Ha sido un goteo imparable. El último descuento es de esta misma semana. Dos menos. El marcador muestra ahora otra cifra: 178. El jueves se cumplirán once años desde que ETA anunció que lo dejaba, que abandonaba las armas. Entonces en las cárceles españolas y francesas cumplían condena 703 presos de ETA. Desde aquel 20 de octubre de 2011 más de medio millar de condenados de la banda han salido en libertad. Ha sido una larga década de ‘ongi etorris’, flores y aurreskus para el entorno que más dolor ha causado en Euskadi en las últimas décadas. Cientos de presos recibidos primero en la calle, a plena luz del día, y más recientemente en la discreción impuesta por la movilización de las víctimas. También han sido años de salidas de la cárcel en silencio, sin bienvenidas, incluso con reproche de sus otrora compañeros de pistolas. Ha sido la última venganza de los suyos –tras ser expulsados de ETA- a quienes en este tiempo osaron repudiar su pasado, arrepentirse.
Han transcurrido once años desde la rueda de prensa de capuchas blancas en la que todo comenzó a terminar y la paz a abrirse camino. Atrás quedaba un doloroso legado que empieza cronificarse sin haber cicatrizado del todo. Un pasado que acumula crímenes pendientes de resolver y de culpables impunes por juzgar. Muchos han salido ya ancianos, enfermos o en el peor de los casos semanas antes de morir. Miembros de ETA que han cumplido en ocasiones más de tres décadas en la cárcel.
Entre los cientos de presos de ETA que en esta larga década sin ETA han salido en libertad figuran algunos de los miembros más veteranos de la organización terrorista. Dirigentes que un día asumieron la máxima responsabilidad de qué hacer, a quién asesinar o a quién amenazar. Jefes de ETA en cualquiera de sus ramas: militar, política o económica.
El regreso de los miembros de ETA a la sociedad vasca ha sido muy dispar. La mayoría ha optado por la discreción, por empezar una nueva vida fuera de la primera plana de la pugna política, en su pueblo o incluso lejos de él. Pasar a un segundo plano. Otros, en cambio, han preferido insertarse en el corazón de la rama política que un día les alentó, en la estructura organizativa de la izquierda abertzale para ocupar puestos de responsabilidad.
Los hay que han decidido desaparecer, no dejar rastro con el que seguirles y de los que poco o nada se sabe desde que dejaron atrás la prisión. Son los ‘arrepentidos’, los que optaron por desmarcarse de ETA, pedir perdón e iniciar un proceso de condena pública de la violencia que un día ejercieron y que les llevó a matar y cumplir largas penas de cárcel.
A algunos, el pasado les ha vuelto a visitar en forma de nuevas imputaciones, acusaciones o juicios por crímenes de hace décadas. Muchos cruzan los dedos para que el silencio y la niebla impuesta sobre el pasado no se altere y les permita mantener su impunidad por crímenes en los que participaron y por los que no han pagado. El colectivo de presos dejó claro que nada de arrepentimientos y mucho menos de delaciones. Y así sigue.
Los arrepentidos
Son los menos. Algo más de una treintena se acogieron a la llamada ‘Vía Nanclares’ que les permitió acceder a beneficios penitenciarios y acelerar su salida de prisión. Entre ellos figuran ideólogos históricos de la banda, algunos de los dirigentes de ETA y sanguinarios militantes de la organización que un día dieron el paso para repudiar su pasado. En esta década de paz tras el final de ETA uno de los casos más llamativos es el de José Luis Alvarez Santacristina, alias ‘Txelis’. Fue uno de los ideólogos de la banda en los duros años 80 y jefe de ETA hasta que fue desarticulada la cúpula en 1992 en Bidart. En prisión inicio un proceso de reconversión religiosa que le llevó a pedir perdón y a ayudar a dar consejos para “pedir perdón”. En 2015 salió en libertad y entre sus funciones figura haber impartido clases de euskera en un colegio de Álava.
Los casos de parejas en el seno de ETA son numerosos. Menos los que ambos se han arrepentido. El de Carmen Guisasola y José Luis Urrusolo Sistiaga es uno de ellos. Ambos tienen a sus espaldas un terrible pasado en ETA y décadas en prisión. También haberse desmarcado de la violencia. Guisasola salió en 2014 y Urrusolo Sistiaga en 2016. No han dudado en hacer comparecencias públicas expresando su arrepentimiento y rechazo de la violencia. Incluso han participado en homenajes víctimas de ETA. También comparten haber sido expulsados de la banda por ello. Guisasola se ha lanzado a escribir su primera novela en la que relata el sufrimiento de una madre cuya hija ha huido para integrarse en ETA.
