Nunca lo imaginaron. Ni siquiera como opción. Aquellos enfrentamientos eran “cosas de vascos”, decían por aquel entonces los habitantes de Biarritz que no pertenecían al colectivo de militantes de ETA y su entorno que se refugiaban en el País Vasco francés durante los años 80. Menos aún que quienes destrozaran su vida y la de su familia pertenecieran al aparato del Estado español. Al padre de Veronique Caplanne, Robert, un electricista de 37 años, lo confundieron con un militante de ETA. La noche del 24 de diciembre de 1985 miembros de los GAL le dispararon a la salida del bar Royal, cuando se dirigía a su coche. Resultó herido de muerte, falleció la noche del 3 de enero.
Fue uno de los muchos errores mortales de la guerra sucia que libraron las cloacas del Estado contra la banda terrorista. En España, en Euskadi, las víctimas de los GAL han sido un tabú incómodo, una realidad casi inexistente. Hoy la hija Caplanne se ha hecho visible. También su dura historia, la que siguió a aquella Navidad dramática cuando sólo tenía 14 años. En víspera del Día de la Memoria que mañana, 10 de noviembre –el único día del calendario sin atentados terroristas- se celebra, Veronique ha recibido el apoyo y reconocimiento de la Delegación del Gobierno en Euskadi y del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo en un acto celebrado en Portugalete.
El homenaje a las víctimas, y en particular a una víctima de los GAL, se produce pocos días después de que las palabras del exministro del Interior, José Barrionuevo, volvieran a resucitar las consecuencias y responsabilidades de la 'guerra sucia' que se libró contra ETA en los años 80 por parte de funcionarios del Estado. El homenaje a Caplanne estaba previsto con mucha antelación.
"¿Cómo fue posible?"
Ha relatado cómo su abuela, la madre de Robert no dejó de llorar hasta su muerte en 2009. Lágrimas de dolor y olvido, de desmemoria para la inmensa mayoría, en un recuerdo del impacto de décadas del terrorismo en el que las víctimas del Terrorismo de Estado parecen no haber existido nunca. “¿Cómo fue posible?”, se ha preguntado. Cómo agentes de policía que debían velar por la protección de la ciudadanía y los derechos perpetraron aquel crimen que hundió en la pena a su abuela, en la bebida a su madre y en la orfandad y “Navidades sin magia ni inocencia” a ella.
Veronique ha agradecido que con actos como el celebrado hoy, en el que víctimas como ella han sido escuchadas, saldan una deuda antigua e incomprensible: “Por fin somos escuchadas, comprendidas y consideradas”. Han pasado 37 años y nunca “he tenido noticias de las autoridades francesas”, ha lamentado: “No puedo entender ni aceptar el terrorismo, venga de donde venga”.
No ha sido la única víctima del terrorismo que ha participado en el acto. Nerea Barrios es hija de José Luis Barrios, un hostelero de Santurtzi asesinado por ETA en 1985, cuando ella tenía 15 años. Ha relatado cómo durante todos estos años vivió "llena de odio" por el crimen y por las acusaciones de traficante o confidente que se vertieron contra su padre para justificar el crimen. Ha apuntado cómo “tuve que vivir, bajar a la calle y que la gente lo justificara». Una situación de odio en la que no pudo mantenerse mucho tiempo y decidió “poner amor” y que "el odio muriera de inanición". Lo hizo participando en jornadas dedicadas a explicar el pasado de violencia en Euskadi que se celebran en centros escolares.
"El GAL fue un horror que restó legitimidad al Estado"
La tercera víctima que ha participado es Celso Recio, guardia civil como su padre, Eugenio Recio García, un cabo asesinado por ETA en 1985 en Santurtzi. Ha recordado cómo el día del asesinato una vecina llamó a casa para alertar de que algo le había ocurrido a Eugenio: ETA le había disparado a 300 metros de su casa. «Al ver sus zapatos entre la gente en corro, se desmayó», ha señalado Celso. Ha recordado que durante mucho tiempo, la tristeza impregnó su casa, su vida y en el caso de su madre, jamás logró abandonarla: «Íbamos al cementerio todos los domingos y en casa nunca se encendía la televisión. Mi madre no levantaba cabeza».
El delegado del Gobierno en el País Vasco, Denis Itxaso, ha afirmado que el GAL fue un "gran horror que causó un dolor que es el nuestro y restó legitimidad al Estado": "El GAL nunca debió suceder y solo contribuyó a causar dolor y alimentar la ley del talión. La defensa de los derechos humanos no es creíble si no es integral y coherente, y desde la legitimidad que nos da haber defendido la libertad, la democracia y el Estado de derecho frente a la amenaza terrorista, volvemos a condenar la existencia del GAL, pues fue un gran horror que causó un dolor que es el nuestro, y restó crédito y legitimidad al Estado", ha dicho. Itxaso ha advertido de que en Euskadi todavía persiste el "discurso del odio" que sustentó a ETA, como demuestran las agresiones y amenazas a jóvenes del PP o los homenajes a etarras.
El director del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, Florencio Domínguez, ha coincidido en la necesidad de enfrentar el "discurso del odio de todos los terrorismos que sigue vivo en algunos sectores de Euskadi". Preocupado por que más de una quinta parte de los jóvenes vascos justifica el uso de la violencia con fines políticos, Domínguez ha destacado la importancia de hacer llegar a los jóvenes el "poder deslegitimador del terrorismo que tienen los testimonios de las víctimas".
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