La patronal CEOE hizo público el viernes un comunicado denunciando los ataques y descalificaciones a empresarios en el inicio de un año netamente electoral. La denuncia se producía días después de que la ministra de Derechos Sociales y líder de Podemos, Ione Belarra, acusara al presidente de Mercadona, Joan Roig, de ser un "capitalista despiadado" que se llena los bolsillos subiendo los precios de productos de primera necesidad.
Aunque el ministro de Agricultura, Luis Planas, y la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, marcaron distancia respecto a los improperios de Belarra, el discurso que fluye directamente desde Moncloa está en el origen de esos ataques propios del más burdo populismo.
Cuando Pedro Sánchez mencionó en su balance de curso político (29 de julio de 2022) a la presidenta del Banco Santander, Ana Botín, y al presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, a cuenta de los impuestos a bancos y eléctricas, afirmando que "si protestan, es que vamos en la buena dirección", estaba marcando el camino. Un camino tan simple como demagógico: los empresarios ganan demasiado dinero a costa del sufrimiento de la gente, y nosotros, como el Gobierno de la gente que somos, estamos obligados a pararles los pies. Ese es el mensaje.
No es algo improvisado. Responde a una estrategia política que consiste en movilizar a un electorado defraudado por un Gobierno de coalición que despertó tal vez demasiadas expectativas entre los votantes de izquierda. A diferencia de Iván Redondo, que cuidaba a los grandes del Ibex y les hacía protagonistas del primer acto del presidente tras la vuelta de las vacaciones veraniegas, Oscar López (el influyente jefe de Gabinete del presidente) cree que a Sánchez le interesa un perfil menos elitista, más popular, de gente que juega a la petanca o monta en bici. López, siguiendo la teoría que en su día reveló involuntariamente Rodríguez Zapatero en un programa de televisión, piensa que al PSOE le conviene calentar la calle y, para ello, nada mejor que demonizar a los empresarios.
Reparto de papeles
Hay un reparto de papeles. Mientras que el presidente le toca los beneficios a la élite empresarial (bancos y eléctricas), Podemos se mete con los tenderos, con los que se dedican a vender lechugas y leche, personificados en el presidente de la primera cadena de supermercados de España. El reclamo es que la inflación, que sufren más los más desfavorecidos, es culpa de los que se forran subiendo los precios.
Como el presidente no puede permitirse una imagen antiempresarial en Europa, ocasionalmente recurre a los grandes del Ibex para hacerse una foto, como ocurrió en Davos el pasado 17 de enero, cuando congregó a algunos de ellos -con la excepción de Sánchez Galán- en un frío rondo de sillas, lo que dice mucho de la intención del encuentro. Nada importante puede decirse en un escenario lleno de focos, falto de intimidad y premeditadamente incómodo.
La poco inteligente relación del Gobierno con los que "crean riqueza" (como definió Roig el pasado jueves a los empresarios) ha abierto una oportunidad inesperada para que la clase empresarial se acerque aún más al líder de la oposición. Núñez Feijóo, un poco como le ocurría a Mariano Rajoy, no es un político al que le guste el compadreo con la gente de dinero. Cuando fue presidente de la Xunta, trabó cierta relación de complicidad con Amancio Ortega y con Pablo Isla. Al presidente de Inditex le animó a que se hiciera con el control de Abanca, que terminó en manos del venezolano Juan Carlos Escotet, con el que también habla a menudo el ex presidente de la Xunta.
El líder del PP ha mantenido encuentros discretos con los grandes del Ibex, como Ana Botín o Sánchez Galán, y ha mejorado la relación con el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi
Pero, cuando llegó a Madrid, ya como líder del PP, de lo que no hace todavía ni un año, Feijóo era casi un desconocido para los grandes del Ibex, aunque algunos de ellos sí que habían tenido ocasión de encontrarse con él por sus negocios en Galicia.
Las cosas, sin embargo, han cambiado de forma radical. Sobre todo, desde que el presidente del Gobierno lanzó su ofensiva impositiva sobre bancos y eléctricas.
"La agenda de Alberto con grandes empresarios es intensa", me confirma un miembro de la dirección del PP. "Mantiene almuerzos, cenas o desayunos con empresarios, siempre de forma discreta. No quiere que esos encuentros se hagan públicos", apunta la misma fuente.
Lo que sí han confirmado diversas fuentes es que el líder del PP ha mantenido encuentros privados con la presidenta del Bancos Santander y con el presidente de Iberdrola. Tanto Botín como Sánchez Galán valoran la "moderación" del presidente del PP, con el que han hablado no sólo de sus cuitas fiscales, sino de la situación económica y de la crispación política que vive nuestro país. "En el mundo de la empresa se tiene cierto pánico a que un partido como Vox pueda llegar al Gobierno. Sin embargo, Feijóo transmite moderación y la posibilidad de un cambio tranquilo", afirma el vicepresidente de una gran entidad.
Con otros empresarios, como Álvarez Pallete (Telefónica), o el propio Joan Roig también ha mantenido encuentros, aunque en estos casos compartidos con otros empresarios.
Al mismo tiempo, la relación del jefe de la oposición con el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, también ha mejorado sustancialmente desde los tiempos de Pablo Casado. La labor que ha hecho Fátima Báñez en ese acercamiento entre el jefe de la patronal y el líder del PP ha sido fundamental.
"Feijóo", dice uno de sus más estrechos colaboradores, "escucha a los empresarios, pero también a los líderes sindicales, con los que mantiene una relación fluida". "No quiere que se perciba al PP como el partido que defiende sólo a los empresarios, pero, sin duda, las políticas que llevará a cabo cuando gobierne favorecerán la inversión y la seguridad jurídica, lo que hoy no está pasando", añade la fuente.
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