Mi protagonista de hoy podrá gustar más o menos, podrá cosechar en su desempeño profesional cerradas ovaciones o furibundas críticas, pero a lo que no podrá ser, jamás, acreedor es a un solo comentario que ponga en duda su honestidad, su rigor profesional y su impecable ejecutoria periodística. Lo suyo le ha costado porque él, a diferencia de otros falsos mártires de este oficio, sí sabe lo que es sufrir un despido por resultar incómodo al poder establecido… o a los poderes en la sombra, que de todo hay.
Les hablo de Javier Ruiz, un veterano a punto de cumplir la cincuentena y con una trayectoria académica y profesional muy relevante. Graduado en periodismo por la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia, estudió después un postgrado en economía internacional y periodismo en la Universidad de Columbia. Ha sido analista financiero en España y en los EEUU, en la Cadena SER, en Mediaset y en TVE, donde ha dirigido programas de debates y análisis político y acaba de dar a la imprenta un libro que dará que hablar: ‘Edificio España, el peligro de la desigualdad’. Hoy paso revista con Javier Ruiz al preocupante estado político, social y sobre todo económico de este edificio llamado España y analizo también el momento que vive la profesión periodística.
Pregunta: Edificio España, el peligro de la desigualdad. Es el título de tu último libro. ¿Por qué nace esta obra?
Respuesta: Nace de la necesidad de aclarar que lo que entendemos como un problema económico, NO LO ES. Nos enfrentamos a un problema social y político. Confundimos los síntomas con la enfermedad. Tenemos muchos síntomas como populismos, gente que no vota, desafección a la política, pero todo eso son las fiebres, no la enfermedad. Lo que tenemos en España es una DESIGUALDAD terrible y que va en crescendo. Los ricos y los que tienen mucho cada vez tienen más y los que no tienen nada cada vez tienen menos. Las brechas entre los diferentes estratos de la sociedad, cada vez son más profundas Esas desigualdades se manifiestan en esas fiebres y en esos síntomas: auges de la ultraderecha inesperados, populismos tremendos, xenofobia y criminalización de las mujeres, y en señalar más a culpables que a buscar soluciones. Tenemos un peligro y un problema que es la desigualdad y fruto de ello un montón de manifestaciones que vemos todos los días y que creemos que son enfermedades en sí.
P: ¿Estamos en un período de incertidumbre o de crisis? Llevamos meses de guerra, aunque a veces se nos olvida, tenemos una inflación galopante y se nos dice que vamos a entrar en recesión, pero parece que esa recesión se va retrasando.
R: Estamos en una crisis grave y crónica. Es la tercera crisis de este calibre y de esta profundidad que vivimos en doce o trece años. Tuvimos una crisis -la de 2008- que a la gente más pobre, a los de abajo, a los que trabajan en la obra les hizo perder el cuarenta por ciento de su renta. Recordemos que la gente que metió todos sus ahorros en ladrillo vio como aquello se devaluaba un cuarenta por ciento. Esa gente sufrió mucho en la primera crisis. Después llegó la pandemia y ocurrió igual, la gente que tenía precariedad o curraba en negro ha visto como no tenía la cobertura de los ERTE, se quedaba sin ingresos, sin nada. Esta tercera es exactamente igual: la subida de combustibles, de electricidad y de los precios de los alimentos, se come toda la renta de las rentas más bajas…¡literalmente la gente no llega a final de mes. Además, están las hipotecas, que se comen las rentas medias. Tenemos una crisis crónica y cuando esta dura catorce años, la base social se va erosionando, en realidad ya está erosionada. El sótano empieza a arder. Y si hay llamas abajo acabarán llegando al ático. Hay que apagar el incendio porque puede arder el edificio entero. Esto es en este momento el EDIFICIO ESPAÑA…por el esto el título de mi libro.
P: Tal y como la cuentas, la situación parece dramática. ¿Cuál puede ser la solución, o las etapas, para que el gobierno y la sociedad puedan ir apagando ese incendio antes de que llegue al ático y nos derrumbemos todos juntos al edificio?
