En febrero de 2021, Oliver Fernández López fue condenado a tres años de prisión por ciberacoso y abuso sexual a una menor de 13 años. Los hechos ocurrieron en Valladolid, donde ejercía de rector-capellán de la iglesia penitencial Nuestra Señora de las Angustias. Los hechos probados demostraron que el religioso contactó por teléfono, mediante mensajes, con una menor de la que se ganó su confianza y que conoció en la puerta del templo.
“Como me lo digas otra vez voy y me ducho contigo”. “Si quieres voy a frotar la espalda”. “Llevo casi un mes buscando la forma de que estemos a solas y tú solo has puesto pegas”. Eran algunos de los mensajes. Un día le tocó el culo. “¿Qué has pensado cuando has notado mi mano? ¿De verdad que nada? ¿Yo? Que ojalá pudiera hacerlo sin disimular”, le dijo después. También consiguió que la chiquilla le mandase fotos en bikini y desnuda.
Cuando se conoció la denuncia y posteriormente la sentencia, la archidiócesis condenó los hechos y defenestró a Oliver sobre el papel. Pero no era la primera vez que el condenado actuaba así, y tampoco la primera que el arzobispo de la ciudad, Ricardo Blázquez, tenía conocimiento de ello.
Precedente
Una década antes, en 2010, Oliver ejercía de presbítero en Zaratán, un pequeño municipio de Valladolid. Allí se abrió un perfil de Tuenti y se empezó a mensajear con otra joven, también de 13 años en aquel momento, de Alicante. "Eres un bellezón de chica, estás tremenda... con chicas como tú en este mundo merece la pena vivir [...] Estás estupenda y más en esa foto principal en bikini tan sexy". “Puede que haya un pequeño problemilla jejeje que tengo unos cuantos años mas que tu”.
El padre de la muchacha se percató del tipo de conversación que Oliver mantenía con su hija y decidió poner tierra de por medio antes de que fuese a más.
Un día, al salir del hospital (el hombre era médico, ya jubilado) se presentó en la ciudad castellanoleonesa para poner una denuncia ante la Guardia Civil. También se puso en contacto con el arzobispado. En aquel momento, el titular era Ricardo Blázquez, y el vicario Luis Argüello, con quien mantuvo una conversación telefónica al respecto.
Pasadas unas semanas, el padre recibió una carta firmada por Blázquez. Afirmaba haber mantenido una “conversación detenida” con el religioso y tachó su comportamiento de “reprobable”, apuntando que le produjo “un gran disgusto y una gran preocupación”. Aseguró que “obraría en consecuencia”.
Cambio de destino
Un año más tarde, en 2011, Blázquez envió a Oliver al Santuario Nuestra Señora del Carmen Extramuros como rector. Una especie de retiro para que reflexionase sobre sus pecados. La denuncia terminaría siendo archivada por la justicia de los hombres.
Durante los siguientes años, aquel párroco albino que envió mensajes a una chica de 13 años no dejó de tener actividad relacionada con la archidiócesis de Valladolid. Una ponencia en noviembre de 2014, una misa en febrero de 2015 y otra en junio, un encuentro de jóvenes sacerdotes en diciembre de 2015… Parecía como si nunca se hubiese ido, aunque sus superiores sabían lo ocurrido años antes.
En 2017, Oliver vio resarcida su culpa. Fue nombrado rector-capellan en la iglesia del centro de Valladolid donde cometió acoso y abuso a una menor por lo que fue condenado a tres años. El cargo se lo otorgó Ricardo Blázquez, el mismo que tuvo conocimiento de hechos similares siete años antes. El acto tuvo lugar el 16 de octubre, según publicó la cofradía en sus redes sociales.
Este periódico ha intentado contactar con el otrora presidente de la Conferencia Episcopal para saber por qué dio un cargo en una céntrica capilla de Valladolid a un hombre del que conocía su anterior comportamiento “reprobable”, pero no ha recibido contestación. Desde la archidiócesis de Valladolid se preguntan por el interés sobre este asunto cuando los hechos de 2010 “fueron archivados” y el arzobispo ya tomó cartas en el asunto.
Más casos
Detrás de la actuación de Blázquez se esconde una forma de actuar de la Iglesia en relación a los religiosos que han cometido acosos, abusos o agresiones a menores, al menos en el pasado. “Es una constante, en España y en otros sitios. Es una máxima a la hora de actuar muy habitual”, explica una de las fundadoras de la asociación Infancia Robada, Ana Cuevas.
En su caso, su hijo fue sometido a abusos por un profesor del Opus Dei en el colegio Gaztelueta, en Bilbao. Tras conocerse su caso, el docente fue enviado a Inglaterra y después a Australia. Ahí ya le perdieron la pista.
También es el caso de Javier. Él y su hermano gemelo fueron abusados por José Manuel Ramos Gordón en el seminario de La Bañeza, en León. Alrededor de dos décadas antes, hizo lo mismo en el colegio Juan XXIII de Puebla de Sanabria. La Iglesia lo ‘condenó’ a vivir 10 años en un monasterio en 2018.
También es el caso de Fernando, que sufrió abusos en 1974 por parte de José María Pita da Veiga, hermano del ministro de Marina con Francisco Franco entre 1973 y 1977. Los hechos ocurrieron en el colegio Claret de Madrid. Más tarde fue enviado al colegio mayo Jaime del Amo, también en la capital. "Quiero recalcar que la Orden después se portó muy bien conmigo. Creo que como lo hicieron debería ser el modelo a seguir".
Ricardo Blázquez, ahora cardenal y arzobispo emérito de Valladolid, dejó de ser presidente de la Conferencia Episcopal en diciembre del año pasado. Luis Argüello, con quien habló telefónicamente el padre de la primera menor, dejó de ser el portavoz de la organización en noviembre de 2022. Actualmente es el arzobispo de la capital de Castilla y León.
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