Otro destacado miembro de ETA que dejó atrás su vida de terrorista tras haberse arrepentido fue Iñaki Rekarte, condenado por matar a tres personas. Tras diversas comparecencias públicas para mostrar su arrepentimiento lo dejó plasmado por escrito en la obra, “Lo difícil es perdonarse a uno mismo” en la que repasaba su vida. En prisión conoció a una trabajadora social que terminó siendo su pareja y con la que abrió un bar en Santesteban (Navarra).
La lista de nombre destacados de quienes se acogieron a la llamada ‘Vía Nanclares’ la completan Francisco Múgica Garmendia ‘Pakito’, quien fuera jefe de ETA durante dos de los atentados más sanguinarios de ETA, el atentado de Hipercor y el cometido contra la casa cuartel de Vic. Desde diciembre de 2020 está en libertad. Tiene 67 años y, tanto tras su salida como en el tiempo transcurrido, no ha realizado ninguna comparecencia pública. Lo mismo ha sucedido con otra histórica militante de ETA, Idoia López Riaño, alias ‘La Tigresa’, que desde su libertad en junio de 2017 ha evitado ser vista en público.
Quizá el caso más mediático es el de Ibon Etxezarreta, condenado por el asesinato de Juan María Jauregui en 2000 y que decidió reprobar la violencia que ejerció. Lo hizo ante la viuda de Jauregui, Maixabel Lasa. Nunca pidió perdón, "no lo pido porque es algo imperdonable". Desde febrero de 2019 disfruta del tercer grado. Su historia y la de su relación con Lasa se narra en la película de Iciar Bollain, 'Maixabel'.
Los políticos y orgullosos
El 20 de octubre de 2011 tres encapuchados leyeron el comunicado de “cese definitivo de la violencia armada”. De ellos, sólo uno está hoy en prisión. David Pla (Pamplona 1975) ocupa un puesto de relevancia en el organigrama político de Sortu. Es el titular de la vicesecretaria de orientación estratégica de la formación de la izquierda abertzale y uno de los responsables del partido en Navarra. Plá está considerado el último jefe de ETA. Ha sido detenido en varias ocasiones y se fugó a Francia para reintegrarse en la banda. Salió en libertad en abril de 2019.
En la lista de los expresos que hoy se dedican a la política tras haber sido acogidos por la izquierda abertzale también figura una histórica dirigente y miembro de ETA: Elena Beloki. En la última renovación de la cúpula de Sortu, Beloki fue elegida responsable del área internacional de la formación, la misma responsabilidad que ejerció durante mucho tiempo en la banda terrorista. Salió en libertad en agosto de 2016 y poco después se reintegró en el organigrama político de la izquierda abertzale.
Oihana San Vicente también ha salido en libertad en esta década sin ETA. Al contrario que otros compañeros de banda, ella ha decidido regresar a la actividad política en la que trabajó antes de decidir integrarse en ETA. Fue detenida en 2009 en Francia donde cumplió una condena de cuatro años de prisión y puesta en libertad. Hoy es la coordinadora interna de la organización. Ella, junto a Antton López Ruiz, alias ‘Kubati’, fue acusada de organizar cerca de un centenar de ‘ongi etorris’ a presos de ETA, sin que la acusación esté por ahora demostrada judicialmente.
En estos años ‘Kubati’ es otro de los miembros de la organización que recuperó la libertad tras 26 años en prisión por 13 asesinatos, entre ellos los de Dolores González Katarain, ‘Yoyes’, en presencia de su hijo de tres años. Ella fue la primera arrepentida que osó abandonar la organización terrorista. ‘Kubati’, poco después de salir en libertad en 2013, se puso al frente del movimiento de presos, el EPPK. Lideró el viraje hacia la petición de beneficios penitenciarios para acelerar la salida de la cárcel, una vía históricamente vetada para los presos de la banda. Su rostro ha sido uno de los más visibles en estos años a favor del final de la dispersión y las movilizaciones por el acercamiento de internos a cárceles vascas y navarras.