Hay dos ascensores sociales que pueden funcionar: el primero es el fiscal y el segundo es el educativo
R: Hay dos extintores, o más bien, dos ascensores sociales que pueden funcionar: el primero es el fiscal y el segundo es el educativo. Hasta ahora hemos tenido un sistema fiscal en el que los que más tenían, las grandes empresas, tributaban más. A día de hoy, los grandes grupos consolidados ganan mucho más que en 2008 pero pagan la mitad en impuestos. Es necesario recaudar para pagar los servicios sociales que cubren a la gente que más lo necesita. En cuanto al segundo ascensor, al educativo, los que tenemos una edad lo vemos: naces en una cuna pobre pero no necesariamente mueres en una cuna pobre. El ascensor educativo funcionaba y te llevaba de capas bajas a capas más altas. Ese ascensor se está rompiendo. Hoy, la educación se está convirtiendo en perpetuadora de desigualdades. La falta de becas, la falta de acceso y el que ciertas universidades privadas se estén convirtiendo en ‘clubes sociales’ en las que los hijos de los ricos se juntan con otros niños que también son ricos, hacen que tengamos un problema de elevación social. La OCDE dice que el suelo es pegajoso, que el 55 por ciento de los hijos de obreros mueren obreros. Eso muy grave. No hay nada de malo en trabajar de obrero, lo grave es que se nos cierren los caminos para poder aspirar a otros tipos de profesiones, a los que pueden aspirar a ello. El 55 por ciento de los que nacen en un piso mueren en ese piso. Si reparamos ambos ascensores podremos rescatar a la gente de ahí abajo. Esa es la clave.
P: Hablemos de política fiscal. Hay un choque de modelos en España. Por un lado, el del PP, que para solucionar la crisis propone bajar los impuestos, ejemplificado en Díaz Ayuso, y por otro el modelo del gobierno, que va por el camino de pedir impuestos extraordinarios a bancos y eléctricas en relación con sus beneficios. ¿Qué mejorarías de cada uno? ¿Qué criticarías de uno o de otro?
R: Te hago la crítica de los dos. El PP quiere bajar impuestos todo el rato a toda costa y en toda circunstancia. Cuando uno sólo tiene un martillo todos los problemas parecen clavos. Cuando se tiene como única solución bajar impuestos no se tiene una solución, se tiene un mantra. Ese es el problema del PP, que aplica la misma solución a momentos de recesión y a momentos de expansión. No puedes bajar siempre los impuestos y a toda costa, porque en uno de los dos ciclos te equivocas. El PP sí acierta en algunas cosas que el gobierno debía concederle: bajar el IVA de la alimentación es una buena idea de Feijóo porque el IVA grava especialmente a las familias más pobres. Hay que eliminar esa carga. El PP, sin embargo, tiene también sus sombras, por tanto, y sus luces. En cuanto al PSOE, cuando dice que hay que subir impuestos, acierta cuando se refiere a las rentas más altas y a las grandes empresas, pero sólo hasta ahí. El PSOE tiene una cierta ‘pereza fiscal’, para así llamarla, cuando dice sólo ‘rentas’. Los millonarios no están en rentas, los millonarios NO viven de sus rentas, nóminas mensuales. La gente que tiene dinero no está esperando a fin de mes a cobrar una nómina. Las nóminas, por fabulosas que sean, no son gravables aún más. No puedes gravar más a un tío que trabaja y tributa por IRPF. Si quiere hacer una reforma fiscal, el PSOE tiene la solución metida en un cajón. Otra cosa es que tenga valor para hacerlo y de aplicar un sistema impositivo que sea realmente innovativo. Mientras, esto de: ‘un punto más, dos puntos más’, no da más de sí, la clase media no puede pagar más impuestos…¡punto! Por lo tanto, como ves, soy crítico con ambos lados, con el PSOE y con el PP, y me joroba que no haya capacidad de entenderse en esto. No están tan lejos. En otras cosas sí, pero en esto no. Hay cuestiones centradas y centrales. No entiendo que no lo hagan.
P: ¿Será porque tenemos continuas citas electorales?
R: Será. Pero deberían servir al Estado y a los ciudadanos antes que al partido.
P: ¿Apoya que se suban los salarios para amortiguar la inflación? ¿Es necesario un pacto de rentas?
