27 de noviembre de 2022. Burgos. Decenas de personas quedan para pegarse antes del encuentro entre el equipo de la ciudad y el Real Zaragoza. Vienen de la capital maña, Pamplona, Logroño, Málaga y Madrid. El objetivo: atacar a los rivales. ¿Todo por unos colores? “Son personas radicalizadas ideológicamente que usan el fútbol para manifestar esos extremismos”, explica un inspector de la Policía Nacional.
En los últimos meses la violencia en el deporte rey ha vuelto a copar las noticias. El motivo principal han sido los insultos racistas que el jugador del Real Madrid, Vinicius Jr., ha recibido en varios estadios (de las seis denuncias presentadas tres se han archivado). Incluso ultras del Atlético de Madrid colgaron un muñeco de un puente simulando ahorcar al delantero. “Hay que distinguir del aficionado que en mitad de un partido insulta de manera racista a un jugador del ultra”, señalan fuentes policiales
En España se calcula que hay entre 9.000 y 10.000 personas, con lazos con “la extrema derecha o izquierda”, que canalizan su “odio” hacia el contrario portando camisetas de un equipo determinado. “No hay fin de semana en el que no se evite una pelea”. O que se produzca, como el caso de Burgos.
Hay dos tipos de peleas: las clásicas, en las que grandes grupos de personas van en busca de sus rivales. Este tipo de encuentros se suele organizar horas antes del partido, incluso ocho o diez, y es un todo contra todos de manual. Una de las más mediáticas se produjo el 30 de noviembre de 2014, cuando una pelea entre el Frente Atlético y los Riazor Blues acabó con la vida de Francisco Javier Romero Taboada, alias "Jimmy", seguidor del Deportivo de la Coruña.
El segundo tipo de enfrentamientos tiene sus normas e, incluso, sus árbitros de vez en cuando. Se las conoce como drakas (literalmente pelea en ruso) y no se permiten armas ni utensilios peligrosos. Se realizan en campo abierto y enfrentan a un mismo número de personas por bando. Tres contra tres, cinco contra cinco, 12 contra 12…
Entre los agentes que saben quién es quién en este mundillo, que conocen sus dinámicas, existe la preocupación de que cada vez los chavales que se incorporan a estos grupos son más jóvenes. El proceso de radicalización es similar al de una banda callejera o latina. “Cambian de amistades, se implican más en la organización de viajes, se acercan a determinada grada… Al final funciona igual, tienen en el grupo un sentimiento de pertenencia”, explica el mismo oficial a El Independiente.
Existen grupos ultra de 40 personas (como en algún municipio de la Comunidad de Madrid) o hasta 500 (como pueden ser los Biris, unidos al Sevilla), pero siempre tienen dos cosas en común: la radicalidad en sus ideas políticas (abundan más los de extrema derecha, aunque también los hay del otro bando) y el fútbol: “Este fenómeno no existe en otros deportes”.
“Donde hay fútbol hay ultras”, resumen las fuentes consultadas. Y fútbol hay mucho en España. “Peleas y enfrentamientos hay en todas las ligas. La cantidad de dispositivos policiales, de Policía y de Guardia Civil, que se moviliza cada fin de semana es muy importante”. Están presentes en todas las categorías profesionales, desde Primera División hasta Tercera Federación.
A día de hoy, la Comisión Estatal Antiviolencia considera peligrosos y violentos a 15 grupos ultras: el Frente Atlético, Riazor Blues, Biris, Jove Elx (del Elche), Avispero y Ligallo Fondo Norte (ambos del Zaragoza), Iraultza (Alavés), Herri Norte Taldea (Athletic de Bilbao), Frente Bokeron (Málaga), Indar Gorri (del Osasuna), Ultra Boys (Sporting de Gijón), Ultrasur, Boixos Noix, Symmachiarii (Oviedo) y los Bucaneros (Rayo Vallecano).
Los clubes de fútbol son “muy colaborativos” con la Policía. Al final son los principales interesados porque la sociedad no los relacione con radicales y porque no se produzcan peleas o mensajes de odio en sus estadios, ya que acarrean suspensiones y multas. En los últimos años han potenciado las “gradas de animación” en detrimento de los violentos. Muchos de ellos han prohibido a los integrantes la entrada en los campos locales. Otros dicen que lo han hecho, pero en sus gradas todavía se ve simbología ultra.
