Aquella fue la última noche oscura. Una suerte de vigilia para dejar atrás la penumbra en la que se habían sumido durante décadas aplaudiendo, alentando o silenciando tiros, bombas y amenazas. Eran las 00.26 horas del 6 de mayo de 2011. Aún faltaban seis meses para que ETA anunciará el cese definitivo de sus acciones terroristas y siete años para su disolución. Pero en la izquierda abertzale el cambio en sus tripas internas acababa de comenzar. La vigilia a la que había llamado a los suyos en El Arenal de Bilbao para esperar la resolución del Tribunal Constitucional en víspera de las elecciones municipales y forales terminó con 'fumata blanca'. El TC anulaba la prohibición de las candidaturas de Bildu dictada por el Supremo y autorizaba a la coalición a presentarse a los comicios y dejar atrás años de ilegalización. La nueva izquierda abertzale ponía en marcha su mutación, la transformación ideada en los despachos y que aún hoy sigue aplicando.
Un largo camino de más de una década para dejar atrás más de medio siglo de capuchas y vivas a ETA. Aquella noche se comenzó a abrazar la alfombra del poder, otrora menospreciada, y a practicar el discurso de la negociación política cotidiana y a cambiar la ropa de monte por la chaqueta y el traje institucional. El pasado no se puede eliminar pero sí silenciar, ocultar, manipular o ignorar. Entre aquellos candidatos municipales de 2011 y los que estas semanas empieza a anunciar EH Bildu para las municipales de 2023 existen años de renovación y transformación. Hay quien ve en todo el proceso el espejo de la mutación vivido en Irlanda del Norte por el Sinn Féin tras los 'Acuerdos de Viernes Santo' y que les llevaron al poder.
Hoy no hay rastro de aquellos discursos duros, incluso amenazantes, órdagos al Estado o mítines en los que encapuchados de la banda se convertían en invitados sorpresa del acto para quemar una bandera entre vivas de los asistentes. Tampoco en las listas figuran terroristas en activo a los que hay que llevar en furgón policial al Parlamento vasco para que den su discurso como candidato de HB a lehendakari, -como ocurrió con Juan Carlos Yoldi en 1987- o jefes de ETA, como Josu Urrutikoetxea, alias ‘Josu Ternera’, presidiendo comisiones de derechos humanos en la Cámara.
Es evidente que en la bancada y listas electorales de la izquierda abertzale aún quedan restos de su pasado alentando la violencia, diputados condenados por pertenencia a ETA o candidatos que han pisado la cárcel. También que desde Sortu y Bildu se ignoran los muchos actos de recuerdo y agradecimiento que se siguen produciendo en el País Vasco.
Es el precio del pasado y de un lento proceso de transformación. Obliga a tener un pie en el ayer y otro en un mañana blanqueador. Pero en 2022 haber estado en la cárcel por defender la causa cada vez cotiza menos. La izquierda abertzale actual busca perfiles nuevos, hombres y mujeres que nada tengan que ver con su pasado, con candidatos que no recuerden a los electores quienes fueron hace apenas una década. Es una amnesia recíproca que necesitan candidatos y muchos de sus electores.
Nuevos perfiles... alejados de su pasado
En Navarra la aspirante a disputar la presidencia del Gobierno a María Chivite será Laura Aznal, una licenciada en Economía, experta en finanzas y contabilidad. En Bilbao quien opta a la alcaldía por Bildu será una doctora en Derecho y profesora universitaria, María del Río, relevando a una histórica de la izquierda abertzale, como es la abogada Jone Goirizelaia. En San Sebastián quien quiere volver a ocupar el cargo es Juan Karlos Izagirre, médico de profesión y que ya fue alcalde entre 2011 y 2015. En Bizkaia la aspirante a la Diputación de Gipuzkoa es Maddalen Iriarte, la actual portavoz de la coalición en el Parlamento Vasco. Quien fuera presentadora de ETB encabeza una nueva hornada de rostros de la ‘renovada’ izquierda abertzale en la que las mujeres, en otro tiempo con un peso reducido en las ‘plantillas’ abertzales, han ganado mucha presencia.
La renovación iniciada aquella noche de vigilia que les devolvió a las instituciones es mucho más profunda. En estos años los pesos, subrayados y adjetivos de su discurso han cambiado. Poco a poco, los mensajes en clave soberanistas, independentista, han dejado de monopolizar su vida política. Incluso los presos de la banda que en otro tiempo eran uno de sus pilares han ido perdiendo influencia y reduciendo su presencia en la vida cotidiana de la izquierda abertzale. Siguen ahí, -aún cerca de 180 militantes de ETA continúan en prisión-, pero más como un incómodo problema del pasado que como un referente y del que hay que desprenderse cuanto antes. Hoy las urgencias programáticas van por otro camino: feminismo, medio ambiente, pensiones, economía…
La transformación incluso se detecta en la estética. La ropa de montaña, de lucha, a menudo entre la gama de los negros y grises, se ha sustituido por una indumentaria moderna, de colores claros, de oficina, de institución oficial. El cambio es más visible aún entre las mujeres que entre los hombres. Hoy la tradicional estética de la izquierda abertzale no es siempre identificable entre las bancadas parlamentarias. Sus candidatos y representantes visten de modo más cuidado, moderno y urbano. También los actos políticos se han modernizado, profesionalizado. Las campañas de comunicación tampoco se parecen a las de tiempos atrás.
