El dramaturgo Albert Boadella vuelve a la carga con Joven, no me cabree, un diálogo desternillante para desmontar los mitos de la nueva modernidad y el "sacrosanto" progresismo. Un repaso del que también serán víctimas la universidad, el cine y el mundo de las artes plásticas. Además, por supuesto, de la política y la izquierda en general.
Boadella charla, distendido, sobre los efectos del procés -"para mi es divertidísimo" pero desde el punto de vista cívico "es un desastre"- la actual clase política, a la que ve falta de "dignidad" y una progresía cuyo único objetivo "es cabrear a la derecha".
Pregunta.- Leyendo Joven, no me cabree, se le ve cada vez más cómodo con el traje de prefecto icono del facherío patrio.
Respuesta.- Me siento muy cómodo en esta idea de conservador. Y está justificado, mi casa es una masía antigua que reformé, vivo con mi mujer desde hace desde 45 años, tengo mi compañía -aunque ya no la dirija- desde hace 60 años. Soy un conservador absoluto, he calculado que he plantado más de 400 árboles. Pero hay un momento en el libro que el alumno me pregunta ¿es usted de derechas? Y le respondo “me ha tomado por burro”.
P.- Deja claro que una cosa no lleva a la otra.
R.- Entiendo que esto hoy está consignado en el facherío. Claro que hoy el facherío es un concepto tan amplio que abarca prácticamente al 90% de la sociedad.
Hoy el facherío es un concepto tan amplio que abarca prácticamente al 90% de la sociedad
P.- ¿Por qué este libro ahora? ¿tenía ganas de reírse de los progres?
R.- No es únicamente eso. Quería transmitir cosas que he conocido, disfrutado y sufrido. Cosas de las que estoy seguro. Es el instinto de la transmisión, sobre todo cuando llegas a cierta edad.
P.- Ese testamento que anuncia Cayetana Álvarez de Toledo en el prólogo.
R. Quizá tenga tiempo de hacer algún adjunto, pero sí, hay una parte de testamento. Una forma de pensar, de entender la vida, la belleza, cosas que para mí son importantes.
P.- Le hace un traje a medida al concepto del “progresismo”. ¿Se ciñe al progresismo español o se puede extender a Europa?
R.-El español puede tener aspectos más folclóricos, pero se puede extender a Europa. Lo hago desde la mirada a la generación de mis hijos y la posterior. Dos generaciones que han sido mal educadas en la facilidad, en una atención excesiva. Ha habido una falta de doma en el sentido más estricto del término, el de canalizar los instintos animales de una persona.
P.- Dicen que hay niños maleducados y niños “malaprendidos”. ¿Los jóvenes actuales son maleducados?
R.- Sí, nosotros podíamos ser “malaprendidos”, yo creo que lo era, pero tuve una educación correcta, no solo en casa. Es una sociedad que se ha lanzado a la facilidad, a un igualitarismo muy peligroso. Estoy a favor de la igualdad de oportunidades, no hay duda, pero este igualitarismo que tiende a rebajar al que saca la cabeza tiene fatales consecuencias.
P.- En educación España lleva años de fracasos acumulados con cada cambio de modelo educativo.
R.-Es una constante. España ha sido un país bajo una órbita religiosa muy potente, la religión católica hacía su educación, con su moral, normas y tabús. Cuando se desmonta eso no se sustituye como en Francia. No hay una sustitución razonable, pactada de forma global. La consecuencia es el alumno que presento en mi libro.
P.- La institución que más critica es la universidad ¿por qué?
R.- Si hoy se me ocurriera dar una conferencia en la mayoría de las universidades más importantes me juego un escrache. ¡Qué clase de universidad es esta! Hay una burocracia brutal, la enseñanza maestro-aprendiz ha desaparecido, como la autoridad del maestro. Al final te das cuenta de que todo el mundo está allí para escalar o conservar un determinado puesto.
Nada que ver con el sentido más esencial de la universidad, seguramente porque hay muchas cosas que no deberían ser fruto de la universidad, por ejemplo mi oficio. Estoy en contra de esos doctorados de artes dramáticas y las facultades de bellas artes, hay que hacerlo como un oficio.
El feminismo es un tabú, no hay debate posible sobre esta cuestión
P.- En ese desmontaje de la nueva moral hay una guerra en la que no entra, la del nuevo y el viejo feminismo y la cultura transgénero.
