Después de la noche electoral del 19-J en Andalucía, donde el PSOE-A vio mermada la presencia en feudos tan relevantes como Sevilla a costa del PP-A de Juanma Moreno, que logró la primera mayoría absoluta con la que podrá conformar Gobierno en solitario, algunos indignados socialistas apuntaron con el dedo acusador hacia Adriana Lastra. Tras la debacle, la vicesecretaria socialista quitó hierro al resultado de los populares y presumió de que el PSOE lideraba las encuestas, cuando era el partido de Feijóo quien, excepto en el CIS y algún barómetro más, las encabezaba.
Este lunes, Lastra ha dimitido de su cargo dentro de la dirección de Ferraz. Lo hace, dice, por cuestiones "personales". "Ser vicesecretaría general del Partido Socialista es una de las responsabilidades más hermosas que existen, también es una tarea muy exigente en tiempo, esfuerzo y desvelos", ha indicado. En los últimos meses "se han producido cambios importantes en mi vida personal que me exigen tranquilidad y reposo y que, en las dos últimas semanas, me han obligado a tomar una baja laboral que se va a prolongar aún un tiempo", ha insistido apelando a su embarazo.
Lastra, pese a sus deslices desde el cargo, no hace alusión alguna a que su marcha se produzca por decisiones políticas desde la secretaría general. La última gran indignación generada en el seno de la formación, ocurrió una noche de miércoles, la del 'pacto de la vergüenza' del 20 de mayo de 2020. Entonces, otros indignados socialistas de un partido que echaba a andar en coalición en el Gobierno y en plena pandemia por el coronavirus, apuntaron con el dedo acusador hacia la dirigente. Su nombre, figuraba junto al del portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, y a la de EH Bildu, Mertxe Aizpurúa, en un documento en el que se comprometían a derogar la reforma laboral. "Ha sido una metedura de pata de Adriana", comentó alarmado un exministro socialista a medianoche vía WhatsApp.
Por entonces, cuando en el partido se esperaba su dimisión, extendida como un rumor, llegó la rectificación de los socialistas y al filo de la madrugada. Pero, sin embargo, no ocurrió nada. La por entonces portavoz del Grupo Socialista continuó y el aparato de Ferraz recurrió al principal grupo de la oposición, el PP, para etiquetarlo como chivo expiatorio. La culpa, dijeron, "ha sido del PP, que ha abdicado de su responsabilidad". Un discurso aún vigente en la actualidad con el ciclo de sesiones recientemente clausurado hasta septiembre y con la inflación disparada.
Fuentes socialistas bien situadas, trasladaban a El Independiente, en ese momento y con una leve sonrisa, que quien creyese que Adriana caería, no la conocía bien ni a ella ni a Sánchez. Y así ha sido, no ha caído, se marcha. La duda, por el momento, es si su salida de la directiva se produce por decisión propia o aprovechando el secretario general las circunstancias personales de la diputada y la necesidad de relevos para fortalecer el proyecto tras la estocada andaluza y el próximo reto electoral de mayo de 2023.
Adriana Lastra (Ribadesella, 30 de marzo de 1979) formaba parte del núcleo duro del entorno de presidente. No movía un músculo sin consultarle. Y, de hecho, dio cuenta a La Moncloa de cada paso que se dio en la gestación la nueva reforma laboral, aquel que salió adelante el mes de febrero por la mínima y gracias a un error del diputado popular Alberto Casero. Lastra tuvo en cada momento línea directa con Sánchez y con Carmen Calvo, con quien ya pilotó la negociación con el portavoz de Unidas Podemos para la conformación la coalición en enero.
Lastra se ha caracterizado por aguantar bien la presión y tener un temple de acero, lo que le ha hecho ganar aplomo
Lastra se ha caracterizado por no amedrentarse, aguantar bien la presión y contar con un carácter duro. Especialmente, a conciencia de haber estado protegida por el que manda. Puede parecer frágil, pero su temple es de acero. Su trayectoria le ha hecho ganar aplomo y seguridad en sí misma. Con poco más de cuarenta y un años no sólo ha sido portavoz del Grupo Socialista, sino vicesecretaria general del PSOE, con un poder similar al de José Luis Ábalos, hasta hace casi un año secretario de Organización y, ahora, como Lastra, con escaño raso. Desde luego ha mandado mucho más en el partido que Calvo o que la presidenta, Cristina Narbona.
Sus orígenes son humildes (su padre era taxista y su madre peluquera) y sus estudios escasos. Nunca acabó la carrera de Antropología Social. Pero desde los 18 años ha dedicado su vida al partido, muy apoyada por el Sindicato Minero (SOMA UGT). Fue diputada en el parlamento asturiano y su referente, Javier Fernández, fue presidente de la Comisión Gestora del PSOE en 2016 tras la dimisión de Sánchez. Luego le abandonó. Aunque formó parte del equipo de Sánchez cuando éste decidió retomar la batalla para volver a la dirección del PSOE, Lastra no estuvo entre los 15 diputados que votaron "no" a la investidura de Mariano Rajoy en el Pleno del 29 de octubre de 2016. Ni ella, ni Ábalos ¿Por disciplina? Es posible.
Pero, al igual que el ministro de Fomento, si que estuvo en el pequeño grupo que le organizó mítines por toda España cuando nadie, o casi nadie, daba un duro por él. "Pedro sabe que puede confiar en ella, porque nunca va a jugar a ser alternativa y le es fiel sin ninguna duda», argumentaba otro miembro del PSOE al arranque de la actual legislatura.
No ha pasado una. Durante su etapa de portavoz del Grupo le ha hecho la vida muy difícil a alguno de sus miembros
Aunque un tanto acomplejada por su déficit de formación (cuando se sienta con Echenique se siente un tanto abrumada ante la verborrea de cultureta del número tres de Podemos) sabe salir airosa cuando alguien le recuerda su pobre curriculum, como hizo Inés Arrimadas en el debate de investidura el pasado 5 de enero. Y eso, le ha hecho, en poco tiempo, ganarse una merecida fama de 'dura'.
En sus funciones como portavoz, ha utilizado a Rafael Simancas, ahora solo diputado y anteriormente su 'segundo' como secretario general del Grupo, para las tareas mas rutinarias y burocráticas, mientras que ella se reserva para los momentos estelares, rodeada de un equipo en el que destacaba su jefe de gabinete, Javier Aunión. Y nadie se atrevía a rechistarle, conocedores todos de su predicamento en Moncloa y sus malas pulgas.
De puertas afuera es difícil encontrar a alguien que le ponga un pero. Sus intervenciones en el Congreso pasarán a la historia por la tensión que generaron. No ha tenido empacho en llamar "cacatúa" a Teodoro García Egea -otro de los afectados por el tiempo en la política, antes secretario general del PP y ahora presidente de la comisión de Seguridad Vial en las Cortes-, o en espetarle desde la tribuna de oradores al diputado del PP José Ignacio Echániz: "¿Me estás amenazando?" Uno de sus argumentos favoritos es tildar a la derecha de antidemocrática o bien, como hizo en el debate de investidura del pasado mes de enero, acusar a Vox, PP y Ciudadanos de alentar un "golpe de Estado".
Habría sido un error subestimarla, error que a veces han cometido sus enemigos. Lastra es rápida de reflejos y muy intuitiva. Y, a pesar de que Sánchez, al menos públicamente, le ha dejado vía libre tras las elecciones en Andalucía, Lastra ha decidido dar un paso atrás para focalizarse más a las gestiones personales que a las de partido. Siempre tendrá un lugar de la fama entre las siglas, porque ha sido la dama de hierro del PSOE.
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