Llegados a este punto de la legislatura, cuando quedan cuatro meses para las autonómicas y municipales del 28-M y once para las generales, la política española mira más y más a las urnas. También, desde luego, el Gobierno. Ya lo hizo Pedro Sánchez la semana pasada en el Congreso y lo reiteró este martes en el Senado durante su primera intervención en el tercer gran duelo parlamentario con Alberto Núñez Feijóo. El jefe del Ejecutivo se afanó primero en enhebrar un discurso muy ideológico, de confrontación de lo público y lo privado. Volvió a anclarse, como lleva haciendo desde el batacazo de las andaluzas, en la izquierda. Contrastó, como hiciera siete días atrás, su modelo con el "plan" de la derecha para "socavar el Estado del bienestar" y "convertir los derechos en mercancías". Y anunció, eso sí, que su Gabinete subirá el salario mínimo para 2023 un 8%, hasta los 1.080 euros al mes.
Pero el presidente del Gobierno llegaba este martes al Senado con una pesadísima losa a su espalda, la brecha en su Ejecutivo a cuenta de la ley del solo sí es sí. Los dos socios están intentando hallar una salida para reformar la norma y agravar las penas. Discrepan en cómo hacerlo, porque Podemos e Igualdad se niegan radicalmente a reintroducir en el Código Penal el elemento de la violencia o intimidación de las víctimas, porque desnaturaliza, entienden, el consentimiento como eje de la norma, pero los socialistas subrayan que la médula del texto no se toca, y que no se pueden subir las condenas sin más sin justificación alguna. Feijóo, como era esperable, le atacó duro en ese flanco débil del Gobierno, instándole a que cambie ya la ley. "Háganlo lo más rápidamente posible, cuenten con el PP si lo necesitan y asuman responsabilidades", le lanzó el jefe de los populares.
Los efectos indeseados los vamos a corregir. Si hay una cosa que une a todo el Parlamento, es que nadie desea aliviar el castigo a los agresores sexuales"
PEDRO SÁNCHEZ, PRESIDENTE DEL GOBIERNO
Sánchez, en su réplica, respondió por primera vez al conflicto abierto en su Gobierno por la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual. Aunque tampoco se detuvo demasiado en ello porque su objetivo era encadenar los ataques contra Feijóo: el sí es sí "ha tenido una consecuencia no deseada como es la rebaja de penas en algunos casos". "Se trata de una cuestión técnica que no refleja la voluntad ni del Ejecutivo ni tampoco de los ocho grupos parlamentarios que aprobamos esta ley en las Cortes. Esos efectos indeseados los vamos a corregir", aseguró también como un aviso a sus socios de Podemos, y como reafirmación de que el PSOE enmendará la norma con o sin ellos. Sin desvirtuarla, eso sí.
"Si hay una cosa que une a todo el Parlamento, a todos los diputados y a todos los senadores, es que nadie desea aliviar el castigo a los agresores sexuales. Pero sobran los insultos y los improperios en un asunto tan delicado", le reprochó al líder del PP, y le pidió críticas con "más mesura". El presidente presumió del ADN feminista de su partido frente a un PP cuyos "antecedentes" en las conquistas de las mujeres son más escasos, sostuvo.
Plan "diseñado por las élites económicas"
Sánchez articuló su intervención de este martes en el Senado en dos partes. Una primera, más presidencial, en la que además de explicar las últimas medidas económicas adoptadas y anunciar la subida del SMI —confirmación que arrebató a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz—, volvió a optar por la confrontación de modelos. El de su Gobierno frente a la derecha. El de la defensa de lo público, la ampliación de derechos y el reforzamiento del Estado del bienestar frente al "plan" de la derecha para "socavar el Estado del bienestar" y "convertir derechos en mercancías". Y una segunda, más de candidato, donde ridiculizó a Feijóo cuanto pudo, intentando desmontarle por distintos flancos: en su faceta como gestor económico, como presidente de la Xunta, como regenerador institucional y como líder internacional. En el fondo, Sánchez volvió, y así lo reconocían en la Moncloa, a la denuncia de la "insolvencia o mala fe" del jefe del PP, aunque sin utilizar esos términos. Pero buscó, totalmente, hacerle un traje a su rival. En todos los frentes. Y hasta en ocasiones se le escuchó demasiado envalentonado, sobrado.
Para Sánchez, la derecha busca "el debilitamiento, cuando no la inexistencia del Estado del bienestar, el empobrecimiento de la mayoría para el enriquecimiento de una minoría"
El líder socialista cargó, en su primera intervención, contra un plan "diseñado por ciertas élites económicas con el propósito de maximizar sus beneficios, que es legítimo pero que está ejecutado por una derecha política que en las comunidades y territorios donde gobierna lo que hace es debilitar el Estado del bienestar reduciendo su financiación, bloqueando las oposiciones para renovar su plantilla y externalizando funciones que antes correspondían a esos servicios".
La derecha, añadió, "enmascara" su plan para hacerlo "más presentable" y el "disfraz" con el que se "camufla" es la bajada de impuestos. "¿Pero de qué le sirve a una persona que se le bajen 44 euros si se tiene que gastar 2.500 euros en un seguro privado, en una residencia o una escuela para su hijo?", se preguntó. Y si Sánchez utilizó la palabra "plan" no fue por casualidad, sino porque en la manifestación de hace casi dos semanas en Cibeles, a la que asistieron dirigentes de PP y Vox, se acusó al Gobierno de tener un "plan oculto" para tumbar la democracia y convertir España en una dictadura colectivista bolivariana. Acusación, se burló, "grotesca".
