"Todos hacemos sacrificios para garantizar la trazabilidad de la vid a la copa". Así define Jesi Llopart la esencia de Corpinnat. "Queremos expresar un trozo de mundo a través de una botella" completa Ramon Parera, responsable de la bodega Pardas, la última incorporación a Corpinnat. Una marca colectiva de la UE nacida con la voluntad de distinguir los grandes vinos espumosos elaborados en el corazón del Penedès, a partir de uva 100% ecológica recolectada a mano y vinificada íntegramente en la propiedad.
Once bodegas que abarcan marcas históricas como Recaredo, Gramona, Llopart o Nadal junto otras tan conocidas como Torelló, Can Feixes, Sabaté i Coca, y nuevas bodegas como Júlia Bernet, Mas Candí, Can Descregut o Pardas. Bodegas que comparten el apego a un territorio, con sus variedades autóctonas como el xarel.lo y la defensa de la producción casi artesanal de espumosos con largos tiempos de maduración.
Las once bodegas que conforman el sello Corpinnat produjeron en 2021 un total 2,3 millones de botellas en rangos que van de los 12.000 botellas de la más pequeña a al medio millón largo de botellas las dos mayores. Muy lejos de los 115 millones de botellas que puede producir un gigante como Freixenet.
Maduración y vinos exclusivos
Las condiciones que se han autoimpuesto explican esta distancia. Por ejemplo, la maduración del vino. Corpinnat exige una crianza mínima de 18 meses, el doble que la D.O. Cava. Pero la mayoría de sus espumosos superan los 36 meses de crianza asegura Jaume Mata, gerente de Corpinnat con ejemplos de larga maduración como los 120 meses del Llegat Familiar de Llopart.
El resultado: Las bodegas de esta marca colectiva producen algo más de dos millones de botellas al año, pero tienen 10,3 millones de botellas en crianza.
Eso explica que los espumosos de Corpinnat no lleguen prácticamente al gran consumo, aunque Josep Maria Llopart explica que esto está cambiando, porque se está llegando a un mayor grado de especialización. Pero su objetivo prioritario es la restauración y el comercio especializado. Y la exportación.
La bodega Pardas -la última incorporación a Corpinnat- exporta el 80% de su producción de vinos tranquilos y espumosos. Sobre todo al centro y norte de Europa, donde existe una gran cultura del vino. "El mercado español es muy tradicional" apunta su responsable, Ramon Parera, "como el británico". En los países escandinavos, Dinamarca o Alemania, por el contrario, están "más abiertos" a nuevos productos. También Estados Unidos.
Entre las batallas a dar está el uso del genérico espumoso, en vez de cava, para segmentar un abanico de productos cada vez más amplio y heterogéneo. Corpinnat "ayuda a clarificar conceptos de cara a la venta exterior" añade Jordi Bort, director general de Llopart.
D.O. Cava, un cajón de sastre
"El cava se ha convertido en un cajón de sastre" en el que caben productos desde 2 euros a 50 euros la botella, lamenta Bort. "No puede ser que en el resto del mundo se asocie el vino español a vino barato, no nos lo pone fácil" añade Jaume Mata.
El presidente de Corpinnat, Ton Mata, explica la creación de esta nueva Marca Europea ante todo por una necesidad de señalar el origen de su espumoso, el Penedés. "Es obvio en vino que una denominación de origen de 1.000 kilómetros de norte a sur y 600 de este a oeste no tiene sentido".
Corpinnat tiene las condiciones más duras en la producción de espumosos en España, pero es la forma de que el consumidor "beba algo que sólo se puede hacer en el Penedés" explica Ramon Parera, de la bodega Pardas. "No es solo un método de elaboración, es un origen". Una voluntad de clarificación que han entendido también en la Rioja, donde también han optado por abandonar la D.O. Cava para sus espumosos.
