En 2019 el Puerto de Barcelona recibió más de 4,5 millones de pasajeros. De ellos, 3,1 millones eran pasajeros de cruceros turísticos. El millón restante se distribuía entre ferris y barcos de cabotaje nacional e internacional. Este año, el Puerto de Barcelona prevé volver a cifras prepandémicas, por lo menos en lo que respecta a escalas de cruceros: 800 previstas para 2022. Y el gobierno local de Ada Colau quiere rebajar esa presión a la mitad.

La pasada semana se abrió de nuevo el melón de la presión turística generada por por los cruceros en un encuentro entre las autoridades del Puerto, el Ayuntamiento y la Generalitat. Una primera cita exploratoria a la que Colau llegó con la propuesta de seguir la senda de Palma de Mallorca y limitar a tres cruceros diarios las escalas en Barcelona.

Una postura que ha encendido todas las alarmas entre los gestores del Puerto, que preside el ex consejero de JxCat Damià Calvet. En el horizonte, las elecciones municipales de 2023 y el temor, desde el Puerto, de que los cruceros y la contaminación que generan se conviertan en argumento electoral.

De momento, la mesa de estudio sobre la regulación de los cruceros volverá a reunirse en septiembre con el compromiso de tener una propuesta viable de gestión de cruceros a principios de la próxima temporada alta. Esto es, en mayo de 2023. En otras palabras, a las puertas de las elecciones.

Mil millones de euros

Los cruceros generan una facturación de 1.000 millones anuales en Barcelona y dan trabajo a 9.000 personas en la capital catalana, según los datos del propio sector. Se trata de un tipo de turista muy rentable en términos económicos para la ciudad, aseguran.

El 80% de los cruceristas que pasan por Barcelona tienen en la capital catalana su puerto base -de salida y llegada del crucero-. Un tipo de turista con un gasto medio en la ciudad muy superior al de otros visitantes. Si la media de gasto de los turistas que pasan por Barcelona es de 76 euros por día, el crucerista de puerto base se deja una media de 230 euros al día en la ciudad.

Pero eso supone una presión sobre la ciudad que Colau quiere frenar. La alcaldesa apuntó esta semana que, mientras que no se active el grupo, el Ayuntamiento seguirá insistiendo en medidas como reducir a la mitad los cruceros en temporada alta.

El Ayuntamiento teme que se repitan las cifras de 2019, cuando se alcanzaron unos 400.000 cruceristas en temporada alta. Y evitar los "días rojos" -aquellos en los que se llegan hasta 25.000 cruceristas diarios-. El objetivo es quedarse siempre por debajo de los 10.000 visitantes.

El Puerto rebaja las cifras

Pero desde el Puerto advierten que no se puede extrapolar la previsión de este año a las cifras de 2019, aunque se vuelva a las 800 escalas, tras las caídas de 2020 y 2021. Antes de la pandemia, recuerdan, los cruceros llegaban con una ocupación mucho mayor que en la actualidad.

Como ejemplo señalan lo sucedido durante los cuatro primeros meses del año. Entre enero y abril de 2019 recalaron en Barcelona 552.000 cruceristas. Este año, en los mismos meses han sido 220.000, porque los cruceros llegan al 50% o 60% de su capacidad. "A final de verano habrá crecido la ocupación" reconocen, pero no en cifras comparables a las de 2019.

Por todo ello, Calvet reclama "revisar bien los datos" y argumenta que los cruceristas representan "solo" el 4% de los turistas que recibe Barcelona.

Siete terminales para cruceros

El presidente del Puerto defiende que la entidad está respetando el acuerdo de 2018 para acotar la llegada de cruceros a la capital catalana. Un acuerdo que se centraba en limitar el número de terminales de cruceros a siete y situarlas en el Muelle Adosado para "alejarlas de la ciudad".

En la actualidad el Muelle Norte, el del edificio del WTC, conserva dos terminales de cruceros y ferris que se que se eliminarán para 2024, cuando este espacio se convertirá en una de las bases de los equipos de la Copa América.

También se eliminará la terminal auxiliar para ferris del Maremágnum, para destinar ese espacio a otro de los equipos de la competición. El Muelle Adosado ya acoge cinco terminales para cruceros, donde operan las compañías Royal Caribean y MSC.

Ley marítima

Argumenta Calvet que el Puerto de Barcelona no puede negar el acceso a los cruceros, porque la legislación marítima obliga a cualquier puerto a dar atraque, si tiene, a las naves que lo soliciten. Por eso defiende que la limitación de terminales -de hecho es un compromiso de no crecimiento- es la mejor solución, porque garantiza que no seguirá creciendo la presión sobre la capital catalana.

En este contexto, el presidente del Puerto de Barcelona cuestiona que se pueda aplicar realmente el veto a los cruceros anunciado por el gobierno balear el pasado mayo en Palma de Mallorca. Aunque lo cierto es que en ese caso se trata de un acuerdo entre el Govern balear y las compañías de cruceros, representadas en la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA).

El pacto permite limitar el número de cruceros: solo podrá haber tres de forma simultánea en un solo día y solo unos de ellos podrá superar los 5.000 pasajeros.

Contaminación

Más allá de la presión turística, el auténtico caballo de batalla en los próximos meses será la contaminación. El barrio de la Marina lleva años denunciando las emisiones que generan los cruceros estacionados en el Puerto con los motores a pleno rendimiento para mantener todo el sistema eléctrico de las naves en marcha.

En 2019 la ONG Transport and Environment, con sede en Bruselas, señaló Barcelona como la ciudad Europea que sufre una más polución provocada por la quema de combustibles en los grandes cruceros. La capital catalana encabezaba un ranking de 50 ciudades, tanto en el apartado referido a las emisiones de óxido de azufre (principal contaminante de los barcos) como el de los óxidos de nitrógeno (NOx, la gran preocupación en las ciudades).

Dos años después, un estudio de la Universitat Rovira i Virgili (URV) rebajaba esos datos. Según ese estudio, los cruceros son responsables del 3% de las emisiones de contaminantes detectados por las estaciones medidoras en el aire del área metropolitana.

Calvet rebaja aún más esos datos. Apunta que los cruceros suponen el 1% de las emisiones generadas en Barcelona para rechazar los argumentos ambientalistas de Colau. Y destaca los proyectos del Puerto para rebajar aún más esa cifra.

Además de alejar los cruceros de la ciudad, el Puerto se ha comprometido además a electrificar sus muelles para cruceros. Un proceso que debe concluir en 2026. Esto permitirá a los grandes cruceros "conectarse" en el Muelle Adosado y evitar la contaminación generada por sus motores en marcha durante toda la estancia en Barcelona.