Soy partidario de subir los salarios, aunque probablemente no el 8%
R: Sí soy partidario de subir los salarios, aunque probablemente no el ocho por ciento, pero entre subir dos y el ocho, entre la nada y el todo, hay una amplia gama de grises. Se puede subir este año y comprometerte a subir el siguiente, y el siguiente… la vida no acaba este año. No podemos condenar a los trabajadores a perder dinero de nuevo. En la anterior crisis, la puerta de la derecha fue devaluar los salarios un once por ciento. Si al votante le dices que, si sale por la derecha va a perder un once por ciento de su salario y si sale por la izquierda también perderá un diez o un once, o un ocho o un nueve, dará igual que vote a la derecha o a la izquierda. Esto es malo en términos económicos y malo en términos políticos. La gente dirá entonces que ninguno de los dos, e iremos a movimientos ultras, que te prometen ‘magia’ económica.
En cuanto al pacto de rentas, es una idea extraordinaria en la teoría. En la práctica, es casi imposible. Para que sea factible, hay que saber que las empresas no están mejorando sus márgenes. ¿Cuáles son estos márgenes? ¿Qué empresa te va a abrir sus tripas para decirte que no está ganando un cinco por ciento más? Hay una caja negra a un lado y una transparente al otro. La de los márgenes empresariales es totalmente opaca, la de las nóminas es transparente. En la teoría está bien, pero en la práctica es imposible.
P: ¿Se incendiaránlas calles con huelgas y manifestaciones? A mí me parece que, en comparación con otros países, los españoles están un anestesiados…¿No crees? Si pensamos que desde la crisis de 2008 el poder adquisitivo de la mayoría de los españoles ha bajado un 25 por ciento, diría que muy poco ha salido la gente a la calle.
R: Una palabra responde a esa pregunta: paro. Si el paro no sube, estamos en niveles históricamente bajos, en un doce por ciento. Nunca en la historia de España había habido tanta gente trabajando. Mientras se sostenga el empleo, se sostiene la situación y no habrá una revuelta social. Podrá haber problemas y privaciones, pero habrá forma de sobrevivir mientras tengamos empleo. Si este empieza a subir, no sólo habrá un estallido social sino un descuelgue social. No sólo va a haber problemas en las calles, sino que vamos a perder a mucha gente que creerá que da igual quien gobierne porque lo acaban pagando siempre los más pobres, que son los que pierden ahorros, salarios, renta y tren de vida. No estamos en un conflicto social pero sólo un hilo evita que vayamos a eso y es el del empleo. Si se rompe el empleo, se rompe el equilibrio.
P: ¿Qué es romper el empleo?
R: Tenemos un dato que multiplica, casi por cinco, el paro americano. En términos históricos en España nunca habíamos tenido tanta mano de obra. Para España este es un dato alto. Estamos en un doce, casi un trece por ciento. En la crisis de 2008 llegamos a tener un veintiséis por ciento. Eso es estallido social. España lo resistió en 2008 a duras penas y ya tuvimos estallidos sociales entonces. Hoy España no resistiría ese dato. Si el paro se va por encima de ese veinte, tendríamos un problema muy serio en este país.
P: Valóreme el fenómeno de Giorgia Meloni en Italia.
R: Te lo explico igual que aquí con esto de la desigualdad; tenemos tal problema de desigualdad que, si pones en un eje riqueza y en el otro participación democrática, la gente que es más pobre, sencillamente no vota. Los pobres no votan y ha sido así durante un montón de años. En España tenemos agujeros negros de la democracia donde la gente no va a votar. Tenemos mesas electorales en las que la participación es ridícula, esa gente ha visto pasar un gobierno, y otro y otro, y han visto que su situación no cambia, ni la de sus hijos ni la de sus nietos… y de repente llega el ‘gurú’ económico y la ‘magia’ política. Te empiezan a dar soluciones como que, si usted no paga ningún impuesto, usted será millonario, y en lugar de darte soluciones te dan culpables, los inmigrantes, los gays o las mujeres… y esa gente que nunca ha votado, de repente vota a estos populistas disfrazados de predicadores de lo imposible. Esa gente que no tiene nada, vota porque no tiene nada que perder. Esa es mi lectura del fenómeno Meloni, o del fenómeno Vox. Está votando gente que no tiene nada y nada que perder, o que tiene todo y todo que blindar. Esos son los dos extremos de Vox; gente que tiene mucha miseria o muchísima riqueza. Y están consiguiendo abrirse un hueco en gente que había caído por la parte de abajo a los márgenes de la democracia. Me preocupa el fenómeno Meloni porque, aunque ha tenido mayorías en ciertas zonas urbanas, no podemos dejar de preguntarnos cómo gente tan humilde acabe votando a políticas tan elitistas. Seguramente es porque se les ha ofrecido magia, milagros, soluciones y por otro lado se le ha hablado de los culpables de su pobreza. El populismo es dar soluciones simples a problemas muy complejos. La gente vota, cada vez más, con la tripa y no con la cabeza.