Los grupos se dividen por “secciones”, que es la forma para distinguirse ideológicamente. “Hay nacionalsocialistas, fascistas, de ultra derecha, ultra izquierda, republicanos, antifascistas. Nos situamos fuera del arco parlamentario, claro”. Entre ellos se dan apoyo porque al final lo que les mueve son “razones ideológicas”.
También cuentan con hermanamientos fuera de España. Es conocida la amistad entre los ultras del Real Madrid con la Lazio o del Atlético de Madrid con la Roma. La Liga tiene a varios clubes jugando competiciones europeas y, en esos desplazamientos, también juega un papel fundamental la Policía. “Siempre viajan cuatro, cinco o más agentes con los equipos, depende del número de aficionados que vaya”. Y lo mismo cuando vienen aquí ultras extranjeros: “La colaboración es muy buena”.
La Policía Nacional es reconocida por su labor en la lucha contra la violencia en el fútbol en todo el mundo. El Mundial de Qatar de 2022 fue un ejemplo, donde su experiencia fue de gran valor, formando a los agentes locales y teniendo voz cantante en la organización. El resultado es que en el mes en el que transcurrió la competición no hubo incidentes. Especialmente relevante fue su aportación en competencias de explosivos.
España ha sido capaz de organizar grandes competiciones de fútbol sin lamentar incidentes. Finales de Copa del Rey, una final de la Libertadores sudamericana en 2018 (con aficiones tan enfrentadas y violentas como las del Boca Junior y el River Plate) o la final de la Champions League, la de 2019, que enfrentó al Tottenham y al Liverpool en el Wanda Metropolitano. En ninguna de estas citas se vivieron imágenes ni si quiera parecidas a las del año pasado en el estadio del Paris Saint Germain, también en la final de la máxima competición europea de clubes, cuando se colapsaron las entradas y se tuvo que retrasar el partido.
Volviendo a España, las peleas no se han acabado, pero los homicidios sí. Los agentes consultados, quitando el ya citado caso de Jimmy en 2014, se tienen que remontar a más de 25 años atrás para recordar una muerte a manos de ultras. Fue en 1998, cuando el neonazi Ricardo Guerra, de Bastión del Frante Atlético, acabó con la vida de Aitor Zabaleta, seguidor de la Real Sociedad, en los aledaños del Vicente Calderón.
La opinión general, los comentarios de bar y de cancha de parque, relacionan a los ultras con la comisión de otros delitos. Es frecuente encontrar algún comentario que los ligue, por ejemplo, con el tráfico de estupefacientes. “No lo creemos”, comentan un inspector y un subinspector de Policía. Los agentes no descartan que, a nivel individual, alguien se integre en un grupo ultra para menudear droga, camuflarse entre un número grande de personas para llevar a cabo su labor, pero rechazan la idea de que detrás de las bufandas haya organizaciones criminales.
“Europol tiene fijado 11 indicadores para considerar a un grupo como organización criminal. De esos, se tienen que dar cuatro, que son específicos, y dos más. En total seis. Pueden cumplir el de la estructura jerarquizada, pero también tienen que lograr unos beneficios económicos, de poder… Es muy complicado que se dé”, resume un subinspector.
Entre las últimas manifestaciones ultras ha estado una pancarta con el rostro de Ana Frank. Se encontró en la calle Marceliano Santamaría, el histórico lugar de reunión de los Ultra Sur. Sobre el rostro de la joven judía se podía leer: “Es del Atleti”. Los investigadores no creen que se esté produciendo un auge del antisemitismo alrededor del fútbol: “Fue una respuesta. Los del Atlético pusieron el muñeco de Vinicius y ese fue el mensaje de vuelta”. Ambos hechos se está investigando, y en el caso del ahorcado hay personas identificadas.
“Nuestra labor es preventiva. Controlar a la gente, controlar donde quedan, controlar las posibles peleas. Hay muchos recursos y mucha labor de inteligencia detrás de cada fin de semana”. Este fin de semana se espera tranquilo, aunque hay un Osasuna - Real Madrid que tendrá ocupados a los agentes de Información, de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) y de la Unidad de Intervención Policial (UIP), los encargados de actuar con anterioridad a los encuentros y en el mismo día de los partidos. El plato fuerte vendrá la semana que viene, cuando se vuelven a enfrentar el Burgos y el Zaragoza, el choque que dejó 64 detenidos por participar en una pelea multitudinaria.
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