El silencio ayuda a imaginarlo, a reproducir el horror que se vivió en aquel paraje. Hoy apenas queda nada. Casi, hasta el recuerdo de quienes lo vivieron comienza a desaparecer. Al menos quedan sus testimonios. El campo de concentración se encontraba a apenas tres kilómetros del pueblo, de Castuera, en la provincia de Badajoz. En la zona prácticamente todos han oído o han visitado el lugar. No es fácil ignorarlo. En sus 72.000 metros cuadrados se hacinaron durante algo más de un año miles y miles de prisioneros. Las tropas franquistas trasladaron hasta allí a disidentes, militantes de izquierdas y detenidos del bando republicano.
Las estimaciones de los historiadores hablan de entre 9.000 y 15.000 presos entre los años 1939 y 1940. Estaban distribuidos a ambos lados de los caminos de adoquinado, en los alrededor de 80 barracones desmontables. Sus letrinas, su lavadero… de todo ello hay documentación. También del lugar en el que arrojaban a la muerte a algunas de las víctimas de la represión más cruel.
El historiador Guillermo León Cáceres conoce bien lo que ocurrió en Castuera, pese a la dificultad de encontrar documentación. El socio fundador de la Asociación Memorial Campo de Concentración de Castuera ha escuchado los testimonios, repetidos, terribles e imposibles de aliviar y sabe que dicen, en ocasiones, más que los papeles: “Hubo un comandante al frente del campo que era especialmente sanguinario”, recuerda. Subraya que Castuera y su entorno padeció una represión especialmente dura durante la contienda civil. Incluso en el exterior del mismo se llegó a enterrar a disidentes con un tiro en la nuca, como han acreditado dos exhumaciones con casi una treintena de cuerpos encontrados.
León Cáceres relata la práctica de ‘las sacas’ que durante mucho tiempo se llevó a cabo por las tropas falangistas y tras la que podría estar la razón de tantos desaparecidos: “Llegaban con listas de militantes de izquierdas, se los llevaban del campo y desaparecían, nunca más se sabía de ellos”.
225 fallecidos, la mitad de Extremadura
Aquel campo del frente extremeño funcionó en ocasiones como una parada de tránsito, un punto intermedio desde el que trasladar después a muchos presos a otros lugares, a otros campos de concentración. No pocos lo hicieron a otros campos, alejados de su tierra. Como exhumaciones posteriores han acreditado, Euskadi fue un destino frecuente.
Desde Castuera decenas de presos partieron hacia la localidad vizcaína de Orduña, a más de 700 kilómetros de distancia. Allí les aguardaba otro campo de concentración repleto de presos de guerra. El Instituto de la Memoria ‘Gogora’, del País Vasco, ha documentado que entre 1937 y 1941 en la prisión de Orduña murieron al menos 225 personas, más de la mitad de ellas procedentes de Extremadura, 127, y la mayor parte tras haber sido trasladadas desde el campo de concentración extremeño.
Aquel campo, como la mayoría, fue un infierno de trabajos forzosos, hacinamiento, hambre, frío, enfermedades y muerte. El de Orduña fue uno de los que durante más tiempo permaneció activo en la red de campos del franquismo. La mayor parte de sus presos provenían de Andalucía, Extremadura, Castilla La Mancha y Cataluña. En el tiempo que permaneció en funcionamiento se calcula que encerró a 3.700 personas -entre 1939 y 1941-, de ellas casi la mitad de Badajoz, 663 Ciudad Real y muchas de Málaga.
Más de 80 años después, el Gobierno vasco ha logrado en dos procesos de exhumación de restos llevados a cabo en Orduña desde 2014, la identidad genética de 71 personas. A ello suma la información de los nombres de todos los presos que fueron encarcelados en aquel campo y la constatación de que Extremadura y el campo de Castuera podría ser el origen de muchos de ellos y por tanto el lugar adecuado para encontrar a sus familias.
Tomas de muestras de ADN
El próximo sábado podría ser el día en el que algunas de las familias comiencen a descansar en paz. Una delegación del Instituto 'Gogora' y el Ejecutivo vasco viajará hasta Castuera para intentar encontrar a las familias y poder, en su caso, hacerles entrega de los restos exhumados. Con 41 familias de los presos fallecidos en la cárcel de Orduña ya ha comenzado a trabajar, recabando información genética. Ahora, en aras a ampliar el radio de acción, el llamamiento se extiende a las familias de la zona para que acudan a la jornada a informarse y quien lo desee dejar muestras genéticas para cotejar identidades. Para ello en la expedición vasca se han incluido dos forenses que tomarán muestras de saliva a los familiares. Por ahora, no se ha podido identificar ninguno de los restos exhumados con muestras recabadas.
Durante la sesión, -Sábado 28, Museo del Turrón de Castuera, a las 11.00 horas- además de explicar las circunstancias en las que se cree que se pudieron producir los traslados de presos al campo de concentración de Orduña y el hallazgo en la prisión vizcaína, también se llamará a correr la voz en todo el entorno para movilizar a los más mayores de las familias que pudieron haber perdido a un ser querido en aquel campo de concentración de Castuera. Se confía en que las cuatro asociaciones de memoria histórica que trabajan en la zona puedan localizar a las familias que aún hoy buscan a sus seres queridos y que con toda la documentación y registro genético obtenido los cotejos permitan identificar restos y familias.
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