R.- Hay alguna ironía sobre esta cuestión, que casi merecería un libro propio. He sufrido consecuencias por este tema con el montaje de Si nos enamoramos de Escarpia. Había un enfrentamiento entre el director, con su parte de macho, una enloquecida feminista y otra mujer más equilibrada, que provocaba una batalla campal. Creo que es una de mis mejores obras, pero no salió de los Teatros del Canal, nadie la programó en toda España. Eso muestra el tabú, no hay debate posible sobre esta cuestión.
P.- ¿La situación política actual es fruto de esa sociedad moralizante o en el origen está la política?
R.- Si observas a Pedro Sánchez y lo que le envuelve, o el PP, todo ese mundo político está en este contexto, pueden decir una cosa y al día siguiente la contraria sin ruborizarse. No existe lo que antes llamábamos amor propio, la dignidad. No sucede únicamente en España, se ha generalizado en todas partes. No tienen nada que ver los políticos de ahora con los de hace 40 años, en España y fuera, había pundonor y ciertos valores.
Cs ahora no es nada, aunque había tenido los mejores votantes de España, el voto más culto se iba a Cs
P.- Es conservador pero no se define en términos políticos ¿ya no encuentra acomodo en derecha ni izquierda?
R.- Me cuesta mucho. Antes tenía el partido que ayudé a crear, pero ese partido ahora no es nada. Había tenido los mejores votantes de España, el voto más culto se iba a Cs. Pero eso tiene un problema, es un votante de morro fino y a la que partido no estaba al 100% dejó de votar. Ahora ya no ofrece salidas posibles. Me encuentro en una cierta soledad.
P.- ¿Qué balance hace de los cinco años que han pasado tras el 1-O?
R.- Desde un punto de vista público-cívico es un desastre, un estado de degradación máximo, que no podíamos llegar a imaginar. Desde el punto de vista personal me divierte una barbaridad, son una pandilla de aprovechados, no les importa Cataluña ni les importa nada, solo sus propias prebendas. Pero para este territorio es una gran desgracia con pocas salidas. Solo confío en la salida generacional. La generación que ahora tiene 9 o 10 años mirarán a sus padres y les dirán “pero que mierda me has montado, que coño es esto de Cataluña”.
La generación que ahora tiene 10 años mirarán a sus padres y les dirán “pero que mierda me has montado, que coño es esto de Cataluña”
P.- Una visión pesimista, me lo fía muy largo.
R.- No, en cuatro o cinco años esa generación la va a montar. La naturaleza es más sabia que nosotros. Ha habido unas generaciones en las que el adoctrinamiento ha sido tan perfecto que han conseguido lo que han querido, pero ahora los jóvenes se encuentran con que esto es el poder que tienen en frente. Y qué poder. Una dictadura por lo menos es un poder serio que trata de joderte, pero esto no es ni un poder serio.
P.-Els Joglars hicieron su particular lectura del procés en Sr. Ruiseñor ¿tiene en perspectiva algún otro montaje sobre el independentismo?
R.- La verdad es que no inspira nada. No se puede hacer una tragedia porque necesita un tema serio y la comedia ellos la superan a diario. Cuando hice el primer Ubú era una auténtica transgresión. Pujol era el mesías, aquel disparo fue muy traumático para la sociedad catalana, pero era muy inspirador, incluso el propio personaje.
P.- ¿Ha mejorado la relación con sus vecinos en Jafre (Girona)? Hubo un momento en que le lanzaban basura a su jardín.
R.- Ahora han parado. Su ánimo ha decaído, incluso puede ser que alguno piense que el Boadella tiene razón.
P.- ¿Los independentistas están en proceso de duelo?
R.- La historia que estamos viviendo es lo peor que podía suceder, la depresión. Se ha colocado a dos millones de personas en una depresión, esto es lo más grave que ha sucedido. Y esto tiene pocas soluciones. Esta gente que han sido totalmente engañados y no quieren ver, pero empiezan a intuir el engaño.
P.- Isabel Díaz Ayuso se ha convertido esta semana en presidenta de Tabernia en Madrid. ¿Usted sigue fiel a Tabarnia?
R.- Si, por supuesto. No vale la pena comprometer el arte en esto, pero el cachondeo sí. Es terapéutico.
P.- ¿Está de acuerdo con quienes advierten que el catalán está en peligro?
R.- El catalán es una lengua con fecha de caducidad. No de inmediato, no lo veremos, pero estamos en un mundo muy distinto. El inglés se ha colado por todas partes, el español es una lengua todavía potente y Cataluña no cuenta con un Lope de Vega, un Calderón, un o Lorca.
