Ernest Maragall (Barcelona, 1943) encabezará el próximo mayo la candidatura de ERC a la alcaldía de Barcelona. Es el segundo intento y esta vez espera revalidar la victoria obtenida en 2019 y hacerse con el bastón de mando de la ciudad. Para conseguirlo concentra sus esfuerzos en contrastar su modelo de ciudad con el del PSC, al que considera su auténtico rival. A Colau la da por amortizada tras dos mandatos de "experimentos y pruebas piloto permanentes".
Pese a esa rivalidad con su antiguo partido, Maragall reconoce que el próximo debate en la política catalana será la posiblidad de un pacto ERC-PSC y recuerda que tripartito nunca se rompió, como ha sucedido con la coalición con JxCat. Él lo sabe bien, puesto que ha vivido desde dentro los dos gobiernos.
Respecto a la negociación con el PSOE, está convencido que la mesa de diálogo ha supuesto un salto cualitativo en la relación de tu a tu con el Gobierno que no se podrá revertir, aunque los socialistas pierdan la Moncloa. Y avisa que la sedición es la primera fase, "el segundo y tercer estadio son la amnistía y el referéndum".
Pregunta.- Esta semana ha superado el primer trámite la reforma del Código Penal y la derogación de la sedición, el resultado más explícito de la mesa de negociación.
Respuesta.- Es solo la primera parte. Una primera parte muy importante pero que tiene que ir acompañada de la reforma de malversación y la revisión de los desórdenes públicos.
P.- ¿No están satisfechos con la definición de desórdenes públicos?
Hemos ganado una parte importante de la batalla, la de la sedición, ahora podemos mejorarlo con los desórdenes y la malversación
R.- Tendría que quedar claro que estamos avanzando en los derechos de manifestación y protesta. Tiene un punto positivo: delimita claramente lo que significa violencia.
P.- Entonces, entiende las críticas de Òmnium, Iridia, la CUP, etc.
R.- Entiendo la inquietud, y merece que demos respuesta. Pero hemos abierto una caja cerrada hasta ahora gracias a la iniciativa de ERC en la negociación. Hemos ganado una parte importante de la batalla, la de la sedición, ahora estamos en condiciones de mejorarlo con los desordenes y la malversación.
P.- ¿Ve margen para negociar la reforma de malversación pese a las reticencias que genera?
R.- No tengo información directa de la negociación, pero está claro que hay terreno a recorrer. Tienen razón los que advierten de que esto no puede acabar amparando cualquier tipo de corrupción pero hay terreno de mejora y es en el que se está trabajando.
P.- ¿Cómo valora el rechazo de Junts a esta negociación y sus resultados?
R.- Lo lamento. La entiendo en el marco de su estrategia política, pero es un indicador de su desvarío, de su alejamiento del interés general de la ciudadanía. Tengo la convicción de que la causa inmediata de la ruptura en el Govern fue la constatación en julio de que la mesa de diálogo podía tener resultados tangibles. La estrategia de ERC empezó a dar frutos y eso era insoportable para la estrategia de Junts.
Esta negociación demuestra la coherencia estratégica, la tenacidad y la capacidad negociadora de Esquerra. Negociar con un Estado, desde una posición institucional claramente inferior y obtener resultados implica una definición muy clara del objetivo. ERC está haciendo lo que hace 30 años decidió hacer.
P.- ¿Se refiere a negociar con el Estado para conseguir un referéndum pactado?
R.- Sí claro, el segundo y tercer estadio: la amnistía y el referéndum. No es fácil ni en Cataluña, ni en Escocia, ni en ningún lugar del mundo, por eso es necesario hacerlo así.
P.- ¿De qué horizonte temporal hablamos?
R.- En 2017 llegamos a un pico histórico. Ahora estamos en la consolidación de una relación con el Estado que ya no es la de confrontación pura ni el “peix al cove” de Pujol. Es un diálogo institucional de país a país, con un conflicto reconocido como tal que tiene un instrumento donde verificarse: la mesa de negociación entre el Govern de Cataluña y el Gobierno del Estado. Esto no había pasado nunca, es un salto cualitativo.
Ahora tenemos diálogo institucional de país a país, con un conflicto reconocido como tal. Esto no había pasado nunca, es un salto cualitativo
No es suficiente, es solo el instrumento, pero sin esto es imposible plantearse el ejercicio del derecho a decidir. Estamos infinitamente más cerca ahora que hace diez años. No será una línea recta, en democracia hay altibajos, podemos perder la mayoría y recuperarla, tendremos que volver a expresarnos por la vía de la movilización… pero este terreno está consolidado.
