Las elecciones locales del cuarto domingo de mayo deben marcar, a juicio del cuartel general de los populares, un "vuelco político" que abra la puerta al triunfo de Alberto Núñez Feijóo en las generales de diciembre, muy probablemente el día 10 de ese mes. No sería la primera vez que las municipales y autonómicas adelantan dicho cambio de ciclo, independientemente de que se trate de una consulta en la que la figura del alcalde se superpone muchas veces al valor de la marca y a la fuerza de las siglas.
Pero a diferencia de otras confrontaciones, esta vez los sondeos vienen a demostrar que, tras el desembarco de Alberto Núñez Feijóo en el liderazgo del primer partido de la oposición, la marca PP tira para arriba frente a los signos de desgaste de la base electoral socialista con un Pedro Sánchez que aparece en segundo lugar entre las preferencias ciudadanas. Eso, sin duda, afecta a los candidatos locales y barones autonómicos del PSOE, muchos de los cuales no sólo deben luchar por mantener su propio resultado, sino también porque no se les desmoronen los socios con los que sumar mayorías.
Superar los baches de 2015 y 2019
El PP ha echado cuentas y cree que, en contraposición a los decepcionantes resultados de 2015 y de 2019, donde los socialistas les aventajaron en prácticamente todos sus tradicionales feudos, esta vez van a recuperar terreno. Las tripas de sus estudios cuantitativos y cualitativos -muchos de ellos basados en los datos brutos del CIS- apuntan, según Génova, a que pueden pasar de estar un millón y medio de votos por debajo del PSOE, tal y como ocurrió en la municipales de 2019, a estar un millón por encima, lo que vendría a suponer un vuelco de dos millones y medio de papeletas.
Según los territorios, estiman que su crecimiento en municipales puede ser de entre 7 y 12 puntos. Otra cosa es que les ponga en disposición de gobernar, puesto que luego entran en juego los pactos postelectorales que ponen y quitan alcaldes y presidentes autonómicos. Son la Comunidad Valenciana y el Ayuntamiento de Sevilla las dos piezas más anheladas por el PP. También Barcelona tiene su importancia como termómetro de la capacidad de crecimiento del PP en esta región por la práctica desaparición de Ciudadanos, que inicia una nueva etapa tras la salida de Inés Arrimadas en el liderazgo del partido aunque seguirá siendo la voz de los naranjas en el Congreso de los Diputados y, muy probablemente, su cabeza de lista en las generales si, para entonces, llegan vivos políticamente hablando.
En las municipales y autonómicas de 2019 los socialistas aventajaron a los populares en 1.540.825 votos, según los datos del Ministerio del Interior. Fueron 6.695.553 papeletas frente a 5.154.728 del PP. Los populares ya venían de una situación muy desfavorable en 2015, cuando la ex alcaldesa de Valencia Rita Barberá exclamó esa noche electoral, abrazada a uno de los suyos, "¡Qué hostia!, ¡Qué hostia!". Todo un resumen de aquella decepcionante jornada para el partido de la gaviota.
Los populares siguen confiando en el trasvase de voto del PSOE al PP y en la desmovilización de la izquierda
Aun así, el PP quedó en 2015 en primer lugar en el cómputo global por algo menos de medio millón de votos (6.070.176 papeletas frente a 5.613.733). Significa que entre 2015 y 2019 el PSOE ganó un millón de votos y el PP perdió casi otro millón. En definitiva, el vuelco electoral fue de dos millones.
Los populares siguen confiando, además, en un trasvase de voto del PSOE al PP no menor del 10 por ciento, a lo que hay que sumar un porcentaje de voto socialista desencantado que pueda ir a la abstención incluido otro tanto que busque refugio en el proyecto de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, pero que, a efectos de las locales y autonómicas, no computa.
De hecho, las perspectivas para Podemos e Izquierda Unida, juntos o por separado, no son muy halagüeñas para el 28-M, de ahí la preocupación de los socialistas por ver flaquear a sus socios hasta el punto de pedirles que vayan de la mano para no fragmentar a la izquierda. Poco a poco, ambas formaciones van culminando listas de coalición a pesar de los recelos internos. Y es que Ferraz confía en mantener intactas sus cuotas de poder territorial sujetas a difíciles equilibrios a veces a cinco bandas, como es el caso de Baleares.
Ya no se trata sólo de quien gane en votos totales sino también de quién consiga sumar para gobernar y ahí es donde Génova necesita el mejor resultado posible para no unir su suerte a la de Vox. "Un escaño autonómico y un concejal más que el conjunto de la izquierda". Ese es el objetivo. Pero si bien es posible tanto en Madrid como en Murcia resulta complicado que cumplan ese requisito en otros territorios ahora gobernados por el PSOE, como la Comunidad Valenciana, Aragón, Castilla-La Mancha o La Rioja si es que llegan a ganar las elecciones en estas regiones.
Y aunque la propuesta para que gobierne la lista más votada que ha lanzado formalmente Feijóo en su "Plan de calidad institucional" no es nueva, puesto que ya se diseñó en época de Mariano Rajoy, es imposible desligarla del actual escenario electoral. Tiene mucho, por un lado, de temor a tener que pactar con el partido de Santiago Abascal y, al tiempo, de argumento, de pretexto, por si no queda otro remedio.
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