El 18 de agosto cumplirá 92 años. Quizá no pueda verlo o ni siquiera sea consciente, pero estará pintando por segunda una de sus obras. El ‘Bosque de Oma’ que a mediados de los 80 pintó cerca de su casa, en el Valle de Oma, en el municipio vizcaíno de Kortezubi, volverá a recuperar el color y la vitalidad perdida. Esta vez quienes se suban a las escaleras para pintar brocha en mano los troncos de los pinos Monterrey serán estudiantes de Bellas Artes asesorados por expertos. No será idéntico pero sí muy similar. Tras digitalizarlo y recomponerlo en el espíritu con el que Ibarrola lo ideó, la nueva ubicación permitirá verlo renacer.
Agustín Ibarrola lo vio languidecer, casi morir. Lo talaron, lo atacaron y lo dejaron olvidado. Aquella obra pintada en plena naturaleza, en los troncos de cientos de árboles, llena de color y sorpresa, no merecía desaparecer de ese modo. La resurrección ha comenzado cerca de allí. En el mismo valle, con los mismos árboles. Ahora no serán 500 sino 700 los pinos que le darán forma.
Será una composición integrada por 33 obras, 14 menos que hasta ahora. Algunas son nuevas, la mayoría no. El nuevo ‘Bosque de Oma’ comenzó a revivir hace apenas un mes con el inicio del pintado de los primeros árboles, de las primeras composiciones. El arduo proceso no concluirá hasta finales del año que viene.
No será una réplica, pero sí reflejará el sentir pleno de la composición que entre 1982 y 1985 pintó Ibarrola. Su hijo José Ibarrola y el experto en la obra de Ibarrola y profesor de la UPV, Fernando Bazeta, son quienes han liderado el nuevo proyecto. En el conjunto planteado se reproducirán composiciones nuevas, pero todas respetando el entorno, similar al que hasta ahora albergaba la obra primigenia, y el “capricho” de los árboles y su composición hará el resto. La elección de las ubicaciones, las orografías, las perspectivas y ‘diálogo entre árboles’ han sido minuciosamente estudiados para que permitan trasladar las composiciones lo más minuciosamente posible para respetar al máximo la obra de Ibarrola.
El próximo lunes 25 de julio se abrirá al público –previa reserva, dos visitas semanales hasta el 11 de septiembre- para que la ejecución de los primeros trabajos pueda ser compatible con la recepción de los primeros visitantes tras años sin poder visitar uno de los enclaves más turísticos de Bizkaia. Quienes acudan podrán ver ya los primeros trabajos culminados. En esta primera fase, que está previsto que finalice el próximo mes de octubre, para cuando se cree que concluirá el pintado de los 19 primeros conjuntos artístico del singular bosque. Los 14 restantes estarán terminados el próximo verano.
Un 'traslado', no una réplica
Será entonces cuando se dé por finalizado un tortuoso camino de una obra con la que Ibarrola quiso poner en práctica el espíritu del ‘Equipo 57’ de París que impulsó y que apostaba por poner las obras artísticas al servicio de la sociedad, abiertas al público. La naturaleza y el pintado de los árboles fue el modo perfecto por el que apostó el artista vasco. El paso del tiempo y sobre todo la aparición del hongo de ‘banda marrón’, que dañó muchos de los árboles, precipitó el deterioro de casi el 80% del conjunto del arbolado. Los pinos Monterrey, de hasta 30 metros de alto, que lo componían se habían deteriorado. Tampoco el abandono institucional que la obra de Ibarrola sufrió durante años o incluso algunos de los ataques por sectores críticos por su compromiso en la lucha contra ETA, ayudo a su conservación.
En este renacer del Bosque de Oma se incluirán obras que no existían en el original pero sí en la mente y proyecto del autor. “No es una réplica, es el traslado de la idea de Agustín Ibarrola a un nuevo lienzo, más amplio, en el que vuelve a aflorar con conjuntos artísticos recuperados y más extensos”, aseguró ayer la diputada de Cultura de la Diputación de Bizkaia, Lorea Bilbao.
En total, serán 1,4 kilómetros de recorrido en plena naturaleza y entre árboles coloreados que volverán a resucitar uno de los puntos con más visitas en el País Vasco. La segunda vida del ‘Bosque de Oma’ de Ibarrola será además más sostenible, con cuidados y seguimiento del estado de los árboles y el entorno permanentes, con una monitorización individualizada de cada uno de los 700 árboles. También se instalarán sistemas de seguridad que permitan actuar en caso de incendio y proteger mejor el monumento artístico.
Perseguido y olvidado
Sera un reconocimiento en vida a un autor vasco que no contó con el calor de las instituciones vascas en los años más convulsos del terrorismo en Euskadi. Tampoco durante la dictadura. Fue lo que le impulsó a viajar a París para continuar con su formación artística y escapar de la asfixia del régimen. Comprometido con la causa comunista y obrera, el autor vasco fundó en la capital francesa, junto con otros artistas, ‘Equipo 57’, una corriente de vanguardia en favor del arte racionalista abstracto. Pero a Ibarrola las cosas no le fueron como soñaba en París y optó por regresar. Lo hizo una década después, en 1961.
Su rebeldía y lucha contra el franquismo continuó. Una actividad por la que terminaría siendo detenido por primera vez y condenado por un Tribunal Militar a nueve años de prisión. Tras cuatro años encarcelado, Ibarrola no tardó en volver a ser arrestado, en esta ocasión junto a su hermano, por su actividad política. Fue de nuevo encarcelado en la prisión vizcaína de Basauri. Recuperada la libertad, decidió dedicarse a sus esculturas y pinturas y alejarse temporalmente de la actividad política.
Crítico con las corrientes “comercializadoras” del arte que empezaban a absorben a artistas y galerías a comienzos de los 80, Ibarrola siempre defendió su singularidad, alejada de la “homologación” imperante y en favor de un arte como servicio público y no como negocio. Una singularidad que junto a su significación política cada vez lo aislaron aún más por parte de instituciones y organismos públicos.
Durante un tiempo, la obra de Ibarrola sólo recibió el calor de sectores afines a la izquierda constitucionalista, como lo hizo Rosa Díez, cuando como consejera de Turismo del País Vasco en 2000 y convirtió al ‘Bosque Pintado de Oma’ en el emblema de su campaña, «País Vasco, Ven y cuéntalo».
'Lazo Azul' y 'Guernica'
Además de Oma, Ibarrola es el autor del conocido Lazo Azul con el que por primera vez la sociedad vasca salió a la calle para reclamar en 1997 la puesta en libertad del empresario Julio Iglesias Zamora. De su mente y sus manos también salieron otros símbolos contra ETA en forma de logotipos del Foro de Ermua, o de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT).
Ibarrola se convirtió en un habitual de las concentraciones minoritarias en sus inicios, del movimiento Gesto Por la paz que en silencio repudiaba en plena calle cada atentado de la banda terrorista. Cuentan en su entorno que fue precisamente en una de ellas en las que vivió el momento más humillante de su vida, cuando en las ‘contraconcentraciones’ organizadas por la izquierda abertzale, y que se situaban frente a las de Gesto por la Paz, fue agredido, arrebatándole su inseparable boina y ésta fue pisoteada.
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