P.- ¿Aunque el PSOE pierda las elecciones y llegue un Gobierno del PP?
R.- Sí, y aunque las pierda ERC. En estos años, con la estrategia de Esquerra -no la otra- nos hemos acreditado internacionalmente.
P.- ¿ERC está más cómoda con el PSOE que con el PSC? ¿Se fían más de Pedro Sánchez que de Salvador Illa?
R.- La interlocución institucional entre Cataluña y el Estado es normal que se haga con el Gobierno y Pedro Sánchez. Lo que nos tendríamos que preguntar es qué relación hay entre PSOE y PSC, por qué el PSC no está jugando un papel de ayuda en este diálogo. El PSC debería estar interesado en que consigamos resultados, no solo en el terreno de la amnistía.
P.- Pero ustedes al PSC lo quieren en el lado estatal de la mesa.
R.- Es donde se colocan ellos, y se colocan callados, aún más duros. Ya nos gustaría tenerlos de nuestra parte. No les pido que defiendan la independencia, les pido que defiendan abiertamente la no independencia en un referéndum.
P.- Ha vivido desde dentro el tripartito y la coalición JxCat-ERC, ¿Qué coalición ha sido más compleja?
R.- El tripartito era una coalición entre fuerzas progresistas, con fronteras compartidas en la estrategia de políticas públicas. Con JxCat la única fuerza de unión era la cuestión nacional y el conflicto con el Estado, pero estamos en dos campos ideológicos muy definidos: izquierda y derecha. Esto hizo que los equilibrios y contradicciones fueran mayores. Y pese a todo la coalición se ha roto en el tema nacional. El tripartito nunca se rompió, aunque era un nido de conflictos, precisamente porque era una coalición más real.
El tripartito nunca se rompió, aunque era un nido de conflictos, precisamente porque era una coalición más real
P.- ¿Ve factible un nuevo tripartito con comunes y PSC?
R.- Lo sucedido estos años generó un distanciamiento que hacía muy difícil pensar en una coalición con los socialistas. En la medida en que la estrategia de negociación dé resultados y el PSC los asuma y entienda, esto puede cambiar. El futuro inmediato es ese debate.
P.- ¿Se imagina a Carles Puigdemont volviendo a Cataluña si el TJUE le da la razón sobre su inmunidad como europarlamentario?
R.- Ojalá, es un político catalán que tiene influencia, legitimidad y liderazgo; que la ejerza. Que pueda ejercer políticamente aquí y se ponga a prueba. Que podamos constatar hasta qué punto mantiene o no sus apoyos.
P.- ¿Quiere decir que desde Waterloo se ha creado una figura mayor de la que es?
R.- No mayor, diferente. Estamos hablando de un líder nacional en el exilio, no de un candidato a gobernar el país. Sería diferente.
P.- ¿Ada Colau es el rival a batir en las próximas elecciones municipales?
R .- El rival a batir es la marca PSC, es la alternativa real en términos de modelo de ciudad y modelo económico especialmente. Es donde está la auténtica elección de Barcelona.
El rival a batir en las municipales es el PSC, el modelo de Colau ha dado de sí todo lo que podía, es una prueba piloto permanente
P.- ¿Da a Colau y su modelo por amortizados?
R.- Ha dado de sí todo lo que podía, que no es ni mucho menos lo que convenía. Podemos compartir algunas de las buenas intenciones iniciales, pero no se han convertido en un proyecto político real para la ciudad. Tenemos experimentos, una especie de prueba piloto permanente, toda la teoría del tacticismo convertida en doctrina… pero Barcelona ya ha dicho que este no es el modelo de ciudad que conviene.
P.- ¿Las superillas y la respuesta que están generando es un ejemplo de esa política de pruebas piloto?
R.- Sí, y si la dejáramos seguir adelante acabaría produciendo efectos explícitamente contraproducentes con los objetivos que dicen perseguir. Existe un modelo alternativo, integral, que resuelve mucho mejor los objetivos de pacificación, descontaminación y de una movilidad sostenible en el conjunto de la ciudad. Este modelo no los resuelve, al contrario, genera contradicciones cada vez más evidentes.
P.- ¿Su propuesta pasa por revertir las superillas?
R.- Revertir en política urbana es una palabra que se tiene que usar con mucha cautela. Hay que ver con cuidado lo que se puede modificar, perfilar o revertir, estudiar con cuidado cada caso. Hay cuestiones de movilidad, valor de las viviendas afectadas, accesibilidad, afectación en calles paralelas como se está viendo… todo esto se tiene que considerar. Lo que es obvio es que hay que cambiar de modelo.
