Quizá habría sido la salida más obvia y menos problemática para la Moncloa. Haber celebrado la XXVII Cumbre Hispanofrancesa fuera de Cataluña para situar todo el foco en el propio encuentro. Pero el Gobierno prefirió arriesgar y articular un doble mensaje: sellar en Barcelona una alianza absolutamente excepcional con París, firmando un tratado de calado "histórico", y al mismo tiempo demostrar que la política de desinflamación es consistente y arroja resultados, pese a las dificultades y las contradicciones. Esto es, cuadrar el círculo, organizar una cita bilateral de primera magnitud con un socio estratégico como Francia sin que hubiera incidentes, sin necesidad de perímetros amplísimos de seguridad ni de blindajes extraordinarios, ilustrar gráficamente —unas 6.500 personas, según la Guàrdia Urbana— que la fuerza del independentismo se ha desvanecido y que está aquejada de una dolencia ya diagnosticada, la profunda división en sus filas.
La XXVII Cumbre Hispanofrancesa celebrada este 19 de enero en el imponente Museu Nacional d'Art de Catalunya, en lo alto del Montjuïc, combinó todos esos elementos. Un acuerdo [aquí en PDF] que pretende dotar de un marco jurídico perdurable las relaciones entre los dos países, una protesta independentista de escaso seguimiento a los pies de la montaña —con gritos y abucheos a Oriol Junqueras por "traidor"—, un Pere Aragonès intentando nadar y guardar la ropa, cumplir con su papel institucional de president dando la bienvenida a las dos delegaciones y a la vez huyendo discretamente segundos antes de que se escucharan los himnos nacionales.
Sánchez quería evidenciar que el clima es muy distinto al de 2018 y que el separatismo está roto y fracasó en su protesta
Para la Moncloa, lo relevante era la cumbre en sí misma, y lo demás, "anecdótico", aunque no se privaba de señalar el "fracaso" de la concentración soberanista y de recordar, como hizo el propio jefe del Ejecutivo, que Aragonès al menos sí había acudido a la cita en calidad de anfitrión, invitación que otros presidentes autonómicos del PP —el gallego Alfonso Rueda, la madrileña Isabel Díaz Ayuso— desatendieron en bilaterales anteriores. El Ejecutivo quería proyectar una imagen de Barcelona muy diferente a la que la ciudad arrojó en 2018, cuando Sánchez reunió a su Consejo de Ministros en medio de un extraordinario dispositivo de seguridad: el clima ha cambiado por completo, el independentismo se ha roto. Y el procés, siguen defendiendo en la Moncloa, sí ha acabado. Activos de su campaña electoral que pretendía grabar una vez más.
Pero sí, la convocatoria en el MNAC no era "una cumbre más". No lo era. Pedro Sánchez y Emmanuel Macron, acompañados de una veintena de ministros de los dos países, alumbraron una alianza comparable al eje franco-alemán. Porque ambos suscribieron el Tratado de Amistad y Cooperación —a partir de ahora, Tratado de Barcelona—, un instrumento que España solo tiene firmado con Portugal (desde 2021) y Francia, únicamente con Alemania e Italia. El acuerdo bilateral nacido de esta cita "histórica", en palabras de Sánchez, no solo supone un refuerzo de la relación entre Madrid y París. También apuntala, apreció el mandatario español, el "proyecto común que es Europa", juicio que también compartió el líder francés.
No solo la letra contenida en el tratado, de 24 páginas, expresa la nueva intimidad del vínculo entre España y Francia. También lo manifestaban los incontables gestos de complicidad y afecto de los dos presidentes —abrazos, besos, palmadas—, la buena sintonía de sus ministros, sus palabras. Su posición común en temas capitales para los dos países y para la Unión Europea, como la reforma del mercado eléctrico, la preocupación por el auge de la extrema derecha o la necesidad de una respuesta comunitaria frente a la ley de subsidios de Joe Biden. Hasta fricciones evidentes como la reapertura de los pasos fronterizos aún cerrados se veían tamizadas por el propósito de trabajo conjunto para desencallar el conflicto. A continuación siguen algunos de los puntos más destacados de una cumbre bilateral con escasos precedentes.
Ministros en los Consejos de Ministros del otro país
Es quizá uno de los aspectos del tratado que mejor ejemplifican el nuevo estatus de la relación de España y Francia. El punto 2.4 señala que "un miembro del Gobierno de una de las partes será invitado al Consejo de Ministros de la otra parte, al menos una vez cada tres meses y por rotación". Es decir, un intercambio de visitas periódico de los ministros de cada país. Además, para promover la cooperación, se podrán establecer "otros diálogos estructurados que reúnan a uno o varios ministerios en función de las cuestiones a tratar, y en el marco de sus competencias respectivas".
