En las direcciones territoriales del partido los llamaban despectivamente los "halcones". Sobrevolaban las organizaciones provinciales y regionales. Eran la correa de transmisión de la planta séptima de Génova 13, donde se ubicaban los despachos de Pablo Casado y de Teodoro García Egea. Un ejército de oídos y de "caballos de Troya" para evitar la disidencia interna, grupo del que Ángel Carromero era su mejor exponente. La implosión del PP de hace un año, la que se llevó por delante al presidente y a su secretario general, no se explicaría sin esa política de "intrusión, puenteo, desconfianza y campañas de desprestigio" contra las baronías territoriales, dicen muchos de ellos en conversación con El Independiente a la hora de hacer balance de aquellos días aciagos para el primer partido de la oposición.
Eran, y son, diputados, senadores y cargos intermedios y no tan intermedios de administraciones públicas y direcciones provinciales que llegaron impuestos por García Egea. Los mismos que, con los nuevos tiempos de Alberto Núñez Feijóo, "han ido virando, adaptándose" temerosos de si se contará con ellos a la hora de confeccionar las listas para las elecciones locales y autonómicas del 28 de mayo y para las generales de finales de año.
El PP no era, ni es, un partido coroneles ni de asonadas. Pero que el malestar era generalizado y profundo entre los presidentes autonómicos y territoriales era un secreto a voces. "Pero lo hablábamos de forma bilateral, unos con otros, sin crear un frente común ni mucho menos... hasta que pasó todo", narra uno de los barones que acabó poniéndose al frente a la manifestación.
La gota que colmó el vaso fueron las manifestaciones ante la puerta de Génova 13
Y lo que pasó fue la revelación, por parte de Génova, de un contrato de mascarillas con el hermano de Isabel Díaz Ayuso; la entrevista de Casado a la cadena Cope donde dijo aquello que cuando morían 700 personas al día por el Covid alguien se estaba embolsando 300.000 euros; las acusaciones de espionaje al que supuestamente fue sometida la presidenta de la Comunidad de Madrid por uno de esos "halcones", Ángel Carromero, instalado a la vera de José Luis Martínez Almeida en el Ayuntamiento de Madrid, impuesto, sí, por García Egea. Pero con ser todo eso grave y tremendo "lo que de verdad nos puso en movimiento, lo que colmó el vaso, fueron las manifestaciones a las puertas de la sede de Génova , y poco nos importaba que dijeran que estaban siendo monitorizadas por Ayuso".
Ese malestar profundo eclosionó en un frente común del que, en principio, sólo se dejó fuera a un presidente autonómico, el murciano Fernando López Miras, y a los líderes de los populares valencianos y aragoneses, Carlos Mazón y Jorge Azcón, respectivamente. Al primero, por su declarada amistad con García Egea, de la misma región, a los segundos porque fueron nombres "elegidos por el secretario general" al frente de sus organizaciones.
Aseguran que aquellas susceptibilidades pasaron rápido, en cuanto comenzaron a hablar los críticos en la cumbre genovesa de la noche de los cuchillos largos, su propio 23-F, donde Casado todavía intentó a la desesperada aferrarse al sillón de la presidencia del partido. "Los tres asumieron el nuevo estado de las cosas. Sólo la navarra Ana Beltrán salió en defensa cerrada de Casado y Pío García Escudero se mostró cauto" y es que el ex presidente del Senado estaba por aquel entonces al frente de la dirección interina del partido en Madrid. Pero "la presión de nuestros militantes y simpatizantes cada vez que salíamos a la calle era enorme", recuerda uno de los presentes en esa reunión.
"Se viene llorado de casa", le espetaron a Casado la noche del 23-F
Mucho se ha escrito de aquella noche. De cómo se orillaron los móviles para evitar retransmisiones en directo o la manera en que Casado apeló a sus padres y resto de familia para ablandar a sus compañeros de filas. También de cómo alguno le espetó "se viene llorado de casa" y de la decisión pactada entre Alberto Núñez Feijóo y Juan Manuel Moreno de darle una salida sin hacer más sangre que la ya derramada y atender a su petición de aguantarle hasta la celebración del congreso. Esa cita estuvo precedida de una reunión del comité de dirección popular en la que prácticamente todos sus miembros le retiraron el apoyo.
Atrás quedan esos tiempos en que García Egea decía a sus dirigentes territoriales "'tú eres de los míos', 'tú eres de los míos' y cuanto más te sonreían más te clavaban el puñal por la espalda", prosigue una de las fuentes consultadas. Y otro agrega que "en cuanto te dabas la vuelta se publicaban informaciones filtradas para desacreditarte". En Castilla y León, en plena polémica con el vicepresidente de la Junta, Juan García-Gallardo, de Vox, en el entorno de Alfonso Fernández Mañueco se felicitaron que el "inquilino" de Génova fuera Núñez Feijóo y no Casado "porque nos hubieran hecho desde allí la campaña a la contra".
¿Se podría haber salvado Casado de haber ofrecido a tiempo la cabeza de García Egea una vez se desató la polémica en torno a Díaz Ayuso? Hay coincidencia de que para entonces era difícil. Desde que aterrizaron en Génova "Pablo dejaba hacer. Era corresponsable. Había una especie de relación de dependencia con su secretario general". La cúpula popular "tenía una enorme desconfianza hacia las baronías. Se sentían amenazados", especialmente por Isabel Díaz Ayuso, convertida en la estrella rutilante de la cosmogonía popular cuando el 4 de mayo de 2021 se deshizo de Ciudadanos, orilló a Vox y puso al PP en la senda del crecimiento electoral. Toda una revolución.
Los "halcones" se movilizaron para impedir que Ayuso se hiciera con las riendas del PP en Madrid
Pero a pesar de ello la planta séptima de Génova se negó en redondo a darle las riendas del partido en Madrid. Fue el detonante de la crisis y los "halcones" se movilizaron para desactivar el deseo legítimo de Ayuso de tener, como el resto de los barones autonómicos, el control del partido en su región. Y encontraron lo de las mascarillas de su hermano.
No dejó de ser significativo el cierre de filas en torno a la madrileña, por parte del resto de los barones, no pocas veces criticada sotto voce por su gestión de la pandemia del Covid. Con el "Madrid no se cierra" y sus ataques recurrentes al jefe de Ejecutivo, Pedro Sánchez, algunos de sus compañeros se consideraron cuestionados. Era la época en que desde Moncloa se ponía en valor la moderación del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, hoy convertido por los socialistas en un peligroso ultraderechista. Génova calculó que el resto del partido no saldría en defensa de Ayuso y menos por un caso de presunta corrupción que quedó en nada. No contaron con que habían pisado demasiados callos, puenteado a los dirigentes, impuestos criterio de personal y desprestigiado a no pocos.
Un año después, el PP se consolida en el primer puesto de los sondeos con intención de voto y pasea a José María Aznar y a Mariano Rajoy, como si la etapa de Casado hubiera sido un mal sueño. En el entorno de la baronesa madrileña resumen muy bien el sentir del conjunto del partido: "Se trabaja mejor cuando sabes que desde Génova no conspiran contra uno". Los "halcones" ahora vuelan bajo.
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