La batalla del catalán es una guerra perdida de antemano, y además es un boomerang contra la propia lengua
Ciertamente el catalán tiene una fecha, pero esto no es motivo para emprender una acción militar contra el español. Primero porque es una guerra perdida de antemano, y además es un boomerang contra la propia lengua. Manteniéndose como una lengua más provinciana tendría más vida, una vida más romántica. Ahora mucha gente que se cabrea, entre ellos yo. A mis nietos les hablo a todos en castellano, no quiero meterles en este mal rollo.
Lo primero que han hecho es hacer de la lengua un dialecto extraño, la mejor parte de la lengua no se practica, se ha practicado el catalán de TV3, que es una mierda. Y en segundo lugar, solo dan problemas y cabreos.
P.- ¿Quién le hubiera dicho hace 50 años que usted estaría hablando en español a sus nietos?
R.- No lo hubiera imaginado. Todo lo que ha pasado después de Pujol -que eso lo anticipé- era inimaginable. El límite de mediocridad, de degradación… Me podía imaginar que un día hubiera palos, que saliera una ETA, pero esta degradación, esta parodia, nadie se lo imaginaba.
P.- Tampoco sus impulsores, gente como Artur Mas y Xavier Trias que crecieron políticamente con Pujol
R.- Es una huida hacia adelante por su parte. Artur Mas es muy responsable de lo sucedido, porque él rompe el tempo de Pujol. Jordi Pujol quería la independencia a largo plazo y quizá hubiera tenido más posibilidades de éxito con su estrategia. Mas no se dio cuenta de las consecuencias de lo que iba a hacer.
Lo que hace la progresía son ocurrencias con un objetivo imbécil, cabrear a la derecha
P.- ¿De todos los dictados de la progresía cual es el que más le molesta?
R.- Los tabús. Lo que hacen son ocurrencias con un objetivo imbécil, cabrear a la derecha. En el mundo en que estamos la derecha ha asumido los beneficios sociales del estado de bienestar. No discute la escuela pública, ni el subsidio del paro, no discute ni el aborto. Por tanto, la izquierda se ha quedado sin sus grandes luchas, y ha empezado a inventar cosas. Se ha inventado 25 sexos distintos, y los otros se ponen histéricos cuando lo mejor sería reírse. Esto es divertido, para mi oficio es fantástico, pero es nefasto. Crean una sociedad de estupideces legisladas y eso no trae buen futuro.
La progresía con la que yo traté era una progresía bajo el franquismo, consecuencia de Mayo del 68, y tenía sus razones, era más simpática. Ésta es una progresía envejecida, sin nada que proponer, solo el cabreo.
P.- ¿No teme estar refugiándose en el discurso de cualquier tiempo pasado fue mejor?
R.- Es una de las cosas que más he vigilado en este libro, porque forma parte de la propia naturaleza, tengo 79 años. Pero creo que no, porque he consultado y, sobre todo, porque estoy activo, con espectáculos que tratan temas actuales, trabajo con gente muy joven, y creo que mi juicio se acerca a la realidad.
P.- ¿Qué tiempo pasado fue mejor?
R.- Hay un tiempo formidable entre 1965 y 1975, los diez años anteriores a la muerte de Franco. Tenías al dictador para cabrearte tomando copas y en el fondo, salvo que te metieras en política, había un desmadre y una libertad extraordinarios. Estaba cabreadísimo con Franco pero me lo pasé bomba.
Después hubo una época muy buena en España, después del 23F y hasta mediados o finales del siglo pasado. Desde el punto de vista de las libertades fue una muy buena época, había una gran libertad de expresión. En las libertades se ha ido a menos, se liquidó la censura pero ahora el problema es la autocensura.
En libertades España ha ido a menos, se liquidó la censura pero ahora el problema es la autocensura
P.- Señala dos culpables de eso: la cultura de Estado y las redes sociales.
R.- Me gustan las redes sociales, pero estoy en contra del anonimato, las degrada. El peso de la basura es demasiado importante, cosa que con nombres propios nos evitaríamos. En cuanto a la cultura de Estado, yo he sido cuña de la misma madera como director de los Teatros del Canal y si tengo que hacer balance, perjudica más que beneficia. Perjudica porque hay dirigismo. En esa relación tan sensible entre el artista y el mecenas entra el Estado, la relación se hace anónima y muy complicada.
En mi oficio sería mejor vivir solamente del público, como hacía Arturo Fernández. Es mi ídolo, un hombre que no había tenido una subvención y haciendo teatro se hizo millonario. Chapeau.
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