"Había que poner a Núñez Feijóo frente al espejo", aducen en Moncloa a la hora de explicar el punto de inflexión que supuso el pasado martes el cara a cara entre el presidente del Gobierno y el líder del primer partido de la oposición. Fue un combate claramente desigual en el que Pedro Sánchez aprovechó la ventaja de la posesión de balón, y lo hizo a conciencia, dedicando prácticamente la mitad de su tiempo a lo que los fontaneros monclovitas llaman "desmontar" a Alberto Núñez Feijóo.
Sánchez buscaba un titular muy alejado de las urgencias energéticas, el de la "insolvencia" de Feijóo, también que perdiera los nervios, pero sea por la edad, el carácter o la experiencia, el presidente nacional del PP, a diferencia de lo que hubiera hecho muy probablemente su antecesor en el cargo, Pablo Casado, no bajó al barro dialéctico, más allá de afearle un discurso "impropio" de un presidente del Gobierno.
Las hinchadas de uno y otro lado del ring estaban entusiasmadas con su respectivo jefe de filas. No hubo KO, nadie cayó a la lona. Podían atribuirse el triunfo conforme a sus adhesiones políticas, pero Sánchez no ha hecho más que empezar, según admiten fuentes de la fontanería monclovita. De momento "se ha sembrado la duda sobre la solvencia de Feijóo", esa imagen que tanto daño demoscópico les hace en las encuestas y actúa como un imán entre el electorado de centro.
Moncloa encargó informes de la gestión de Feijóo en Galicia y hasta de su manera de debatir
La andanada de Sánchez, de 47 minutos de duración en una intervención más extensa, venía precedida de una ingente labor de documentación sobre su adversario político. Se encargaron informes de todo tipo sobre el ex presidente de la Xunta de Galicia y su dilatada carrera política, "de cómo parlamenta, de lo vacío de su gestión, de no mover nada, y de los datos económicos de su territorio", indican fuentes conocedoras de estos movimientos.
Lo demás fue "Google y no nos lo puso difícil", afirman con ironía a El Independiente en relación a todas las declaraciones más o menos desafortunadas que ido vertiendo desde que asumió el liderazgo de los populares, esas que Sánchez atribuyó bien a la "insolvencia" o a la "mala fe". En su equipo agregan más epítetos, a saber, "indolencia", "frivolidad" e "inanidad".
Pero incluso hay un componente de índole personal que explica en buena medida el tono del debate y de la estrategia puesta en marcha por el inquilino de la Moncloa contra su principal adversario. Ya no se trata sólo de dinamitar la imagen con la que ha aterrizado en la política nacional, es que Feijóo "no ha tenido que luchar para llegar al liderazgo de su partido, le ha venido dado" y ese parece ser un pecado original frente a la enorme osadía y perseverancia del presidente del Gobierno, capaz de forzar el pulso a todo el establisment de su partido para salir victorioso de unas segundas primarias en las que pocos daban un duro por él.
Núñez Feijóo "se queda esperando a que pase el tiempo", le critican. Otros apuntan a su falta de iniciativa política. "Aterriza en olor de multitudes pero no ha hecho nada realmente significativo desde entonces. Está agotando el capital político que consiguió en las elecciones andaluzas con el triunfo de su partido. Hay que currar y eso lo ha visto Sánchez".
Como hicieron con Rajoy, se intenta extender la idea de que el líder del PP no es muy amigo del trabajo
No son unas palabras lanzadas al azar. Desde Moncloa y los partidos que sostienen al Ejecutivo se intenta también extender la idea, como lluvia fina, de que el ex presidente de la Xunta no es muy amigo del trabajo. No es nuevo. También lo decían de Mariano Rajoy.
En definitiva, "es el primer escalón de una estrategia que busca pinchar el globo. De momento, se ha plantado la semilla", y su éxito se evaluará con el tiempo, en la carrera de fondo en que se ha convertido este año y medio electoral. No deja de ser un reflejo de los temores que alberga Moncloa respecto al ascenso de los populares. El advenimiento de Feijóo al liderazgo del PP no dejó de ser una mala noticia para Sánchez, pero queda mucho camino por andar antes de convocar a los españoles a las urnas de unas generales si antes no hay debacle en las las locales y autonómicas de mayo del año que viene.
Explican en Moncloa la teoría del Porsche. Si a un ciudadano se le pregunta qué coche le gustaría comprarse "muchos responderán que un Porsche, pero cuando llega el momento en que tiene que cambiar de coche ya es más realista". Es decir, que los sondeos, sondeos son, y en un escenario en que no se avizoran elecciones inmediatas, a los ciudadanos les cuesta ponerse en modo electoral, salvo los más hiperventilados, que no son precisamente los socialistas. Pero algo falla en esta fábula si elevan a Núñez Feijóo a la categoría de deportivo alemán y dejan como un utilitario Sánchez.
Se malician en el equipo gubernamental de que el líder del PP "no va a volver a pedir un debate en el Senado". Quizá pecó de bisoñez al no evaluar cómo Sánchez iba a hacer uso de su tiempo para zarandearle e intentar ganar por KO. Los suyos se defienden. "Es el mismo reparto de tiempos que en el Parlamento gallego", aducen para justificar un "cara a cara" desigual en el que el presidente del Senado, Ander Gil, debería haber sido más flexible con el reparto de los minutos. Hasta eso escudriñaron en Moncloa. Pero no siempre hablar largo es bueno. Otra fuente vaticina, en cambio, que "Feijóo no repetirá, pero no porque haya salido vapuleado, sino porque no ha ganado nada".
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