En el tratado suscrito entre Madrid y Lisboa no se recoge esa invitación cruzada de ministros. Francia y Alemania celebran Consejos de Ministros conjuntos, y su tratado también recoge la previsión de esos intercambios de miembros del Ejecutivo.
Refuerzo de las interconexiones
Las interconexiones ocupan un lugar también central en el Tratado de Barcelona. Madrid y París se comprometen a "seguir desarrollando las interconexiones entre ambos países para alcanzar los objetivos fijados por la Unión Europea". La energía tendrá prioridad, pero tampoco se descuidarán las interconexiones de transporte y telecomunicaciones, incluidos los corredores 5G. Francia y España "tendrán en cuenta la viabilidad económica de los proyectos de interconexión" y colaborarán con la Comisión Europea para que los nuevos proyectos de interconexión energética se beneficien de la "financiación europea en las mejores condiciones".
Los dos países reafirman su compromiso de desarrollar los proyectos de interconexión eléctrica y hidroducto H2Med, el corredor submarino de hidrógeno verde que conectará Barcelona y Marsella, de forma "equitativa y de conformidad con las normas europeas".
Consultas en política exterior
El diálogo entre las dos capitales es a día de hoy muy fluido, pero precisamente uno de los propósitos del acuerdo es sistematizar, estructurar esos canales de conversación. Un ejemplo es lo que ocurrirá en política exterior: los dos países "se consultarán regularmente antes de las grandes decisiones europeas sobre temas de interés común", para tratar de establecer "posiciones comunes" y de "impulsarlas conjuntamente" ante las instituciones europeas y ante los demás Estados miembros. Es decir, que se esforzarán por coordinarse entre sí.
Frente común ante el IRA de Biden
En uno de los temas en los que Sánchez y Macron mostraron plena sintonía fue en la respuesta que creen que debe articularse ante la ley de reducción de la inflación (IRA, por sus siglas en inglés) promovida por el presidente norteamericano, Joe Biden. La ley, que contiene una masiva política de subsidios a industrias verdes de EEUU, ha irritado a Europa, que teme que sus empresas se vean privadas de ayudas por la estrategia proteccionista desplegada por Washington.
Los dos mandatarios creen que la UE ha de simplificar y agilizar los mecanismos para que las ayudas lleguen a las empresas y negociar con Biden una exención como la de México o Canadá
Macron, que ha sido muy activo en los últimos meses en el seno de la UE, defendió que la UE sea más ambiciosa respecto a la transición verde y digital, simplificando las inversiones con instrumentos sencillos para las empresas. La aceleración de la descarbonización en EEUU exige que se negocie con Washigton "regímenes de exención" para que la UE tenga el mismo trato que México o Canadá y se proteja así a las cadenas de valor europeas.
También Sánchez cree "necesaria" una reacción de la UE, una respuesta "firme y contundente" para asegurar la viabilidad de la industria europea. Apostó por resolver la "maraña burocrática" de la UE que dificulta que las ayudas lleguen a las empresas, por lo que hay que arbitrar instrumentos "mucho más ágiles". El presidente español confió en que igual que los 27 han concertado un tope al gas o desbloqueado la aceleración de las renovables, también ahora Europa sabrá encontrar su camino. A su juicio, la UE atraviesa un momento "crítico", tanto por la guerra en Ucrania como "por decisiones comerciales de aliados como EEUU". "Pero la UE sabrá entender el diagnóstico y reaccionar en positivo", auguró.
Frente común en la reforma del mercado eléctrico
Es otro de los retos más perentorios de la UE. Reformar el mercado europeo de la electricidad. España presentó su propuesta el pasado 10 de enero y Francia, esta semana, y ambas están alineadas. Son "muy parecidas", reconoció Macron. El mandatario galo quiere que sea efectiva este año, que vaya "rápido". Ya defendió la extensión de la solución ibérica a los 27, sin éxito. Una excepción que ha sido, convino Sánchez, muy positiva para España, porque ha ahorrado 4.000 millones de euros a los consumidores, y para Europa. Pero ante la probabilidad de que la reforma más en profundidad del sistema no salga adelanta o bien expire antes el tope ibérico, Madrid y Lisboa ya han pedido su prórroga hasta finales de 2024.