P.- ¿Barcelona se tiene que resignar a expulsar a los jóvenes y segmentos con menos recursos?
R.- La vivienda es uno de los ámbitos en los que se verifica más la desigualdad. Si dejamos que sea el mercado el que decida sobre nuestras ciudades pasa lo que está pasando en Barcelona; es el modelo que aplican los socialistas y que los comunes han sido incapaces de cambiar. Hay políticas activas que permiten alterar este dogma, de oferta pública, de suelo, de conversión de pisos grandes y vacíos en pisos habitables. Existe una extensa gama de opciones que no se está utilizando.
P.- Pero la Generalitat tampoco ha hecho los deberes en promoción de vivienda pública.
R.- De acuerdo. Es un terreno básico de alianza con la Generalitat, ahora tenemos un Govern que puede responder.
P.- ERC ha defendido la reserva del 30% y el tope de precios, que no ha sido la solución.
Los comunes han declarado enemigos a los promotores inmobiliarios, es absurdo
R.- Son instrumentos posibles. Pero el 30% no se aplica y el 30% de cero es cero. Tenemos que revisar las reglas del juego y llegar a un acuerdo con el sector privado para que invierta con el debido respeto al interés general, para acercarnos a ese mínimo del 15% de vivienda pública asequible. En este terreno es tan importante la regla como la actitud, la capacidad de establecer complicidades positivas con este sector. Ahora estamos en el extremo contrario, y seguramente es el principal fracaso de los comunes, han declarado enemigos a los promotores inmobiliarios, es absurdo.
P.- ¿Los comunes tienen una forma de hacer política soberbia en este sentido?
R.- No sé si soberbia o miope. Han confundido ideología y principios con resultados. Han creído que con un apriorismo ideológico y una determinación reguladora más prohibitiva que otra cosa sería suficiente. Aquí hay enemigos y hay que vigilar la búsqueda de beneficios inaceptables, pero también todo un sector paralizado y distanciado, con el que el Ayuntamiento tiene que contar.
P.- ¿Teme un pacto PSC-Junts con el regreso de Xavier Trias a la lucha por la alcaldía de Barcelona?
R.- Es una expectativa muy clara, está apareciendo por los dos lados de forma casi impúdica. Ellos verán, si realmente comparten el espacio de centro-derecha, la alternativa transformadora está claramente en nuestro campo. No creo que esa suma sea suficiente para formar gobierno.
P.- La seguridad es la principal preocupación de los barceloneses según los últimos barómetros pese a que los datos de Interior hablan de cierta mejora.
No podemos pensar que la única solución ante la inseguridad es más presencia policial, más represión y persecución
R.- Es estadística contra percepción, y deberíamos aceptar que la percepción siempre tiene razón, al menos desde la vivencia subjetiva de la ciudadanía. Tampoco podemos pensar que la única solución es más presencia policial, más represión y persecución. Hace falta más y mejor policía, tanto de Mossos como Guardia Urbana. Pero también hay una relación directa entre desigualdad e inseguridad, es el caldo de cultivo. Por eso hay que hacer políticas de seguridad desde las políticas de ocupación, vivienda o extranjería.
Si no actuamos en todos estos ámbitos solo estamos concentrándonos en las consecuencias. Esas consecuencias las tenemos que abordar, pero hace falta una suma de elementos, también una justicia ágil. La desigualdad crea un mercado de trabajo fácilmente explotable por la delincuencia organizada.
P.- Habla de “represión” para referirse a la actuación policial ¿eso no desautorizar a las policías?
R.- Es fundamental que Mossos y Guardia Urbana cuenten con la confianza general de la ciudadanía. Eso comporta la exigencia de distinguir muy bien entre la persecución del delito y la pura expresión de control social. Ahora pasa lo contrario, en determinados barrios de esta ciudad ni la administración ni las policías controlan el territorio, ni los ciudadanos los pueden disfrutar como propios. Hay territorios sobre los que hemos perdido el control.
Hay barrios de la ciudad sobre los que hemos perdido el control
P.- ¿Qué barrios?
R.- Conscientemente me niego a señalar ningún barrio, pero piden a gritos actuaciones en el ámbito estrictamente de seguridad. Es delincuencia organizada, enquistada territorialmente, y esto es inaceptable como ciudad.
P.- ¿La izquierda ha renunciado a defender la seguridad?
R.- El conseller Elena dice que la seguridad es de izquierdas. Es un buen ejemplo de la diferencia entre buenas intenciones, responsabilidad política y defensa del interés general. ERC es el partido mejor preparado para intentar poner en práctica un concepto de seguridad diferente.
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