P: ¿Qué opinas de lo que está ocurriendo en Latinoamérica, donde la izquierda está gobernando cada vez en más países?
R: La ultraizquierda, quieres decir.
P: ¿La ultraizquierda y la ultraderecha, son fenómenos parecidos?
R: Sí. Hay diferencias capitales, eso sí. El respeto a las minorías es algo que la ultraderecha no tiene y la ultraizquierda, en su esencia, sí tiene. Hay diferencias de concepción democrática, de respeto de instituciones y de respeto de minorías. No son el mismo fenómeno, no tienen nada que ver. Sí es verdad que se nutren del mismo núcleo de votantes, de gente que ha visto que una política ha fracasado y la otra también, que les ha fallado la socialdemocracia y la democracia cristiana, y han buscado alternativas, y las han encontrado en la ultraderecha y la ultraizquierda, insisto, sin que tengan nada que ver los dos movimientos, pero la semilla de su voto está en los mismo: en el fracaso de la democracia y de los partidos tradicionales.
El periodismo está más débil que nunca y los poderes están más poderosos que nunca
P: Dame tu foto sobre la salud del periodismo en España.
R: Creo que el periodismo en España cada día está más enfermo. Está enfermo de anemia, por decirlo así. La rentabilidad de los medios es tan débil, depende tanto de que un anunciante te ponga o te quite la publicidad que, para no ofenderles y para no faltarles, le faltamos al público. Y ahí tenemos un problema. Creo que se nos olvida quién es nuestro jefe, que no es el anunciante sino el espectador. Y ocurre que, cuando fallamos al espectador, no servimos al anunciante. Nosotros, si no ofendemos a la banca, las eléctricas, las energéticas… en fin, si no podemos tocar a nadie de estos cuando abusan, tampoco nos van a ver los espectadores, tampoco servimos a ninguno de esos poderes con lo cual el periodismo en España está anémico y cuando está tan anémico empieza no sólo a tener anemia sino inoperancia. Y no sirve como periodismo; sirve como propaganda, como canal de difusión de noticias corporativas o de poderes corporativos, sirve para otras cosas, pero para el periodismo no sirve. El periodismo está más débil que nunca y los poderes están más poderosos que nunca.
P: ¿Qué precio tiene la libertad periodística? ¿A ti te han despedido algunas veces por ser libre o por sentirte libre?
R: No soy un mártir del periodismo. Creo que hay muchos periodistas que, trabajan con sus principios y claro que hay un precio que pagar, pero el precio es mayor si traicionas esto y a los que esto nos enamora, para los que esto es nuestra vida y le hemos dedicado todos nuestros años a esto, se nos rompe esto, y esto es como la familia, si la traicionas una vez, esa espina te queda siempre. El precio de venderte y de plegarte es mucho más alto que el de quedarte sin un puesto de trabajo. Duele cada despido, eso sí.
P: ¿Cuánta culpa tiene el periodismo en la crispación política que, en los últimos años en España, ha ido ‘in crescendo’?
El periodismo es poco culpable de la crispación, pero la comunicación sí es muy culpable"
JAVIER RUIZ
R: El periodismo es poco culpable de la crispación, pero la comunicación sí es muy culpable. Dicho de otra manera, los que hacen esta crispación no hacen trinchera. Hacer trinchera es saltar por encima de la verdad, saber que estás publicando algo que es un bulo y servir a intereses que no son los de la verdad. No digo que todos tengamos la verdad, pero todos sabemos, o tenemos la honestidad de decir, ‘yo lo veo así, este es mi punto de vista’, pero no mentimos intencionadamente. Cuando tú mientes intencionadamente para favorecer a un partido o a una empresa, no estás haciendo periodismo. Esa es la gente que crispa porque utiliza los medios para hacer algo que no es periodismo sino para hacer compadreo, para servir intereses corporativos y no para servir al público. La gente que sirve al público no crispa; podemos tener opiniones muy contundentes, podemos tener opiniones más suaves, pero somos capaces de entender que en el otro lado hay razones y argumentos. Yo siempre digo que, se lo he copiado a los americanos, pero me encanta: ‘Un reloj parado da dos veces bien la hora al día’. Es imposible que los del toro lado no tengan razón, aunque estén parados, dos veces al día van a tener razón.
