El éxito sabe mejor cuando pocos creen en ti. Aún más cuando se alcanza después de que la mayoría considerase que aquello era una locura, un despilfarro. Y qué hablar cuando fuera de tus fronteras llevan años rindiéndose a la evidencia. Este martes habrán pasado 25 años del final de aquella apuesta arriesgada que planteaba pasar del acero y la industria que durante décadas había sido el motor de la economía local a buscar en el arte, los museos y la belleza la alternativa a la crisis industrial que ahogaba empresas y familias.
Este 18 de octubre el Museo Guggenheim convertirá en plata el titanio de su fachada para celebrar haber consolidado la pinacoteca diseñada por Frank Gehry (Toronto, 1929) en un referente casi eterno para el arte contemporáneo a nivel internacional desde su inauguración en 1997. Una obra del genial arquitecto canadiense que, a sus 93 años, no ha querido perderse la conmemoración. Gehry está en la capital vizcaína desde este fin de semana, donde ha visitado el interior del museo imposible que un día imaginó y a partir de 1991 comenzó a dar forma hasta su apertura seis años más tarde. Anoche ocupó un lugar de honor en la cena de gala que precedió al aniversario que hoy se conmemora.
En estos cinco lustros los críticos, los incrédulos, han terminado por aceptar que estaban equivocados. El impacto social, de transformación, económico e incluso de orgullo que el Guggenheim Bilbao ha tenido en la sociedad vasca en su conjunto nadie lo pone ya en duda. El ‘efecto Guggenheim’ fue el argumento central para explicar el cambio, no sólo de la ciudad, sino de todo el País Vasco desde finales de los años 90 hasta nuestros días.
No ha sido un viaje fácil. A la incredulidad general del proyecto se sumaron las dificultades del momento: crisis industrial y una amenaza terrorista que parecía no tener fin. Terrorismo que quiso atentar contra el museo el mismo día de su apertura, con el Rey y máximas autoridades del país presentes. Sólo la observación del ertzaina Txema Agirre, que vio algo extraño en aquellos falsos jardineros que trabajaban en los preparativos cinco días antes del abrirse el museo, evitó la masacre. Le costó la vida. Los terroristas de ETA que preparaban lanzagranadas ocultos en las jardineras huyeron al pedirles la identificación, pero lo hicieron disparando y matando al agente que hoy da nombre a la plaza en la que se asienta 'Puppy'.
Más allá de su aportación artística, en la que se incluye a los principales artistas de arte contemporáneo, en estos 25 años el Museo Guggenheim ha sido una de las mayores empresas de imagen y de facturación. Se estima que hasta septiembre de este año han pasado 24,7 millones de visitantes, el 60% de ellos extranjeros. Un museo ‘de provincia’, de una ciudad de apenas 350.000 habitantes, y que lo ha situado como punto preferente de los amantes del arte de Francia, Alemania, Gran Bretaña y EEUU. Este año la pinacoteca bilbaína cerrará el ejercicio con más visitantes que el museo Guggenheim de New York.
Impacto artístico y económico
Su impacto económico en todos estos años se estima en 6.516 millones de euros y con una recaudación impositiva en las arcas de la hacienda vizcaína de 911 millones de euros. Unas cifras que dejan en evidencia que los 133 millones de euros que costó el proyecto han sido una de las inversiones más rentables jamás llevadas a cabo en Euskadi.
En estas bodas de plata los impulsores del Guggenheim, sus patronos y socios hicieron ayer balance. Una sido 25 años en los que la parte más artística se cierra con un saldo de 215 exposiciones de algunos de los más reconocidos autores de todos los tiempos, los recientes y los no tanto. Se estima que han sido expuestas alrededor de 18.000 obras y que en 37 de las muestras el éxito ha superado las 500.000 visitas.
Por ahora, el futuro parece asegurado al menos otra década más. Superadas las crisis de 2008 y de 2012, que frenaron su capacidad de adquisición de obras de arte, y el impacto negativo que ha tenido la pandemia en su actividad, el futuro parece estar blindado al menos por otra década. El impulso del Museo lo lidera el Patronato controlado por la Fundación Solomon Guggenheim, junto a la Diputación de Bizkaia y el Gobierno vasco, que en 2014 acordaron renovar su alianza hasta 2034.
Hoy el museo cuenta con un fondo particular que integran 145 obras. Una inversión en arte que en todos estos años ha supuesto un desembolso de, al menos, 110 millones de euros. Colección que se ha logrado seguir engordando en el último año con la adquisición de una decena de obras más tras el parón de adquisiciones durante ocho años impuesto por la crisis económica.
Una colección singular
La mayor parte de ellas se exhibirán a partir de este martes 18 en la exposición Secciones/Intersecciones’, una muestra de la colección del Museo que ha contado con cinco comisarios en su diseño y con la que se quiere poner en valor el peso de las obras que atesora el Guggenheim Bilbao. Abarcará las tres plantas de la pinacoteca, convirtiéndose en la mayor muestra monográfica en su historia. A lo largo de todo el recorrido se incluirán obras de Miquel Barceló, Georg Baselitz, Anselm Kiefer, Yves Klein o Yoko Ono, entre otros muchos, y que integran los fondos de la pinacoteca bilbaína.
Dicen del titanio que es un metal gris, de baja densidad, gran dureza y resistente a la corrosión. En Bilbao apenas lo conocían cuando Gehry pidió cubrir su extraño edificio con él. Además, era muy caro. Sólo la fortuna quiso que una crisis en Rusia bajara su precio en aquellos días de compra de materiales.
"Fuimos una sociedad que no se resignó"
25 años después, el Museo Guggenheim continúa siendo la carta de presentación en el mundo del País Vasco. Sin él no se entendería la historia vasca de los últimos cinco lustros y con la que las instituciones revalidarán estos días su apuesta. El próximo reto es su ampliación, no muy lejos de la capital vizcaína, con una sede en la Reserva de la Biosfera del Urdaibai.
Los actos de conmemoración tuvieron anoche el evento más institucional con la cena de gala que reunión en el Museo a 450 invitados y en el que el lehendakari Iñigo Urkullu destacó el valor como elemento transformador y de convivencia que ha sido el Guggenheim Bilbao en estos años. "Estos 25 años nos hablan de una sociedad que no se resignó", aseguró, de una sociedad 2que apostó por recuperar los suelos industriales y portuarios, ganar competitividad, imaginar un nuevo urbanismo y diversificar su economía". Urkullu recordó que en estos 25 años Euskadi ha pasado de ser "un país con pocas referencias positivas en el exterior a presentarnos al mundo como una sociedad abierta, atractiva y moderna".
El lehendakari aprovechó su intervención para apelar a la tolerancia como un valor esencial y carente hoy en muchos lugares del mundo. Aseguró que en los años en los que se promovió el Museo en el País Vasco la intolerancia "de una parte de nuestra sociedad que trató de imponer por la violencia su proyecto político y destruyó familias, vidas, bienes y condicionó nuestra convivencia". Recordó al agente de la Ertzaintza, Txema Agirre, a quien ETA asesinó cinco días antes de la inauguración tras descubrir a unos falsos jardineros que iban a instalar lanzagranadas para activarlos durante la inauguración.
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