“Todo tiene un momento en la vida y ya os habéis cansado de decirlo todo vosotros y bueno, ya me tocaba a mí. No tengo miedo”. Habla Bárbara Rey. Y lo hace en referencia a la relación sentimental que mantuvo con el Rey emérito Juan Carlos I, de la que ahora, más de 20 años después, está dispuesta a contarlo todo. Esta noche le toca el turno en Viajando con chester, el programa de entrevistas que presenta Risto Mejide en Cuatro.
Un romance real transmutado en asunto de Estado. El idilio prolongado en el tiempo entre la vedette Bárbara Rey y el emérito Juan Carlos I no se quedó escondido bajo las sábanas, ni enmudecido en tinta de carta porque el fuego de la venganza no se logró apagar con suficiente dinero. La aventura del Borbón costó cara a España, a su reputación y a la Corona. Los infinitos mensajes sibilinos de la actriz sirvieron de pista a la prensa durante años para reconstruir el vínculo que les unía, el precio de su silencio y quiénes estuvieron implicados en él. ¿El resultado? Espías, grabaciones, maletas trampa, cuentas secretas e identidades falsas.
La relación entre el monarca y la vedette era un secreto a voces. El primer contacto fue a través de un televisor. Rey actuó en la gala de fin de año de TVE de 1975. Ahí fue cuando Juan Carlos le echó el ojo.
Comenzó entonces una relación en dos tiempos, siempre secreta, a espaldas de la reina Sofía, que se prolongaría primero durante tres años, del 77 al 79. El primer punto y aparte llegó con la boda entre la artista y el domador de circo Ángel Cristo. Aquella unión duró nueve años, hasta 1989, cuando llegó el divorcio. Dio entonces comienzo la segunda parte del noviazgo con el emérito, hasta 1994 cuando se corta definitivamente la relación.
Asunto de Estado
Los escarceos de Juan Carlos I con aquella rubia que aparecía en televisión se convirtió en un asunto de Estado. El escándalo que habría supuesto la noticia, en una democracia que daba sus primeros pasos y que lo había confiado todo al monarca, amenazaba con hacer temblar los cimientos de los gobiernos que lo taparon.
Los servicios secretos no podían dejar que nada se escapase al azar. El Cesid, el antiguo centro de inteligencia español, puso a disposición del Rey un discreto chalet en Aravaca, en Madrid, para que se reuniese con total tranquilidad con su amiga. Sin embargo no estaban solos: una investigación de El Mundo puso de manifiesto cómo La Casa, como se conoce a los servicios secretos y que estaba dirigida por el teniente general Emilio Alonso Manglano, grababa aquellos encuentros. En un primer momento dijeron que aquel edificio se utilizaba para aspectos "operativos".
Otro rumor apuntaba a que no eran los únicos que grababan. Presuntamente, y según varios libros sobre la vida de Juan Carlos, la propia Bárbara Rey tendría en su poder hasta tres vídeos con el monarca: “El primero en el comedor, el segundo en la cama y el tercero también en la cama. Se oye bien la conversación entre ambos. Bárbara Rey tenía cámaras ocultas en su domicilio, una en el salón camuflada dentro del televisor…”, se puede leer en El jefe de los espías, publicado por Javier Chicote y Juan Fernández-Miranda, sobre las notas personales de Manglano. El que lo decía era Manuel Prado, administrador del Rey.
Los vídeos
La supuesta existencia de los vídeos (aunque nunca se ha llegado a publicar ninguno) fue un quebradero de cabeza para los servicios de información y para las arcas públicas. El 4 de julio de 1994, según el citado libro, el Rey llamó a Manglano para indicarle que le estaban chantajeando con unas supuestas fotos durante una comida con la artista. “Le toqué un pecho”, recoje el texto. El precio: 100.000 dólares.
8 de julio: Manglano llama a Prado: “Le he dado a Bárbara Rey 25 millones de pesetas. Le daré más…”. Entre todas las informaciones que circulaban en aquellos días había una que indicaba que la novia del monarca pedía un contrato en la televisión para guardar silencio. “Tenemos que ocuparnos de su contrato en Televisión Española”, le dijo el jefe de los espías a Manolo Prado. El 3 de noviembre de 1994 se estrenó Esto es espectáculo en la televisión pública y allí estaba ella. Habían pasado 17 años desde la última vez que la cantante pisó un plató.
Entre todas estas anotaciones del teniente general aparecen dos nombres recurrentes de la época: Mario Conde y Javier de la Rosa. Según sus apuntes, pretendían comprar “el material sensible” a Bárbara Rey “y no precisamente para destruirlo”. El ex presidente de Banesto ha declarado alguna vez que todo lo contrario, que su objetivo era entregárselo a Juan Carlos I.
El programa que le dieron supuestamente a Rey terminó por su baja audiencia, y con su final volvieron las conversaciones con el Cesid. Según se ha publicado, ambas partes llegaron a un principio de acuerdo por el que la vedette metería todo el material a su disposición en un maletín a cambio de recibir dinero cada mes si no se habría. Pero La Casa tenía otras intenciones, que pasaba por prender fuego al recipiente de tan problemática información. La actriz, supuestamente, lo arrojaría a la piscina de su casa para evitarlo.
El fin
Ana Romero, otra periodista experta en Casa Real, publicó en el libro El Rey ante el espejo que todo terminó de explotar un año después. Era la primavera de 1997. José María Aznar, flamante presidente del Gobierno, había ordenado detener los pagos a Bárbara Rey para busca una “‘solución permanente’”. El 25 de mayo se produjo un robo en la casa de la artista en Boadilla del Monte, por la que interpuso tres denuncias. Más tarde, a varias redacciones de periódicos llegarían sobres anónimos en los que Rey acusaba a Manuel Prado de asaltar tres veces su domicilio y vaciar la caja fuerte.
El siguiente episodio de este culebrón fue el 17 de julio de 1997. Aquella tarde Bárbara Rey tenía que aparecer en el programa Tómbola para contar su relación con Juan Carlos I, pero todo se detuvo. La artista nunca llegó a aparecer en pantalla, pero cobró igualmente su caché de dos millones de pesetas. Al día siguiente apareció una entrevista en Levante-EMV en la que la actriz afirmaba que los vídeos existían, pero negaba que ella fuese la autora y señaló a agentes del Cesid como los filmadores de los encuentros del Rey en Aravaca.
Según el libro sobre las anotaciones de Manglano, a principios de octubre del 97 se llegó a “un acuerdo” con Bárbara Rey: 100 millones de pesetas en un primer pago y 50 al año en pagos mensuales durante la siguiente década. El libro apunta a que el monto total ascendió a 600 millones de la época. Según publicó el periodista Manuel Cerdán, los pagos se hicieron en una cuenta de Luxemburgo a cuenta de los fondos reservados.
El romance de Bárbara Rey y el monarca Juan Carlos I ha vuelto a la luz de los medios con la serie Cristo y Rey, sobre la vida de la cantante con Ángel Cristo. La vedette no ha perdido oportunidad de promocionarla dando entrevistas a los medios de comunicación. En ellas también ha abordado su relación de Estado.
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