene un suelo de cuatro millones de votantes.
P.- Marruecos, Pegasus o la inflación han desgastado a Sánchez en la segunda mitad de la legislatura, ¿cree que se presentará a la reelección?
R.- Tengo una opinión personal. Creo que Sánchez quiere ser secretario general de la OTAN, porque la cumbre de Madrid es lo mejor que ha hecho en su mandato. Se ha tragado todas las 'causitas' fragmentaria del posmarxismo de Unidas Podemos y aquí, que rompa con la del pacifismo de boquilla y dedique el 2% del PIB a Defensa, lo aplaudo. Es tan sorprendente que a mí me hace pensar que quiere ser secretario. He ahí mi reflexión, pero yo soy muy mal pensado.
P.- ¿Y a quién ve más preparado para sucederlo?
R.- No veo a nadie. Tendría que ser de alguien de los que ha apartado, entre los que hay gente muy valiosa. El problema es que los ha apartado de tal manera que no son rehabilitables.
Si el PP no entra en la guerra cultural, Vox todavía no tiene techo electoral"
P.- Con la izquierda damnificada, ves la posibilidad de una coalición electoral entre el PSOE y Sumar como ha ocurrido en Francia con NUPES?
R.- No, el PSOE no se presentará en coalición con Sumar porque tampoco son tontos. Hay una parte de su electorado que le reprocha haber estado gobernando con los podemitas. La única experiencia que ha tenido el PSOE de presentarse en coalición o de anunciarlo fue entre Almunia y Paco Frutos. Y fue un fracaso estrepitoso. Al PSOE solo le queda ya el atractivo de sus siglas y creo que lo que va a hacer Sánchez antes de las elecciones es simular un desencuentro con Díaz. La gente tiene memoria de pez y solo recordará la disputa meses antes de las elecciones. Pero, con absoluta seguridad, si PP y Vox no suman 176 escaños, todos los demás sumarán.
P.- Ha comentado que ve difícil una mayoría de Feijóo en España. Pero, ¿ve a Vox al borde de su techo electoral como apunta el PP?
R.- Falta demasiado tiempo para decir eso, y dependerá de lo que haga el PP. En el caso de que Vox siga haciendo lo que hace ahora, que es una posición cómoda y que le permite hacer solo oposición sin más y enseñar poco del proyecto... Si el PP no entra en la guerra cultural, Vox no tiene techo todavía por delante.
P.- ¿Le han sondeado para volver a la política?
R.- Sí, me lo han planteado algunos grupos pero no tengo pensado volver a la política. No volveré porque la experiencia ya está hecha. No me arrepiento de haber pasado por ahí, pero la política es muy jodida; no es ningún chollo. Me gustaría que todo el mundo pasara por la experiencia de no dormir nunca y de estar pendiente del teléfono. Y de ocuparte de cuarenta flancos a la vez. La política está muy mal pagada y es algo que antes no podía decir. Se gana mucho más en el sector privado y no estás debajo de la lupa y la prensa todo el día.
P.- ¿PP y Vox?
R.- Prefiero no decirlo, pero no parece muy difícil teniendo en cuenta los partidos que hay. Puedes descartar tantos.
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