Aquel paso no tenía marcha atrás. Todos lo sabían, todos lo aceptaban. Suponía ponerse en peligro, arriesgar su vida y la de su familia. Lo asumieron. Permanecer más tiempo callados les dolía demasiado. Sólo les unía la necesidad de respirar, de reclamar libertad y de proclamar un 'basta ya' desgarrador en el silencio miedoso o cómplice, en la indiferencia que les rodeaba. Ayer se reunieron de nuevo, lo hicieron como un grupo de amigos, como viejos compañeros de penas -y alguna alegría- que vivieron, sufrieron, en silencio demasiado tiempo el acoso etarra en el País Vasco. La cita, el encuentro esta vez no fue en el Boulevard de San Sebastián, ni en la librería 'Lagun' o la Plaza del Buen Pastor tras un atentado.
Han pasado 23 años desde que Europa les escuchó y les reconoció el valor que entonces mostraron. El Parlamento les otorgó el Premio Sajarov a la Libertad de Conciencia que ayer quiso revalidar la presidenta de la Cámara, Roberta Metsola en el encuentro que mantuvo con los representantes de aquel movimiento cívico que lideraron figuras como el filósofo Fernando Savater o la hoy europarlamentaria, Maite Pagazaurtundua.
"No olvidamos vuestro valor y sacrificios", aseguró Metsola, "tenemos mucho que aprender de vuestra lucha y es momento de honrar vuestro sacrificio y, en especial, a quienes pagaron el más alto precio". Recordó cómo las denuncias que situaron el foco de las instituciones europeas en lo que sucedía en Euskadi a finales de los 90 abrió los ojos a Europa, "y, como dijimos entonces, hoy recordamos que en nuestra Unión no cabe el terrorismo, ni cabía entonces ni cabe ahora ni cabrá nunca". La presidenta reitera que hoy día el terrorismo sigue presente en Europa, lo está en Ucrania, anterior Premio Sajarov a la libertad de Conciencia "cuyo pueblo es víctima del terrorismo de Estado que practica Rusia".
Poco antes el filósofo Fernando Savater recordó cómo en los años 90 en Europa la realidad de la violencia en Euskadi era demasiado desconocida. "Apenas sabían lo que realmente ocurría", apuntó. Las denuncias de movimientos como '¡Basta Ya!' permitieron abrir los ojos a las instituciones. "Gracias a organizaciones como la nuestra no se cometió el crimen del silencio y logramos que se pusiera el foco en Euskadi".
"Estás en la lista"
La intervención de Metsola ha precedido a la inauguración oficial del 'Túnel del odio' que el colectivo '¡Basta Ya!' ha instalado en el Parlamento Europeo. Una "experiencia sensitiva", según la ha definido su autor, José Ibarrola, y en la que se recrea el clima de hostigamiento que se vivía en Euskadi en el entorno constitucionalista, amenazado por la izquierda abertzale.
Un periodo de sus vidas que durante diversos encuentros celebrados en la institución comunitaria han recordado algunos de quienes lo sufrieron. Aquel encuentro de la comunidad de vecinos para pedir a una victima acosada por ETA que abandonara el inmueble por el riesgo que suponía para el resto. O el vecino amigo cuyos hijos compartían dibujos animados frente al televisor y que que fue quien pasó información al comando para atentar contra. O la angustia al conocer que "estás en la lista" o el riesgo obliga a asignarte una escolta "y aún te decían que la llevabas para chulearte".
"Supe quién fue por el apodo con el que aparecía en los papeles. Muy poca gente me llamaba así en Eibar, desde la escuela no me llamaban de ese modo", recordó Mikel Iriondo. Este profesor universitario recordó cómo en el decanato de la facultad hubo quien se quejó por la presencia de escoltas, "decían que no podía haber pistolas": "En ese clima, la paradoja es que los peligrosos ya no son los etarras sino que parece que lo eres tú". Iriondo tuvo que cambiar de casa, de rutinas e incluso de su rutina académica.
"La amenaza entró en mi casa en los años 80, cuando asesinaron al jefe de mi padre", recuerda Cristina Cuesta. A su padre, Enrique Cuesta, delegado de Telefónica en Gipuzkoa, ETA lo asesinó después de matar a su jefe. "Me costó entender aquella decisión de mis padres", recordaba en el Parlamento Europeo Cuesta. "Empezamos a vivir en el insulto, en la amenaza y pese a eso no hemos pasado suficientes facturas al nacionalismo obligatorio". Cuesta considera que la historia de lo sucedido "no está siendo bien contada": "No pone a cada uno en su sitio, aún queda muchos por contar".
Rememora cómo fue seguir viviendo en Euskadi después de que ETA hubiera asesinado a su padre. Ella quería seguir luchando por la libertad y hacerlo en el País Vasco, "pero al final, como muchos, tuve que irme, más por la presión de mi familia que decía que no quería volver a pasar lo mismo".
"Fernando, cuídate que mira que por allí..."
A José Mari Alemán la amenaza no se le olvidará en la vida. Le salvó la chapuza, la impericia del terrorista. Aquel bidón lleno de gasolina, con una mecha unida a un cigarrillo encendido a modo de cuenta atrás, falló. "Podía haber sido terrible, debajo había un depósito lleno de combustible. Si llega a estallar hubiera sido terrible".
En el caso de Savater el recuerdo le trae a la memoria al magistrado Francisco Tomás y Valiente. No olvida aquellas intervenciones conjuntas en las que él asumía "la parte ética" y quien fuera presidente del Constitucional, la legal. "Paco siempre me decía, Fernando, cuídate que por allí, por el País Vasco mira como está la cosa, y mira, al final fueron a por él". Los recuerdos se le amontonan al filósofo vasco, "como aquel tiempo en el que me decía que yo podría dar clases donde quisiera y que me fuera a cualquier otra universidad fuera del País Vasco": "Pues era evidente que no podía dar clase donde quisiera, yo quería hacerlo en el País Vasco y no podía".
Pagazaurtundua y la mayor parte de quienes ahora repasan lo que fue la lucha cívica contra el terrorismo no pueden dejar de recordar lo que simbolizó la librería 'Lagun' de San Sebastián. Los ataques, las pintadas y la impunidad con la que los violentos actuaron contra el que se había convertido en punto de encuentro de los constitucionalistas: "Recuerdo uno de los ataques, la pintura que emplearon la habían pisado y nos llevaba directamente hasta sus autores, la Herriko Taberna que había apenas unos metros enfrente".
Pagaza cierra el encuentro señalando que "hicimos lo que pudimos": "Al menos sentimos que éramos libres, fuimos muy libres reclamando libertad frente a muchos 'zoombies' que no llevaban la vida que querían".
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