Pero el pasado, el duro pasado de este mundo, sigue ahí. Cambiar de imagen, de discurso y de rostros no lo ha hecho desaparecer. Con sus cargas y sus asignaturas pendientes, la dirección de la coalición que maneja Arnaldo Otegi, hace equilibrios para no dar la espalda a quienes lo protagonizaron. Lo hace sin ahuyentar a quienes no lo conocieron y son su nuevo caladero postETA. “No pueden dar un carpetazo a su pasado, a sus bases de entonces. Condiciona mucho su política y les obliga, de algún modo, a estar los martes y jueves con la pancarta y los miércoles y viernes como tecnócratas de traje y chaqueta”, asegura Antonio Rivera, Catedrático de Historia Contemporánea. Recuerda que, a diferencia de lo que sucedió en Irlanda, donde los acuerdos de Viernes Santo terminaron con los presos de ambas partes liberados, “ellos tienen casi 200 presos en la cárcel, con sus familias y amigos y no les pueden olvidar por querer desprenderse de su pasado”. ¿Inspirados en el Sinn Fein?
También destaca que en Euskadi la izquierda abertzale es una creación de ETA y en Irlanda el proceso fue el inverso, el IRA impulsó el partido político, el Sinn Fein. Por eso se ve obligada a no olvidar a sus presos, a sus otrora reivindicaciones clave: “La nueva izquierda abertzale tiene dos o tres rituales, como los presos, sus familias y la independencia para romper con España. Los saca dos o tres veces al año pero prescinde de ellos el resto del año”. Intentar reavivar más de la cuenta ese discurso tendría un elevado coste electoral. “Y ellos lo saben”, recuerda Rivera.
De ahí la incomodidad que internamente provocaron durante los primeros años los ‘Ongi Etorri’ o los actos de apoyo a los presos de ETA. “Los perfiles de los presos que optaban a una alcaldía hoy no les daría ninguna posibilidad. La gente no es tonta. Se encuentran en una posición similar a las formaciones que venían del Franquismo. Todos sabíamos quienes eran, pero si a alguno se le ocurría levantar el brazo o cantar el cara al sol se le pasaba factura inmediatamente”.
Este catedrático de la UPV apunta que el Sinn Fein hizo algo similar a lo que ahora está llevando a cabo Bildu. “Ellos relegaron a una segunda instancia el argumento ultranacionalista, era lo que les impedía enganchar una parte importante de la ciudadanía”. Ese cambio en el discurso, ante formaciones especialmente envejecidas como el PNV o el PSE, y que les permita conectar con nuevas generaciones que no vivieron el pasado, puede funcionarles: “Ahora es el PNV el que precisamente más lo subraya. Es algo que antes procuraba no recordar mucho, ahora en cambio insiste en que no olvidemos quienes son los nacionalistas buenos y los pistoleros”.
A la izquierda abertzale ocultar ese pasado tampoco le está resultando fácil, especialmente entre algunos sectores de la juventud, donde se larva una escisión. Los nuevos movimientos abertzales, críticos con Sortu, en muchos casos consideran una suerte de traición esa conversión institucional y blanqueamiento interno impulsado en todos estos años. “Ahora son otros sectores los que han tomado el testigo del vociferio al que antes ellos recurrían”.
Agenda urbana, joven, feminista...
Rivera añade que en el cambio, además de perfiles y estética, se ha transformado el discurso. “Ya no les vale seguir con el discurso del no. Si aspiras a gobernar no puedes seguir en el no a las nucleares, a los fósiles, a la instalación de molinos… porque la pregunta será dónde pones el sí. Por eso ahora son más receptivos a energías verdes, pese a su impacto medioambiental”.
Ve en la dificultad de encontrar aliados el gran reto a futuro de la izquierda abertzale. Asegura que haberse convertido en un posible apoyo puntual es una cosa y aspirar a gobernar gracias al apoyo de otras formaciones es otra: “Para eso deberían desligarse de su pasado pero no pueden, los tienen dentro. La agenda urbana, joven, feminista, irá haciendo ese trabajo, además de los trajes de chaqueta y los discursos menos duros”.
El Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad del País Vasco, Rafael Leonisio, considera que el contenido de su discurso no ha variado, sólo el protagonismo de algunos de ellos. “Ahora sus prioridades son otras, pero siguen siendo independentistas y pensando lo mismo. Ahora el peso de su política se lo lleva el ecologismo, el feminismo, las ayudas sociales, las pensiones o la economía”. Un cambio que considera que es evidente respecto a hace unos años y que se constata en su papel de apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez: “Cuando negocian con el Gobierno lo que ponen sobre la mesa no es un referéndum sino otro tipo de cuestiones”.
Discursos y perfiles más sociales y de políticas de izquierdas al uso con las que han logrado recuperar gran parte del electorado arrebatado por Podemos en Euskadi, “con la cuestión soberanista desactivada en la sociedad vasca, en Euskadi lo que da réditos va por otro lado, es más rentable ser un partido de izquierdas al uso”.
La cuestión de los presos también ha pasado a perder volumen y altavoz. Eso no quiere decir que no sea una cuestión que en clave interna inquiete en la izquierda abertzale. “Sigue presente pero de modo mucho más discreto. No lo publicitan apenas, pero el acercamiento de presos se está haciendo”. Sí considera que la moderación y cambio que desde hace unos años ha implementado la izquierda abertzale ha alejado a los sectores más radicalizados de la juventud. “Es el riesgo de moderarse demasiado. Si Bildu se transforma en una suerte de ERC al final te sale una CUP. Si te escoras hacia un lado dejas un espacio político libre que alguien lo ocupa y es lo que ha pasado con el entorno de GKS- Es su espada de Damocles. Por ahora es grupúsculo, pero con capacidad de movilización cada vez mayor”.
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