Hace días que los directores y directoras de museo no duermen tranquilos. La repetición de ataques a obras de arte protagonizados en diversas pinacotecas de Alemania, Reino Unido y Francia, utilizadas como altavoces para reivindicaciones de carácter ecologista y social, han elevado la inquietud y la alerta. En España se encuentran algunos de los museos más importantes de Europa y en sus salas se exhiben obras de valor incalculable que podrían ser objeto de agresiones similares. Por el momento, los principales museos españoles optan por la discreción al referirse a sus planes de seguridad y el posible refuerzo de los mismos, si bien la mayor parte no oculta que la cuestión está siendo abordada.
Sólo desde el pasado mes de mayo se han registrado media docena de ataques contra obras significadas de arte. En mayo fue contra ‘La Gioconda’, en el Museo del Louvre, el pasado día 14 en la National Gallery de Londres, cuando dos activistas arrojaron un bote de salsa de tomate contra ‘Los Girasoles’ de Van Gogh y el sábado otros dos activistas lanzaron puré de patata contra una obra de Monet (una pieza de la serie ‘Les Meules’) en el Museo Barberini de Berlín. El último episodio ocurrió ayer cuando dos activistas del movimiento ‘Just Stop Oil’ lanzaron tartas contra la figura de cera del rey Carlos III en el Museo Madame Tussauds de Londres.
Hoy el Museo Guggenheim Bilbao tiene previsto abordar esta cuestión. La dirección de la pinacoteca estudiará si es necesario reforzar los controles para evitar que se puedan producir este tipo de agresiones en alguna de sus salas. El Guggenheim Bilbao cuenta con un avanzado sistema de seguridad y vigilancia, que a finales del año pasado actualizó para implantar un sistema integral de vigilancia que emplea la Inteligencia Artificial como herramienta. A ello suma un plan de seguridad específica para cada exposición que se diseña en el proceso de ejecución de la misma.
Pasar desapercibidos
Como en otros museos, existen limitaciones de acceso con paquetes, mochilas o bolsos grandes. Además se exige guardar distancia de seguridad respecto a las obras expuestas, que se marca con discretos extensores. Una actitud por la que también velan las decenas de vigilantes dispersos por todo el Museo, que estos días celebra su XXV aniversario.
Otro de los grandes museos de nuestro país, el Museo del Prado, reconocieron recientemente en boca de su director, Miguel Falomir, que tras los ataques registrados en las últimas semanas se han intensificado las labores de vigilancia, “estamos ojo avizor”, aseguró. Defendió que “cuanto menos se hable, mejor”. Ahora, fuentes del Museo reiteran esa idea al asegurar que se busca estos días mantener un “perfil bajo” para evitar situar al museo en “el punto de mira” de posibles ataques. Actualmente el Museo tiene expuestas en las distintas salas del complejo alrededor de un millar de obras.
En el Reina Sofía recuerdan que ya existen planes “encaminados a evitar cualquier acto de vandalismo” o acciones contra las obras de arte expuestas pero no ocultan que las medidas “se vienen reforzando” en zonas que se consideran de mayor riesgo. En una breve nota, la pinacoteca añade que no se puede obviar que “el riesgo cero no existe” de ser víctima de algún tipo de agresión y ante lo que sólo cabe “optimizar” las medidas de seguridad ya disponibles, como son el empleo de las herramientas de última generación de las que dispone el Museo y el personal de vigilancia que trabaja en él.
En el Museo de Bellas Artes de Bilbao, que dirige Miguel Zugaza, prefieren no comentar la situación ante el temor de que ello pueda suponer situarlo en el foco de los movimientos que están protagonizando este tipo de agresiones.
Seguridad moderna y costosa
Los museos cuentan en los últimos años con modernos sistemas de vigilancia, en muchos casos dotados de sensores y cámaras precisas, además de controles en los accesos. Pese a ello, como ha quedado demostrado, no siempre logran prevenir los ataques. La necesidad de proteger las obras de arte ha llevado en muchos casos a blindar las pinturas con cristales especializados que logran minimizar el impacto de una agresión como los registrados en los últimos días.
La exhibición de un cuadro de gran valor requiere en muchos casos no sólo un largo proceso de contratación en régimen de préstamo, sino también el diseño de complicados procesos de transporte y seguridad en el lugar de exhibición para evitar daños en la obra. De ahí que los seguros que en la mayoría de los casos requieren estos procesos son elevados. En el caso del Museo Guggenheim algunas de sus exposiciones han requerido asegurar bienes por importes que han rondado los 2.000 millones de euros.
Se da la circunstancia de que muchos de los ataques protagonizados por grupos de corte ecologista han arremetido contra compañías eléctricas y petroleras, por su papel durante la crisis energética y de precios que atraviesa Europa. En nuestro país, algunas de las empresas energéticas y petroleras más importantes forman parte del patronato de algunos museos y participan del impulso de muchas de las colecciones exhibidas en las salas de los museos.
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