Si queremos defender la tierra el payés tiene que ganarse la vida
jaume mata, gerente de Corpinnat
Producción propia
Pero el origen no es el único argumento. También marca el método de producción. Las bodegas adheridas a Corpinnat se comprometen a realizar todo el proceso íntegro en sus instalaciones. En otras palabras, no pueden compran vino base, y la uva solo puede ser del Penedés, de las variedades aprobadas por Corpinnat y de agricultura ecológica, recogidas a mano.
"No existe ninguna zona de prestigio sin una estrecha relación entre la viña y el producto" añade el presidente de Corpinat. Pone como ejemplo la región de Champagne, en Francia, con 4.000 empresas que hacen champán, "sin esa masa crítica no tendría ese prestigio".
De ahí nace la "convicción" de que había que cambiar el "cambiar un marco mental" en la definición de los espumosos. Vuelve a la comparación con Francia para explicar que allí las etiquetas distinguen el modelo productivo. En España, y con el cava, lamenta "no hay voluntad de ser transparentes".
Respeto al viticultor
Otro de los rasgos distintivos de Corpinnat es el compromiso con los viticultores. La uva se paga a 0,75 euros el kilo más IPC agrario, muy por encima del 0,30 euros que están pagando los grandes productores industriales de cava. Además, los productores de Corpinnat deben tener viñas propias, aunque no se establece un porcentaje mínimo.
"Si queremos defender la tierra el payés tiene que ganarse la vida" argumenta Jaume Mata. "Esto no se puede deslocalizar" apunta Jordi Bort con una vista desde la Masia Llopart que abarca el Penedés, con Montserrat de fondo.
Aunque lo cierto es que el es sector vitivinícola del Penedés está sufriendo una fuerte presión urbanística. A 40 kilómetros de Barcelona, atravesado por la AP-7 y el AVE, la conversión de terrenos agrícolas en polígonos industriales es una amenaza real cada vez que un agricultor se jubila sin sucesión, explica Bort. Por eso "hay que dignificar su uva" y eso es "un trabajo colectivo", asegura.
Cambio climático
Aún así, el cambio climático "es la mayor amenaza que tenemos" reconoce Ton Mata "en una zona tan vulnerable como el Mediterráneo". La escasez de lluvia, cada vez más acuciante, condiciona la producción de las viñas, que en general ya es menor que la máxima autorizada por la D.O. Penedés. Las viñas de Corpinnat producen promedios de 5.600 kilos de uva por hectárea, muy por debajo de los 12.000 kilogramos máximos permitidos.
"Es un modelo de valor condicionado por un clima que genera menos producción y más incerteza, y por tanto unos costos más elevados" reconoce Ton Mata. Una filosofía que Parera lleva hasta sus últimas consecuencias, la negativa a regar sus viñas.
"El agua es un bien escaso y la viña" es una especie endémica por su capacidad de adaptación, argumenta Parera. "Si los doscientos viticultores de la zona nos ponemos a regar el Penedés se acaba en diez años" advierte. Además, concluye, si riegas la viña "ese vino ya no explica ese año".
Al final, concluye, es "hacer vino como lo hacían nuestros abuelos" aunque con todo el conocimiento acumulado, sobre todo, en prevención de enfermedades. La monitorización de los campos parcela a parcela permite afinar cada paso de la cosecha.
No existe ninguna zona de prestigio sin una estrecha relación entre la viña y el producto
Ton mata, presidente de corpinnat
Variedades autóctonas
El suyo es un proyecto de recuperación de una bodega que dejó de producir con la Guerra Civil. Han recuperado sus silos y sus campos con xarel.lo y malvasía, dos variedades autóctonas que son el eje de sus vinos. Junto a la uva sumoll, una variedad especialmente voluble, reconoce Parera, pero que "le da mucho al vino".