En la lista de quienes no se han escondido aparece Josu Zabarte, el conocido como ‘Carnicero de Mondragón’ y que se ha dejado ver en numerosos actos públicos. Lo hizo en la escenificación del desarme llevado a cabo en abril de 2018 en Bayona y lo ha seguido haciendo en muchos eventos de la izquierda abertzale.
Los desaparecidos y los inquietos
Un gran número de presos de ETA han optado por casi desaparecer, por no dejar verse, que no se vuelva a saber de ellos. Cuando Santiago Arrospide Sarasola, alias ‘Santi Potros’, abandonó la prisión en 2014 el revuelo fue importante. Más aún cuando apenas 45 días después volvió a ingresar en ella por causas que tenía pendientes. No recuperó la libertad hasta agosto de 2018. Su pasado terrible, en el que figura el atentado de Hipercor, lo intentó redimir con un repudio a la violencia y desmarque de ETA que le valió el desprecio de los suyos.
También parece haber desaparecido otro nombre destacado de la organización que optó por la discreción: Valentín Lasarte. Cumplió 19 años de prisión por una decena de asesinatos, entre ellos los de Gregorio Ordóñez. En marzo de 2015 recuperó la libertad y después no se ha sabido más de él.
En la mayoría de los casos, los presos de la organización terrorista optan por eludir su presencia en público. A lo sumo, la mayor parte de ellos participa en actos masivos promovidos por la izquierda abertzale, como manifestaciones o convocatorias a favor del acercamiento de los presos a prisiones vascas, pero siempre en segundo plano.
Sin embargo, a algunos expresos la recuperación de la libertad se les ha complicado. El peso del pasado y la posibilidad de que puedan ser imputados por crímenes que parecían olvidados sigue ahí. Sin duda el caso más relevante es el de Josu Urrutikoetxea, alias 'Josu Ternera'. El histórico jefe de ETA vivió 17 años fugado hasta que fue localizado y detenido en los Alpes franceses en mayo de 2019. Desde entonces, las causas pendientes en Francia y las reclamaciones de la Justicia española le han perseguido. Enfermo, Urrutikoetxea acumula ya dos autorizaciones de entrega a España por otras tantas causas. Mientras, en Francia, la Justicia gala le ha rebajado los controles y sigue en libertad vigilada, con la única obligación de presentarse en comisaría tres veces por semana.
Otro de los historicos, ‘Kubati’, ha sido procesado estando ya libre. Fue juzgado por el asesinato de Ignacio Isturiz y Adrián González en 19983 en Aretxabaleta. Finalmente, salió absuelto.
De igual manera, miembros destacados como Mikel Albisu, ‘Mikel Antza’, también ha sido procesado como autor intelectual del asesinato de Gregorio Ordóñez. Quien fuera jefe político de ETA salió en libertad en 2019. Ahora, el juez le ha obligado a no abandonar España. Como él, otros antiguos jefes podrían enfrentarse de nuevo a la justicia tal y como demanda Dignidad y Justicia en un proceso abierto en la Audiencia Nacional y que pretende imputar a los máximos responsables de la banda por ser quienes ordenaron los crímenes bajo su mandato. Un proceso que podría provocar que muchos de los que hoy están en libertad se enfrenten a nuevas condenas.
Los encarcelados
En la cárcel aún cumplen condena algunos de los jefes de ETA y otros militantes significados en la historia de la banda. En varios casos se trata de dirigentes que se enfrentan a causas pendientes en España y que han sido entregados por Francia para responder por ellas. Es el caso de Maria Soledad Iparragirre, ‘Anboto’, que se enfrenta a varias causas en nuestro país. Actualmente está presa en la cárcel alavesa de Zaballa.
Otro de los dirigentes de ETA en 2008, Garikoitz Aspiazu, alias ‘Txeroki’ también está en prisión cumpliendo condena. En este caso lo hace en Francia, país en el que también sigue encarcelado quien poco después le sustituyera al frente de la banda, Mikel Karrera Sarobe, jefe militar de ETA en 2010. Karrera está condenado por la justicia gala a cadena perpetua.
En la cárcel de Estremera está interna Iratxe Sorzábal, una de las tres personas que junto a Pla y Lesaka leyó el comunicado de cese de actividad armada que ETA hizo público el 20 de octubre de 2011.
En una prisión de Euskadi está ingresado quien fuera considerado jefe de comandos de ETA, Gorka Palacios, la misma prisión en la que cumple condena Javier García Gaztelu, autor material del asesinato de Miguel Ángel Blanco y condenado por su participación en una decena de atentados.
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