Tres meses hará mañana lunes de la costalada electoral de Ciudadanos en Andalucía, la que inició un proceso de refundación que, por el momento, no tienen forma. Los comicios andaluces hicieron perder al partido de Inés Arrimadas los 21 parlamentarios que ostentaba desde diciembre de 2018 en el Parlamento de Andalucía, y, tras el descalabro de la formación, de igual manera y previamente en Castilla y León, pasando de doce a uno, saltaron las alarmas del partido naranja. La primera medida tomada por el hasta entonces coordinador de la marca en la región, vicepresidente en el primer gobierno del PP andaluz y consejero de Turismo, Juan Marín, fue abandonar el cargo y la vida política. A él, le siguió el movimiento de la cúpula nacional de Ventas, en Madrid. Todo pese a que, con anterioridad, para Cs, perder veinte escaños no suponía un "desastre".
El 21 de junio, Arrimadas comparece en rueda de prensa y anuncia que el partido se someterá a un proceso de renovación "profundo", algo que ya dejó caer la noche anterior durante una entrevista en Onda Cero. Lo defiende por la necesidad de intentar convencer de nuevo a ese perfil de votante que dio alas al partido en Cataluña, incluso para ser primera fuerza regional por encima de Junts o ERC, también del PSC. Desde ese momento, la postura de la dirección ha sido clara: no intervenir para no condicionar el deseo de los afiliados; de lo que buscan que sea Cs. Según fuentes de la cúpula, consultadas en los días posteriores a esa proclamación, de condicionar la refundación, todo quedaría reducido a "una mentira".
Esas mismas fuentes apostaban por seguir los procedimientos establecidos por la dirección y dejar en manos del G-8 designado, el porvenir del partido a partir de los próximos meses. Todo, tras un periodo de escucha de la militancia, así como otros inputs de la sociedad civil. Pese a que no se ha conocido ningún avance de cara al público en este periodo, salvo que ese proceso de contemplar valoraciones ya ha concluido, el partido sigue adelante con el compromiso adquirido. Y ya ha puesto fecha para dar cuenta del resultado final: entre diciembre de este año y enero del siguiente.
El problema es que ese proceso puede verse afectado antes de llegar a ese plazo, dado el progresivo ascenso de un grupo de díscolos internos con la actual dirección que solicita su dimisión en bloque y la convocatoria de una asamblea extraordinaria. Se trata de Somos Cs, que recientemente ha publicado un manifiesto que ya ha refrendado un 10% de la militancia, dado que, según los balances de la propia formación, en este 2022 ronda los 9.500 afiliados; un 72% menos que a comienzos de 2019, cuando Albert Rivera logró 56 diputados en el Congreso.
Nuevos frentes territoriales
La situación de las siglas ya era difícil después de un 2021 convulso. La maniobra para desplazar a Fernando López Miras del Gobierno de la Región de Murcia orquestada junto al PSOE provocó un desplazamiento corredizo, como fichas de dominó, hacia la Comunidad de Madrid, y, posteriormente, a Castilla y León. Isabel Díaz Ayuso decidió adelantar los comicios y así se garantizó independencia casi plena en la Real Casa de Correos, a excepción de acuerdos puntuales de legislatura con Vox. A ella le siguió en diciembre Alfonso Fernández Mañueco, cuya convocatoria electoral antes del plazo fijado puso la puntilla a Cs. Entre los dos territorios, la marca se dejó por medio 38 escaños regionales y tres vicepresidencias -a expensas de comicios en Murcia-. A esa cifra se sumó los 21 andaluces, dando un total de 59.
Arrimadas someterá el nuevo liderazgo al final de la refundación y no aclara si se presentará a primarias
Ahora, a ello se ha sumado el grupo de díscolos internos que, recientemente, han abierto un nuevo frente en la Comunidad Valenciana; concretamente, en Alicante. El último nombre en marcar una línea de oposición con la dirección, ha sido Pachi Pascual, el hasta ahora portavoz de San Vicente del Raspeig, que ha presentado su renuncia al acta de concejal y en los próximos días lo hará del Cs. Los motivos: no se siente identificado con el proyecto, ni con la dirección que lleva, ni con las decisiones tomadas. "Distan mucho de las de sus orígenes", considera. A él se le une una veintena de miembros en toda la provincia de Alicante que decidieron renunciar el martes, y a otros tantos firmantes de Somos Cs repartidos por regiones como Asturias. Todos comparten un mismo perfil: liderazgos y concejales locales.
Ante este cisma territorial, Arrimadas y los suyos no sueltan prenda y mantienen el rumbo de lo estipulado. Sí aceptarán la asamblea una vez concluya la renovación, aunque no dejan claro si la actual presidenta se presentará y competirá en primarias el próximo año.
Un discurso mermado frente al PP
Uno de los problemas a corto plazo a los que tiene que enfrentarse el partido es a diferenciarse del discurso del Partido Popular (PP). Si bien es cierto que Cs propuso en febrero deflactar el IRPF -salvaguardando las diferencias mínimas de planteamiento con los populares- o abogó por el uso de la energía nuclear, los de Alberto Núñez Feijóo han impuesto su discurso. Todo en un contexto de crisis energética y económica, y más cuando el PP se adjudica la autoría de esas mismas propuestas. Principalmente alentados por la novedad de liderazgo y por tratarse del objeto de oposición del Gobierno ahora con Vox debilitado.
Ante ello, Cs ha incrementado sus reproches al PP por el acercamiento a partidos nacionalistas como el PNV de Andoni Ortuzar, o por 'blanquear' el nacionalismo con arengas como el "bilingüismo cordial" por el que aboga Feijóo en Cataluña, algo que, a nivel electoral, intenta reforzar una faceta más nacional y unitaria territorialmente hablando. Algo que, en un contexto donde predomina la preocupación financiera y de suministros, es insuficiente.
Logo, color y banderas
Además de no dar a conocer ningún giro sustancia en el discurso, Cs tampoco ha anunciado si renunciará a sus siglas o al color naranja. En cambio, sí ha trasladado que entre los objetivos de la formación si está el intento de dominar la esfera electoral y política y centrarse, por el momento, en banderas más modestas. La lucha contra el nacionalismo y el separatismo, puede ser una.
En definitiva, el intentar ser un partido de apoyo cotidiano del bipartidismo, con una esencia más europea que la mantenida hasta el momento. Capaz de entenderse con el PP, pero también con el socialismo como han hecho los liberales del FDP y el canciller alemán Olaf Scholz. Al mismo tiempo, abogan por convertirse por un partido nicho, con un porcentaje fijo de electorado en torno al 15-20%, que de cabida a votantes moderados que busquen una alternativa más definida y concreta.
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