Lo que en cambio sí persigue la derecha, insistió, es deteriorar los servicios públicos, la sanidad, la educación o el transporte para que las clases medias acudan a lo privado. "Ese es el modelo que la derecha y la ultraderecha les gustaría aplicar en toda España. El debilitamiento, cuando no la inexistencia del Estado del bienestar, el empobrecimiento de la mayoría para el enriquecimiento de una minoría".
"¿Qué le parece nombrar a Rato de vicepresidente?"
Pero tras un Feijóo que sonó mejor pertrechado que en los dos duelos anteriores en el Senado, y más duro, Sánchez se creció en las réplicas. Arreó fortísimo al jefe del PP en todos los frentes posibles. Primero, buscó quitarle la etiqueta de "moderado". "Se ha despachado a gusto. Me ha llamado mentiroso, frívolo, mediocre, débil, sectario, soberbio, ególatra… ¡Menos mal que no venía a insultar!". Y entonces le lanzó el titular de su última entrevista, la del pasado fin de semana en El Confidencial, cuando aseguró que se avergonzaría de tener un "Gobierno tan mediocre" como el de Sánchez.
El presidente se ríe de Feijóo y le propone nombrar un Gobierno con Rato, Zaplana y Matas
Sánchez recurrió a la ironía y fue destituyendo en directo a Nadia Calviño, Yolanda Díaz o Teresa Ribera. "¡Ya va siendo hora de que España se quite la caspa y tenga un Gobierno de primera!", se mofó. "La economía debe ser dirigida con honradez y destreza. ¿Qué le parece nombrar a Rodrigo Rato como vicepresidente?". Y siguió con la chanza: ¿y si fuera Eduardo Zaplana ministro de Trabajo o Jaume Matas el titular de Transición? Tres nombres marcados por la corrupción en el PP. "Nunca ha tenido España una influencia tan grande en Europa y una oposición, jamás, tan desnortada", redondeó el presidente.
Después, intentó desmontarle como profeta económico, ya que pronosticó el apocalipsis el año pasado y no se cumplió y defendió una bajada de impuestos hasta que cayó la premier británica Liz Truss. Y ante las críticas al Gobierno por aumentar la deuda pública, le recordó que como jefe de la Xunta él incrementó la deuda en Galicia "un 188%", y además "no fue dinamizador de la economía" en la comunidad ni invirtió "lo suficiente" en los municipios, y además recortó "más de mil millones de euros en la sanidad pública", prescindiendo de camas y de trabajadores.
Luego se afanó en la "iniciativa estelar" de Feijóo, el Plan de calidad institucional que presentó la semana pasada en Cádiz. "¿Pero sabe con qué reglas jugamos? ¿Lo sabe usted? Se llama Constitución española", ridiculizó. Le recordó que su propuesta de que gobierne la lista más votada fue desautorizada por barones y alcaldes del PP, que él mismo no la respetó en Ourense en 2019 —su partido le dio el bastón de mando a la tercera lista, cuando ganaron los socialistas en la ciudad—, y calificó de "colmo del descaro" que plantee la independencia de las instituciones cuando él fue nombrado presidente de Correos por el Gobierno de José María Aznar por ser afiliado del PP, del mismo modo que desde 2018 ocupa la cabecera de la empresa pública el que fuera su jefe de Gabinete, Juanma Serrano, cuya designación Feijóo ataca una y otra vez.
"Pura palabrería"
Para Sánchez, el "primer acto de gran calidad institucional" del jefe del PP fue propiciar la entrada de Vox en la Junta de Castilla y León; el segundo, romper el acuerdo para renovar el Poder Judicial; el tercero, forzar que el Parlamento "no votara una ley" —la que obligaba a la renovación del Constitucional—. Y el "cuarto y supremo acto de calidad institucional", se rió, es acoger a "dos tránsfugas de UPN", Sergio Sayas y Carlos García Adanero, dos días después de presentar su plan en Cádiz, y premiar a uno de ellos con la cabecera de cartel por Pamplona.
Sánchez le pide que renueve el CGPJ y se burla de su talla como líder internacional: "No hable mal de España. Con eso nos bastaría"
"Le invito a un programa de calidad institucional más modesto, breve y eficaz", le instó, burlón. "Primero, empezar por cumplir con la Constitución [para renovar ya el CGPJ] y, segundo, reconocer la legitimidad de los gobiernos democráticos salidos de las urnas. Sin cumplir con estas dos reglas, el resto es pura palabrería para camuflar que la única regla que les vale a ustedes es la que les conviene", reprochó.
Así que Feijóo, como "gestor económico, no da más de sí", tampoco como "gran reformador institucional". Y "como estadista internacional...". En ese momento, se dirigió al presidente del Senado, el socialista Ander Gil, para advertirle de que le llevaría "muy poco tiempo" resumir su gestión en ese punto: "Nada, o menos que nada, un par de desplazamientos a Bruselas, a reuniones de su partido, a sembrar dudas sobre la economía española, igual que hacía el señor [Pablo] Casado". "Lo que me gustaría pedirle es que no hable mal de España. Con eso nos podría bastar", remató.
En definitiva, la oposición de Feijóo es "desagradable", tira de "chascarrillos", pero está "vacía de propuestas y rebosante de insultos". "Con su salida de la Xunta han ganado los gallegos, pero hemos perdido todos los españoles". Fue esta la estocada final, brutal. La que quizá resumía el tono de una larga tarde en el Senado, sumergida en la espesa bruma preelectoral que lo inunda todo. Sánchez y Feijóo se repartieron mandobles a diestro y siniestro, se zambulleron en un durísimo duelo dialéctico, sin insultos directos pero con críticas y argumentos muy de fondo. Y emergió la comprobación fehaciente, una vez más, de que no hay puentes vivos entre el Gobierno y el jefe del PP.
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