La última imagen que se tiene de Lubna Miludi fue en abril de 2014. Se encontraba en el aeropuerto de Málaga. Iba con la cabeza tapada por un pañuelo y una maleta roja. Estaba a punto de coger un vuelo con destino a Estambul. Su objetivo era unirse al autoproclamado califato islámico para convertirse en Madre del Daesh. Lo consiguió.
Lubna es una de las tres españolas que se unieron al ISIS. Todas ellas afirman que fueron “engañadas” por sus compañeros sentimentales. La protagonista de esta historia contrajo matrimonio en suelo sirio. El domingo a las 23 horas llegaban al aeropuerto militar de Torrejón de Ardoz dos de ellas, Yolanda Martínez y Luna Fernández. Ella no llegó a montarse en el avión español. Habría una tercera, Loubna Fares, de 43 años, nacida en marruecos pero con hijos de un combatiente yihadista español. Huyó en 2020 con sus hijos y nada se sabe de ella.
Miludi se fugó a Siria con 21 años. Este año cumplirá los 30. Nada se sabe de ella desde entonces salvo una entrevista concedida en 2020 a El País. Nadie la busca en España, nadie la reclama, excepto la Audiencia Nacional. Sobre las tres hay una orden de búsqueda y captura desde septiembre de 2019 por delitos de terrorismo. Las investigaciones policiales apuntan a que sí sabían a lo que iban a Siria y que sus maridos formaban parte de la “Brigada Al Andalus”.
El caso de Miludi es particular. Mientras Martínez y Fernández fueron acompañadas de sus esposos, ella se radicalizó sin la necesidad de un tercero, probablemente mediante el consumo de propaganda en internet. Se veía con la necesidad de enrolarse en las filas del Califato y convertirse en una Madre del Daesh para proveer de hijos al ejército del fallecido Abu Bakr al-Baghdadi.
Miludi era profesora de Educación Infantil. Hasta que se fue, había trabajado en el colegio Juan Morejón, al lado de su casa. Hace tres años la localizaron, junto con las ahora repatriadas, a 4.072 kilómetros en línea recta desde su casa, en el campo de refugiados para excombatientes del Daesh de Al Roj, justo en el borde de la frontera siria con Turquía, donde hay unas 2.000 personas. “Campo de refugiados” es por lo general un eufemismo para referirse a estas cárceles controladas por kurdos.
Justo en ese campamento han sido localizadas y encontradas entre un mar de niqabs negros las otras dos españolas, Yolanda Martínez y Luna Fernández. De Miludi nada se sabe. Se sospecha que puede estar en otro campo, en el de Al Hol, a 87 kilómetros. Allí se encontraría, en medio de 60.000 almas, con su hijo de siete años. El abogado de las dos repatriadas ha explicado que a Miludi no se la ha repatriado por problemas de comunicación con ella. No se la ha encontrado.
Operación "culminada"
En una nota difundida por el Ministerio de Asuntos Exteriores, el Gobierno daba por “culminada” la operación para repatriar a las españolas Madres del Daesh. Junto a Martínez y Fernández volaron desde Siria 13 menores: la primera era madre de cuatro criaturas y la segunda de cinco (el mayor tiene 15 años y fue separado de su madre para entrar en un centro penitenciario para menores) pero se hacía cargo de otros cuatro.
De los críos se ha hecho cargo la consejería de Políticas Sociales y Familia de la Comunidad de Madrid. Este lunes estaban en régimen de “asistencia inmediata” sin estar, al cierre de esta edición, tutelados. Dado la situación y la especial atención que requiere el caso, la medidas de seguridad son “extra”, por lo que no se ha comunicado nada de su paradero.
El futuro de los 13 lo decidirá el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz. Sus familiares ya han manifestado que están dispuestos a hacerse con su cargo. Este miércoles está previsto que pasen a disposición judicial las dos Madres del Daesh repatriadas en una operación en la que han participado el Ministerio del Interior, el de Defensa, el Centro Nacional de Inteligencia, el departamento de Exteriores, Derechos Sociales, Justicia y Presidencia.
La Justicia española las investiga por su vinculación con la célula yihadista Al Andalus. Podrían ser acusadas de viajar a un país extranjero controlado por una organización terrorista para colaborar con ellos. El Código Penal castiga este tipo delictivo con hasta cinco años de cárcel. Ambas defienden que fueron engañadas y que desconocían el fin último de su viaje.
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