"El tiempo ha dado la razón al xarel.lo" defiende Parera, tras unas décadas en que variedades foráneas como el chardonnay o pinnot noir invadieron buena parte de los viñedos españoles, empujados por la presión para plantar viñas jóvenes y más productivas. La diferencia entre una viña vieja y una nueva puede ser de 1.200 a 8.000 litros de vino.
Al final las variedades autóctonas se han conservado en zonas como Murcia, el Bierzo, el Priorat "por la miseria" apunta este enamorado de la viticultura. Zonas en las que, paradójicamente, están resurgiendo ahora con los vinos más apreciados por su carácter, como el Priorat.
Chardonnay o pinnot noir son variedades muy buenas y plantas todo terreno, que se adaptan fácilmente, explica Llopart. "Son variedades 4x4", apunta Jordi Bort, "se hacen grandes vinos chardonnay pero no sabrás de dónde son". El xarel.lo es más difícil de adaptar, pero también más resistente a las condiciones del Penedés.
Agricultura ecológica
El "respeto a la tierra" y al producto pasa también por no utilizar productos de síntesis en los viñedos, prohibidos en la marca Corpinnat. Las viñas solo se tratan, de forma preventiva, con azufre y cobre para evitar los hongos, al estilo tradicional, aunque la falta de agua, en este punto, juega a favor de los viticultores del Penedés.
Su apuesta tiene costes. En 2020 Pardas perdió el 60% de la cosecha por el exceso de humedad, "pero este año no he hecho ni un tratamiento, ser ecológico aquí es fácil, porque el clima es seco". Llopart limita el mosto al 50% de la primera prensada, una limitación que aplican otras bodegas de Corpinnat y que acota aún más la rentabilidad de sus viñas
Estas condiciones de producción y el compromiso de no comprar vino base implica que "no tienes red de seguridad si hay un mal año" reconoce Bort. "Nos acusan de no ser generosos" por las restrictivas condiciones de acceso a la marca Corpinnat, lamenta Jaume Mata. Pero "lo que hacemos es aplicar un rigor" que es la única manera de mantener esta región vitivinícola.
Producción artesanal
Las bodegas de esta marca recuperan además elementos de la producción tradicional imposibles en grandes producciones. Como el degüelle manual de las botellas -para eliminar las lías del espumoso tras la fermentación en botella- que practica Recaredo.
Sus dos especialistas son capaces de procesar 500 botellas por hora, una velocidad vertiginosa para un trabajo muy técnico. Pero que nunca competirá en eficacia con las 3.000 a 5.000 botellas que se procesan a máquina.
O la selección manual de la uva, que defiende Jesi Llopart como parte de ese proceso para garantizar la trazabilidad de sus espumosos. Las viñas propias marcan también una forma de trabajar. "Todas nuestras viñas están a no más de 15 minutos de tractor de la bodega" explica Jordi Bort.
Empresa familiar
Con estos parámetros, el componente de empresa familiar no figura en ningún estatuto, pero lo cierto es que todas las bodegas agrupadas en Corpinnat son empresas familiares. Algunas, como Gramona, Recaredo o Llopart, con varias generaciones a sus espaldas.
Otras, recién creadas a partir de explotaciones de viticultores que optan por convertirse en productores para rentabilizar su producción. Quizá por eso todos los productores de Corpinnat reconocen un componente de romanticismo en sus empresas.
De hecho, la familia Llopart explica con orgullo que su presencia en la masía en la que se origina la bodega está acreditada en documentos del siglo XIV, aunque la producción de vino como negocio principal comienza en el XIX. A final del diecinueve pertenece la etiqueta que siguen exhibiendo en sus botellas, y la viña más antigua de la finca se plantó en 1935. Se trata de Viña Paulino, con una producción de 900 botellas al año.
Pardas, la bodega creada en 1996 por Parera y Jordi Arnan, es la última incorporación a Corpinnat. También la primera bodega que ha empezado a hacer espumoso bajo este sello, sin haber pasado por la denominación cava. "Pardas es la primera y la última" bromea Jaume Mata.
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