P: ‘Edificio España’ parece el título, no de un libro, sino de un programa de televisión. Cuando lo he leído me ha parecido que no estaba mal para ello. Si tuvieras que crear un programa televisivo que te encajara como un guante, ¿qué programa harías?
R: Acabo de hacerlo; está feo que lo diga, pero yo haría las claves del siglo XXI. Yo resucitaría las claves, que no sé todavía si están muertas. En la tele, muy a menudo, se ve a mucha gente que no sabe de lo que habla o que miente descaradamente. A veces por hacer propaganda, a veces por ignorancia, otras veces por cumplir con los intereses y línea editorial de su medio. Yo creo en la importancia de escuchar a los que de verdad saben de los temas. Por ejemplo creo en escucharte a ti en cuestiones de comunicación, de formación, de liderazgo, tú eres una autoridad en tu terreno, y me gusta escuchar a los grandes economistas cuando hablamos de economía y a los que saben de ciencia. Tengo un problema con los ‘cuñados’, con el ‘cuñadismo’, que venden mucho en la tele actual pero que no saben nada. Si tuviera que volver a hacer un formato, resucitaría esto.
P: Tú has conducido programas con tertulianos y hay países donde hay poquitos programas con tertulianos, sobre todo periodistas, y lo que hay son más bien expertos. ¿Ha hecho daño este formato basado en tertulianos que son periodistas?
R: A mí no me disgustan los periodistas, si son honestos. Mi problema no es la gente que tiene opiniones contundentes si las tiene formadas. No me molestan las opiniones de cemento, pero sí me molestan los que tienen la cara de cemento, aquellos a los que han pasado cierto papel y lo tienen que defender. Yo no tengo un problema ni con la ideología ni con la profesión ni con los tertulianos, tengo un problema con los ‘cuñados’ y con los propagandistas. Con eso tengo un problema.
P: Volviendo a la política, Javier, nosotros nos hemos conocido en el auge del multipartidismo, en la llegada de los nuevos partidos que están en crisis. ¿Vamos a volver al bipartidismo? ¿Se va a mantener el modelo actual?
R: Creo que estamos más cerca de una alianza electoral que de un bipartidismo. Quiero decir que podemos articular cosas como ‘PSOE y suma más’, y te doy el nombre de un posible partido o alianza electoral, que de PSOE-PP. El futuro electoral que viene va más de alianzas que de partidos.
P: Ya estamos en ello, ¿no?
R: Es lo que te iba a decir; ahora son informales y creo que se van a formalizar en candidaturas. Yo siempre digo la frase de JP Morgan que es: ‘Si supieran lo que va a pasar en el futuro estaríamos comprando acciones en lugar de vendiendo consejos’. Yo creo que, si supiéramos lo que va a pasar, estaríamos tomando posiciones en vez de estar vendiendo opiniones.
P: ¿Cuáles son las claves de tu libro? ¿Por qué tiene le gente que leer Edificio España?
R: Para darse cuenta de qué problemas económicos tenemos en la base, qué efectos económicos están pagando ellos, qué impacto tiene en los medios de comunicación, y sobre todo cómo solucionarlo. Esto no es una cosa de políticos ni de políticas, es una cosa de todos. O remamos en esa dirección o nos cargamos el edificio.
P: Si te llamara el gobierno de España, o Ayuso, para ofrecerte una cartera de algo, ¿lo aceptarías?
R: Quita ese cáliz de mí. No estoy cualificado, en primer lugar, y en segundo no lo quiero.
P: ¿No entraría nunca en política?
R: No. No ha pasado, no pasará. Mientras me dejen y pueda, mi futuro seguirá en el periodismo.
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