Las propuestas de los dos países es muy semejante. París quiere una reforma duradera de la que pueda beneficiarse
Francia no niega su apoyo a España, pero tampoco quiere anticiparlo porque su prioridad, como dijo Macron, es que cuaje esa reforma duradera del mercado eléctrico, de la que también pueda beneficiarse su país. Ahora la Comisión Europea, siguió, es la que debe hacer su propuesta, que espera para "comienzos de marzo". Sánchez apuntó que no es necesario que Madrid y París presenten una propuesta común y conjunta porque la de los dos gobiernos es "muy semejante".
Grupo de trabajo para los pasos fronterizos
Todavía quedan ocho pasos fronterizos entre España y Francia cerrados completamente, y un noveno cerrado parcialmente (solo está abierto por el día), todos ellos clausurados por orden de París. España deseaba su reapertura inmediata, invocando el acervo Schengen, pero por ahora no se producirá. Como explicó Sánchez, los dos ministros del Interior, acordaron este jueves crear un grupo de trabajo que desarrolle la idea de dar forma a unos equipos conjuntos de fuerzas de seguridad de ambos Estados, para lograr reabrir esos puntos. Un planteamiento que había defendido París.
Son ocho los puntos cerrados por completo y un noveno cerrado parcialmente. Macron se muestra dispuesto a "cambiar" la situación, pero no de manera inmediata
Macron recalcó que los cierres se llevaron a cabo en enero de 2021 "de conformidad con el acuerdo Schengen", procedimientos "excepcionales" que se justificaban por los movimientos migratorios irregulares y el riesgo de terrorismo. En concreto, citó el atentado de Niza de 2020, perpetrado por un ciudadano tunecino que vivía "de forma irregular" en Francia tras haber pasado la frontera con Italia.
Francia se compromete ahora a "cambiar" la situación de los pasos fronterizos "mejorando la cooperación y la eficacia de la lucha común" de Madrid y París contra "la inmigración clandestina y la trata de personas". La apertura de esos puntos no solo era una demanda del Gobierno español, también del lehendakari, Iñigo Urkullu, y del president Aragonès. El desbloqueo no ha llegado, pero al menos se pone en marcha un mecanismo para desbrozar el camino.
"No creo que se pueda transigir con la extrema derecha"
Otro desafío compartido por los dos gobiernos es el auge de la extrema derecha. Sánchez contestó al Ejecutivo de PP y Vox en Castilla y León, advirtiéndole de que tiene que responder por escrito a su requerimiento por el plan antiabortista y recalcando que su Gabinete de coalición velará para que los derechos de las mujeres queden garantizados en toda España.
No hay que dejar a la extrema derecha el monopolio de las respuestas permanentes y nostálgicas", subraya el presidente francés
Quien sí hizo una reflexión más de fondo fue Macron, reticente a comentar un capítulo concreto de la política interior española. Él venció a la ultra Marine Le Pen en 2017 y 2021, pero en las últimas presidenciales ella llegó al 41,45%. "Yo soy de los que piensa que la extrema derecha es una realidad política que no es lo mismo que lo demás", señaló. La ultraderecha es el "nacionalismo", que es "el odio al otro", muy diferente al "patriotismo" con el que él se identifica. "Yo soy patriota —manifestó—. Para ser patriota francés no tengo que hacerle la guerra ni a Alemania ni a España, y los nacionalistas, sí". Y estos quieren "cambiar el Estado de derecho", como cree que está sucediendo en otros países europeos.
Macron, en un mensaje que podía dirigirse al PP, aunque no lo mencionó, defendió que no da "buenos resultados" que algunos normalicen a la extrema derecha porque les venga bien en el corto plazo acordar con ella. "No creo que se pueda transigir con la extrema derecha". El presidente francés resaltó que no hay que cerrar no obstante los ojos a una realidad política que está presente en varios países europeos, y si la ultraderecha va ganando apoyos es porque logra convencer a los ciudadanos, por lo que los partidos convencionales deben hallar "respuestas" que les satisfagan, que propongan "futuro" y les "tranquilicen". "No hay que dejar a la extrema derecha el monopolio de las respuestas permanentes y nostálgicas", indicó Macron. Es precisamente la ausencia de soluciones "fuertes y rápidas" lo que a su juicio alimenta a las formaciones extremistas. "No debemos olvidarnos de defender la democracia y el Estado de derecho", porque no son conquistas irreversibles, avisó. Todo lo contrario: es un tesoro "frágil".
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